Presentación

Cultura y humanismo II

—30 de marzo de 2023—

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Camilo García Giraldo (Bogotá) es filósofo de la Universidad Nacional de Colombia. Tras ejercer como profesor de filosofía y ética en varias universidades de la capital, en 1989 emigró a Suecia en calidad de refugiado político debido a las amenazas de muerte que recibió por su compromiso con lograr una solución negociada y pacífica al conflicto armado. Ha trabajado en diversos proyectos de investigación sobre cultura latinoamericana en la Universidad de Estocolmo, ha sido profesor de literatura y español en la Universidad Popular y es asesor en cursos sobre la realidad colombiana del Instituto Sueco de Cooperación Internacional (SIDA). Es colaborador habitual de revistas culturales y académicas colombianas y españolas, así como de las páginas culturales de varios periódicos colombianos. Pertenece a la Asociación de Escritores Suecos (Sveriges Författarförbund) y ha publicado ocho libros de ensayos y reflexiones sobre filosofía, cultura, ética, religión y violencia: «Ensayos de filosofía y cultura en el mundo contemporáneo», «Reflexiones sobre la violencia», «Entre filosofía y literatura», «Escritos sobre ética», «Escritos filosófico-culturales», «Ensayos breves sobre la religión», «Cultura y humanismo» y «Cultura y humanismo II». Así mismo, es autor del artículo «El “Viaje a pie” de Fernando González» y su trabajo ha sido reseñado en medios como Publishers Weekly, RTVE, y Gazeta.

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Nuestro país no ha sido tradicionalmente cuna de pensadores y filósofos. Lo ha sido más de creadores de la imaginación: de poetas, novelistas y cuentistas. El ensayo crítico ha germinado al lado de estos como una manera de interpretarlos y explicarlos. Pero los estudios filosóficos propiamente dichos, salvo los de algunos como Danilo Cruz Vélez, Rafael Carrillo, Estanislao Zuleta y Camilo García, entre otros, han escaseado en Colombia. No obstante, quien con mayor empeño y asiduidad se ha desempeñado en el análisis de múltiples problemas del pensamiento, en una ardua tarea investigativa de varios años y con un estilo, además, subyugante y profundo, ha sido sin duda alguna Camilo García, filósofo de la Universidad Nacional de Colombia y autor de numerosos ensayos publicados en importantes libros como Ensayos de filosofía y cultura en el mundo contemporáneo y Entre filosofía y literatura.

Cristina Maya

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Después de leer con atención el libro Ensayos sobre filosofía y cultura en el mundo contemporáneo, se sorprende uno con la profundidad investigativa del filósofo bogotano en su constante búsqueda de sabiduría. Es notable, en su obra, un altísimo interés por la humanidad: su historia, su arte, su literatura, su ciencia y su pensamiento. Todos estos elementos de la cultura son los que estudia García con el objetivo de comprender al ser humano de nuestro tiempo. Por ello, su libro es un ejemplo de humanismo contemporáneo, de interés por la humanidad en sus aspectos creativos y constructivos, en su sentimiento y su pensamiento. Es una obra humana, demasiado humana, que despierta la sensibilidad del lector y por ello debería ser leída con atención. Camilo García es un humanista; a pesar de la revolución informática que padecemos, él es un claro representante del humanismo de nuestro tiempo.

Jhon Rozo Mila

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Foto de Camilo García Giraldo

Camilo García Giraldo

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Sobre el significado y
la función de la filosofía

Por Camilo García Giraldo

Siempre está presente en los diálogos cotidianos que sostienen los seres humanos y en los debates sobre el contenido y los programas académicos en las escuelas y colegios la pregunta por la utilidad de la filosofía, la pregunta ¿para qué sirve la filosofía? Y muchos la contestan presumiendo de una gran sabiduría: para nada. Respuesta, sin embargo, completamente equivocada que solo prueba en realidad una gran ignorancia de quienes la sostienen no solo sobre la filosofía misma sino sobre todo sobre una condición esencial del ser de los hombres que es el de preguntarse siempre y de manera inevitable —ciertamente unos con mayor fuerza e intensidad que otros— desde que comienzan a percibir de modo consciente la existencia de algo de sus vidas o del mundo socio-cultural que los rodean por lo que ES ese algo; es decir, de preguntarse por el SER de ese algo. Y al hacerse esa pregunta, la tratan de responder usando sus propios medios y recursos cognitivos o formulándola a su vez a sus maestros o padres para que les den una respuesta. Respuesta que, si es acertada forja o contiene un saber esencial sobre ese algo, sobre ese ente, fenómeno o acontecimiento por el que han preguntado.

Esta conducta natural y habitual de los seres humanos fue la premisa sobre la que se fundó la constitución de la filosofía en la antigua Grecia. En efecto, los fundadores de la filosofía en Grecia retomaron o hicieron suya de manera explícita esta actitud y pregunta natural que se hacen los hombres, pero modificándola en una novedosa y fundamental dirección: la de formular la pregunta, no ya por el ser de un ente o fenómeno concreto y determinado de la realidad, sino por el ser de una diversidad y multiplicidad de fenómenos de esa realidad que parecen tener algo en común. Y así la pegunta por el ser adquirió una dimensión y significado filosófico. Los pensadores pre-socráticos que fundaron la filosofía se preguntaron por el ser de la naturaleza misma, por el elemento común y esencial que une o integra la diversidad casi infinita de entes y fenómenos que la conforman. Pregunta que los condujo a ofrecer diversas respuestas que a pesar de su originalidad nos resultan hoy carentes de validez. Y después Sócrates mostró y enseñó que no es la pregunta por el ser de la naturaleza la pregunta que deben plantearse los que desean pensar en términos filosóficos, sino por el ser de los fenómenos humanos, por el ser de los hombres, por sus conciencias, por sus acciones y por las obras socio-políticas y culturales que forjan.

Con la irrupción de los tiempos modernos, sin embargo, esta pregunta socrática por el Ser de los hombres y los diversos entes y fenómenos en que se manifiesta fue abordada por todos los filósofos que le siguieron, comenzando por Platón, para ofrecer sus propias respuestas fue modificada con razón por Heidegger. Para él no se trata ya de preguntar por el ser del ente, es decir, por el ser esencial que unifica una diversidad de fenómenos de la vida y del mundo de los hombres, sino por el sentido de ese ser; pregunta que es siempre abierta y que no se agota ni se agotará con las respuestas que proponen los filósofos, porque entre los diversos y concretos entes y el Ser, a los que está estrechamente ligado, no existe una coincidencia, es decir, el ser de un ente no se manifiesta plena y completamente en ese ente sino, al contrario, algo de sí se guarda para sí cuando se expresa en ese ente; de ahí que prevalece entre los dos una diferencia radical e irreductible. De ahí que la pregunta que los filósofos se deben hacer hoy no es solo por lo que es el arte, la política, la moral, la existencia humana, etc., sino por el sentido que encierran en el mundo.

Pero el hecho de que el Ser se manifiesta y se oculta al mismo tiempo en el ente significa que está inscrito en el lenguaje, o mejor, que es el mismo lenguaje. Pues Heidegger, y sobre todo Wittgenstein, mostraron que el sentido de un ente no solo brota de los actos intencionales de su conciencia con los que alguien se propone conocerlo, como lo sostuvo Husserl, sino sobre todo del lenguaje que lo envuelve y usa. Es el paradigma del lenguaje, en vez del conocimiento o la conciencia, como lo afirmó bien Habermas, el que define el horizonte fundamental de la filosofía en la modernidad.

Pues son los hombres cuando usan el lenguaje para nombrar el ser de las cosas o los entes de su mundo —actos que realizan, hechos que producen, vivencias y sentimientos que tienen, obras socio-culturales que forjan, etc.— establecen su sentido. Pero al hacerlo ponen de manifiesto o en evidencia solo una parte de ese sentido; la otra parte no comparece, queda oculta o ausente. De ahí que queda abierta siempre la posibilidad que en otro momento puedan nombrarlas de nuevo para que ese sentido o sentidos ocultos por fin se hagan presentes ante ellos. Por esa razón todos los entes o las cosas de la vida y del mundo de los hombres son realidades complejas y llenas de diversos sentidos que los convocan siempre de nuevo a interrogarlas para que puedan revelarlo o revelarlos completa y definitivamente; esperanza un tanto vana porque cuando unos hombres creen que lo han logrado aparecen otros que muestran que no es así poniendo de presente uno que les había pasado desapercibido, que se les había ocultado.

Por esta razón, cuando los seres humanos aprenden filosofía, aprenden a interrogar de manera formal, rigurosa y sistemática el ser de los fenómenos y entes de sus vidas y del mundo socio-cultural que habitan y que existen envueltos o contenidos en el lenguaje para tratar de desentrañar el sentido o los sentidos que encierran. Y al desentrañarlos los comprenden, es decir, los integran en sus espíritus, formándolos y enriqueciéndolos. Por eso aprender filosofía es una manera valiosa —aunque no la única— de aprender a formarse como un verdadero ser humano, es aprender a ser y existir como alguien auténticamente humano. Este es el notable servicio que la filosofía les presta a los hombres, esta es la «utilidad» trascendental que tiene, y que lamentablemente hoy muchos desconocen o desprecian en el mundo.

Fuente:

García Giraldo, Camilo. Cultura y Humanismo II. Universo de Letras, España, 2022.