Presentación

Autorretrato

Una alegoría del periodismo

Antología de columnas
—24 de mayo de 2022—

Presentación del libro «Autorretrato: una alegoría del periodismo» de Ana Cristina Restrepo

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YouTube.com/CasaMuseoOtraparte

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Ana Cristina Restrepo Jiménez (Medellín, 1970) es licenciada en Periodismo, especialista en Periodismo Urbano y magíster en Estudios Humanísticos. Ha publicado los libros «Página en blanco» (Sílaba Editores, 2012) y «El Hereje: Carlos Gaviria» (Editorial Planeta, 2020). Fue profesora en la Universidad Eafit durante doce años. Es columnista de El Espectador y El Colombiano. En 2015 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en la categoría Mejor Entrevista Escrita por el texto «Carlos Gaviria Díaz: pensamiento, palabra, obra y omisión», publicado en la Revista Universidad de Antioquia, y en 2020 el Premio del Círculo de Periodistas de Bogotá en la categoría Mejor Columna por «Los muertos de agua», publicada en El Colombiano. Actualmente forma parte del equipo de panelistas de la emisora Blu Radio.

Conversación de la autora con Ana María Cano, Beatriz Mesa, Claudia Morales y Patricia Nieto.

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Logo de Sílaba Editores

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Como en las diversas formas del arte, en el periodismo (hijo legítimo de la literatura) la autorreferenciación es difícil de esquivar: escribimos desde las formas en que nuestra época y nosotros mismos nos definimos. Cada columna es un autorretrato, una alegoría del periodismo. La portada de este libro es un homenaje a una mujer que, si se quiere, representa a todas las mujeres que hemos tratado de dibujar un mundo —más digno y sí, a veces furioso— para nosotras y para otras. Para todas las personas. Sin pretensión distinta, estas son mis pinceladas.

Ana Cristina Restrepo Jiménez

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Ana Cristina descubre en sus historias las cicatrices de los hombres desplazados, de los sufrimientos que padecen los integrantes de la comunidad LGTBI y los menores de edad, y así como echa siempre mano de un lenguaje empático, literario y amoroso para describir y denunciar las penas y la violencia que padecen quienes nunca debieron ser marginados, también es aguda y directa cuando señala a los violentos, a los corruptos e inescrupulosos que se turnan los poderes regionales y nacionales […]. Ana es maestra en exponer la vida que nos duele, en justicia social, igualdad y compasión. Su carrera profesional ha dejado una marca en los lectores y oyentes que saben que una mujer que recorre barrios y ciudades, que investiga, hace preguntas y tiene criterio propio no está pensando en darle gusto al poder ni a todos los públicos, sino en formar una opinión crítica que sea capaz de escoger, rebelarse y protestar.

Claudia Morales

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Las columnas de este libro están organizadas alrededor de varios capítulos —«Feminismo y género»; «Conflicto armado y violencia en Colombia»; «El oficio periodístico»; «La política colombiana»; «Literatura»; «Infancia y educación»; «Religiosidad»; «Semblanzas y personajes»; y «Varios»— y no parece ninguna casualidad, sino, más bien, fruto de un trabajo deliberado, el haber elegido esos pilares para reunir el oficio de opinar durante tantos años y de hacer «hablar a una multitud». El hilo que amarra los textos es ese «vínculo colectivo universal», según las palabras de Restrepo, que nos convierte en testigos y dolientes de todas esas personas y de esas historias de las que no suelen, o no solían, ocuparse los columnistas de opinión. A través del ejercicio de escudriñar lo que está más allá de lo evidente y de observar los pequeños detalles de las vidas sin conformarse con repetir sus libretos, pero tampoco con pasarlos de largo como si no importaran, la travesía de Restrepo nos sitúa frente a esos otros mundos posibles que merecen ser contados.

Yolanda Reyes

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Ana Cristina Restrepo Jiménez

Ana Cristina Restrepo Jiménez

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Los muertos de agua

Por Ana Cristina Restrepo Jiménez

«En cuanto llegó, se quitó la corona y quería colgarla de las pendientes ramas, cuando se tronchó un envidioso brote, y ella cayó al torrente fatal con todo y sus rústicos adornos. Sus ropas, huecas y extendidas, la llevaron un rato sobre las aguas, semejante a una sirena, en tanto iba cantando pedazos de canciones antiguas, como ignorante de su desgracia, o como criada y nacida en aquel elemento. Pero no era posible mantenerse así por mucho tiempo, porque sus vestiduras, pesadas por el agua que absorbían, sumergieron a la infeliz, silenciando su melodioso canto con la muerte». (La muerte de Ofelia, Hamlet, William Shakespeare).

Ojalá todos los muertos de agua permanecieran en nuestra memoria como la Ofelia de Shakespeare en el cuadro de J. E. Millais: la apacible exhalación de la joven que flota sobre un lecho florido. Ojalá todos los muertos de agua lo fueran solo por voluntad propia como Alfonsina Storni o Virginia Woolf, cuyas lágrimas desembocaron en el Mar del Plata y el río Ouse. Ojalá todos escaparan a la suerte de los ene enes que se tragan y regurgitan el Cauca y el Magdalena…

Darío Acevedo, director del Centro Nacional de Memoria Histórica, advirtió que habrá modificaciones en el guion del Museo de la Memoria. Las víctimas habían elegido agua, tierra y cuerpo como metáforas para narrar el conflicto. Al respecto, Acevedo dijo a su equipo (en un audio divulgado por Noticias Uno): «Poner a hablar un río, perdónenme muchachos, eso está muy bien para una obra literaria, una poesía […]. Recuerden cómo se burlaban de Maduro porque hablaba con un pajarito».

¿Qué pensarán hoy los dolientes de las víctimas que jamás han sido halladas, que retornaron a la superficie en una atarraya o aparecieron, putrefactas, a orillas de un río?

En más de cincuenta años del conflicto armado que Acevedo se empeña en negar, los ríos han sido lugares de desaparición: sus aguas hablan como los cementerios. Para las personas religiosas o creyentes, un cementerio es un espacio ritual, de culto, de despedida; para la Fiscalía, un lugar que alberga los restos de muertes naturales y violentas; y específicamente para el CTI, una bodega de pruebas. ¡Eso, también, es un río!

Periodistas como Patricia Nieto (en los libros Llanto en el Paraíso y Los escogidos) y Alfredo Molano (en innumerables crónicas) han narrado el sino de los muertos de agua y la incertidumbre de quienes quedan vivos, aquellos que le hablan a la creciente como si les fuera a regresar el amor perdido. Sí, enloquecidos del dolor, como Ofelia después de la muerte de su padre Polonio.

Habrá que contarle a Acevedo que la Jurisdicción Especial para la Paz escribe la Historia de los muertos de agua del Cauca por medio de audiencias e investigaciones sobre la zona de influencia de Hidroituango. Y no lo hace con herramientas literarias ni poéticas, sino judiciales y científicas: oye al río.

¿Será que el director del Centro Nacional de Memoria Histórica considera que la medida cautelar inmediata de la JEP sobre el laboratorio de Osteología Antropológica de la Universidad de Antioquia es un soneto?

¿Ser o no ser un centro de homenaje a las víctimas?

Acevedo desprecia la literatura y la memoria, pero bien sabe cómo prolongar una tragedia.

El Colombiano, 6 de noviembre de 2019

Fuente:

Restrepo Jiménez, Ana Cristina. Autorretrato, una alegoría al periodismo: antología de columnas. Sílaba Editores, Medellín, abril de 2022, pp. 130-131.