Lectura y Conversación

Armando Estrada Villa

Octubre 26 de 2006

El General en su laberinto - Gabriel García Márquez

Fragmento de portada en
“The General in His Labyrinth”

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Presentación del libro “El poder político en la novelística de García Márquez” (UPB, 2006) del doctor Armando Estrada Villa, abogado de la Universidad Autónoma Latinoamericana y magíster en Ciencias Políticas de la Universidad Pontificia Bolivariana, quien se ha desempeñado como profesor universitario, Presidente de la Asamblea Departamental de Antioquia, Representante a la Cámara, Senador y Ministro del Interior. Presentación del autor por José Fernando Saldarriaga, Director del Centro de Investigaciones Socio-Jurídicas de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma Latinoamericana.

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“El poder político en
la novelística de
García Márquez” de
Armando Estrada Villa

Por José Olimpo Suárez Molano Ph.D *

Palabras pronunciadas en la presentación del libro del doctor Armando Estrada Villa (13 de mayo de 2006) en el Aula Máxima de la Facultad de Derecho de la UPB.

En un breve ensayo titulado “Botella al mar para el dios de las palabras”, Gabriel García Márquez escribió: “A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: ¡cuidado! El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: ¿Ya vio lo que es el poder de las palabras? Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los Mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras. Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder”.

Acercarse al texto que hoy nos ofrece el doctor Armando Estrada Villa es asomarse con asombro al espectáculo maravilloso del poder de las palabras encarnadas en un triple registro: la política, la literatura y el propio estilo del autor; o, para emplear el léxico académico de nuestros días, se trata de un ensayo de interpretación a través de la tensión y el reconocimiento de las relaciones entre la teoría y la narrativa.

Como se sabe, la teoría, expresada en la discursividad propia de la historia, la política o el derecho, se nos ofrece como un marco de intelección en el que la verdad ocupa un lugar privilegiado sin que por ello se desconozcan los fueros de las relaciones intersubjetivas, siempre complejas. Por su parte, la narrativa, presente en las formas bellas de la literatura, la poesía y las artes, llena nuestras vidas de goce y valores estéticos.

Ahora bien, si hemos establecido tajantemente la separación entre ese par de dominios lingüísticos para referirnos a la literatura y a la política, deberíamos responder a esta cuestión: ¿Dónde ubicar el texto del Doctor Armando Estrada Villa?; o bien: ¿Cuál es la naturaleza lingüística de la obra que hoy nos convoca?; y, en definitiva: ¿Estamos frente a un ejercicio de narrativa o de teoría? Encaremos, entonces, estas cuestiones.

Una descripción puramente fenoménica del texto nos informa que se trata de una vasta investigación emprendida por el autor a fin de dar cuenta de la presencia de la noción de poder político en la novelística del premio Nobel colombiano. Las cuatro obras consideradas en el ensayo son en su orden cronológico de publicación: Cien años de soledad (1967), El otoño del patriarca (1975), Crónica de una muerte anunciada (1981) y, finalmente, El General en su laberinto (1989). El título del trabajo considerado enuncia sin ambigüedades el tema a tratar: El poder político en la novelística de Gabriel García Márquez, editado bellamente por la Editorial de la Universidad Pontificia Bolivariana como parte de la Colección Nuevo Pensamiento Político Contemporáneo. Si la claridad es la cortesía del filósofo para con sus lectores, entonces, en este caso, también debemos agradecer al autor su excelente disposición para ofrecernos el sentido de su trabajo en un párrafo a la vez elegante y claro:

“El presente estudio —afirma el doctor Armando Estrada Villa—, se centra en el análisis del discurso político contenido en esas cuatro novelas, para intentar identificar las marcas conceptuales que edifican la sociedad política y el concepto de poder imperante, pues todas ellas tienen que ver con el desarrollo de la actitud política y la práctica del poder. En Cien años de soledad se mirará el paso del poder preestatal al estatal, el suceso de las guerras civiles y el colonialismo manifiesto en el cultivo del banano; en El otoño del patriarca se examinará el ocaso del dictador latinoamericano, caracterizado por su crueldad, ambición sin límites, supersticiones y supuestas cualidades sobresalientes; en Crónica de una muerte anunciada se mirará cómo el crimen del rico del pueblo revela unas relaciones sociales viciadas por la represión social que pone de presente la ineptitud del poder político, la indolencia del poder religioso y la impotencia del poder económico; y, en El General en su laberinto se observará la narración sobre los últimos días de la vida del libertador Simón Bolívar, cuando muestra con dolor su desencanto por el poder y la política, y retrata su soledad y el pesimismo que lo acompaña en los momentos postreros de su existencia” (p.p. 12 – 13).

Pero, si el objeto de la investigación se nos ha ofrecido con plena claridad, de igual manera hemos de reconocer el origen del interés del autor por el tema tratado. En efecto, señala el doctor Estrada Villa que “García Márquez confiesa en reportajes, pero sobre todo en sus novelas, que lo atrae el poder y lo cautivan sus misterios, que lo inquieta la gloria que produce y la fugacidad de su ejercicio, que quisiera desentrañar su naturaleza y ver qué lo genera. Por eso, en la mayoría de sus novelas el poder es tema principal”. Y, agrega el autor pasando de la literatura a la biografía: “Su oficio de periodista lo ha puesto en contacto con la realidad política y social de Colombia y el mundo” (p. 165). Quizás, sin caer en el abuso, podríamos agregar a este silogismo una premisa más: al autor, a nuestro colega el doctor Armando Estrada Villa, le interesa el poder tanto, o más, que al propio Nobel de Literatura. Si objetivo y motivación se nos han revelado sin misterio alguno, debemos agregar que el texto puede ser descrito como un ejercicio de inteligencia interpretativa donde, a través de sus páginas, encontramos que van de la mano tanto la erudición en las Ciencias Políticas, como el buen decir y el mejor argumentar.

Sin embargo, no pasemos de puntillas sobre la cuestión que nos habíamos planteado más arriba: ¿De qué naturaleza lingüística y estilística es el texto que hoy presentamos? Digamos, de entrada, que no estamos frente a un ejercicio de exegética literaria, ni tampoco que la investigación esté dominada por alguno de los métodos propios de la semiótica literaria. Pese a ello el autor no nos ahorra el enfrentarnos con una batería de figuras literarias que obligan al asombro ante la riqueza literaria del autor costeño. Pero, de igual forma, debemos reconocer que no estamos frente a un texto en el que las tesis propias de una ideología militante o de un método analítico empírico quisieran imponerse sobre el estilo personalísimo del autor para hacerle decir lo que de antemano hubiéremos querido oír. Se trata, más bien, del ejercicio intelectual de lo que los filósofos contemporáneos han denominado actitud interpretativa, propia del hacer hermenéutico; y, apurando las cosas, de lo que el profesor Richard Rorty ha calificado como trabajo edificante en el que se acepta de buena gana que parte de la sabiduría de la teoría o de la ciencia proviene justamente de la narrativa.

Milán Kundera, uno de los más lúcidos analistas del mundo contemporáneo, señalaba, no hace mucho tiempo, que la forma novela podría ser tenida como la gran creación europea por medio de la cual la cultura se apropia del conocimiento que no puede darnos la teoría en su pureza, o que, en palabras del escritor checo: “La sabiduría de la novela es diferente de la filosofía. La novela no nace del espíritu teórico, sino del espíritu del humor. Uno de los fracasos de Europa es no haber comprendido nunca el arte más europeo: la novela; ni su espíritu, ni sus inmensos conocimientos y descubrimientos, ni la autonomía de su historia”.

Desde esta perspectiva, la obra que hoy presentamos nos conduce justamente por ese sendero de la comprensión que reconoce el trabajo de la literatura como un saber que ilumina los aspectos más sombríos de la vida colectiva, y aún, del alma humana individual. Tómese, como un botón de muestra, el enfoque y la valoración que se encuentra en el texto sobre la figura del dictador caudillista. Nos informa el doctor Estrada Villa que “refiriéndose a los dictadores latinoamericanos, García Márquez sostiene que son el único personaje mitológico que ha producido América Latina” (p. 206). Y, tras esta invocación, desarrolla el autor la descripción de los mecanismos sociales y psicológicos que han permitido la existencia, entre nosotros, de un personaje tan funesto y a la vez tan importante para nuestra propia historia social.

Tanto Kundera como el doctor Estrada Villa nos han puesto, entonces, frente a la validación de la perspectiva, según la cual la gran literatura de Occidente siempre ha estado impregnada de política; o, ha sido una forma particular de la misma. Podríamos cuestionamos con todo derecho si la cultura occidental podría comprenderse cabalmente sin la ayuda de la obra literaria de Víctor Hugo, Charles Dickens, Dostoievski o Kafka. Igualmente podríamos demandarnos por la comprensión de América Latina sin las obras de Rómulo Gallegos, Roa Bastos, Mario Vargas Llosa y el propio Gabriel García Márquez. Muy probablemente la respuesta sería: No, no podemos comprendernos sin tales narrativas. Todas ellas nos han ofrecido una perspectiva nueva para evaluar el pasado y abrigar esperanzas sobre el futuro.

Digamos, para concluir, que si la grandeza de un ensayo teórico radica en la fidelidad a un principio organizador del texto, entonces el texto del doctor Armando Estrada Villa merece todo nuestro reconocimiento. En efecto, el lector encontrará en el libro el despliegue espléndido de un arsenal conceptual que gira coherentemente alrededor del concepto de poder en el marco de la literatura garciamarquiana. ¿Por qué el poder? Porque como nos lo recuerda el autor: “El poder nos deslumbra con su esplendor. Sus brillos y su magia producen temor, hacen posibles la realización de grandes empresas, son instrumento de progreso. Su parafernalia, símbolos, prosopopeya, mitos y aparatos de fuerza están presentes y le infunden ese carácter particular que le es propio y lo hace superior. Dada su importancia y predominio, los hombres, en su lucha por conquistarlo o conservado, son capaces de realizar todo tipo de acciones. Todo les es permitido; no hay cortapisas. Para alcanzarlo todo vale y nada los detiene. Para obtenerlo o mantenerlo cualquier atajo sirve y todo se justifica. Si del poder se trata, el fin justifica los medios” (p.p. 439 – 440).

El poder de las palabras nos ha convocado a esta fiesta de la inteligencia, y hemos de sentirnos plenamente recompensados cuando al concluir la lectura del texto del doctor Armando Estrada Villa sentimos que nos hemos enriquecido conceptualmente tanto en Ciencia Política como en Teoría Literaria. Bienvenido este libro y felicitaciones tanto al autor como a la Universidad Pontificia Bolivariana por su excelente edición.

* Doctor en Filosofía. Miembro del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia y Coordinador del Área de Ciencias Políticas de la Universidad Pontificia Bolivariana.