Conferencia

¿Por qué Medellín
ha sido tan
importante en el
narcotráfico?

9 de junio de 2011

Francisco Thoumi - Foto Medios para la Paz

Francisco Thoumi
Foto Medios para la Paz

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Francisco Thoumi es sin duda la primera autoridad académica en el tema de drogas en el mundo, autor del primer libro de economía política del narcotráfico y la voz más profunda y rigurosa frente a la legalización de las drogas. Es doctor en economía y se ha desempeñado en importantes cargos en Naciones Unidas, California State University, George Washington University, Banco Interamericano de Desarrollo y Banco Mundial. Ha sido Coordinador de Investigaciones del Programa Global Contra el Lavado de Dinero y Coordinador del Informe Mundial de Drogas. Es autor (o coautor) de «El imperio de la droga», «Las drogas: una guerra fallida», «Economía política y narcotráfico», «El rompecabezas de las drogas ilegales en Estados Unidos» y «Drogas ilícitas en Colombia».

Presentación de Francisco Thoumi
por Pascual Gaviria

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Para Casa de las Estrategias constituye una magnífica oportunidad tener a Francisco Thoumi en Medellín, el hombre que más ha estudiado el tema del narcotráfico. Esto nos impulsó a proponerle una tertulia sobre una pregunta que coincide con sus intereses más actuales: ¿por qué Medellín?

El doctor Thoumi nos dice que más importante que legalizar la droga es legalizar a Colombia, y en relación con Medellín se pregunta por la simpatía por el otro, las formas de cooperar y los desafíos de la formación de Estado en unos barrios que parecen haber surgido sin comunidad.

Legislación nacional e internacional, crimen organizado, cultura de la legalidad, juventud y vida barrial en la discusión de por qué Medellín ha sido una península del narcotráfico y qué se alcanza a ver en el futuro para el Valle de Aburrá.

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Entrevista

«Narcotráfico, un problema
global que se pretende
resolver con
soluciones locales»

Por César Paredes

Francisco Thoumi, experto en narcotráfico, explica por qué está lejos la legalización de la producción y tráfico de drogas. Sin embargo, advierte que es necesario abrir un debate a la política prohibicionista.

Francisco Thoumi, una de las personas que más sabe sobre narcotráfico en América Latina, aduce que la discusión sobre la política antidroga es necesaria ante su evidente derrota.

No obstante, argumenta que es imposible mientras las convenciones internacionales amarren a los países con normas «draconianas». Thoumi, residente en Estados Unidos, estuvo en Colombia y habló con Semana.com sobre cuáles son las contradicciones más protuberantes en la manera como se enfrenta el tráfico ilegal de drogas.

El investigador desmiente que exista una relación directa entre los índices de violencia y la producción de drogas ilícitas. «Hay un problema estructural en la cultura, que el narcotráfico exacerba», dice refiriéndose al aumento de los homicidios en ciudades como Medellín y Cali.

Para Thoumi, tampoco es cierto que la economía ilegal sea el motor de la legal y que por eso «le conviene a los países desarrollados, como se ha dicho». En su criterio, el prohibicionismo empezó mucho antes del desarrollo de las potencias tal como se concibe hoy, por razones culturales y religiosas. No obstante, cree que los países de la región deben abordar una discusión más honesta, que podría estimular la apertura de un debate «global» de un problema que se ha pretendido atacar con políticas locales.

Thoumi es economista de la Universidad de los Andes, con un doctorado de la Universidad de Minnesota, fue coordinador de investigaciones del Programa Global Contra el Lavado de Dinero.

También dirigió el Informe Mundial de Drogas de la ONU en 2000. Desde hace 20 años ha estado dedicado al estudio del fenómeno del tráfico de drogas.

Semana.com: Usted ha sostenido que no es cierto que exista una relación directa entre la violencia y el narcotráfico. ¿Por qué?

Francisco E. Thoumi: Para el análisis del tema del narcotráfico no se pueden utilizar los mismos métodos de la economía, ni partir de los mismos presupuestos. Un ejemplo de eso es que hay países que tienen las características necesarias para la producción de la coca, y no lo hacen. Ecuador, que produce flores y las exporta, o banano, igual que Colombia, no cultiva coca. México lleva traficando drogas 100 años, tal vez, pero la violencia sólo estalló hasta hace muy poco.

Semana.com: Entonces, ¿a qué se debe la violencia que padece México?

F.E.T.: Durante muchos años, el Partido Revolucionario Institucional de México (PRI), el partido único, ejerció el control del tráfico. Es decir que las organizaciones de traficantes eran una especie de franquicia del Estado. Estas le pagaban al partido un porcentaje para que se permitiera la actividad ilegal. Pero ahora, el PRI perdió el control.

Cuando extraditaron a «Don Berna» me llamaron de la BBC para preguntarme si ahora si se acabaría el narcotráfico en Colombia. Yo le dije al periodista: «Perdóneme, pero a Pablo Escobar lo mataron en 1993». Eso no quiere decir que no haya que combatir el crimen, sino que el problema no son las personas que están al frente de los carteles. Estamos enfrentándonos a un fenómeno que tiene una dimensión cultural y social, pero sólo respondemos con políticas.

Semana.com: ¿Cuáles son las dificultades para un debate sobre la legalización del consumo de droga en un contexto prohibicionista?

F.E.T.: En Estados Unidos, en un encuentro para discutir el problema, un líder que había tenido una experiencia de drogadicción decía: «Yo sí tengo autoridad moral para decir que la prohibición es la solución». Acá en Colombia la gente es violenta y hay índices de homicidios altísimos por causa del narcotráfico. Alguien también podría decir que tiene autoridad moral para reclamar la legalización.

Si uno hace un análisis de los dos argumentos encuentra que en el fondo están diciendo lo mismo: «No quiero asumir la responsabilidad, la culpa la tienen los otros, no me pongan la tentación». Al final, es un diálogo de sordos, en el que las posiciones son radicalmente distintas y no hay espacio para un debate.

Semana.com: Y entonces, ¿qué hacer?

F.E.T.: El problema es que el prohibicionismo controla la discusión, porque la mayoría de los países firmaron convenciones que no pueden abandonar; y si lo hacen, se convierten en indeseables. Mientras el debate no se abra, lo único que se puede hacer es tratar de vivir con el prohibicionismo: las convenciones dicen que las drogas sólo se pueden usar en la medicina, que no se puede legalizar la producción ni el tráfico, que el consumo es un asunto de salud pública, etc.

Semana.com: Lo que ocurrió en el Estado de Arizona, ¿no se puede interpretar como un paso hacia la legalización?

F.E.T.: En EE. UU. los estados son autónomos, algunos tienen problemas que se han agravado. Uno de esos problemas es el costo de las cárceles a las que llega mucha gente pillada con drogas, y ese es un debate importante. En Arizona lograron aprobar el uso médico de la marihuana. Es decir que sólo se puede consumir con prescripción médica. Si el médico reparte prescripciones necesarias o no, ese es otro problema. Si en California, en donde también se discutió la legalización del cultivo y el uso de la marihuana, se hubiera aprobado, seguramente esa norma hubiera llegado a la Corte Suprema y la hubiera tumbado.

Semana.com: Bolivia ha buscado la legalización del «mambeo» (mascar hoja de coca) ante la ONU…

F.E.T.: El caso de Bolivia es muy ilustrativo de ese debate. Cuando se hizo la Convención Única de 1961, se incluyó un artículo que prohibió la masticación de hoja de coca después de 25 años de que entró en vigor la norma, es decir a partir del 31 de diciembre del año 89. Evo Morales, en 2009, pidió modificar la convención porque la nueva Constitución boliviana reconoce el «mambeo» como herencia cultural.

Diecisiete países objetaron la propuesta, entre ellos, Reino Unido, Francia, Dinamarca, Alemania, Bulgaria, México, y otros países que tienen programas de disminución del daño. Es decir, que tienen una política para tratar los efectos potenciales del uso de drogas. Curiosamente, México, que permite el uso del peyote (una especie de cactus) en ceremonias indígenas, objetó el cambio en la convención. A ese tipo de contradicciones hemos llegado con las convenciones.

Semana.com: ¿Qué papel juega el gremio médico en ese debate?

F.E.T.: Uno de los gremios que más se opone a la legalización es el médico, pues es el que tiene el monopolio de la medicación. Ellos son los que dicen qué debe y qué no debe consumir una persona. Ese monopolio da lugar a cosas descabelladas como el hecho de que Estados Unidos gasta el 18 por ciento de su presupuesto en salud y hay 50 millones de personas que no tienen cobertura.

Semana.com: ¿Qué importancia tiene la diferencia entre el tipo de sustancias consideradas ilícitas para un debate sobre la legalización?

F.E.T.: La marihuana, el opio, la coca, la heroína, todas, se miden con el mismo rasero de la convención: sólo son para uso médico. Pero si uno piensa en una política basada en criterios más científicos y racionales debe tener en cuenta cuáles son los efectos de cada una. Normalmente las clasifican en tres grandes grupos. La palabra narcóticos se extendió a todas, porque en la Comisión de Shanghái de 1909, cuando se trató de combatir el tráfico de opio, principalmente. Y los narcóticos se derivan de los opiáceos. Uno nuca encontrará una persona violenta bajo el efecto de un opiáceo, la gente se vuelve violenta es después, por el síndrome de abstinencia. En algunos países europeos le dan heroína a los adictos y han comprobado que la gente puede tener una vida medianamente normal siendo adicta.

También están las alucinógenas como el LSD, y las estimulantes como la cocaína, que se asocia más a la violencia. El efecto del consumo, sin embargo, depende del estado de ánimo y del momento en el que se consumen. Pero el tratamiento de las drogas como un todo impide que se debatan las distinciones y las responsabilidades legales que cabrían en cada caso.

Semana.com: Y las legales…

F.E.T.: En este momento en Estados Unidos hay un problema muy grave y es que las muertes por sobredosis están relacionadas con drogas legales. La razón es que esa sociedad está sobremedicada. Se tiene la idea de que uno tiene que ser feliz. Entonces, ante una tristeza hay que tomar una pastilla. Cada vez aparecen más «síndromes» o «desórdenes», como lo llaman los médicos. En algunos escenarios he dicho que al paso que vamos, la vida se nos ha vuelto una enfermedad.

Fuente:

Semana.com