Presentación

Épica de medio cuerpo

Antología personal

Colección Homenajes

—13 de abril de 2023—

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YouTube.com/CasaMuseoOtraparte

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Alexis Gómez Rosa (Santo Domingo, República Dominicana, 1950-2019) se formó esencialmente en los fragores líricos de la poesía de postguerra, pero muy pronto se sintió constreñido por la camisa de fuerza de las ideologías encontradas que la signaban (puesto que brotó de nuestra guerra civil y de la consecuente Revolución de Abril contra los marines invasores), y se hizo dueño de un discurso amplio, tributario de muy diversas fuentes, como las tradiciones literarias norteamericanas modernas a partir de Whitman, la antiquísima sabiduría japonesa de expresión relampagueante, el neobarroco latinoamericano, el concretismo verbivocovisual brasileño y, por supuesto, el pluralismo fundado por Manuel Rueda con base en su dictado manifiesto «Clave para una poesía plural» (1974).

Con un dejo proteico letrado, el aeda primero fue cantor contestatario de trincheras; después trabajaría el haiku, otras formas orientales, el epitafio, el epigrama, la poesía visual, hasta parar en la especie de neopostumismo de sus últimos libros, versión actualizada (en amalgama) del ideario criollizante, salvo que el sujeto, en este maremoto de la verbalidad, se ubica en tierra isleña y también allende sus acantilados, además de contenido en un contenedor barroco y citadino. Toda esta mezcolanza, bien digerida y servida en libros de inigualable dominio técnico, convirtieron a Alexis Gómez Rosa en un poeta mayor.

Los años de exilio en Nueva York le permitieron amplificar su numen, gracias además al entrecruzamiento con múltiples voces y estilos de poesía escrita en castellano que incidían allí durante los 80 y 90. Aquella metrópolis del ciudadano Gómez Rosa también era la ciudad gótica de los ciudadanos Humberto Díaz Casanueva, José Kozer, Reinaldo Arenas, María Negroni, Dionisio Cañas, los nuyorican poets, Cecilia Vicuña, Iván Silén, Octavio Armand, Gabriel Jaime Caro, Roberto Echavarren, Giannina Braschi, etc. Muy pronto, el discurso estético de Alexis sobrepasaría a los de su propia generación, erigiéndolo a la vez como el poeta dominicano vivo más destacado y reconocido en el ámbito internacional. Sus pares extranjeros llevan nombres tan prominentes como los mexicanos Coral Bracho (1951) y David Huerta (1949), los colombianos Piedad Bonnett (1951) y Juan Manuel Roca (1946), los argentinos Arturo Carrera (1948) y Néstor Perlongher (1949), el ecuatoriano Iván Carvajal (1948), el peruano Enrique Verástegui (1950), los uruguayos Eduardo Milán (1952) y Eduardo Espina (1954), la cubana Reina María Rodríguez (1952), el chileno Raúl Zurita (1950), la venezolana Yolanda Pantin (1954), la nicaragüense Gioconda Belli (1948) o la española Olvido García Valdés (1950).

León Félix Batista

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Intervienen en la gala de lanzamiento los poetas Soledad Álvarez (premio Casa de América 2022), Edwin Madrid (Ediciones de la Línea Imaginaria, Ecuador), José Gregorio Vásquez (Editorial La Castalia, Venezuela) y León Félix Batista (República Dominicana).

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El proyecto editorial de libros digitales Alfabeto del mundo, impulsado por los sellos editoriales independientes Ediciones de la Línea Imaginaria de Quito, Ecuador, y el Centro Editorial La Castalia de Mérida, Venezuela, continúa su tercer año en el ámbito digital con la antología poética Épica de medio cuerpo del escritor dominicano Alexis Gómez Rosa (1950-2019).

Esta joya de la poesía hispanoamericana y caribeña ha sido preparada por el poeta León Félix Batista y pasa a formar parte del impecable y poderoso catálogo de libros digitales de la biblioteca virtual Alfabeto del mundo, que espera a sus lectores con 46 libros de grandes autores contemporáneos, luego de dos años y medio de trabajo incansable.

Los Editores

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Alexis Gómez Rosa

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Tres poemas de
Alexis Gómez Rosa

Derrota

Los brazos sobre las rodillas;
descolgada la cabeza entre las piernas;
observa en el mosaico arábigo
el cuadrilátero donde finalmente cayó,
arrojada la toalla
sobre un hematoma invulnerable.

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Oír y nada decir

A la inactividad de una palabra en la boca de Dios,
le sale un árbol feo en un próximo ladrido.

A la palabra emulsión en el cielo más barro,
los deudos están hilando una sombra más fiesta.

Intermitencia: los colores auditivos de esta línea,
golpean mi cabeza como si Dios los enviara, tal como
sucedió: viernes santo de 1983.

Se impone, deletreando el amor entre dos espejos,
un glosario de luces en los dedos y en la lengua.

Nada: cierro en cero esta experiencia. La memoria me
falla el amigo que debió recogerme en esta esquina.

El muerto me está velando, ¿me oíste? Jorge Luis Borges
(Argentina, 1899-1986)

No tengo verdades que mentir,
pero a mi boca llegan las palabras.

No guardo nada en qué pensar,
y mis manos se aferran a un dudoso ajedrez.

No espero nada de nadie.
Doy unos pasos: espera, el espejo
no ha devuelto mi rostro.

No tengo señas de identidad.
No tengo tiempo para vender espacios.

Soy la memoria de un antiguo hexámetro,
cosechando ecos del desierto.

Ese que ascendió berreando como un chivo.

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Oda al sexto día

Invento mi realidad y mi pasado. Soy esto que ustedes tocan y maltratan; esto que aúlla y se peina y acude a los cinematógrafos a lavarse la cara. Multinacional, preclaro, palimpsesto. Soy esto que no lleva funciones ni adjetivos. Oigo decir: una mueca estructural de siete suelas, babeando al pie de un megaterio. Lengua y oreja de la cosecha humana: andamio y vitrina en los que el mundo exhibe su miseria da cuenta mi organismo. Soy este instante y no el que viene. Mi pasado es un presentimiento, mi futuro fenece de inocencia, de pies a cabeza, sobre las teclas de esta Olivetti que hace añicos el instante de turno. Tiempo muerto, carbonizado. Letra muerta, palingenesia. ¿Un nuevo escalofrío? ¿otro espacio? Soy rostro de multitud, hoguera del lenguaje. Mi pensamiento tiene alas y aterriza, mi pensamiento escarba y alza vuelo, tornasolea. Verdín, verdoso, ahora es verde olivo: un solo instante. Lagarto, esmeralda, dos instantáneas que entre sí niéganse y borran al primero. Un instante me asusta, pierdo la memoria, la libertad, afírmame la duda. Otro instante me golpea, usted, lector, me golpea, llenándome de un pasado reluciente amortajado con plumas de gallina. Sé muy bien que nadie yo he sido, destino. Para ser he tenido que apoyarme en otros de donde se desprende que…, resto todos los cuerpos de mi sombra, sumo todas mis muertes venideras.