Ciclo de Conferencias

El mapa de los
objetos perdidos

De la semilla a la copa

Los verdes de la
poesía colombiana

—Noviembre 19 de 2019—

Luis Vidales (1904-1990)

Luis Vidales
(1904-1990)

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En este espacio versaremos en torno a los paisajes sonoros de la poesía colombiana y cómo la naturaleza influye en las palabras cobrando relieve en diferentes voces. La naturaleza ha sido tema desde las primeras poesías hasta las actuales, transformándola en inspiración cuya esencia es omnipresente, hallándola desde el lugar más rico hasta el más remoto. En Colombia nos encontramos con diversidad de paisajes y poetas como Ciro, Carranza, Charry, Vidales, Silva y Bonnet, que se funden en ella y la expresan en lenguaje.

El mapa de los objetos perdidos responde a una preocupación por el territorio hispanoamericano y las formas de construcción memorística en torno a elementos concretos de nuestra realidad. Por ejemplo, ¿qué nos contaría una victrola si le diésemos voz? ¿Hablaría bambuco, son cubano o quizá tango? Y ¿acaso estos lenguajes no contienen en sí una gran parte de lo que es Hispanoamérica? Al mirar una construcción cusqueña, cualquier paseante avisado notará que en la piedra comulgan la cultura inca y la española; el pasado y el presente unidos por el mestizaje en forma de muro. ¿Por qué no hablar entonces de las piedras y la historia de un pueblo? ¿Por qué no hablar de los ríos y la guerra, ya en nuestro contexto más cercano? Para establecer dichas relaciones empezaremos por caminar un sendero que nos es familiar y conocido: el de lo literario. El programa de Estudios Literarios debe cruzar a la otra orilla y explorar diferentes instancias con el fin de enriquecer su entramado discursivo y fortalecer la divulgación de los productos académicos, tanto del cuerpo docente como estudiantil.

Expositores:

Laura Escobar Maya (1996) es amante del arte y la poesía, comunicadora social-periodista y estudiante de Literatura de la Universidad Pontificia Bolivariana.

María Clemencia Sánchez (1970) es poeta, traductora y docente, licenciada en Idiomas de la Universidad de Antioquia y maestra y doctora en Literatura Hispánica de la Universidad de Cincinnati (USA).

Juan Pablo Londoño Bastidas (1975) es diseñador gráfico y docente, licenciado en Artes Plásticas de la Universidad Pontificia Bolivariana y maestro en Ingeniería con énfasis en TIC para la Educación de EAFIT.

Organiza:

Universidad Pontificia Bolivariana

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A la libertad

—Luis Vidales—

Párese el río y cesen sus rumores;
no dé el rosal su rosa conversada;
no hable la bandera sus colores;
quédese la estación estacionada.

Muera el árbol; no se alcen los alcores,
y el sabio ruiseñor no diga nada;
la luz no rectifique sus fulgores;
desembárquese el agua ya embarcada.

El sol suspenda su divina serie;
endurézcase el viento y no lo diga,
y el dulce cielo deje la intemperie.

No hable la voz sus altas soledades,
que la patria dejó de ser amiga,
¡y están sin libertad sus libertades!

(Luisvidales.blogspot.com)

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Clima

—Aurelio Arturo—

Este verde poema, hoja por hoja,
lo mece un viento fértil, suroeste;
este poema es un país que sueña,
nube de luz y brisa de hojas verdes.

Tumbos del agua, piedras, nubes, hojas
y un soplo ágil en todo, son el canto.
Palmas había, palmas y las brisas
y una luz como espadas por el ámbito.

El viento fiel que mece mi poema,
el viento fiel que la canción impele,
hojas meció, nubes meció, contento
de mecer nubes blancas y hojas verdes.

Yo soy la voz que al viento dio canciones
puras en el oeste de mis nubes;
mi corazón en toda palma, roto
dátil, unió los horizontes múltiples.

Y en mi país apacentando nubes,
puse en el sur mi corazón, y al norte,
cual dos aves rapaces, persiguieron
mis ojos, el rebaño de horizontes.
La vida es bella, dura mano, dedos
tímidos al formar el frágil vaso
de tu canción, lo colmes de tu gozo
o de escondidas mieles de tu llanto.

Este verde poema, hoja por hoja
lo mece un viento fértil, un esbelto
viento que amó del sur hierbas y cielos,
este poema es el país del viento.

Bajo un cielo de espadas, tierra oscura,
árboles verdes, verde algarabía
de las hojas menudas y el moroso
viento mueve las hojas y los días.

Dance el viento y las verdes lontananzas
me llamen con recónditos rumores:
dócil mujer, de miel henchido el seno,
amó bajo las palmas mis canciones.

(Casadepoesiasilva.com)

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El tiempo de los árboles

—Luis Fernando Macías—

El tiempo de los árboles es más lento porque ellos viven tranquilos.

Los árboles están contentos con su condición de árbol y son leales a su naturaleza.

El mango no quiere ser naranjo porque está satisfecho de sus dulces frutos y los exhibe orgulloso en grandes gajos que cambian el verde al amarillo y al rostro sus ramas.

En los vientres de las selvas colombianas los guayacanes, las ceibas, el duro para siempre, elevan sus ramas serenas hacia el cielo en busca de la luz del sol que es la cúpula del cielo con la tierra.

Los árboles guardan un silencio sabio durante los siglos de su existencia y, con éste, dicen la verdad profunda para que la escuche quien oídos tenga.

La paz de los árboles propicia moradas a los pájaros, que son nerviosos e inquietos porque su corazón es frágil y su cuerpo leve.

Los árboles reciben gustosos el agua de las lluvias, la alegría reverdece sus hojas como el aliento de una mano fresca.

Muy raramente el árbol entristece y si entristece es por enfermedad o por falta de agua, pero se alivia fácil porque es inocente y simple.

El tiempo de los árboles casi está detenido para nuestros ojos rápidos.

El amor de los árboles casi es invisible para nuestro corazón mezquino.

La paz de los árboles es el secreto de su larga vida.

(Literariedad.co)