Presentación

A mano alzada

29 de julio de 2008

A mano alzada (relatos)

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El escritor Álvaro Pineda Botero, Director del Taller de Escritores A mano alzada, y sus participantes, le invitan a la presentación del libro de relatos A mano alzada, acto que se realizará el martes 29 de julio a las 7:00 p.m. en la Casa Museo Otraparte. Autores: Ana Margarita López Ospina, Ana María Cadavid, Margarita L. Echeverri, Susana Aristizábal Correa, Juan David Villa, Adriana María Restrepo, Clara Inés Gallo Vélez, Jeannette Lerner Matiz, Efe Hellman, Olga Romero de De Fex, Celina Bolívar Gómez, Fabio Henao, Álvaro Orozco, Álvaro Pineda Botero.

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Presentación

Por Álvaro Pineda Botero

La primera versión de todo texto se escribe A mano alzada en el momento en que las facultades mentales logran un estado propicio de exaltación. Entonces el flujo tumultuoso de la palabra queda reflejado en la página o en la pantalla del computador. Luego viene la labor en el taller: pulir, pulir y pulir.

Los textos recogidos en esta oportunidad ya tienen una larga labor de pulimento. Fueron repartidos —en fotocopia o por la internet— entre los miembros del taller y leídos en voz alta ante el grupo. Allí se discutieron y cada quien tuvo la oportunidad de expresar sus reacciones. A veces surgían opiniones contrarias, se formaban bandos, y yo me complacía resaltando las posiciones diferentes. Me proponía estimular no sólo el río impetuoso de la creación sino también la interpretación y la crítica, es decir, los efectos que la obra literaria produce en el lector o el escucha. Interpretación y crítica que sólo ayudan al escritor cuando son razonadas.

Por eso insistíamos en que no era suficiente decir: «me gusta», «no me gusta»: había que agregar un extenso porqué, que en sí mismo también fuera convincente: un cuento del cuento, una novela de la novela, una crítica de la crítica, porque tal es el destino de la obra literaria: todo texto proviene de textos anteriores (los modelos, las influencias, las imitaciones, los plagios conscientes o inconscientes). Todo texto genera nuevos textos (críticos o de otro tipo). El juego nunca termina y todos somos sus víctimas cuando escribimos o leemos. En todo caso, al ritmo que estimulábamos la creación literaria también estimulábamos la crítica, con miras al objetivo soberano del taller: formar una conciencia autocrítica en aquel que tome la escritura como una actividad seria, porque al final será el propio autor quien determine cómo escribe y cuándo su texto está concluido.

La principal característica del grupo ha sido su diversidad: hombres y mujeres de todas las edades y profesiones. Tal diversidad nos ha enriquecido. Los puntos de vista se han multiplicado y los autores han tenido un buen abanico de opciones para afinar la versión final, versión que siempre corre por su cuenta y riesgo. Muchos han permanecido desde el comienzo. Algunos ya adoptaron las rutinas y disciplinas del oficio: muestran una producción respetable por su cantidad y calidad, han publicado y han recibido reconocimiento nacional.

Quiero expresar mi agradecimiento a los participantes por sus aportes de creación, crítica y discusión. Son ellos los que dan a las sesiones el sentido literario y la calidad estética que le ha permitido al grupo mantener su propia dinámica, surgiendo así un ambiente propicio para la amistad entre colegas. Agradezco a Celina Bolívar la coordinación desinteresada y su entusiasmo admirable sin los cuales no se habría establecido el nivel de comunicación necesario. También a Susana Aristizábal y a los demás miembros del Comité editorial por sus aportes en el diseño y edición del presente libro, y a las directivas y funcionarios de la Casa Museo Otraparte, por su generosa hospitalidad.

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A mano alzada (relatos)

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Gutiérrez, el dragón
y el mapamundi

Por Juan David Villa

Sólo el grueso vidrio de la vitrina separaba a Gutiérrez de aquel artefacto color marrón que se confundía entre otras antigüedades en ese viejo almacén del parque. Incómodo bajo su elegante traje de oficina, se esforzaba en disimular la curiosidad infantil que le producía aquel pequeño mapamundi. Sí, algo en él se le antojaba diferente y misterioso; quizás eran esos continentes imperfectos flotando sobre océanos ocres los que evocaban la imagen de algún pirata trazando, entre maligno y divertido, la ruta de sus pillajes; o los que hacían sentir el vértigo y la incertidumbre de exploradores y aventureros que partían hacia tierras lejanas en busca de tesoros y civilizaciones perdidas.

Un movimiento tras el vidrio lo sacó de sus pensamientos. Lo miraba una mujer con rostro severo y, más que una invitación, lo que sugería era la orden perentoria de entrar. La mujer irradiaba la autoridad de un dragón enfurecido. No pudo resistirse porque, además, su deseo de tocar el mapamundi era muy fuerte. Un par de pasos largos bastaron a Gutiérrez para ingresar en aquel sitio repleto de objetos fascinantes: un candelabro de bronce le hizo pensar en una cena del siglo pasado, la filigrana de una mesa en comino crespo reflejaba la paciencia infinita de un viejo artesano, un Cristo sin nariz descansaba de los arrepentimientos de una vieja rezandera y, en un rincón, olvidada, apuntando caprichosamente a cualquiera de los puntos cardinales, la brújula que algún marinero borracho extravió en una cantina de puerto.

Nuevamente, la mujer, con una forzada frase de cortesía, interrumpió los pensamientos de Gutiérrez, el cual se dirigió hacia ella en un lenguaje que armonizaba con su traje. Preguntó el valor del mapamundi y no le dio mucha importancia a la respuesta, pues en ese momento la mujer deslizó el mapamundi hacia el mostrador y entonces le pareció sentir que un olor a sal de mar entraba con la tibia brisa de la tarde. Casi sin darse cuenta sacó de su bolsillo una tarjeta plástica con la cual pagó, y la mujer, aún con gesto severo le entregó el pequeño mapamundi. Embelesado, se dirigió a la salida. Impaciente sacó aquel fascinante objeto de la bolsa en que había sido envuelto y esforzándose por distinguir entre la fantasía y la realidad, no sabía si lo que oía era el sonido de la fuente del parque o el chapucear de las olas de aquel planeta en miniatura. No sabía si lo que a él llegaba era el rumor de los transeúntes y vendedores o el eco de recónditos lugares azotados por el viento. Un mensajero en bicicleta le pareció un caballero andante y un vendedor de periódicos le recordó uno de esos juglares que viajaban de pueblo en pueblo cantando noticias de tragedias y alegrías.

Se sentía feliz, y no era para menos. Por primera vez tenía el mundo entre sus manos y no le importó que lo miraran como a un loco cuando les contó a sus amigos que ese mapamundi se lo había comprado a un dragón.

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Taller de Escritores
A mano alzada ®

Fundado en 2004

Director:

Álvaro Pineda Botero

Comunicaciones:

Celina Bolívar

Editor:

Álvaro Pineda Botero

Coordinación:

Celina Bolívar Gómez

Diseño de carátula:

Susana Aristizábal Correa

Diseño y diagramación:

Susana Aristizábal Correa

Comité editorial:

Álvaro Pineda Botero. Celina Bolívar Gómez, Ana Margarita López Ospina, Ana María Cadavid Moreno, Susana Aristizábal Correa.

Editorial:

A mano alzada®

Impresión:

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