Lectura de Poesía

Umbral de la noche

Noviembre 5 de 2009

“He Sings to the Night” - Jack Butler Yeats (1871-1957)

“He Sings to the Night”
Jack Butler Yeats (1871-1957)

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Álvaro Restrepo Betancur (Fredonia, 1957) es Licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana y Especialista en Cultura Política de la Universidad Autónoma Latinoamericana (UNAULA), donde se desempeña como profesor de filosofía en la Facultad de Ciencias de la Educación. Obtuvo el Premio de Poesía del Magisterio Antioqueño y ha publicado los libros “Horas de existencialismo y otras horas” (2004) y “Sartre a través de La Náusea” (2005). Su libro de poesía “Umbral de la noche” permanece inédito.

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Umbral de la noche

Por Everardo Rendón Colorado

La poesía es un acto de liberación en la medida en que nos posibilita otras miradas hacia otros mundos, nos permite profundizar más en todos los matices de nuestra cotidianidad, tanto en el colectivo social, como en lo personal, en lo humanístico, en el dolor, el sueño y el encanto; también en el espanto, en esos fantasmas que nos agobian día tras día y que yacen latentes más allá de las palabras. Desde el fondo de lo humano la poesía es un grito que desahoga y nos libera de oscuras amenazas, a la vez que nos invita a poblar un mundo más paradisíaco que el prosaico mundo cotidiano; nos deja entrever diferentes imágenes y lecturas de la realidad. Este es el gran poder del poema: su capacidad para transformar esa realidad con su carga de infamias, de vilezas desprendidas de las actuaciones humanas, de su tragedia sin fin, de su eterna búsqueda de justicia en la balanza de los días y la certeza de nuestro paso efímero por el mundo.

El espejo de la poesía

La poesía es un espejo que nos devora y nos regresa sacudidos a la orilla de sus aguas, quizá engalanados regresemos de su diván; tal vez lleguemos saboreando el jugo vital de vigorosas imágenes forjadas por los versos del poeta, cuyas figuras y metáforas son fuerza coherente para la calidez y el esplendor, para que transformemos el mundo a nuestra imagen y semejanza en ese transcurrir permanente de las horas que nos incita a buscar con más urgencia nuestros ideales.

Así, en el libro Umbral de la noche de Álvaro Restrepo Betancur, el recuerdo y el olvido libran su constante batalla para apoderarse de la intimidad del ser. Miremos unos versos del poema “De vuelta en la memoria”:

En el recuerdo
viejas sombras desandan el corredor
del tiempo.
Como en un antiguo álbum de familia
los rostros conservan sus esencias.

Y el tiempo cubriéndolo todo, desde el esplendor de la infancia hasta la ruinosa noche de los desgastes y las despedidas. Veamos estos versos del poema “Del comienzo y del fin”:

En la oscura habitación, la silenciosa
figura del abuelo roída por el largo
y tormentoso hocico de la noche.

Y más allá de esta mitología del tiempo, el poeta exorciza con sus palabras ese acercamiento inexorable hacia el cumplimiento de nuestro destino, pero, entre tanto, la dulce infancia es inconsciente de ese mar de olvido que somos.

¡Ah! Pero no saben ellos, los dulces párvulos, que
un largo camino hacia la noche les espera.

Hay en este libro de Álvaro una recurrencia por la noche, los rostros familiares y los lugares amados, la nostalgia de esa infancia fugaz, los momentos gratos del viaje que se comparten con las inmensas lecturas de nuestros autores más queridos: Sartre, Cavafis, Proust, Baudelaire, Neruda, Cioran, Rilke y Georg Trakl, entre otros. Vamos a leer unos versos del poema “Recordando a Cavafis”:

¡Calla! ¡Calla! La palabra
es un demonio que ahoga los sueños y no
vale la pena gritar. El olvido es
el mar existente. Con esto
recordamos al poeta: No hay
nuevas tierras; no existen otros mares.

Siempre el poema nos mantiene a flote mientras avanzamos hacia el hundimiento final, y las palabras se tornan, entonces, en herramientas eficaces para darle profundidad a nuestras vidas, a nuestros actos. El poeta nos alerta sobre la existencia de un “afuera”, para que sumergidos en nuestro universo interior en vez de lamentar su choque brutal con la realidad, podamos integrar los valores de cada uno. Es tiempo de que miremos un poco del poema “Antiproustiana”:

Proust, el viejo buscador de signos y de metáforas,
ha querido encarnarse en este muchacho
gris con pretensiones de poeta. Si usted sale a la
calle, lo puede identificar fácilmente:
Por sus anteojos, por su caminar
lento, por su cabello desarreglado y
sus ojos de profundidad, como
venidos de un largo y fracasado viaje…

No podía faltar en este libro el homenaje al paisano y amigo, el escultor Rodrigo Arenas Betancourt, quien hace presencia en el poema “Estancias”:

Arenas Betancourt…
Estarás todavía en Fredonia,
tus ojos bien abiertos,
tus ojos de asombro mar adentro,
hurgando en ti mismo.

…Estarás, estás ahí.
Te busco, te hallo,
en una esquina del recuerdo,
extraviado, ausente,
en la olvidadiza memoria.

Umbral de la noche reúne poemas escritos en diferentes épocas, pero aún así conservan el sello personal del poeta, capaz de transformar cualquier tema cotidiano en el primer impulso poético que se filtra por la sangre del lenguaje para gritar su permanencia en el haber de los días, sabiendo desde siempre que vamos hacia el olvido, pero mientras tanto cantemos con el poeta lo que somos:

Ebrio caballo
del delirio
galopa en la oscura pradera
de lo súbito.

Fuente:

Comunicación personal.

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Poemas de
Álvaro Restrepo

La noche

La noche
pájaros
negros
en mi
alcoba.

Gritos amorfos
danzando en las paredes.
En el cristal de la ventana
yacen cansadas
las sombras
del día.

La noche,
y yo en medio:
Ensangrentado cuerpo
besando las huellas
de la tarde.

La noche:
Afilado puñal en mi garganta.

* * *

Rilke

Fueron lentos sus pasos en la noche
y su espada el silencio.
Bien supo soportar, como todo un asceta, sin
reproche,
la magna soledad que es extravío.
Ese era Rilke el asombrado, el lejano,
aquel indómito guerrero del verso,
aquel que en las noches de París hablara a Kappus,
a su hermano.
Ese era —y ese es— Rilke:
Largo grito succionando el universo.

* * *

He visto

He visto un caballo ebrio de vino
galopando en la vacilante pradera del
sueño.

He visto un pájaro sin ojos
chocando entre las ramas verdes de los
árboles.

He visto la agonía de un pez
y sus convulsiones de muerte en el mar
de arena.

He visto el vuelo sereno del águila
y el triste florecer del liquen en sus
garras.

He visto esto. He visto muchas cosas.
¡Ay! Pero la noche quema con sus ojos
de fuego.