Conferencia

Orígenes del
conflicto árabe-israelí

13 de octubre de 2011

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Sammer Ibrahim Jeraiseh (Israel) es filólogo de la Universidad de Kishinova, Moldavia, exrepública de la ex Unión Soviética. Reside en Medellín desde 1996 y se ha desempeñado como docente de idiomas (Universidad de Antioquia, 1999-2005) y profesor de geopolítica en la Universidad de Medellín. Domina diversos idiomas, entre los que se destacan árabe, hebreo, inglés, alemán, ruso, griego y español.

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Con el aval de Dios, Noé bendijo a Sem y maldijo a Cam. Desde entonces la guerra no ha cesado entre los descendientes del bendito y los del maldito: los judíos y los árabes, respectivamente, por lo menos en cuanto a historia bíblica se refiere. El Corán (libro sagrado de los musulmanes) cuenta la historia desde una perspectiva totalmente diferente: se invierte el orden de los benditos y los malditos. En este sentido, árabes y judíos —cada pueblo considerándose heredero de la bendición eterna— matan a los malditos en nombre de Dios.

Sammer Ibrahim Jeraiseh

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Conflicto árabe-israelí

Por Sammer Ibrahim Jeraiseh

Un nuevo e importante factor de conflicto en las relaciones Oriente-Occidente fue el final del mandato británico en Palestina y la fundación del Estado de Israel en parte de ese territorio, donde se habían refugiado una gran cantidad de judíos con motivo de la persecución nazi. Desde hacía varios años, Inglaterra se había mostrado a favor del sionismo (doctrina que postulaba la unión de los judíos en una sola nación) y había prometido a los judíos que les sería otorgado un territorio para que establecieran su nación en tierras palestinas, las que, de acuerdo con la particular tradición histórica judía, les pertenecían como herencia de sus antepasados que las habían habitado en tiempos remotos.

En diciembre de 1947, la Asamblea General de la ONU aprobó un plan que establecía la partición de Palestina en dos Estados independientes, uno árabe y otro judío, y de una zona internacional en la ciudad de Jerusalén bajo control de las Naciones Unidas, con una unión económica entre las tres entidades. El plan fue inmediatamente aprobado por los judíos y rechazado por los árabes, situación que generó serios enfrentamientos entre ambos pueblos. La creación del Estado judío en tierras palestinas, al causar la expulsión de los pueblos árabes radicados en ellas, creó uno de los más graves conflictos en la política mundial del siglo xx.

El 14 de mayo de 1948, cuando los británicos pusieron fin a su mandato y abandonaron Palestina, fue proclamada la fundación del Estado de Israel. En seguida estalló la guerra entre el nuevo ejército de israelí y los árabes de Egipto, Líbano, Siria, Irak y Transjordania, que atacaron el territorio del nuevo Estado sionista. Esta guerra, que sería la primera de una serie de enfrentamientos armados en la región, se prolongó hasta enero de 1949 y finalizó con la victoria de Israel, que consolidó su posición y obtuvo más territorio que el previsto en el plan de partición propuesto por la ONU.

La derrota de Palestina ante Israel dio motivo para que los árabes se sintieran defraudados y traicionados no sólo por los países occidentales aliados de Israel, sino también por los dirigentes árabes incapaces de enfrentarse a su enemigo y sospechosos de connivencia con el imperialismo occidental. Todo ello fue el «caldo de cultivo» donde se gestaron los movimientos populares y revolucionarios árabes a partir de esa fecha, dando origen al panarabismo (unión de todos los pueblos árabes), movimiento de lucha para la liberación de los territorios palestinos.

Por otra parte, la riqueza petrolera de los Estados árabes habría de constituir un elemento más de discordia en aquel conflictivo territorio, en donde el panarabismo se fue perfilando como contrario al bloque occidental. La segunda guerra árabe-israelí ocurrió entre octubre y noviembre de 1956, conocida como la Guerra de Suez, originada por las acciones emprendidas por el presidente egipcio Gammal Abdel Nasser, cuya orientación nacionalista y revolucionaria lo llevó a enfrentarse a la Gran Bretaña. En julio de ese año, en relación con las necesidades económicas para la construcción de la presa de Assuán, Nasser decretó la nacionalización del Canal de Suez e indemnizó a los propietarios ingleses y franceses para proceder después a prohibir el paso de los barcos israelíes por el Canal. Esas acciones preocuparon seriamente a los gobiernos de Inglaterra y Francia, ante el temor de que Nasser suspendiera los embarques de petróleo que sus países importaban utilizando como vía el Canal de Suez.

Este hecho provocó que Gran Bretaña, Francia e Israel atacaran militarmente a Egipto el 29 de octubre de 1956. Con la respuesta armada de este país comenzó la segunda guerra árabe-israelí. Ante la gravedad de la situación en Medio Oriente, el Consejo de Seguridad de la ONU se reunió en una sesión de emergencia en la cual se acordó exigir a los países invasores su retiro de Egipto. Bajo la presión de la ONU y sin haber logrado el apoyo de Estados Unidos en este conflicto, ingleses y franceses se retiraron en diciembre de 1956, de manera que la zona del Canal quedaba bajo vigilancia de las Naciones Unidas. Este fracaso de las potencias occidentales en el Medio Oriente resultó en beneficio de la Unión Soviética, que aprovechó la situación para intervenir en la política de esta conflictiva región brindando a Egipto ayuda económica y militar para la construcción de la presa de Assuán, con lo cual se fortaleció la posición de Nasser.

Como era de esperarse, pronto intervino el gobierno de Estados Unidos para contrarrestar el dominio soviético. A principios de 1957 fue promulgada la Doctrina Eisenhower, que implicaba un programa de asistencia económica y militar ofrecido por el Gobierno estadounidense a los países del Medio Oriente. Ese mismo año el programa fue adoptado por Líbano, Libia, Turquía, Irak, Israel, Túnez y Sudán, y eso permitió a Estados Unidos participar en los conflictos que ocurrieran en la región. De esta manera, el conflicto árabe-israelí constituyó un factor más de discordia entre los dos bloques, poniéndose en peligro la paz mundial cada vez que la animosidad volvía a cobrar füerza ante los renovados intentos de los pueblos palestinos por recuperar los territorios cedidos a Israel en 1948.

Con el apogeo del nasserismo, la difícil situación entre los Estados Árabes e Israel, estabilizada en 1957, se deterioró de nuevo a partir de 1962 hasta desembocar, en junio de 1967; en la tercera guerra árabe-israelí, llamada la Guerra de los Seis Días, que terminó con una espectacular victoria de los israelíes, quienes ocuparon los territorios árabes del Sinaí, Gaza, Golán y Cisjordania, arrebatados a Egipto, Siria y Jordania.

Tras la tercera guerra, los israelíes se afirmaron en los territorios ocupados y las actividades bélicas quedaron limitadas a las acciones de los palestinos contra Israel desde los países árabes vecinos. En Egipto, el presidente Anwar al-Sadat, sucesor de Nasser tras su muerte en 1970, replanteó un nacionalismo más conservador y a favor de Occidente, en tanto que en la región se intensificaron las presiones derivadas de la pugna Oriente-Occidente. En octubre de 1973, la situación de conflicto llevó a la cuarta guerra árabe-israelí —la Guerra del Yom Kippur— en Suez y el Golán, que tendría repercusiones muy negativas para el destino económico de los países industrializados importadores de petróleo. Por otra parte, esta crisis representó el retroceso de la URSS en la región y el aumento de la influencia de Estados Unidos, bajo cuyo patrocinio no sólo se reorientó la política de Sadat, sino se iniciaron las negociaciones que llevaron a resultados reales y a acuerdos entre Egipto e Israel, enmarcados en el giro que tomó el Cercano Oriente a mediados de los años setenta.

Fuente:

Comunicación personal.