“Señor y amigo
Fernando González”

Medellín, 16 de enero de 1934

Sr. D. Fernando González
Marsella

Señor y amigo Fernando González:

Principiaré por enviarle un abrazo muy cordial y por darle una explicación. Como hace seis años que estoy tullido y cuatro que estoy ciego, vivo en Babia. Por eso ignoraba que usted me hubiese enviado un ejemplar de Viaje a pie y otro de Mi Simón Bolívar. Antier, cuando recibí El Hermafrodita dormido, vine a tener noticia de tales envíos. Es muy explicable: cada uno de mis lectores creía que yo estaba enterado de eso; y yo, a mi turno, pensaba que esos libros los habría comprado cualquiera de la casa. Hé aquí por qué no le había acusado recibo. Hoy se lo acuso por los tres y le expreso mis agradecimientos.

Quisiera hablarle de su última obra; pero, se me figura que un viejo que hace la caricatura viviente de Edipo y de Prometeo a un mismo tiempo, está al margen de la vida y al borde de la fosa. Por lo mismo, creo que no me asiste ni aun el derecho de opinar. Así y todo, tengo de decirle lo que siento respecto de su última obra:

La considero superior a las anteriores, no sólo en su forma sino en su contenido. Creo que es un libro soberbio, en cualquiera nación, en cualquiera literatura. Pienso que Europa, con todas las sugestiones que pueden impresionar a un hombre mental, ha sido parte poderosa a que usted se desenrosque y se despliegue en su brillante carrera. Parece que esa Italia, con todos los encantos de su naturaleza, de su historia y de sus artes, le ayudó a forjar ese libro tan macizo y tan fornido. Se me figura un gladiador que va a salir a la liza, todo oleado de perfumes. Y digo perfumes, porque usted supo imprimirle a eso tan másculo mucha poesía. No es de extrañar, Fernando amigo: quien se ha nutrido con pensadores y con poetas, tendrá mucho aliento en el pensar y mucha delicadeza en el sentir. Acaso haya invocado usted los manes de Miguel Angel, y por eso le ha salido su creación muy del Renacimiento. Ya sospechaba yo que era usted muy greco-latino, de una nerviosidad muy sutil, y que fluctuaba entre Kempis y Epicuro. Usted sabe sentir la naturaleza y la belleza de la realidad; pero acaso siente mejor el arte, especialmente el plástico.

Sus apuntes sobre política, sobre sociología, sobre todo tópico, con que usted matiza sus obras, me han parecido siempre muy suyos: suyos por el criterio, por la apreciativa, por los puntos de vista.

Sobre Mussolini dispersa unos detalles tan curiosos, que casi construye uno la personalidad del tal Benito, con su Italia a la prusiana. Su libro de usted tiene muchos matices, y, por ello, denuncia lo complicado de esa psiquis suya.

¿Sabe lo que más me gusta de sus obras? Pues el antioqueñismo, un antioqueñismo pasado y repasado por muchos libros y por muchos cedazos.

Dígole, pues, Fernando amigo, que si con sus obras anteriores ha cosechado muchos lauros, con ésta serán para agobiarlo.

Entiendo que va a quedarse en Europa. Me parece muy bien: no sólo levanta la plata, sino que huye de este medio, en donde las “moscas de las plazas públicas” y las sapiencias de los reporteros mágicos no dejan en paz, ni a sol ni a sombra, a ninguna personalidad que se destaque en el campo de las letras.

Le deseo mucha salud, para bien propio y de la patria. Envío a los cinco retoños mis caricias, mis respetos a mi señora Berenguela y un abrazo, con toda mi alma, a don Lucas de Ochoa.

Tomás Carrasquilla

Fuente:

Archivo Corporación Fernando González – Otraparte.