Simón, el enamorado

Amor fue su palabra mágica. Amor a la vida, a cada ser, sin distingos: hombre, mujer, niño, animal, piedra, isla, espaguetti, moto, planta. Sin amor todos somos asesinos fue su convencimiento y el título que eligió para su libro. Amor, la palabra de Simón González Restrepo, quien creció entre aromas de ternura, en las casas Villa Bucarest y Otraparte, en Envigado.

Simón, el enamorado, a quien llamaron Brujo, quien pensaba que el amor era la mayor brujería. Ese que no hablaba de la muerte, porque ésta era, para él, continuidad de un permanente viaje, hacia el interior de sí mismo y hacia Dios. El que sí hablaba de desprenderse y desaprender, para movilizarse ligero de equipaje.

Tuvo un padre famoso, pero, aunque absorbió sabiduría de él, voló con sus propias alas. Degustó el poder, como Gobernador de San Andrés y Providencia, pero no se engolosinó con la parafernalia de los salones de mando. Y conservó su sensibilidad a flor de piel.

«El fin del hombre es dormirse en el Silencio. No se dirá “murió”, sino “lo recogió el Silencio”, y no habrá duelos, sino la fiesta silenciosa, que es Silencio», escribió Fernando González. Y al atardecer de este lunes, a Simón lo recogió el Silencio. Su amor habita el aire.

Fuente:

El Colombiano, sección «Ecos y Comentarios», miércoles 24 de septiembre de 2003, página 5A.