Moravia vista por
pequeños fotógrafos

Por Juliana Correa H.

Uno, dos, tres… veintinueve, treinta. Al final del conteo, la imagen en blanco y negro se ve a color. Los gritos de asombro llenan el pequeño salón del Centro Cultural de Moravia. Los ojos de los mellizos Leidy Caterine y Jeison de Jesús Giraldo se abren como si se tratara de un secreto que había sido guardado por mucho tiempo y que por fin es revelado.

En realidad no es más que una ilusión óptica. Después de mirar fijamente una imagen en negativo a color, durante 30 segundos, se cambia a una diapositiva en blanco y negro, y como por arte de magia, esta adquiere tonalidades azules.

«¡Qué elegancia!», dice el pequeño Jeison, un niño de doce años, de piel muy blanca y facciones finas, que no desampara a su hermanita.

La tarde finalizó con un poco de historia de la fotografía y algunas revelaciones sorprendentes, como la de los colores. Los jóvenes aprendieron que estos en realidad no existen, sino que son sensaciones producidas por rayos de luz que se reflejan en los objetos y que dependen de la longitud de onda, y que las ondas del verde son distintas a las del rojo o de cualquier otro color.

Pero quizás lo más asombroso y mágico fue la idea de pensar que un rayo de luz, que entra por un minúsculo orificio —«¿Orificio?» —preguntó extrañado uno de los niños más pequeños—.

«O sea un hueco» —se apresuró a contestar una preadolescente morena con trenzas y una amplia y blanca sonrisa.

Retomando, que un rayo de luz que entra por un pequeño orificio a una caja negra (que puede ser de zapatos o de galletas), donde se ha colocado previamente papel fotográfico, es capaz de producir una imagen. Es decir, que esa caja negra es en realidad… una cámara fotográfica. «Es como meter el mundo en una caja», anota uno de los talleristas.

Barrio en imágenes

Cuestiones elementales para muchos. Pero para estos niños de Moravia fue como entrar a un mundo maravilloso y fantástico que no conocían. Por eso, cada una de las diapositivas que les iban mostrando los talleristas con diversos tipos de fotografías eran para ellos pequeños descubrimientos.

Un asombro tras otro, así transcurrirá esta semana para este grupo de 30 niños de entre 10 y 17 años que asisten a un taller de fotografía artesanal que se dicta en el Centro Cultural del barrio. En el que diseñó el fallecido Rogelio Salmona.

Los talleres son dictados por Julia Villegas, Daniel Gómez y Sergio Restrepo, de Otraparte; con el apoyo de Comfenalco y la Red Cultural del barrio Moravia.

Durante toda esta semana, los participantes del taller aprenderán nociones básicas sobre la imagen, la fotografía y el cine.

También aprenderán a manejar una cámara fotográfica y algunos conceptos elementales sobre el video.

Recorrerán sus calles, sus casas, el lugar donde viven, con cámaras —artesanales y convencionales— para plasmar su barrio.

Después irán al cuarto oscuro y revelarán las fotografías que ellos mismos tomaron y estas serán expuestas para que todos los demás las vean.

Moravia se verá a través de imágenes fragmentadas captadas por sus habitantes más jóvenes.

Como Jeison y Leidy, dos de los alumnos más aplicados del taller, que no quieren perderse ni un minuto de la explicación de los profesores. Sus ojos de asombro parecen querer entenderlo todo, aun los misterios que hacen que el mundo, su mundo, quepa en una caja de galletas.

Fuente:

El Colombiano, sección «Vida y Cultura», miércoles 16 de enero de 2008, página 1D.