Cartas de Thornton Wilder

I

Marzo 21 de 1941

Señor Fernando González,
Envigado, Medellín,
Antioquia, Colombia

Querido Señor González:

El Departamento de Estado de los Estados Unidos me ha enviado en una visita a Colombia, Ecuador y Perú bajo una misión de buena voluntad en lo referente a las relaciones culturales. Soy novelista, dramaturgo y profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Chicago. Hablo francés y alemán, y diariamente estoy haciendo avances en la lengua castellana.

He leído con una gran admiración sus libros: El remordimiento, El Hermafrodita dormido, y Los negroides. No tengo que decirle con cuánto interés espero tener una conversación con usted, ni cuántas preguntas me gustaría ofrecer a su consideración, en materias literarias y filosóficas, nacidas de la lectura de esos volúmenes.

Espero estar en Medellín —en el Hotel Europa— el domingo 30 y el lunes 31 de marzo. ¿Sería posible para usted acompañarme a tomar el té uno de esos días, o me permitiría visitarlo en Envigado?

Su libro Los negroides ha arrojado tanta luz sobre los problemas y el genio de la naturaleza colombiana, que sólo me ha servido para aumentar la admiración y el respeto por los hombres y las cosas que veo a mi alrededor, y debo reconocer que incluso bajo presión usted expresa el mismo afecto y esperanza apasionados que Colombia inspira en todos quienes la aman.

Con respeto y admiración,

Sinceramente suyo,

Thornton Wilder

— o o o —

II

(Dirección: durante todo abril en el Consulado de los Estados Unidos, Quito, Ecuador. Y durante todo mayo en la Embajada de los Estados Unidos. Lima, Perú).

Abril 4 de 1941

Querido Fernando González:

En el transcurso de estos complicados días —días llenos de extraños e indigestos encuentros, conversaciones, “fiestas”, “deberes”— la lectura de los libros que usted me dio ha sido la única cosa que he hecho constantemente, y la única que ha sido significativa para mí.

Leyendo primero una cosa, luego otra en los cortos fragmentos de tiempo que me es dado encontrar. Y siempre asombrado en la variedad, en la diversidad de sus talentos. La Semana Santa en Envigado, las historias cortas, la historia de la vaca (¿es la misma que yo vi?), más del Santander. Vaya buen humor, vaya un buen oído para el habla (¡el coloquio de los curas viejos!). Qué precisión en el realismo —esa única salvación por el realismo—, un realismo que, por su precisión, se torna cósmico.

Pero ante todo la franqueza, el sólo-puedo-decir-la-verdad.

Y al fin he recibido la traducción de El maestro de escuela (las primeras 95 páginas —luego, hoy, de la página 99 a la 112 y de la 129 al final. Las páginas 113 y 128 no estaban listas aún. Debo esperarlas).

¡Oh, Señor! Cuánto dolor y desesperación, cuánta negación, pero salvada por la belleza, y por el arte gracias a la franqueza, y al Decir la Verdad. Y por la Fuerza Cómica.

Y cuán brillante es —brillante y terrible—. Inolvidable. Se añade al tesoro de lo que uno observa y sabe de los seres humanos.

* * *

El domingo y el lunes les estaré hablando a Sanín Cano y a Guillermo Valencia sobre este libro.

* * *

Ayer le dije a un reportero de un diario que “la nueva casa de Fernando González en Envigado tiene más buen gusto en ella que todo Chapinero”.

(De usted estoy aprendiendo el cómo decir verdades desagradables a voz en grito).

* * *

El día 8 cruzaré de Colombia hacia el Ecuador.

La experiencia más viva, estimulante y grata que tuve en Colombia ha sido conocerlo a usted, su trabajo y su casa.

Va un saludo entrañable para la Señora González,

Con sincero afecto,

Thornton Wilder

— o o o —

III

Abril 5 de 1941, 10:14 am

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Fernando González Envigado Medellín

Maestro de escuela súper desgarrador embriagador puede ser

Vuestra mejor narración mil amistades hasta próxima carta

Suyo

Wilder

— o o o —

IV

Hasta el 25 de abril en el Hotel Metropolitano, Quito. (Luego, durante todo mayo: —cuidado: en la Embajada de los Estados Unidos, Lima).

Abril 11 de 1941

Querido Amigo:

Primero: no puedo expresarle cuán orgulloso estoy. El maestro de escuela dedicado a mí. Non dignus sum, non dignus sum. Es el primer libro que alguna vez me haya sido dedicado. Oh, querido amigo, este orgullo y esta esperanza hacen que yo pueda justificar que este detalle permanecerá conmigo siempre. Y algún día le demostraré de nuevo cuánto la valoro.

Segundo:

Sí, la dificultad de estar seguro de que nuestras cartas lleguen a alguien más.

Cuando le escribí desde Bogotá, temía que la señorita de Correos Aéreos quitara con la lengua la estampilla y desechara mi carta.

Hasta el momento tenemos buena suerte.

Recibí sus dos cartas y la copia de Mi Simón Bolívar. De nuevo le doy las gracias. Acabo de concluir la lectura de Viaje a pie. Y estoy a punto de empezar la lectura de Mi Simón Bolívar. Viaje a pie — ideas, encanto, juventud y vida. Cómo unas pocas personas pueden manejar, pueden alcanzar el Yo. (Sin embargo, usted sigue usando esta forma: ¡Nosotros!).

Su Yo es genuina honestidad. Genuino auto-retrato. Comparados con el suyo, otros usan un Yo de madera, o de cartón, o de yeso. Otros viven profundamente en lo que Platón llamó el mundo de la opinión; les gusta, nadan en él. Crean actitudes ante los ojos de los hombres. Veo que en Mi Simón Bolívar encontraré mucho más de ese Yo Franco, de Alma Abierta. ¡Lo cual es estupendo!

* * *

El Maestro Sanín Cano no estaba en Popayán, después de todo. Pero tuve dos largas tardes con el Poeta. Le hable de mi júbilo en Medellín, de mi admiración por sus libros y de mi entusiasmo por El maestro de escuela. Él dijo: “Oui, M. González est un grand écrivain”. Tengo muchas reflexiones referentes a esa visita a Popayán, que luego le contaré: cuando las impresiones ¡“se hayan desenredado”!

* * *

Este es mi tercer día en Quito. Todo lo que puedo contar hasta ahora es mi impresión de los indios. Miles y miles de ellos han bajado de las montañas para ver las iglesias durante la Semana Santa. Las mujeres, descalzas con sus bebes a la espalda. Con sus hermosas frazadas o mantones de un rojo profundo. Rostros maravillosos —ojos maravillosos—. Paciencia invicta. Dignidad. Sin miedo. Un maravilloso sentimiento, en lo que refiere a La Familia.

* * *

Las noticias acerca de la Guerra son terribles. Pero al pensar en la Civilización —de Platón a Cristo a Tomás de Aquino a Dante a Shakespeare a Voltaire a Goethe a Simón Bolívar— digo, como Galileo: Eppur si muove.

* * *

Sí, desearía poder ver la casa. Y a todos ustedes en ella, y los nuevos muebles. Los pensamientos son energía: la mía está cruzando los Andes para sentarse con todos ustedes. Va mi saludo a la Dueña de una casa tan hermosa.

Le escribiré de nuevo pronto. Esta carta es de un hombre hecho orgulloso y feliz por la dedicatoria de un sabio y profundo, muy profundo y entendido libro.

Su amigo,

Thornton Wilder

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V

Última semana en
el Hotel Metropolitano:

Abril 21 de 1941 (Cumplí 44 años el jueves pasado)

Queridos Amigos:

Ha llegado. Lo he leído de nuevo.

Como mil agujas de dolor y placer. Es un libro cruel: crueldad y piedad alternativa y simultáneamente; crueldad hacia la humanidad; crueldad con el lector; crueldad del autor contra sí mismo —pero también una profunda piedad. Y ese casi mudo reír constante: la risa de Fernando González. Como la de ningún otro.

* * *

Y como obra de arte cuán original.

Usted ha reinventado la novela.

Usted ha creado la Novela: Siglo XX.

La narrativa ha muerto. “Eso pasó y luego eso pasó y luego eso pasó” ha muerto.

Esta es la Nueva Novela.

* * *

Y debería ver mi copia de Mi Simón Bolívar. Con todas mis anotaciones al final.

Por ejemplo:

Hasta el momento:
XIV; 22-23
16.
24-25; 29-32
55

Cuánta vitalidad. Qué alto viento soplando a través de todo ello.

* * *

En El maestro de escuela es como si todas sus recompensas hubieran llegado. Recompensa por haber tenido el valor y haber sido honesto, recompensa por haber sido abandonado y por haber estado solo. La recompensa por ser Valiente es ser Verdaderamente Original. Original en un alto sentido. Haber sido fiel a uno mismo a cada momento.

* * *

También he estado leyendo Don Benjamín, jesuita predicador. “La risa casi muda de F.G.” Como Dickens, como Goya —pero sin sus hipérboles. Sólo la vida —vida —corrientes, ríos de vida. Donde quiera que la toques: vida. Cuánta comprensión. Cuánta densidad. Cada palabra es un estallido de vida humana.

* * *

La vitalidad “comprimida” que se desprende de la lectura de sus libros me echa a perder otras lecturas.

Pero sigo mi deber. Aquí debo leer miles de palabras. Los novelistas “izquierdistas” ecuatorianos: Icaza; Jorge Fernández; Humberto Salvador; Arias.

Los veo todos los días.

* * *

Pobreza en todas partes.

Un gobierno de papel, de burós, de empleados y papeleo.

El solo hecho de reclamar su libro en la oficina postal me tomó dos horas y media. De oficina en oficina. Papel tras papel, pegados con clips. Papeles azules, papeles amarillos, papeles blancos. Estampillas, sellos, firmas.

¿Fue en sus libros en donde hallé la palabra: cleptogarquía?

* * *

¡Ayer por la tarde subí manejando hasta El Panecillo, y vi Cayambe y Cotopaxi bajo un cielo sin nubes!

* * *

Los indios, en el Huasipungo de Icaza, ¿no son indios rusos? ¿Salidos de Dostoievski?

En fin. Tiene algunas páginas llenas de vigor.

* * *

Espero que haya recibido la anterior carta que le envié, encomendada a la Lotería. La inseguridad en lo referente al correo es una de las primeras reformas que debe hacer su hijo cuando sea mandatario aquí.

Mis fervientes saludos a los dos del orgulloso lector de la página 8,

Thornton Wilder

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VI

Hotel Bolívar, Lima, mayo 5…

(A excepción de un viaje de una semana a Cuzco, estaré aquí hasta
la mañana del 31 de mayo. Luego viajaré – Lima – Cali – Panamá – Miami – y a casa).

Querido Fernando González:

Primero: Guardo un sentimiento pleno de solidaridad hacia usted en estos momentos de preocupación que atraviesa, en consideración a la salud de su hermana. Ojalá pronto le sea posible concentrarse en su trabajo nuevamente. Una de mis hermanas acaba de sufrir un colapso nervioso (eufemismo que el siglo XX usa para referirse a la Inestabilidad Mental. A mi madre no se le permitió verla por seis semanas. ¡Ay, ay, ay!).

Segundo: Estuve perdido del mundo por una semana. Desde Guayaquil fui a la costa, estuve en Salinas por dos noches —las lluvias vinieron, derrumbaron los puentes y estuve allí detenido por cinco días más.

¿Aproveché el tiempo? ¡No!

¿Leí grandes libros? ¡No!

¿Escribí cartas a mis amigos? ¡No!

El Hombre es defectuoso.

Remordimiento.

Tercero: a donde quiera que vaya hago que la gente lea El maestro de escuela. El profesor Franklin, en Quito, quien está escribiendo un libro sobre literatura suramericana. Y Jorge Fernández y Jorge Icaza. El doctor Humberto Salvador me dijo que era su amigo, pero a mí me cae mal, así que no le di su libro. En Guayaquil, el doctor Romero Castillo, quien es poeta y editor de un diario. Y aquí en Lima, Víctor Llano y Xavier Abril.

Ninguna de estas personas es particularmente una “antena de mentalidad”, pero, sin embargo, quiero que lean su libro y que hablen de él.

Me gusta el grupo de Guayaquil: de voz más franca que los quiteños. Los escritores quiteños jamás ríen. En todo caso, uno debería perdonarles todo a los escritores ecuatorianos: la pobreza del país: el cinismo del gobierno: cleptogarquía.

Sólo he estado aquí por 3 días.

Y temo que no me sea posible ver el Perú o a los peruanos.

Hay un muro de burocracia a mi alrededor, el de los intelectuales “oficiales”, el de las secretarías y las Sociedades Culturales, el de los Presidentes de las Comunidades Panamericanas.

Y en todas partes la gente me compromete con cartas de presentación, que debo mostrar. Sí señor, mañana tengo que ir a ver a un poeta: es una muchacha que sufrió de un ataque de parálisis a la edad de 15 años y salió de ella como un hombre; según ella misma dice, es la principal poeta masculina en Suramérica. Y sólo responde al nombre de Carlos Alberto Fonseca.

No hay límite para el sinsentido en el mundo.

Voltaire nos enseñó que había que reírse de ello, pero no soy lo suficientemente fuerte para reír todo el tiempo.

Estoy leyendo (entre autores peruanos—y desde Garcilaso a Chocano) las cartas de Bolívar (dos volúmenes editados por Blanco Fombona). Preparando la campaña del Perú. Esas cartas dirigidas al General Sucre. La de mayo 23 de 1823, por ejemplo. Vaya comprensión de un Todo. Vaya ponderación de todas las partes; vaya sutil y, al mismo tiempo, poderosa conducción de la mente del otro.

Goethe.

Creo que hay otro punto de vista acerca de él.

Serenidad, sí, y precaución.

Pero un volcán por debajo. Un volcán fuera de control.

Si ha sosegado su control, simplemente no se ha vuelto moderadamente apasionado (pintorescamente apasionado) como Byron; o un áspero oso, como Beethoven; o un excéntrico hipocondríaco, como Nietzsche —habría estallado en mil pedazos. Creo que tiene más Terribilitá que todos ellos juntos. Cuando dijo que tenía dentro de sí todos los crímenes del mundo, lo decía en serio. Y toda la precaución, y toda la frigidez hacia las muchachas (incluso hacia la elección de muchachas a las cuales acercarse —nada de Lolas Montes para él). Y el egoísmo olímpico —eran la fuerza de voluntad para salvar su mente. Él convirtió el Calor en Diamantes.

Las conversaciones con Eckermann son alta comedia para mí —la más Alta Comedia— porque hablaba a un muchacho que era un gordo (hablando a nosotros por medio de la incomprensión del amanuense) y a un muchacho que no tenía idea de la escondida Terribilitá.

De Goethe lanzando bombas de tiempo contra la cabeza de los siglos.

Parece que Goethe dijera: sé burgués en tu vida para que así puedas ser demoníaco en tu mente, y ¿no predicas eso mismo tú en muchas páginas, querido maestro?

Mi español está mejorando, la próxima vez que vaya a verlo estoy seguro de que no habrá entre nosotros un velo impuesto por las lenguas. De hoy en una semana daré una conferencia “gorda” a un montón de gordos. “Algunas Tendencias en Literatura Norteamericana Clásica”: Melville, Whitman, Thoreau, Poe y Emily Dickinson, y la daré en español.

Desearía haber observado larga y atentamente en la plaza de Envigado cada tienda y cada árbol. Y las puertas de la iglesia.

Pronto le escribiré más.

Fervientes saludos a todos.

Su viejo amigo,

Thornton Wilder

— o o o —

VII

Mayo 26 de 1941, Lima

(Viajo el sábado al 50 de Deepwood Drive, New Haven, Connecticut, USA).

Querido Amigo:

¡Así que ellos dijeron que el libro era una “porquería”!

No piense en ello.

No lo piense dos veces.

Los Gordos. ¡Pfuiiii!

Lo único que lamento es que no se le pueda dar mientras aún es joven un lugar en la Fama, el Reconocimiento y la Distinción… (¡y el dinero!)… todo eso será tuyo luego.

Pero no piense en ello.

El júbilo por haber escrito un libro que Dice la Verdad, un libro tan lleno de tan profundas, realmente profundas y maduras observaciones concernientes a la eterna importancia de la vida en la mente y el corazón, debería ser un júbilo y una recompensa suficientes.

Los Gordos nunca lo sabrán.

En Perú, lo que me ha sido más difícil de encontrar son escritores que escriban y trabajadores que trabajen… Me encontré aquí con un muro de Intelectuales Oficiales…: vano, perezoso y equívoco. Pero, al final, he conocido dos seres excelentes: el doctor Jorge Basadre y a Héctor Velarde. Los dos lo leen y lo admiran. Los dos han escapado a las tentaciones de la fatuidad del “bien pensar”. Aquí han caído tan bajo, que el héroe nacional es la señora viuda del Dr. Belaúnde.

(Acabo de regresar de un descanso de una semana en Arequipa y justo he recibido su carta del día 16).

Sueño con La vida de las sombras.

Pero he asumido como una regla no hablar a nadie sobre mis trabajos sin terminar: ¡secretoesperanza y “fuego”!

Sí, he mencionado al poeta Fonseca.

Una niña.

Sin compasión por su parálisis y sin asombro por su anormalidad psicológica, la gente la ha elogiado y ha inflado su ego hasta hacerla creer que es el mayor genio del mundo.

Pero tiene unos ojos bellos (e inteligentes). Sólo tiene 21 años. Es posible que pueda recuperar su “buen sentido”.

Es curioso.

* * *

¡Ojalá pudiera detenerme otra vez en Envigado! Y mostrarle mis nuevos avances en el castellano —y tener algunas horas felices con usted y los suyos —pero un centenar de cosas me presionan. Para junio 15 estaré en Chicago, enseñando en la Universidad (Dante, Cervantes, Shakespeare); y antes de eso debo ir a ver a mi recién casada hermana, a mi otra recién enferma hermana y a los productores de mi última obra (será estrenada en Nueva York en otoño).

Pero a donde quiera que vaya cargo con el recuerdo de mi amigo en Antioquia y con el de su esposa, su familia y su casa. (En todas partes he hablado acerca de ese “conquistador” azul que tiene en su casa. ¿Qué entraña, reminiscencias del océano?

Y ¿sabe qué encontraré esperándome cuando llegue a casa? Todos sus libros —y todos los otros números de la revista Antioquia — (creo que hay un número que ha olvidado darme… y creo que contiene una entrega de La Semana Santa… y si falta, estaré muy enojado y le declararé la guerra a Colombia. El presidente Santos no tendrá descanso hasta que él personalmente haya enviado al secretario Cordell Hull el número faltante de la más encantadora, madura, adorable, ingeniosa e intensa obra de descripción que hay en Colombia).

Mis más profundas consideraciones a su señora; mis bendiciones a su “vivero” de chicos (“La escuela de los grandes hombres”), y toda la amistad y la risa compañera de su Thornton Wilder.

Fuente:

Archivo Casa Museo Otraparte; traducción de Daniel Torres Gómez. Ver fascímiles en Boletín n.º 101 – Mayo 18: Día Internacional de los Museos.