Presentación

Diarios de una
mujer valiente

Historia de Benedikta
Zur Nieden de Echavarría

15 de noviembre de 2012

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Sandra Naranjo González es docente universitaria, historiadora de la Universidad Nacional, donde actualmente es candidata a doctora en la misma materia, y magíster en Educación de la Universidad Pontificia Bolivariana. Es miembro del grupo de investigación «Producción, Apropiación y Circulación de Saberes – Procircas» de la Universidad Nacional y ha participado en diversas investigaciones en historia social, historia empresarial y pedagogía con diversas instituciones del país.

Conversación con
Benny Duque Carvajal
y Jesús Mejía Ossa.

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Benedikta Zur Nieden de Echavarría

Benedikta Zur Nieden de Echavarría

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Por medio de esta afortunada publicación que sale a la luz después de varios años de intensa investigación por parte de su autora y consagrada historiadora, Sandra Naranjo González, conoceremos a través de sus relatos la historia de doña Dita desde 1907, cuando sus padres se comprometieron en la ciudad de Messina, atravesando toda la bota italiana para llegar a Alemania, lugar que la vería nacer a ella y a su única hermana. Este trabajo está apoyado además con hermosas fotografías tomadas por la familia que nos invitan a continuar con este recorrido hasta llegar, después de conocer a su querido Diego y viajar por muchos países de Europa, Centro y Sur América, a Colombia, país que llenaría su corazón con el sol del trópico. Resulta gratificante ver un trabajo realizado con tanto amor, rigor y dedicación, pero sobre todo porque no es fácil situar al lector en una perspectiva correcta que haga posible la comprensión más profunda de Benedikta dentro de su contexto. Con este libro no sólo se ven cumplidas las expectativas, sino que ha superado ampliamente una comprensión más profunda de la vida y obra de esta maravillosa mujer.

Benny Duque Carvajal

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Esta investigación narra la vida y obra de Sophie Benedikta Zur Nieden de Echavarría, una mujer nacida en Herscheid, Alemania, pero que vivió en Medellín la mayor parte de su vida. Ella defendió con gran generosidad los ideales artísticos, educativos y sociales, lo que contribuyó, de manera determinante, al progreso y bienestar de los habitantes de la región. En cada una de las páginas de esta obra biográfica reposa el pensamiento y la vida de una mujer valiente y próvida que vivió feliz en tierras colombianas, pero que también sufrió profundamente las angustias de su familia durante la Segunda Guerra Mundial en Alemania, la trágica pérdida de su única hija Isolda y posteriormente el secuestro y asesinato de su esposo, Diego Echavarría Misas. Esta investigación fue realizada a partir de una exhaustiva búsqueda en los archivos bibliográficos, documentales y fotográficos de Medellín, pero fueron sus diarios personales, sus manuscritos y la correspondencia familiar, escritos originalmente en alemán por Benedikta, los que mayores aportes ofrecieron para lograr el resultado final que permitirá al lector descubrir una apasionante historia de vida.

Los Editores

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~ Capítulo iv ~

Los carnavales de Berlín:
un encuentro definitivo

El invierno en una gran ciudad se pasa en los cafés o en lugares similares donde se pueda encontrar calor; las temperaturas bajo cero obligan a vestir gruesos abrigos y a tomar un café caliente puro con azucarero y dos latitas de leche condensada o crema, en buena compañía. Era el caso de Berlín en 1932, que con frecuentes nevadas, era el clima continental más duro de la Europa oriental. La niebla y la oscuridad poseían las calles y las trémulas manos inquietas de los transeúntes, apretaban sus gruesos guantes. El frío era extremo y el agua que se derramaba, producto de alguna llave abierta, se congelaba en rencoroso silencio hasta convertirse en hielo misantrópico. En este gélido lugar se encontraba Doña Dita pues en febrero comenzaban en Berlín los carnavales que atraían a estudiantes, adultos y jóvenes para participar de las fiestas especiales en las asociaciones, todos podían asistir con la ayuda de una tarjeta de entrada.

Una noche y al ver que su amiga Gerta desistía de ir por la invitación, Benedikta fue sola, pues no quería perderse el baile del 4 de febrero, como si supiese que esa noche su vida cambiaría definitivamente. Ni siquiera el tener que ir dos veces por la tarjeta de entrada la detuvo, todo esto poseía un aura de aventura que le gustaba. Su belleza no necesitaba de muchos atuendos como se acostumbraba en los carnavales, se fue muy sencilla con su estola roja sobre el vestido y sus aretes grandes de cobre. Al llegar colocó su abrigo y sus botas de goma en el guarda ropa y entró al salón inferior donde el baile ya había comenzado. Luego enuncia en su diario:

Entonces vi a un hombre con expresión seria, vestido de smoking con una flor blanca de papel en el ojal, se encontraba de pié observando atentamente su entorno y me dijo que tenía a su alrededor la modelo. En ese momento yo observaba y pensaba simultáneamente: es el único hombre con quien debo bailar… creo que a esto se le llama «amor a primera vista». Yo bailé solamente con él y luego me llevó a casa. Desde entonces cambió mi vida (51).

Esa noche Benedikta se estremeció de emoción y de pronto todo se volvió más apasionante, encontró el compañero de su vida, Diego Echavarría Misas, ese era su destino. «Era nuestra suerte nos casamos pronto y desde entonces no lo he abandonado y he permanecido fiel a él» (52).

Diego Echavarría Misas nació el 25 de febrero de 1895 en Medellín-Colombia, en el seno de una familia adinerada que logró su fortuna gracias al negocio de la energía eléctrica y posteriormente a la producción e importación de textiles, cuando su padre fundó Coltejer en 1907 con 12 hombres, mil pesos oro y cuatro telares (53). Diego era el séptimo hijo de Don Alejandro Echavarría Isaza y Ana Josefa Misas, tal como lo describe Benedikta: «Nació en Medellín un niño en una casa grande, esquina Maracaibo con Sucre. Don Alejandro Echavarría Isaza tenía su séptimo hijo en brazos, lo nombró Ricardo Diego» (54).

Don Diego, como le llamaban, era muy parecido a su madre tanto en su aspecto físico como en el carácter, definitivamente heredó su buen corazón, sensible a los dolores humanos. Todo esto escondido bajo la apariencia de un muchacho robusto, agresivo y dominante. Doña Dita lo describió así en uno de sus diarios:

Sus ojos de color de avellana eran pequeños y algo escondidos, tan vivos que no podían mirar un instante tranquilos, sobre todo cuando hablaba se movían constantemente. Su nariz aguileña, sin ser delgada, daba testimonio de un carácter firme, lo mismo su mentón que expresaba la tenacidad de su padre. Su frente ancha y amplia era lo más notorio a primera vista, allí albergaba sus ideas y un maravilloso sentido común, este sentido de ver las cosas claras le suplía la falta de estudio. En la vida práctica tenía un instinto seguro para resolver los asuntos. Su modo de ser era correcto y franco, aunque con los años se hizo muy malicioso y desconfiado; siempre cumplía su palabra dada, sean las circunstancias que fueran. Su honor y el decoro los colocaba encima de todas las cosas (55).

En relación con el honor y el decoro Doña Dita decía que por esa razón Don Diego se retiró pronto del contacto con la sociedad porque su opinión sobre ella no era muy buena, la vida independiente y sin compromisos era su ideal. Sus primeros estudios los hizo en el Colegio de Caldas dirigido por Antonio Saldarriaga un profesor de fuerte temperamento que le valió el desencuentro con muchos estudiantes por su parcialidad, entre ellos estaba Don Diego y debido a una confrontación con él, decidió no volver al colegio. En el año de 1910 fue enviado a estudiar a Suiza, pocas familias podían enviar a sus hijos al extranjero; su padre siempre les decía: «Estudien niños, estudien, no es la plata lo que vale sino la erudición».

Al poco tiempo se aburrió allí y fue enviado a Godesberg, cerca de Bonn, Alemania, al Pëdagogium, un internado donde lo llamaban «el fuerte Echa», allí empezó sus estudios de piano. Posteriormente hizo varios viajes a Paris e Inglaterra y en 1914 decidió regresar a Medellín. Allí se puso a trabajar con mucho éxito, en el almacén de su padre, «Hijos de Alejandro Echavarría», por todas las habilidades de comerciante que poseía, solía decir que la vida era más interesante que el estudio. Cuando tenía 24 años resolvió pedir su herencia y la invirtió de tal manera que tuviera una renta para poder vivir sin trabajar (56).

Viaje a Colombia

Terminados los estudios de fotografía y acompañada por su futuro esposo Diego, Benedikta hizo su primer viaje a Colombia el cual causó sorpresa entre sus amigos que no sabían ubicar este país en el mapa, «… me decían que si no había otras partes a donde ir y que tuvieran mejores vías de comunicación» pero Doña Dita siempre firme y segura de lo que quería, estaba ávida de conocer el país que le había sido descrito con sus bellezas naturales, su clima tropical y una cultura totalmente diferente a la suya. Fue así como a comienzos del año 1934 se embarcó hacia Colombia en un trasatlántico de la línea Hapag-Loyd que hacía la ruta a Suramérica. Así relató su llegada a costas colombianas en el periódico El Heraldo, donde la describen como una notable y bellísima intelectual alemana que visitó a Barranquilla:

Al desembarcar en Puerto Colombia (Barranquilla), vi flamear en la brisa agradable y fresca, la bandera amarilla, azul y colorada. El puerto y la ciudad me causaron una impresión pobre y de descuido que no estaba de acuerdo con ser el primer puerto del país… mucha impresión me causaron las casitas de barro y techo de paja, a pesar de lo pintorescas que son y que quedan sobre calles disparejas, habiéndoseme despertado el deseo de proporcionar a los habitantes de esta población algo mejor… mucho me han gustado unos tipos de nativos que se les nota que son descendientes de indios y la despreocupación que se nota que tienen por las exigencias de la vida moderna… me ha llamado mucho la atención los contrastes que se ven a cada paso, se encuentran quintas blancas con columnas moras emplazadas en bellos y bien cuidados jardines y a los pocos pasos veo chozas rodeadas de árboles y hojas secas. La hierba está quemada por el sol y la tierra es arenosa. En este país parece que sólo hubiera pobres y ricos. Los autos de alquiler no son pequeños y malucos como los que se encuentran en Berlín y París, sino autos de las mejores marcas. Pero junto a estos autos elegantes se encuentra uno con el vehículo de transporte más viejo y barato, el burro […] todos estos contrastes hacen que Colombia sea un país muy interesante y creo que los malos servicios de los ferrocarriles colombianos no se podrán componer, ya que el país está cruzado de servicios aéreos modernos […] de la costa a la capital resulta hoy un paso la distancia. Me parece que los habitantes del país también han acaecido grandes cambios aunque éstos son un poco más lentos que los relativos a índole técnica, pero que gracias a la sana comprensión que les es innata han podido utilizar de un modo provechoso […] pero es muy interesante de observar y conocer todo esto, por lo cual estoy encantada de haber escogido este país para mi viaje (57).

Con esta descripción Doña Dita deja expuesta su sensibilidad y lo permeable que era a los colores, las formas, las texturas de todo cuanto componía los nuevos paisajes sociales y culturales que observó en su primera incursión a tierras colombianas. No fue muy difícil para ella advertir las profundas cicatrices que habían dejado en este país las guerras civiles y las confrontaciones bipartidistas de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, pues como suele acontecer en la actualidad, produjeron además de la pobreza y el marginamiento de la mayor parte de la población, una acentuada diferenciación entre los modos de vida de quienes tenían el poder económico y político, y el resto de la población. A través del tiempo Doña Dita comprendió mucho mejor las dinámicas que orientaban el desarrollo del pueblo colombiano, en especial el antioqueño, y junto a Don Diego lucharía por el resto de su vida para revertir los mecanismos que acrecentaban la brecha entre la opulencia y la pobreza.

Luego de llegar al puerto y mientras esperaban a que las maletas fueran revisadas por la aduana, Doña Dita pudo observar las calles arenosas, chozas de arcilla cubiertas con paja, los niños negros barrigones, asnos cargados con barriles de agua conducidos por jóvenes con ojos oscuros por los alrededores para vender ese costoso y preciado líquido. Un taxi los llevó al Hotel El Prado de Barranquilla, donde estuvieron felices disfrutando del viento fresco. Posteriormente viajaron por el río hasta Puerto Berrío donde los acogió un agradable hotel «y el romántico viaje por el río llegó a su fin» (58). Allí descansaron para continuar su viaje al día siguiente en tren durante siete horas por un trayecto montañoso hasta su llegada a Medellín, lugar al que llegaron de noche, por lo cual Doña Dita no pudo tener una primera impresión de la ciudad hasta la mañana siguiente desde su cuarto de hotel:

Las representaciones que yo me había hecho de esta ciudad eran naturalmente falsas, era totalmente diferente, no era tan pueblerina, yo debí reestructurar totalmente esa idea. Tenía una atmósfera tranquila y familiar, pronto me gustó mucho. Esta pequeña ciudad tiene su cara especial. En las noches todo era oscuro y tranquilo, los habitantes regresaban a sus casas lo que me permitía deducir una buena vida familiar (59).

Ditaires: un nuevo hogar

Cuando llegaron a la ciudad de Medellín, de inmediato procedieron a comprar una hacienda llamada «La Carola», localizada en el área rural del municipio de Itagüí, de suave topografía y adornada con el paso de la quebrada Doña María. Así lo recuerda Benedikta:

Nosotros nos sentimos con mucha suerte, ¡como reyes en nuestro propio reino! Algo retirado de ItagÚí, hemos comprado una finca después de que habíamos buscado un sitio apropiado en todo el alrededor. Perteneció a los Álvarez y estaba en un estado de mucho abandono. Detrás de la casa había un bosque de pomos, campos fértiles que tienen maíz, yuca y bananos. La casa está construida con un estilo antiguo, cuartos espaciosos, un bello patio con unas inmensas azaleas en la mitad. Teníamos igualmente grandes planes, luz, confort y se debían plantar flores. Pronto se transformó en Ditaires (60).

Don Diego le dio a la hacienda el nombre de DITAIRES (61), Aires de Dita, en honor a su querida Benedikta y a los sanos y frescos aires del lugar. Sembró árboles de pomo y naranjos para deleitarse con los dulces frutos que producían sus fértiles suelos. Allí Doña Dita vivió varios años plenos de felicidad rodeada de hermosos jardines y animales del campo.

Doña Dita describió así su vida frugal en Ditaires:

Vivimos en un paraíso donde no falta el verde y las flores, nos ocupamos de toda clase de animales. Yo me ocupo de las aves de corral y me maravillo cuando salen del huevo los pequeños y amarillos pollitos y acaso los pavitos… Yo me ocupo también del ganado, las vacas blancas, las razas nativas, las conozco a cada una por su nombre, cuando parió la primera vaca fue todo un suceso. Tenemos un toro Holstein puro y esperamos una buena descendencia. Corro con mis perros por las mangas, campos naturales que aquí nunca se siegan o cortan porque no se necesita ningún heno para el invierno como en Alemania, aquí es un regalo permanente de la naturaleza pródiga (63).

En aquella época Doña Dita era una mujer solitaria, casi nadie la conocía porque a Don Diego no le gustaban mucho las visitas en Ditaires. Eran los años 30 y ella acababa de llegar a una sociedad completamente diferente, era hija de un pastor protestante en medio del culmen del catolicismo (64). Afortunadamente sostenía con su familia una constante comunicación a través de las cartas que iban y venían entre Alemania y Colombia, en ellas sus padres presagiaban la vida en su nuevo hogar. Esto queda claro en una de las cartas que le enviara su padre con motivo de su cumpleaños número veintisiete:

[…] ¿Y cómo es tu vida en Ditaires? Debe ser maravillosamente agradable. Todo conseguido con tantos cansancios ante la escasez prolongada de ayudas y de material. Mantente firme, permanece saludable, vive bien. Saludes cordiales a Diego, con los mejores deseos para tu cumpleaños. Vati (papi) (65).

Mientras tanto ella describía con intensidad las formas y colores del paisaje que se observaba desde Ditaires casi como un poema que bien vale la pena plasmar en estas páginas:

La naturaleza era para nosotros siempre lo más bello aquí. Las hojas del diario se entusiasman frenéticamente con estas imágenes del paisaje, los cielos de la mañana y de la tarde. Las montañas azules que se vuelven violetas, las nubes con un fondo en oro con color rosa, el cielo azul con nubes blancas de alabastro. ¡Pájaros negros, rojos y azules, visitan el árbol de mandarino para tomar el dulce jugo de la fruta! En sus sombras, dispuestos muebles rústicos y allí tomamos todas nuestras comidas. Especialmente la mañana era magnífica, pues la fría noche todavía cuelga en las ramas (66).

Una de las cosas que producía grandes emociones a Doña Dita eran los viajes, actividad que pudo realizar en muchas ocasiones al lado de su esposo y posteriormente de su hija. A comienzos de 1937, mediante una sencilla carta, anuncia a la familia que iría con su esposo a visitarlos. La respuesta de su padre no se hizo esperar:

[…] tu carta… me ha producido la más grande de las felicidades, entonces tú podrás venir. Así mismo el anuncio de tu venida y de tu viaje por Europa, tu visita al hogar, que alegría también para nosotros que eso sea lo que deseas para tu regalo de cumpleaños, que es volver a ver a papá, mamá, hermana, la esquina del bosque y todos los otros amores de casa. Seas bienvenida con todo el afecto […] (67).

En 1938, luego de este largo viaje por Europa, emprende su regreso a Colombia a bordo del «Caribia» un buque comercial perteneciente a la empresa Naviera de Bolonia. Viajaron al lado de judíos y alemanes que, por los rumores de la guerra, huían de los nazis hacia Colombia y Panamá. Para ese entonces, el 99% de la población austríaca había votado por la anexión a Alemania, constituyéndose así lo que se conocería como «La Gran Alemania de Hitler».

El recorrido incluyó la visita a puertos de Francia, Barbados, Trinidad y Tobago, Venezuela y Barranquilla. Finalmente arribaron a su finca en Ditaires, cuya infraestructura sufrió una serie de reformas entre las cuales se encontraba la construcción del salón de música, infaltable en una familia apasionada por ella, y que fue ubicado en un cuarto contiguo al comedor. Consistió en una estructura redondeada con cinco esquinas en las cuales se instalaron cinco ventanas de colores en representación de los músicos Mozart, Chopin, Bach y Wagner. En el centro se le construyó un óvalo con un ángel tocando el laúd, obra de Melozzo Da Forlì (68).

Todo se ha vuelto muy cómodo, Diego se sienta con gusto en esta esquina, en su sillón de cuero y el radio junto a él cuando no está ocupado en el jardín… así se transforma esta simple casa campesina en una quinta maravillosa (69).

Paulatinamente Ditaires se fue convirtiendo en un museo debido a la riqueza artística y al valor de los elementos que la componían, Don Diego se dedicó con amor al trabajo en la finca con los árboles, los animales y los cambios en la arquitectura y los espacios. Allí vivía tranquilo y feliz con Doña Dita sin tener que cumplir los horarios y compromisos laborales que tanto le incomodaban. Diego tenía entonces 50 años y dijo:

Vivo muy satisfecho, se me pasan los días volando, es decir, los paso distraído, lo único que siento es que se va la vida demasiado ligero. Sé apreciar la vida que llevo, puedo hacer lo que me provoca, vivo independiente, libre de todo compromiso (70).

Notas:

(51) Ibíd., p. 20.
(52) Ibíd.
(53) En la actualidad la compañía procesa anualmente 30.000 toneladas de fibra (algodón, poliéster, lino y nylon) en 186.776 husos y produce 100 millones de metros cuadrados de tela en 1.305 telares.
(54) Diario de Doña Dita, «Anotaciones sobre la vida de Diego Echavarría Misas». A.C.W.I.E., p.1.
(55) «Anotaciones sobre Diego Echavarría Misas». Notas de Benedikta Zur Nieden, p. 5.
(56) Ibíd.
(57) Periódico El Heraldo. Abril 3 de 1934. «Mis primeras impresiones de Colombia». Recorte de prensa facilitado por la Biblioteca de Itagüí.
(58) Diario de Benedikta Zur Nieden – Libro de Viajes – Primer Viaje a Colombia 1934, p.3.
(59) Ibíd., p.4.
(60) Ibíd., p. 6.
(61) La construcción estuvo a cargo del arquitecto de descendencia italiana, Eduardo Caputi, aproximadamente en 1956, hoy se ubica allí una casa de convenciones de Itagüí.
(62) [Nota relacionada con una imagen que no aparece publicada en este boletín].
(63) Libro de viajes 1939 – Noticias de la guerra y personales LXXIV-LVXXIX, p. 1
(64) Entrevista concedida por Blanca Uribe el 7 y 8 de diciembre de 2006 en Medellín.
(65) Carta de su padre enviada desde Alemania el 18 de agosto de 1937.
(66) Ibíd., p. 8.
(67) Carta enviada por su padre el 28 de julio de 1937 desde Alemania.
(68) Pintor italiano de corriente renacentista, nacido en 1438, famoso por sus pinturas de ángeles y su uso de la perspectiva. Perteneció a la escuela Urbino y ala de Forlí.
(69) Libro de viajes – Regreso a Colombia, p. 2
(70) Diario de doña Dita, «Anotaciones sobre la vida de Diego Echavarría Misas». A.C.W.I.E., p.9.

Fuente:

Naranjo González, Sandra. Diarios de una mujer valiente – Historia de Benedikta Zur Nieden de Echavarría. Editorial Académica Española, Deutschland, Alemania, 2012.

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Benedikta Zur Nieden de Echavarría en su casa El Castillo, actualmente museo

Benedikta Zur Nieden de Echavarría en El Castillo, actualmente casa museo.