Boletín n.º 115
Septiembre 23 de 2013

Diez años sin Simón

(1931-2003)

Simón González Restrepo (1931 - 2003)

Simón González Restrepo
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Ayer domingo 22 de septiembre se cumplió el décimo aniversario de la muerte de Simón González Restrepo (1931 – 2003), hijo menor de Fernando González Ochoa, gobernador de las Islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina y gestor principal de la Corporación Fernando González – Otraparte. Para recordarlo compartimos con los amigos una carta de su padre y tres textos publicados a raíz de su desaparición.

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Medellín, enero 16/52

Monchito mío:

Antier recibimos tu primera carta escrita después de la vuelta de New York. Por ella veo que estás preocupado con que te haya ido mal en el semestre; y decías que lo peor era que tenías principio de gripa y que en esos quince días eran exámenes finales. ¡Nada! Si te fue mal, no preocuparse, sino echar para adelante, con amor. Los cobardes son los que no resisten las inclemencias ni los malos pasos; para un hombre no hay los fracasos pasados sino el camino por recorrer. Mirar al pasado no tiene objeto si no es para ordenar el avance. Lo que has de hacer, creo yo, es estudiar lo que ames; medita y examínate a ver dónde está tu amor y a eso dedica toda tu energía, pues el amor es la prueba de la vocación: donde está tu tesoro, ahí está tu corazón.

En todo caso, no preocuparse por nada sino por ser cada vez más hombre, es decir, más frío pasionalmente y más ardiente en inteligencia y en fortaleza humana. Debemos ser fríos, en cuanto a pasiones animales y ardientes en amor a la idea y forma en que se nos revele el Infinito.

Parece que Pilar sale pronto para España en compañía de la hija del Dr. Aurelio Mejía; van a estudiar becadas por el servicio social de España, que maneja Pilar Primo de Rivera; pero no le dan gastos de viaje ni nada extra: sólo alojamiento y comida y enseñanza. Así es que tendremos que gastar bastante. Pero muy bueno que vaya y aprenda, pues Pilar es muy inteligente y de mucho carácter: es capaz de mucho, pero en Colombia no aprecian a los seres valiosos; sólo a los animales de rebaño.

Nano está aún en Cali; creo que el sábado próximo vendrá. Álvaro y familia están bien. Todo por aquí igual a como lo dejaste. Creo que en junio debes bregar por tomar algún curso de lo que sea tu amor o vocación, si no resolvieres venir a pasar aquí las vacaciones, lo cual es cuestión que tú decidirás.

Te quejas de que escribo menos: es porque hay mucho qué trabajar; no me quedan sino instantes de descanso. Mañana tendré que escribir al padre McCoy y a Tony, pues no ha habido tiempo todavía. ¿Les escribiste tú?

El desastre sería que tú te desanimaras por algún contratiempo en los estudios. No; imítame a mí, que ya me curé de espantos y aprendí que todo lo que nos sucede tenía que suceder y que somos partículas de un universo indefinido o infinito y que no está la creación de Dios hecha para darnos gusto en todos nuestros pequeños deseos. O mejor: que el universo no gira alrededor de uno.

Recibe mi bendición,

Fernando González Ochoa

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Simón González Restrepo (1931 - 2003)

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Adiós con ron y
gracias a la vida

Volver a la mar en el crepúsculo
pidió el hijo de Fernando González.

Por Margaritainés Restrepo Santa María

Con fuego, alegría y a la hora mágica del crepúsculo. Tras el anuncio de pregoneros a caballo. Cerca de Cayo Cangrejo (el estado de la mar definirá). Con su sombrero crema de algodón. Acompañado de cantos, flores, músicos y bailarinas jóvenes, zambullida en la mar, y un gracias a la vida por tantos mimos recibidos.

Con esa atmósfera, esos elementos, ese espacio, esos sonidos, “entregarán a la mar” las cenizas de Simón González Restrepo, quien murió el lunes pasado. Y escrito está.

“Esta despedida será anunciada por dos jóvenes isleños pregoneros, que a caballo, saliendo de Santa Isabel, uno por el este y el otro por el oeste recorrerán toda la Isla, cantando el anuncio de este acontecimiento. Los pregoneros al cumplir este deseo beberán ron a la Simón”.

Ese anhelo forma parte del IV capítulo del testamento de quien fuera gobernador de San Andrés y Providencia, e hijo del filósofo Fernando González.

“Son aproximadamente las seis de la tarde, hora mágica del crepúsculo. Del Puente de los Enamorados, Lovers Lane, construido por Simón y el más bello del planeta Tierra, saldrá la comitiva dirigida por Carlos Archibold Cerón, en su nuevo yate, de nombre Sea Rider. Otra lancha será contratada y los que voluntariamente quieran ir; llevarán “la comitiva”: músicos de la Isla y un grupo de bailarinas jóvenes (de 10 a 18 años), del Colegio Junín o, en su defecto, de un grupo de los que se forman para los carnavales de la Isla”.

Y Simón, un solitario con Cédula 870.513, de Soledad, eligió a Carlos Antonio Archibold, para organizar su adiós.

“Estando en el lugar se regará combustible al bote de madera pequeño que llevará la Sea Rider: y en donde se depositarán las cenizas de Simón, en una cajita de madera cubierta por su sombrero de algodón crema, que tiene la pequeña barracuda pegada en un ala”.

“Suena la música alegre acariciada eternamente por el crepúsculo; se prende fuego a la canoa, colocando flores en la Mar, cerca de Simón y su sombrero de algodón con la barracudita. Los que acompañan esta ceremonia cantarán o pedirán a Erzuriz y Yemanya Diosas de la Mar y Embajadoras del Señor en el Planeta Tierra, dándole gracias a la vida por haber mimado tanto a Simón. Todo será alegre, las tristezas las espantarán bailando o dándole una patada a la tristeza”.

“Al hundirse el bote de madera con las cenizas de Simón y su sombrero, uno de los mejores buzos a pulmón de las Islas, acompañado por una bellísima isleña, se tirarán a la Mar, para ver cómo emprende Simón su viaje a Otraparte al encuentro del Señor (Dios), e invito a todos los presentes a tirarse a la Mar (si quieren)”.

Y en el remate de ese Testamento Carta de Despedida, que Simón pide que permanezca en un lugar visible del Monasterio de la Luna Verde, se lee: “Bebidas, picadas y licores, especialmente el Ron (Havana Club) a la Simón serán servidos abundantemente a los presentes… De nuevo… ¡Gracias Señor por darme el bello regalo de la vida!”.

Fuente:

El Colombiano, septiembre 29 de 2003, sección Arte y Cultura, 4B.

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Simón González Restrepo (1931 - 2003)

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El día que lloró
la barracuda

Por Gustavo Álvarez Gardeazábal

A Edgard Collazos, en su dolor.

El pasado 22 de septiembre, a las 5 y 10 minutos de la tarde, la barracuda de ojos verdes derramó lágrimas azules. A esa hora, en la tierra de sus mayores, bajo la sombra de Otraparte, el nieto de Carlos E. Restrepo, el hijo de Fernando González, el más grande de los brujos de agua salada, el señor de las islas, Simón González Restrepo, viajó a la eternidad.

Poeta del poder, ingeniero de la poesía, armó su visión del mundo con la misma soltura con que su padre filosofó en un país de ígnaros. Entendía el ejercicio de la autoridad como una delegación del dios Neptuno, la ironía de sus discursos como una advertencia a la Luna Verde y no como un llamado a sus gobernados. Por eso, y por mucho más, Simón el Brujo alcanzó la gloria antes de la muerte y se quedó grabado en el corazón de quienes gobernó o de quienes disfrutamos de su amistad y comprensión.

Ningún otro paisa ha sido como él. Jamás abjuró de su estirpe y de sus genes aunque los vistió de aguas coralinas, de gorros playeros y de sonidos inescrutables de ballena en celo. Inteligente, culto y resabiado. Precoz, atrevido y vertical. Dotado de una entereza mayúscula cubrió con la soledad el vacío de su ancestro y con sus gestos cargados de simbolismo escapó de la maraña atrapadora de la burocracia que no supo nunca cómo exprimirlo.

Amado por los cangrejos de Providencia, idolatrado por los negros de Agua Dulce, ejerció de gran maestre de la brujería pero jamás perdió su aura de monje estilista. A la orilla del camino o en lo alto de la cúspide de Cayo Cangrejo donde arrimó por último la barracuda sobre la que siempre traspasó los mares, Simón González le quiso enseñar a su Colombia frenética que la solución no estaba en los arpones sino en el poder cicatrizante del agua de mar. Por eso, tal vez, anunció de su muerte a través del aviso inolvidable con que en la tercera página de este periódico nos contó a sus amigos y familiares que había viajado a la eternidad y que desde la Luna Verde y junto a su barracuda de ojos verdes y lágrimas azules nos estará acompañando para siempre.

Fuente:

El Colombiano, martes 30 de septiembre de 2003, página 4A.

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Simón González Restrepo (1931 - 2003)

Con el presidente Belisario Betancur
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Lágrimas azules
por Simón González

Por Jotamario Arbeláez

En su oficina amoblada de árboles cantaban y cagaban los pájaros y de vez en cuando se desperezaba un tigre.

Se le acumulan a uno los amigos viajeros, si así puede decirse, en las páginas de la prensa, donde a duras penas si se les alcanza a decir adiós. Hace unos días murió el brujo Peppa, el raizal que sostenía sobre sus hombros ese tesoro de Morgan que es San Andrés. Ahora la muerte se la ha cobrado a Simón González, dos veces intendente y una vez gobernador de las islas por voto popular. Y rey de ellas desde siempre por voluntad propia.

Lo menos que le hubiera gustado, que uno lo enredara en esta sarta de palabras. Pero cómo dejar de decir que era una personalidad apabullante, un profeta del presente, un profesor de energía, un poeta de la vida, un mago solar y un brujo lunar, y un enamorado de las diosas de la mar océana, cuya sonrisa es la espuma de cada ola.

El impudor de las notas fúnebres permite que cada uno trate de involucrarse en la historia del muerto para lucir. Yo había invadido, en 1967, no solo la isla de San Andrés, sino una cabaña abandonada que estaba al amparo de la Corporación de Turismo, que manejaba Guillermo Cabo, un industrial antioqueño siempre de bermudas, camisa y sombrero blancos, radicado en la isla y feroz admirador de Simón. Cabo —quien hace poco hizo también el último viaje— amenazaba con desalojarme, así tuviera que hacer pasar un buldózer por sobre la cabaña y mis huesos. Pero nunca lo hizo. Un día los vi pasar señalándome, por enfrente de las cabañas. Se me erizó el espinazo. Pero esa noche se me presentó dulcísimo el atronador Guillermo y me dijo que me podía quedar en la edificación hasta que la tumbaran los vientos, porque ese señor cuya sabiduría él respetaba como la de nadie en el mundo, le había dicho que ese ser flaco y barbudo, a punta de colgar la toalla, ataviado con una túnica de los baños turcos del hotel San Francisco, iba a ser uno de los poetas de Colombia. Tal vez le había creído a Gonzalo Arango, quien era la mar de generoso con sus discípulos. Hoy, los derrumbados por el viento son los tres personajes de este párrafo, mientras yo continúo aferrado a los postes de la vida, dando veraz testimonio de los benditos amigos.

Simón se comportó como el gran gurú en el Congreso Mundial de Brujería, que él mismo dirigiera, y como Gobernador de las Islas de San Andrés, Providencia, Santa Catalina, Serrana, Serranilla y Quitasueño. Hoy esas islas se precipitan en el mar del olvido. Simón manejó la naturaleza de las islas con su brazo de ingeniero y su brazo de mago. Así, capoteaba las huelgas y amainaba los temporales. Pero ya nada queda de sus ejecutorias, y de la barracuda de ojos verdes a duras penas sobreviven las lágrimas azules. Y sólo las parejas que se aman en el archipiélago, como los pintores nadaístas Samuel y Fanny, y Dina Merlini e Iván, siguen viendo la luna verde.

En 1975, Gonzalo Arango solía subir al piso 29 del edificio de Seguros Tequendama, donde funcionaba el Instituto Colombiano de Administración (Incolda), cuyo gerente era considerado un genio financiero y un sabio en las ciencias del comportamiento entre los empresarios que lo consultaban como un oráculo y a cuyas empresas proyectaba a insólitos niveles de productividad creativa. Su secretaria era la bruja más encantatriz del mundo, Matilde Torres. En su oficina amoblada de árboles cantaban y cagaban los pájaros y de vez en cuando se desperezaba un tigre. Era Simón, a quien asesoraba Gonzalo, en sus manejos de mago de las finanzas del espíritu, con las mismas enseñanzas recibidas del brujo de Otraparte.

Murió con la frustración de ver que se tenía que morir, después de haberle ganado la batalla al cáncer de la muerte por más de veinte años, y con la alegría de dejar organizada para sus íntimos la fiesta de su muerte. Que será el 10 de octubre, cuando esparciremos sus cenizas desde el Puente de los Enamorados, que une a Providencia con Santa Catalina, donde viviremos una especie de saturnales, respetando su última voluntad.

Fuente:

El Tiempo, octubre 1 de 2003, columna de opinión Contratiempo.

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Simón González Restrepo (1931 - 2003)

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Conversando no hace mucho con Simón González en Otraparte, me decía —palabras más, palabras menos— que estaba aprendiendo a desaprender. Que para que las cosas cambiaran en Colombia, teníamos que desaprender. Y me contó de alguien que lo visitó en Providencia, intelectual, académico, profesor universitario, con el que prácticamente no se podía hablar porque tenía tan vastos conocimientos que no aceptaba sino que los demás lo oyeran. Y que recibió como un rayo el consejo que le dio Simón: “Usted lo que necesita es desaprender”.

Ernesto Ochoa Moreno
Julio 19 de 2003