Presentación

Academia de
Solitaría y Tristeza

—Julio 12 de 2016—

“Academia de Solitaría y Tristeza” de Rubelio López y Gabriel Lopera

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Rubelio Alberto López Cardona (Medellín, 1988) es Filólogo Hispanista de la Universidad de Antioquia, autor de numerosos escritos inéditos: poemas, relatos, ensayos, manifiestos, groserías poéticas, notas suicidas, etc.; de entre ellos se destacan el ensayo “El amor y la muerte en mi poesía”, el “Manifiesto de las juventudes onanistas” y la obra de teatro “¿Cierto que sí me horma?”. Una vez el amor tocó a su puerta pero jugando tintín corre corre; cuando él abrió, ya el amor había huido totiado de la risa. Publicó algunos de sus poemas en el libro “Panorama de la poesía joven”, editado por la Corporación Prometeo en 2011.

Gabriel Jaime Lopera Maya (Medellín, 1979) es Filólogo Hispanista de la Universidad de Antioquia, y sapotió otras carreras como artes plásticas, música e ingeniería electrónica. Realizó vueltacanelas empelota en Carepa siendo soldado de la Brigada 17, en 1997. Publicó el cuento “Partitura para ‘La de Mí’” en La jornada Semanal de México (abril, 2009), algunos relatos y artículos en la revista Stultífera Navis (2000-2003) y varias noticias paródicas en Agencia Pinocho (2009-2010).

Juntos escribieron la tesis Aproximación a la edición crítica del Libro de relatos de León de Greiff, de donde surgió el artículo “Propuesta de un lector y una lectura modelos para el Libro de relatos de León de Greiff”, publicado en la revista Lingüística y literatura de la Universidad de Antioquia en 2013.

Presentación de los autores y
su obra por Óscar Jairo González

Sílaba Editores

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No me acuerdo bien del día que dicen que fui a leer a la Academia de Solitaría y Tristeza. Aunque seguro que sí fui. De lo que nunca me voy a olvidar es de la Academia en sí, de su historia y de sus alumnos y profesores, después de leer este primer tomo de las memorias que tan prolijamente han compilado Gabriel Jaime Lopera y Rubelio Alberto López, autores cuyos nombres parecen sacados de la realidad. Empecé a leerlo un domingo por la tarde con la sospecha de que la combinación de libro y momento no era la más adecuada para los propósitos optimistas que venían orientando mi vida. ¡Y cuán equivocado estaba! Con respecto a los propósitos optimistas. Sin embargo, a diferencia de los tantos manuales para estimular la depresión e invitaciones /disuasiones al suicidio que he leído, en este texto la deshalladez no se me apareció como un callejón oscuro y cerrado sino como una autopista ancha y sin límites, plena de libertad y por eso mismo llena de angustiosa desazón. Pocas veces había gozado tanto con las desgracias y miserias mías vistas en el alma de otros. Nunca se me había arreglado tanto el caminado con el desbarajuste iluminador de un andar ajeno; porque las grietas del alma descuadrada de este libro supuran gracia, lucidez y risa, como señales de las microscópicas vibraciones lumínicas que hay en la base de la oscuridad. Al lado o detrás de la pléyade de personajes entrañables que pueblan estas páginas me pareció ver las sombras de Juan José Arreola y Felisberto Hernández tomando tinto en una tienda de Envigado, y al fantasma de Cortázar bebiendo trago barato con los de Les Luthiers en una acera de Itagüí, y a Macedonio Fernández comiendo calentao en un negocio del centro. Considero este tratado sobre la plenitud de la carencia como una de las lecturas más recomendables para los adolescentes de cualquier edad, o mejor, para los adoloridos de todas las edades.

Luis Miguel Rivas

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Rubelio López y Gabriel Lopera

Rubelio López y Gabriel Lopera

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Prólogo 1

Desocupado lector, ya sabemos que encontrarás familiar que te digan desocupado, y queremos que sepas que no se trata de vanidad, es simplemente la constatación de que al haber comprado este libro te declaraste absolutamente desocupado, también un poco triste y propincuo a reírte con facilidad. Sabes con certeza que en estas páginas no hallarás consuelo a tu soledad, acaso algo de complicidad, una palmadita en la espalda que o bien te dará impulso para que vivas, o te hará tropezar y caerte de bruces sobre tu vida. Uno de los objetivos de este libro es que tropieces, es verdad; que te embarres la rodilla, que te raspes la espinilla como cuando tenías ocho años y no sabías qué era amar, preocuparse, estar solo, o llorar por motivos abstractos o por azar (en esa época llorabas cuando era estrictamente necesario y real). Tropezarás en cada página contigo, serás un académico solitario más (ya lo eras pero no lo sabías, uno de los objetivos de este libro es informártelo); te irás de cabeza sobre tu propia vida (ojalá) y sentirás el agradable vértigo, el vacío, la náusea de saberte un poco más (uno de los tantos pocos más que hay).

Esperamos de todo corazón que te sientas un poco triste leyendo este libro, que veas reflejada algo de tu miseria en él, que persigas tu sombra como un perro a su cola a través de estas páginas. Sin embargo, no quieras encontrarte en este libro, ya que con él sus autores hemos querido embolatar, no más, y cualquier viso de crecimiento personal que hallares, será pura casualidad. Si es posible, lee este libro en voz alta para ti mismo, en la intimidad de tu habitación, y siente que tus palabras hablan por primera vez de ti, tú que eres exactamente igual al resto de los humanos, de ahí que la Academia de Solitaría signifique una especie de hermandad: en la tristeza, en la soledad, en la desesperanza y en la rotunda evidencia de que reírse de todo eso es la única posibilidad.

Este libro es tan tonto como sus autores; un hijo bobo, bueno para poco, y algo mediocre. No lo juzgues con demasiada severidad, querido lector, ya que es producto de profundas reflexiones sobre lo humano halladas al calor de la ebriedad propia del hambre, bajo el influjo de varias tazas de café, y a veces de recipientes con icor. Sus autores se disculpan contigo por los defectos que hallares en este librito, dada la pereza y pusilanimidad de nuestros espíritus (los semánticos son adrede); los textos toca, a cada uno, darles la oportunidad leyéndolos, porque se redimen a sí mismos casi al final (a veces en el medio); sus personajes serán un poco ambiguos y sus situaciones un tanto insulsas, pero confiamos en que su intención de hacerte reír de aquello que en teoría debería hacerte llorar, hará que lo dispenses. De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno, y de malos libros su biblioteca, si la hay; por lo tanto recibe con indulgencia y esperanza este librito, que sobrevivió de milagro a la hoguera o al olvido, a los que sus autores tuvieron tantas ganas de condenarlo cuando amanecían de malas pulgas.

De seguro, lector, encontrarás curioso que este libro sea escrito por dos personas, cuando su tema es la soledad y la tristeza, y la tristeza que se desprende de la soledad prolongada como una enfermedad terminal. Lo cierto es que nadie aprecia más la compañía de los demás que un verdadero solitario, así como nadie disfruta más de los momentos de felicidad y alegría que un verdadero triste, porque aquellos que dicen vivir plenamente una vida de placeres y tranquilidad están siendo hipócritas con la naturaleza solitaria del ser humano, ignorando la otra cara de la vida que está detrás de la felicidad, que es la tristeza, junto con su hermanastra la soledad. Por lo tanto, son dos amigos los que escriben este libro, ya que fue concebido en noches de amistad, de camaradería, de risas a costa de la tristeza, siempre entre dos, siempre en comunidad, en paridad, como dos idiotas que juntan su cerebro y tal vez producen un genio (o dos hemisferios de índole distinta para un mismo cerebro, o como dos nalgas en cuyo límite puede adivinarse el ano azuloso que es este librito).

Lo creas o no, lector, puedes llamarte privilegiado por tener entre tus manos el libro de la Academia de Solitaría y Tristeza (Sede Prado Centro), por conocer a Alberto Miraflores y a Amado Rincón, por saber del culto al Busto, y por acercarte a la historia infausta del hacedor de constelaciones negras. Toda la Academia te abre sus puertas, entra en ella, si estás dispuesto a aburrirte un poco (en el sentido de entristecerte, esperamos, no en el de sentir abulia), y para que asistas impávido a su vida, como el gran voyerista que eres, criatura de Dios.

Los autores

Nota:

(1) Ofrecemos especiales disculpas a uno de nuestros más grandes críticos, quien exige el respeto incondicional por la lengua española y todas sus normas vácicas y löjikas gramaticales y derredacciónen la ventana de tus pájaros irredentos, para le pega vieja loca gradualmente, cómo que dónde estamos Agripina por dios santo!, y el polen de las flores que lo riegue Inútil: el calvo ese mosesuá de Daniel Torres.

Fuente:

López Cardona, Rubelio Alberto; Lopera Maya, Gabriel Jaime. Academia de Solitaría y Tristeza. Sílaba Editores, Medellín, 2016.