Homenaje

Dina Merlini

—27 de octubre de 2020—

Dina Merlini - Foto © Maichel Mitchell Lever

Dina dedica esta presentación a Maichel Mitchell Lever, cuidadora del adulto mayor en el Hogar del Anciano San Pedro Claver en San Andrés, a Margareth Henry M’Coy, coordinadora del personal en la misma institución, y a Eduardo Lunazzi, Manuel Moreno y Michael Smith.

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Ver grabación del evento:

YouTube.com/CasaMuseoOtraparte

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Dina Merlini (1940) es poeta colombiana de ascendencia italiana. En 1958, año de la creación del nadaísmo, conoció a su fundador Gonzalo Arango y fue la primera mujer en unirse al movimiento, cuyos integrantes se reunían en el salón Versalles, el café Metropol o el bar Miami en Medellín, espacios que antes eran solamente frecuentados por hombres. A comienzos de la década del sesenta, en compañía de Helenita Restrepo, Patricia Ariza y otros nadaístas, viajó a una isla en el Pacífico colombiano, aventura que más tarde fue narrada por Elmo Valencia en su novela «Islanada». Días antes de partir, Jotamario Arbeláez le propuso en Cali «el fastuoso proyecto de pintar a una modelo que no podía ser otra que ella, pero no con pinceles sino con mi máquina de escribir de teclas de seda […], despojada de vestimenta en tanto yo la tecleaba, describiéndola ojo por ojo y diente por diente». El libro resultante, «El cuerpo de ella», se mantuvo inédito hasta 1999, cuando ganó el concurso del Instituto Distrital de Cultura de Bogotá. Hacia finales de los años sesenta e inicios de los setenta se vinculó a proyectos artísticos como Taller de Artes de Medellín, Teatro El Local, Teatro Máscaras con Ramiro Corzo, Álvaro Daza y Jairo Aníbal Niño, y el Teatro La Candelaria junto a Santiago García y Patricia Ariza. Igualmente recibió la influencia de las propuestas del dramaturgo Enrique Buenaventura, incursionó como modelo en la televisión con el apoyo de Jimmy Salcedo y fue actriz de radioteatro en la Radio Nacional de Colombia con el actor y libretista Víctor Muñoz Valencia. En la década del ochenta decidió abandonar la capital y trasladarse a la isla de San Andrés, donde coincidió con Simón González, más tarde intendente y gobernador, y sus compañeros nadaístas, la pintora Fanny Salazar, el pintor Samuel Ceballos y el poeta René Rebetez, entre otros artistas. Después de años de dedicación a la pintura y a la docencia, entre lienzos y caballos de mar, en 2019 publicó «Solaz Atardecer y Maravilla», su primer libro de poesía, publicado por la Corporación Colombiana de Teatro.

Presentación de la autora
y su obra por Manuel Moreno.

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Algunos piensan erróneamente que Dina se jubiló del arte al trasladarse a la isla de San Andrés, lo cual no es cierto, ya que el último vuelo de la libélula sólo se logra después de un prolongado silencio, dedicado a su propia iluminación. Desde allí nos acompaña, ilumina, predica y de vez en cuando sonríe para decirnos que la vida es una caja llena de colores: tú decides qué color quieres vestir, usar y llevar contigo para acompañar tu día o despedir tu noche.

Manuel Moreno García

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Este libro de Dina es un adiós a las estridencias, a las maldiciones sonoras, a la quejumbre. Es el canto de gracia, la contemplación del ensimismado en los atardeceres celestes, el paso de las escobas del tiempo y el viento, el barajar de los sueños, la descripción de los meteoros con el corazón perplejo, el vestido de luz para recibir la hostia del sol. Acabo de llamarla por el teléfono para decirle que estoy terminando el prólogo y felicitarla por la frase de la libélula y en ese momento sonó el tún de un pájaro que se acababa de estrellar contra el vidrio de su ventana. Colgamos, y le quedó sonando en el auricular el toque de una ocarina. Exactamente como suena su poesía.

Jotamario Arbeláez

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Dina era y es bella, pero sobre todo, rebelde. Tenía en su cuerpo y en su alma una desazón que a veces se traducía en rabia contra el mundo o contra ella misma. Es que era difícil entender ese tránsito entre la vida aldeana de la Medellín conventual y con nuestros cuerpos y palabras que anhelaban acceder a una modernidad postergada. Éramos un grupo de jóvenes que expresaba el profundo malestar en la cultura de la época. Los nadaístas estábamos en el centro de la transición entre la aldea y la ciudad. Estábamos instalando la polis. Muchas veces nos insultaban, pero otras más nos admiraban. La gente moría por escuchamos, por escuchar a Gonzalo y por hablar con nosotras. Era fantástico escucharla disertar sobre la Nada que era una forma de llamar el Todo. Nosotras con Dina fuimos testigos, víctimas y transgresoras de esa vieja sociedad patriarcal que se negaba a dar paso a lo nuevo. Los nadaístas traíamos un mensaje renovador tanto en la presencia como en las palabras. Hoy, 50 años después, traemos al mundo estos poemas ocultos de Dina Merlini, poemas que la habitaron y que ahora emergen a la luz con el brillo de una libélula que necesita volar.

Patricia Ariza

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Portada del libro «Solaz atardecer y maravilla» de Dina Merlini

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Tres poemas de
Dina Merlini

Conclusión

Dijo que vigilaba los tiempos
y al mar
con sus destellos
las orugas
y el vuelo de las mariposas
cenizas del día,
y la luz
en lo alto.
ausencias y sonrisas,
orillas y presencias
y el sol
la única semilla.

Le pregunté
de la noche lenta
y el resplandor del abismo
me miró fijamente
y… sonrió.

A través de los sentidos
trataré de entender
algo que presagia el alma,
abismo profundo que late bajo tu piel
y nutre tú áurea.

Esa espera de oasis y ternuras,
incierta realidad,
dimensión de tiempo
no doblare el sueño ni la prisa
distante horizonte de memorias,
tornasoles y campos de deseos.

Madrugadas delirantes,
y tú en la ventana
recogiendo saberes
semillas
y los sueños.

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Aquello que se
llama fortaleza

Destellos de atardecer
pájaros soñando cantos sin nombre,
no existen las palabras,
flotamos en el silencio.

Pactamos de improviso
no abrir puertas,
caminar los pactos
sin preguntar la hora
devoramos amores,
liberamos la fuerza
para reencontrar la calma.
Que puedan los oídos
descansar escuchando el infinito
recogiendo nuestra piel
y la
     sonrisa
          del tiempo…

Vivía en ese claroscuro
sin tiempo ni errores,
el viento conocía mi piel
y esa neblina
era mi canto.

Supe de la espera
y el placer,
tomando tus manos,
me volví
caracol en tu casa
frontera de musgo y piel.
Todos los sueños
bordes alados de luz y
oscuridad.
¡celebramos la risa!
agua
     ola
          ¡libertad!

Déjame adivinar
en cuál lucero te escondes,
cuando visitas la gata
al otro lado de la luna
¡todavía me hace sonreír tú recuerdo!
Compartiendo
estrellas fugaces
en el azul
siguiendo el mismo resplandor
que produce la esperanza
cómo despliegas tus alas
dejando las delicadas huellas
en mi norte
hoy me he dado cuenta que eres de verdad.
Los años guardan
recuerdos mágicos donde hoy
tejes tu vida.

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Llegaré

Regresaré por los caminos de la tarde
con este corazón, y descartando razones.
La luna inquieta no responde a la pasión.
Dime, qué traen tus sueños
Fantasmas y cielos
¿Desolados?
¿Ecos de llantos? Siempre lo diré
Ese camino no corresponde a los milagros
Ni a la luz.

Apresare con mis alas
La distancia
Y
Daré
Un respiro
A la
          Esperanza.

Buscando en la memoria y en la verdad
Vibrando como sombras
De viento y vida
Apartaremos la nave
De naufragios
Vislumbrando futuros
De aguas tempranas
Y silencios
Enredando agonías.
También así
La tristeza
Abre caminos
Y seremos
Huéspedes
De la melancolía.
Seremos siempre
guardianes de la puerta
corre ve y diles
de nostalgias y ternuras
prolongarse en el
tiempo
diluyendo colores
en llantos escondidos
alas ocultas
pero llevando siempre
maravilla en
cada sueño.

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Dina Merlini y Jotamario Arbeláez - Foto © Nereo López (1963)

Dina Merlini y Jotamario Arbeláez
Foto © Nereo López (1963)

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«La poesía de Dina Merlini»
Video-homenaje de Michael Smith