Salomé anda suelta en el Metro

Por Ernesto Ochoa Moreno

Fernando González Ochoa, el anacoreta de Otraparte, está haciendo ahora su viaje a pie de ausencias y eternidades en un vagón del Metro de Medellín. Su gatica Salomé, la que le inspiró en Marsella (Francia) cuando era cónsul, se enreda entre los pasajeros y maúlla sin pudor el recuerdo de su primer celo de primavera.

Es un bello homenaje del Metro de Medellín al escritor envigadeño. Complementando los vagones ya dedicados a León de Greiff, Porfirio Barba Jacob y Tomás Carrasquilla, ahora hay uno con la firma de Fernando González, en el que además se exponen textos y fotografías del filósofo de Otraparte. En la estación Envigado, un mural del pensador, obra del artista Daniel Gómez Henao. Y en los dispensadores de libros del programa «Palabras Rodantes», que la empresa del Metro y Comfama han puesto en marcha desde marzo para incentivar la lectura, la novela Salomé, un bello texto de nuestro filósofo, escrito en 1934 y que ahora se reedita. En la Casa Museo Otraparte, por lo demás, se ha abierto una exposición itinerante, «Fernando González – Desnudez y Presencia», dirigida por Miguel Escobar Calle. (Ver el Boletín n.º 57 de la Corporación Otraparte).

Dejo para otra oportunidad y otro contexto un estudio comparado de las diversas versiones de la obra que nos ocupa. Apareció primero en vida del escritor, fragmentada e inconclusa, con el título La primavera, en la revista Antioquia (números 11, 12 y 13 de 1939). Revisado y completado el texto por Miguel Escobar Calle y Fernando González, hijo, confrontando la libreta manuscrita del diario de Marsella, mereció dos ediciones en la Colección Autores Antioqueños (1984 y 1994) con el título Salomé, que hoy la identifica. Ahora se ofrece a los lectores del Metro en un texto que ha permitido sacar a la luz fragmentos inéditos, tras un detallado examen del texto manuscrito.

Para invitar a su lectura, con la venia del lector rescato lo que escribí cuando apareció en diciembre de 1984 la primera edición ya mencionada. Los siguientes son algunos apartes de ese escrito de 1985:

Al leer Salomé ando, como la gatica que es el personaje de la novela, con el alma erizada de estremecimientos primaverales: «Se trata en esta novela, del autor, de una gata, de la primavera y de unas señoritas: nadie se casa ni se muere». Así rezaba su presentación en la revista Antioquia.

Ahí está todo. Así de simple. Es un diario que Fernando González escribe en Marsella en 1934, cuando se dispone a entregar el consulado del que ha sido retirado por el gobierno colombiano, mientras en su carne de treinta y nueve años la primavera despierta los primeros escozores que tal vez sólo un hijo del trópico es capaz de descubrir en sus más leves temblores. Ese sentir uno bajo la piel el extraño cosquilleo de la vida que renace y la sangre anhelante de deseos paganos, encendida sexualmente…

Lo que vive el autor lo describe delicada y deliciosamente en Salomé, la gata que maúlla su primer celo y es perseguida por los machos enardecidos; y en las reacciones de las señoritas, adolescentes unas, otoñales las otras, que sienten en su cuerpo el fuego del sexo que revive la primavera.

El estilo de Fernando González en este libro es de una exquisita belleza. Ágil, limpio, desnudo, sin ocultaciones. Estilo de bailarín, que dice él, «porque lo que pesa no es amable». «Las cosas serias dilas con alas de paloma: es el primer deber estético».

Cualquier párrafo, tomado al azar, es hermoso:

«Comprendí que esta ley inexorable del amor nos va subyugando, así como el Sol obliga a la Tierra, su amante, a irle presentando sus polos, para herirla. ¡Igual a Salomé! Todo lo existente está sujeto a la ley del amor. Un inmenso gato obliga también al sistema solar a ir levantando la columna vertebral para herirlo».

Salomé es importante en la bibliografía del Mago de Otraparte, porque es la semilla de El remordimiento, como lo dijo expresamente el autor en este libro fundamental de 1935. Pero hay algo más: es un hito sutil en el proceso espiritual del maestro, que ilumina obras posteriores que, como todas las de González, no es posible comprender sino en el contexto general de su producción literaria y filosófica.

Vaya un agradecimiento al Metro, a Comfama, a los herederos del escritor y a la Corporación Fernando González, que dirige Gustavo Restrepo Villa. Gracias a ellos, se sienten en los vagones los pasos del caminante a pie de Envigado. Y Salomé, enamorada y rijosa, anda suelta en el Metro.

Fuente:

El Colombiano, columna de opinión «Bajo las ceibas», sábado 28 de julio de 2007.