Conversación con…

Elkin Obregón Sanín

… a propósito de Una tesis,
El oso y el colibrí
y los noventa años
de Viaje a pie

—Octubre 15 de 2019—

Montaje de un autorretrato de Elkin Obregón con las portadas de los libros «Una tesis» y «Viaje a pie» de Fernando González y «El oso y el colibrí» de Gonzalo Arango.

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Conversación con Elkin Obregón Sanín sobre Fernando González y Gonzalo Arango con motivo de la publicación de las nuevas ediciones de «Una tesis», «El oso y el colibrí» y la conmemoración de los noventa años de «Viaje a pie». Lo acompañarán los editores Carmiña Cadavid Cano, Felipe Restrepo David y Gustavo Restrepo Villa. Recordaremos también a su padre Carlos Obregón, arquitecto que imaginó la casa Otraparte para su amigo filósofo, y a su sobrino Andrés Obregón, arquitecto que lideró el diseño de los nuevos espacios (Teatro y Biblioteca) que completan el Parque Cultural y Ambiental Otraparte.

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Elkin Obregón Sanín (Medellín, 1940) es dibujante, pintor, poeta, narrador, traductor, editor y columnista. Fue autor de la historieta Los Invasores y caricaturista durante más de veinte años en los periódicos El Mundo y El Colombiano hasta finales de la década del ochenta. Ha sido columnista de La Hoja («Desde Palinuro») y Universo Centro («Caído del zarzo»). Sus trabajos artísticos han sido recogidos en volúmenes como Grafismos, Más Grafismos, Los Invasores y Trazos. Entre otros, es autor de los libros Titiribicito, Avión llegando en la tarde, Cine, Los amigos, Milagro en Milán, Sobre las cartas de amor, Soneto, Versos del amor y de los otros, Papeles seniles, Crónicas, Vejeces del cancionero colombiano y Memorias enanas. Ha sido investigador y difusor de la música popular colombiana y brasileña, fundador de Discos Aburrá a mediados de los sesenta. Es socio de la librería Palinuro.

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Editorial Eafit

Biblioteca Fernando González - Editorial Eafit

Biblioteca Gonzaloarango - Fondo Editorial Universidad Eafit

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Hace muchos años, unos cuantos ociosos pusimos sobre el tapete un ocioso tema: cuál era el mejor escritor colombiano. Se vivía ya en pleno gabismo, pero Benjamín Botero (q.e.p.d.) y este cronista se decidieron por Fernando González.

Oficiábamos, como todos, en el culto a Gabo, pero, parodiando al poeta Pombo, optamos por oráculos más altos. Al menos, por uno. No nos referíamos, creo, al autor de esa obra magnífica, larga confesión de agonías, de búsquedas, de hallazgos, de epifanías. Aludíamos más bien al simple y llano hecho de escribir; y me reafirmo: su sola manera de decir las cosas es tan bella como lo que dice.

Produce placer degustar esa habla fresca, rotunda, escueta, elocuente; un habla que no se propone ser hermosa, pero que lo es como ninguna otra, y fluye siempre, llena de burlas e improperios; pero también, y sobre todo, de amor. Pues eso: por curiosa paradoja, la magnitud de ese corpus espléndido oculta un poco el brillo de su lenguaje. Para no entrar en complicaciones, lector, te remito a la revista Antioquia (referente en buena parte de lo que aquí se está diciendo), publicada por González a lo largo de varios años (1936-1945) y que en sabia hora editó en un solo tomo (en 1997) la Universidad de Antioquia. Del estupendo prólogo de Alberto Aguirre cito dos párrafos que me vienen a cuento; en uno opone al «lenguaje melifluo» de los escritores colombianos el «verbo descarnado» del envigadeño. En otro, se refiere así a su prosa: «Límpida, translúcida, de un sobrio hálito poético». Y concluye: «Es un deleite leer la prosa de Fernando González».

Quod erat demonstrandum.

Elkin Obregón

(Ver «Fernando González, narrador»)

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Elkin Obregón Sanín - Foto © Al Poniente

Elkin Obregón Sanín
Foto © Al Poniente

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En tono de crónica

Por Ana María Cano Posada

Elkin Obregón es conocido como caricaturista. Suya es una inolvidable tira cómica llamada Los Invasores. También ha cultivado una personal pasión por retratar en acuarela o en lápiz a los personajes que quiere, o también está entre sus gustos la tauromaquia, que ahora se ve cada vez más lejana. Su residencia de algunos años en Brasil y su dedicación apasionada a la literatura y la música brasileras lo sumergieron en el mundo de la traducción, en el cual es reconocido su trabajo sobre la obra de Nélida Piñón. Aunque el cuento que más lo cautiva es «La muerte y la muerte de Quincas Berro Dágua» de Jorge Amado, y sobre algunos poetas precisos en portugués tiene devoción. Esta emoción es comparable solo con lo que le produce la música colombiana tradicional y en especial Obdulio y Julián, de cuya evolución como dúo fue testigo.

Ninguno de estos oficios: caricaturista, retratista, traductor, lector empedernido, melómano, lo describe tanto como su capacidad para encender en torno suyo el fuego insigne de la tertulia. Su manera de oír, sus conocimientos sobre las materias más diversas, su total ausencia de pretensión cuando mete baza, reúne en torno suyo círculos dispares en edades, proveniencias, ideas y gustos, a los que Obregón recompensa bien con su conversación. El calor del aguardiente y el cigarrillo no están ausentes jamás de estas gratas «tenidas», como él gusta llamarlas.

Otro rasgo muy suyo es la afición por los comics desde que era un niño y, casi desde ese momento también, su inclinación por la novela negra, por el género de suspenso y por sus clásicos. Por esto ideó un juego en torno a las misteriosas desapariciones de un tal señor García, en compañía de su amiga Nora Arango, para la revista La Hoja. No puede pasarse de largo el hecho de ser Obregón un arquitecto renegado, en quien el arte venció las exigencias de calculista y de diseñador de estructuras.

Por estas razones y por otras, tales como sus viajes de antes, o como su apacible vida de ermitaño ahora, en la que no obstante acepta gustoso en el zarzo donde vive las visitas de sus amigos, que van en peregrinación, por todos estos contrastes es que al cabo del tiempo el género que más se ajusta a la liviandad, y también al tono de tertulia que siempre ha tenido Obregón, es el de crónica, precisamente.

Esa es la razón por la cual el Fondo Editorial de la Universidad EAFIT como parte de la Colección Bicentenario, que reúne a las editoriales universitarias de Antioquia con el propósito de celebrar los 200 años de la Independencia de esta región a través de 100 títulos de interés, presenta estas Crónicas de Elkin Obregón. Su lectura busca cultivar en las presentes y en futuras generaciones la aparición de cronistas, de aquellos escritores que en apariencia tienen un tono menor pero que toman en sus temas y su estilo el relato vívido de una época, de unas mentalidades, y a veces, como en este libro, también el humor que entraña la escritura suelta y descomplicada, la que ha tenido en Obregón uno de sus mejores oficiantes.

Fuente:

Cano Posada, Ana María. «En tono de crónica». En: Obregón Sanín, Elkin. Crónicas. Fondo Editorial Universidad Eafit, Colección Bicentenario de Antioquia, Medellín, febrero de 2013, pp: 9-10.

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Ilustración de diversos artistas nacionales por Elkin Obregón para la Compañía Nacional de Tabaco (imagen tomada de la Revista Bacánika).

Ilustración de diversos artistas nacionales por Elkin Obregón para la Compañía Nacional de Tabaco (Revista Bacánika).

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Por esos años, ya desaparecida la Santa Clara, se instaló en parte de ese gran local la heladería San Francisco, sitio muy frecuentado por la gente de mi generación, como lugar de raneo, de almuerzo o comida, y también de tragos. Yo solía pasarme por allí en las noches de domingo, para estirar un poco las piernas, antes del sueño, con la casi seguridad de que me toparía allí con algún amigo o conocido con el mismo plan de remate dominical. Una de esas noches encontré allí, solitario en una mesa, al pontífice Gonzalo Arango. Era el auge del Nadaísmo. Gonzalo leía un ejemplar de El Espectador, y casi al momento de sentarme a su mesa me preguntó si había leído ya un cuento de Amílkar U, publicado ese día en ese diario. Recuerdo el nombre del cuento: «Gato o soledad en la lluvia». Gonzalo me habló con fervoroso entusiasmo y limpia admiración de ese texto, y por añadidura del talento de su autor. Ahora que se acerca un aniversario importante de la muerte de Gonzalo, menciono con gusto esa pequeña charla, porque refleja muy bien la generosa actitud de aliento y estímulo que tuvo siempre para con sus compinches de aventura literaria.

Elkin Obregón

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Afiche que conmemora el nonagésimo aniversario (1929-2019) de la publicación de «Viaje a pie»