José María Córdova

Entre el delirio
y la razón

Mayo 11 de 2006

José María Córdova

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Con la participación de Gabriel Jaime López Calle, médico y psiquiatra de la Universidad de Antioquia, psiquiatra forense del Instituto de Medicina Legal, profesor del departamento de psiquiatría de la facultad de medicina de la Universidad de Antioquia y psiquiatra de la Clínica Sameín. «Gomoso» de la historia, particularmente la de Colombia y Antioquia, así como la del arte, la charla es una aproximación a la época y a los sucesos que dieron lugar a la Independencia por medio de la biografía del prócer Antioqueño nacido en Concepción (La Concha). José María Córdova sufrió un trauma craneano severo a los 20 años, cuando se desempeñaba como gobernador civil y militar de la Provincia de Antioquia, y las secuelas de ese accidente, que pasaron desapercibidas y lo acompañaron hasta su muerte en El Santuario, influyeron de forma decisiva en su carácter y en su forma de ser. Además de documentar las características clínicas de los cambios de personalidad sufridos por el entonces Teniente Coronel por medio de la correspondencia de la época, el autor del trabajo plantea una hipótesis según la cual los eventos que condujeron a la muerte de Córdova y a la de un puñado de jóvenes antioqueños del llamado «Ejército de la Libertad» fueron consecuencia de esos cambios cerebrales secundarios al trauma craneano sufrido en diciembre de 1819. Se trata, en síntesis, de una mirada a los sucesos que condujeron a nuestra Independencia de la mano de José María Córdova.

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José María Córdova

Infancia del General
José María Córdova

Acuarela de José María Espinosa, 1828
Palacio de la Cultura, Medellín

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José María Córdova

(1799 – 1829)

Nació en Concepción (Antioquia) el 8 de septiembre de 1799 y murió en El Santuario (Antioquia) —cerca de Rionegro— el 17 de octubre de 1829. Durante su corta vida fue el General antioqueño más destacado en el período de la Independencia.

Su momento cumbre fue en la célebre Batalla de Ayacucho, cuando derrotó al virrey José de la Serna, quien comandaba el ejército realista. Este hecho permitió la independencia del Perú, la creación de Bolivia y la consolidación de la independencia de América del Sur. Por ello, ha pasado a la historia como el «Héroe de Ayacucho».

En esta batalla lanzó su inmortal arenga: «¡División: de frente! ¡Armas a discreción! ¡Paso de vencedores!».

Como signo de rebeldía contra la Corona Española, cambió la grafía del apellido español de su padre Crisanto de Córdoba y Mesa por la de Córdova.

Después de bañarse de gloria en los campos de batalla, el General Córdova se rebeló contra la dictadura del Libertador Simón Bolívar, a quien dirigió una histórica carta explicando su decisión de defender la Constitución de Cúcuta.

El final de este episodio fue trágico, ya que al enfrentarse en El Santuario a las tropas del general Daniel F. O’Leary, enviadas por El Libertador, fue herido de gravedad. En la casa donde se refugió fue rematado por el comandante irlandés Ruperto Hand, quien le propinó varios terribles sablazos.

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El niño del
caballo de juguete:
J. M. Córdova, héroe
legendario de Ayacucho

Por Pilar Moreno de Ángel

Concepción (Antioquia) antes de 1744 era un Real de Minas que había sido construido por los trabajadores y allí había surgido un villorrio.

En este sitio se alojaban cuadrillas de esclavos negros, que buscaban con ahínco las vetas de oro. El obispo de Popayán, a solicitud del cura de Rionegro, erigió el poblado en parroquia mientras en el régimen civil la población continuó dependiendo de Rionegro.

Atraído por los aluviones ricos en oro, Crisanto de Córdova y Mesa se instaló en Concepción junto con su esposa Pascuala Muñoz Castrillón. Habían contraído matrimonio en Barbosa. En Concepción, el 8 de septiembre de 1799, nació un hijo de esta pareja, quien fue bautizado con el nombre de José María.

En 1802 la familia se trasladó a San Vicente, una vecina y triste aldea, cuya principal actividad era también la minería. Sin embargo, preocupado por la educación de sus hijos, Crisanto de Córdova emigró a Rionegro, floreciente ciudad antioqueña de clima benigno, que ostentaba una plaza mayor empedrada y una iglesia catedral que era un sólido y elegante edificio.

Allí los niños Córdova Muñoz recibieron una buena educación, impartida por el profesor bogotano Manuel Bravo Daza, quien se desempeñaba como institutor en la escuela pública. José María aprendió a escribir con letra pareja y firme. En las tardes galopaba por las vegas del Rionegro o jugaba a la guerra con sus amigos.

En 1811 emprendió Crisanto de Córdova un viaje a la costa. Transportaba una gruesa suma de dinero que le enviaba la provincia de Antioquia a la ciudad de Cartagena para contribuir a la defensa de la plaza frente a un eventual ataque de las fuerzas de reconquista españolas. Crisanto decidió llevar con él a su hijo José María, quien tenía para entonces doce años de edad.

Después de permanecer algún tiempo en la ciudad amurallada, volvieron a remontar, padre e hijo, las aguas del Magdalena. Durante este viaje de retorno, una tarde, cuando el champán había hecho escala en algún punto del río, fueron rodeados por un grupo de hombres que saquearon a los viajeros y se robaron hasta las vasijas de barro de los bogas. Años más tarde, el teniente coronel José María Córdova se encontró con uno de los asaltantes y lo mandó fusilar sobre la marcha.

Los viajeros regresaron a su casa en Rionegro más pobres de lo que salieron. Pero el destino de José María Córdova cambió al iniciar su carrera militar, cuando en 1814 ingresó como Cadete de Ingenieros en la escuela regentada por el coronel Francisco José de Caldas. Más tarde Córdova se alistó en las fuerzas revolucionarias que comandaba el coronel francés Manuel de Serviez.

De allí en adelante la fulgurante carrera militar de José María Córdova iluminó toda la gesta emancipadora. Su coraje indomable, la capacidad de dirigir y animar a los hombres bajo su mando, y la certeza con que aplicaba la estrategia militar, contribuyeron definitivamente a conseguir la victoria y a asegurar la libertad de las cinco naciones bolivarianas.

Su consagración como héroe la logró en el campo de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, donde todavía resuena la orden dada a sus soldados por el héroe antioqueño, una de las más extraordinarias pronunciadas por comandante alguno: «¡División: de frente! ¡Armas a discreción! ¡Paso de vencedores!».

Fuente:

Revista Credencial Historia, Bogotá, Edición n.º 144, diciembre de 2001.