Presentación

Entre acordes
y tradiciones

Festival Nacional
del Pasillo Colombiano

Historias, anécdotas e imágenes

—22 de junio de 2023—

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Ver grabación del evento:

YouTube.com/CasaMuseoOtraparte

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María D. Arias Orozco (Aguadas, Caldas) es educadora, escritora y fotógrafa, licenciada en Educación y Filosofía de la Universidad Santo Tomás en Bogotá y especialista en Gestión Curricular de la Universidad Católica en Manizales. En su calidad de rectora de la Normal Superior «Claudina Múnera» y del Liceo «Claudina Múnera» comenzó a apoyar desde su primera edición el Festival Nacional del Pasillo Colombiano, certamen que se celebra cada año desde 1990 en el municipio de Aguadas, Caldas, y que fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación mediante la ley 983 del 12 de agosto de 2005. La presente obra de investigación y rescate histórico es fruto de su condición de testigo fiel del evento, en el cual ha participado como miembro de la Junta Organizadora y del Comité Gestor y también como animadora del Festival de la Plaza, fotógrafa, presentadora de galas, conciertos dialogados, actividades académicas, diseñadora de piezas publicitarias y escritora de artículos de difusión en el diario La Patria y la revista Destino Caldas.

Presentación de la autora y su obra por el comunicador social y periodista Carlos Mario Muñoz Arias, productor audiovisual de «Entre acordes y tradiciones».

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El recuerdo de calles y balcones de nuestra «patria chica» nos lleva a regresar a la niñez, porque allí aprendimos lo inolvidable […]. La educadora Doralba Arias Orozco es consciente de que «un pueblo sin historia es un pueblo muerto». No sé si ella canta, ejecuta algún instrumento o compone canciones, pero sí estoy seguro de que en su alma existe un área grande llena de sonidos musicales y mucho ritmo de tres por cuatro.

Javier Sánchez Carmona
Historiador, escritor y músico

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María D. Arias Orozco

María D. Arias Orozco
Ilustración © Sebastián López Ubaque

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Introducción

~ Fragmento ~

Si la historia no se cuenta,
no existe, o solo existe,
para quien no la puede contar
.

John Jairo Torres de la Pava

Por María D. Arias Orozco

Aguadas es un pintoresco pueblo típico, acunado en el mismo corazón de Colombia, donde se conservan las tradiciones y costumbres del pueblo paisa, lo que se puede apreciar en sus paisajes, arquitectura, folclor, y en la amabilidad de su gente; ofrece diversidad de atractivos naturales, turísticos, culturales y religiosos, entre otros, para conocer y disfrutar…, para quedarse en Aguadas, o regresar muchas veces… Este potencial la ha convertido en verdadero polo de atracción, muy particularmente para los visitantes, quienes procedentes de los diferentes puntos cardinales de Colombia y el mundo, encuentran allí un abanico de posibilidades para recrear el espíritu y gratificar el corazón.

El cultivo de la música, y de las artes en general, constituye un preciado legado de los ancestros antioqueños, herencia que ha convertido al municipio en Centro Cultural por excelencia, escenario de diferentes certámenes, tales como el Festival Nacional del Pasillo Colombiano, en homenaje a los Hermanos Hernández, uno de los más importantes festivales de música colombiana; las Fiestas de la Iraca, el Encuentro Nacional de Escritores Aguadeños y el Encuentro Nacional de Danzas, entre otros.

Para adentrarnos en el devenir histórico del tema que nos ocupa, resulta necesario echar una mirada en el espejo retrovisor del tiempo y entender que el pasillo, aire enculturado en el territorio patrio, desde la misma gesta independentista, data de comienzos del siglo xix, época en la cual el país empezó a inundarse de ciertos movimientos culturales traídos del antiguo continente. Uno de esos movimientos es el proceso de enculturación vivido por el vals que se danzaba en las altas cortes europeas, ritmo que con toda certeza dio origen al pasillo.

Incluso se ha llegado a afirmar que el pasillo apareció en la vida nacional en las postrimerías de la colonia, y que surgía de un estado de inconformismo en algunas regiones del Nuevo Reino, con sabor independentista. Entonces la nueva sociedad burguesa semifeudal, de chapetones y de criollos acomodados, buscaba la ideación de algún tipo de danza más acorde con el ambiente cortesano en que se hallaba instalada; se trataba de hallar una modalidad coreográfica, y aún musical, que se aviniera con las recepciones palaciegas, fijando a la vez una barrera de atuendos, vestuario y atributos de danza, que limitaran el acceso popular a estas formas coreográficas.

De todos los países y regiones de Europa, y especialmente de los países más desarrollados (Alemania, Francia, Austria, España), llegaban aires, danzas, instrumentos musicales y atuendos que poco a poco fueron arraigándose en la vida cotidiana de las más altas clases sociales establecidas. Siguiendo la norma de uso para orientar el gusto por el patrón cultural europeo, se pensó en la danza de mayor auge por aquella época en Europa, el vals gestado en Austria, hacia el siglo xii, ritmo musical que se bailaba lento, primero en el campo y luego en la ciudad y que pasó a España y Francia en el siglo xviii, y en el xix a nuestro territorio, habiéndose encontrado con el torbellino, danza ritual indígena, y dando origen a un nuevo ritmo denominado inicialmente «capuchinada», o vals transformado en torbellino, el cual comenzaba con el aire tranquilo y sobrio del vals original y cambiaba de repente a un aire acelerado, surgiendo entonces el nuevo nombre «pasillo», o «baile en pequeños pasos»; al parecer este nombre se empezó a utilizar en el año de 1843.

En las primeras décadas del siglo xx era el aire más popular y cierto, por cuanto no hubo, prácticamente, compositor de música popular en Colombia que dejara de ofrecer un pasillo, por lo menos, como contribución suya, al patrimonio artístico del país.

En un comienzo el pasillo solo fue adoptado entre las familias distinguidas, como un vals; la definición de su estructura y el esquema adecuado para su interpretación fue obra del maestro Pedro Morales Pino, en los finales del siglo xix, coincidiendo en ese momento con la aparición de formas de agrupación que le darían un carácter definido a la música nacional: la estudiantina, el dueto vocal y el trío instrumental; entonces el pasillo se convirtió en ritmo consuetudinario al lado del bambuco.

¿Cómo llegó este ritmo nacional, al municipio de Aguadas, Caldas?

Más de dos siglos han transcurrido desde la hora feliz, en que a golpes acompasados de hachas y machetes, aguerridos y visionarios patriarcas antioqueños, labraran la cuna de un promisorio poblado, que cual simiente plantada en terreno fértil, fue arraigándose y germinando, fue creciendo y fructificando, en las enhiestas cumbres de la cordillera Central de los Andes, extremo norte del departamento de Caldas, hijo ilustre de Antioquia la Grande.

Fue la niebla inconsútil de las crestas andinas, la arropadora manta que brindó cobijo a los sueños y quimeras de aquellos avezados colonizadores, cuya misión como sembradores de pueblos, anhelos y esperanzas, constituyó la génesis de una raza altiva, próspera y pujante, deliciosamente fermentada en la ineluctable ánfora del tiempo y nutrida con el aire diáfano de las crestas andinas.

Pero la historia no empieza ni termina ahí, pues resulta necesario echar una mirada atrás, una mirada al ayer… a los romances de antaño, de nuestros padres y abuelos; a los idílicos encuentros familiares en las enramadas campesinas, en las fondas camineras, en los festivales veredales; una mirada retrospectiva al rasgueo de tiples, guitarras y bandolas en noches de plenilunio, para entender por qué «su majestad el pasillo» levantó su trono en Aguadas y se quedó aquí; para entender por qué en este legendario terruño y en Colombia toda, el amor se siente, se baila y se canta, a ritmo de pasillo.

Pasaron los años y el ancestral perfil cultural del pueblo fructificó en el más exquisito banquete para el espíritu, cuando al alborear la década del 90 del fenecido siglo xx, y como para «cerrar con broche de oro», Aguadas regalaba al país la primera versión del hoy consolidado Festival Nacional del Pasillo Colombiano, en homenaje a los esclarecidos Héctor, Pacho y Gonzalo, «Los Hermanos Hernández», oriundos del pueblo y primeros embajadores de la música colombiana en el exterior.

Fuente:

Arias Orozco, María Doralba. Entre acordes y tradiciones – Festival Nacional del Pasillo Colombiano, Aguadas – Historias, anécdotas e imágenes. Matiz Taller Editorial, Aguadas / Manizales, mayo de 2023, tomo I, pp. 13-16.

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