Presentación

Fútbol desde la tribuna

Pasiones y fantasías

Septiembre 1 de 2011

“Fútbol desde la tribuna: pasiones y fantasías” de Beatriz Vélez

* * *

Beatriz Vélez C. es doctora en Antropología Histórica de la Universidad Libre de Berlín. Diploma en Altos Estudios, DEA. Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Socióloga y Máster en Investigación de la Universidad de Antioquia, donde fue profesora-investigadora (1981-2005) en las áreas de Teorías sociológicas, Sociología y Antropología de la corporalidad, los géneros, las relaciones multiculturales y la diversidad cultural en los medios urbanos. Ha sido investigadora invitada en Francia, Alemania, España, Argentina, Canadá y asesora de la UNESCO. Durante largos años ha estudiado el fútbol en Colombia y otros países. Actualmente vive en Canadá y allí es Investigadora del INRS, Montreal, y Profesora Asociada de la Universidad de Sherbrooke. Es autora de diversos libros y artículos en español y francés.

Presentación de la autora
por Jorge Eduardo Núñez

Sílaba Editores

* * *

Beatriz Vélez - Foto por Edwin Bustamante (El Colombiano)

Beatriz Vélez
Foto por Edwin Bustamante
(El Colombiano)

* * *

Examinar ese ritual urbano llamado fútbol en las claves de Beatriz Vélez representa un ejercicio provocador que nos lleva a desmontar muchos de los relatos y artículos escritos sobre este deporte. En tres capítulos, ella logra dar cuenta del valor simbólico de un juego que dice sí al pie y no a la mano y que trata el gol como equivalente de un orgasmo colectivo festejado con rituales que se hacen valer como supuestos rasgos de una identidad nacional.

Este texto magistral, lleva como lo dice la misma autora, “a adoptar una actitud dispuesta a examinar sus grandes apuestas, con la expectativa de quien supone no saberlo todo sobre ese juego, abierto e inagotable, en una sociedad donde la producción de narrativas en torno a él parece no tener fin”. Se trata de un libro recomendable tanto para los amantes incondicionales del fútbol como para sus detractores; para las mujeres que reivindican su participación activa en cuanto futbolistas, para las mujeres alérgicas a la sola palabra de fútbol o para aquellas que lo sufren cada domingo como acompañantes pasivas de un grupo familiar masculino que, en la euforia de la fratría, es capaz de cualquier acto de odio o de amor en virtud de sus adhesiones deportivas.

Florence Thomas

* * *

Hay dos deportes que desde siempre han sido tenidos como masculinos y por tanto rara vez han sido estudiados, interpretados, desentrañados desde la aguda mirada de la mujer. El boxeo, aunque nadie haya escrito mejores cosas sobre ese deporte terrible y atractivo, sobre esa lección de huecos que consiste en que no esté nuestro rostro donde esté el puño rival, que Joyce Carol Oates. Y el fútbol, violento también y altamente estético a la vez, una suerte de infancia inalterada en un ejercicio gregario como pocos, que es esperado en cada jornada por miles de aficionados que regresan a casa con las bocas llenas de gol, saciada su bulimia de emociones. En este segundo caso habrá que integrar este libro que nos entrega Beatriz Vélez.

Quienes amamos el fútbol, tal vez la más hermosa puesta en escena moderna, pero no somos ciegos a la hipnosis colectiva y a los procesos degenerativos en su entrevero social, no podemos más que celebrar libros como este, que no nacen en las alharacas mediáticas ni en el purismo de sus detractores, sino en un ejercicio académico sopesado y crítico.

Juan Manuel Roca

* * *

“Fútbol desde la tribuna: pasiones y fantasías” de Beatriz Vélez / Fotografía por Gabriel Buitrago

Fotografía por Gabriel Buitrago

El brillo del pie en la conducción del balón, en el corazón del juego, pone también a trabajar fuerzas psíquicas inconscientes relacionadas con la corporeidad masculina.

* * *

Presentación

Quien lea este libro encontrará nuevos motivos para interpretar y vivir su pasión por el fútbol, pues como mujer y académica, abordo el tema del embeleso que suscita ese juego, desentrañando las claves que lo hacen, según sus seguidores, comparable a un orgasmo. Se trata de descifrar esa fascinación, que se ha extendido al mundo entero, leyendo el juego desde una tribuna de emoción serena, alejada de los esquemas tradicionales que lo elogian o lo denigran, y distante también de la ideología que lo califica como “espectáculo galáctico”. Y aunque se reconoce la importancia del valor estético y filosófico que porta el fútbol —ligado como está a la belleza de la proeza corporal y a las emociones profundas que suscita—, se duda en darle el rango de una obra cuya nobleza pudiera arrancar expresiones del tipo “gracias a Dios existe el fútbol” o “la vida no vale sin fútbol”, que son comunes en cierta literatura deportiva y en el lenguaje de los medios.

El fútbol habla de rituales urbanos en los que se aclaman las capacidades del cuerpo en espacios telúricos, pues, por su arquitectura, los estadios transmiten la idea de conectar el cielo a la tierra. El es pretexto para exhibir el músculo voluminoso, elástico y lustroso de sudor, apremiado por satisfacer las demandas de correr rápido, frenar en seco, desviar el camino siguiendo el compás del balón con el movimiento del diestro pie que, en franca oposición a la mano, intenta no perder el control del aéreo balón.

Aunque los datos han sido recogidos particularmente en Colombia, y las ocasionales referencias empíricas se aplican a esta sociedad, las interpretaciones pueden generalizarse sin correr grandes riesgos. Todo partido, sin importar la geografía, se ajusta a una misma duración de tiempo y a un mismo conjunto de diecisiete reglas; está regido por una jerarquía de federaciones nacionales e internacionales muy organizadas, y es un negocio mediático sometido a formas de transmisión y comercialización estandarizadas.

En todo lugar, el fútbol habla con el terco lenguaje del cuerpo que sigue el compás de la pelota, bajo un mandato disparatado: desterrar la mano para hacer reinar el pie como soberano de la vistosidad y la conducción del esquivo elemento, siguiendo una estrategia de construcción del propio juego y el desmantelamiento de la del adversario.

Entonces, en los diversos templos de concentración de masas que son los estadios, los espectadores ven en la resolución de ese mandato insólito, un reto que satisface su búsqueda de excitación, y por eso viven el partido como un catalizador de emociones arcaicas comunes. En el envés de este lado luminoso se instala, por tanto, el significado sociológico que nombra apuestas menos ilustres: el racismo y la xenofobia, el tráfico de influencias, el negocio deportivo inescrupuloso o el imperativo de vencer al adversario apelando a métodos inaceptables como la brutalidad y el daño intencional en lo físico o en lo moral recurriendo a la simulación y la trampa.

El significado del fútbol como “duelo de hombría”, muy enraizado en la subcultura del juego, tampoco lo honra, pues la comparación entre la acción de “meter goles” y el “orgasmo” conduce, a quienes esto pregonan, a darse derechos discutibles. Ciertos aficionados tratan de imponer los logros de sus equipos como equivalentes de su identidad de género y del poder sexual que a ella asocian, lo cual es cuestionable, pues, en ocasiones, resbalan hacia formas de un vandalismo extremo. Esas expresiones de salvajismo transmiten la idea de que detrás de sus arrogantes protagonistas se esconden seres frágiles, pueriles e incapaces de controlar sus deseos que delatan una personalidad masculina frágil y que suscita la pregunta por la responsabilidad de las sociedades en la generación de tal clase de contenido como referente de la masculinidad. La asociación del fútbol a la hombría también acarrea inconvenientes sociales, pues restringe las posibilidades de juego para las mujeres, quienes, sin embargo, han conseguido abrirse un lugar en ese universo, si se tiene en cuenta el crecimiento del número de jugadoras en diversas sociedades.

En suma, leer el fútbol bajo las claves sugeridas en este libro lleva a adoptar una actitud dispuesta a examinar sus grandes apuestas, con la expectativa de quien supone no saberlo todo sobre ese juego, abierto e inagotable, en una sociedad donde la producción de narrativas en torno a él parece no tener fin.

El libro Fútbol desde la tribuna. Pasiones y fantasías, aborda la realidad del fútbol, en términos de un universo de sentido colectivo, pues la simbólica que nutre su ritual y el nexo apasionante de los seguidores con él, se concentra en el significado dado por estos a los diferentes elementos que componen el juego. La simbólica que inspira la puesta en escena de la disputa colectiva por la pelota, abraza a las potencias y a los fluidos del cuerpo (a la fuerza, a la plasticidad, a la rapidez de movimiento, al sudor y a la testosterona, por ejemplo), al divorcio pie-mano en el propósito de conducir el balón y a las fórmulas de acoplamiento entre el pie y el balón, engendrador de gol, y entre el arquero (1) y la puerta, que lo evita.

Entonces para conseguir el cometido planteado se repasa la idea según la cual el fútbol es un hecho de sociedad y de cultura ligado a una historia portadora de repercusiones socioeconómicas; este repaso permite comprender su transformación en el fenómeno sociológico mundial de hoy, que está bajo la batuta de la industria cultural, del negocio del entretenimiento y de los medios, cuyo objetivo común es, ante todo, la incitación al consumo masivo del espectáculo deportivo.

Aquí se vela por guardar la perspectiva crítica de estos hechos y se acepta que la discusión relativa al estatuto socio-histórico del fútbol está mediada por dos posiciones:

La de quienes, viendo en los juegos antiguos a los ancestros del fútbol, lo promueven como una actividad de carácter sagrado y cuasi religiosa.

La de quienes, reconociéndolo como un deporte surgido en el seno de la sociedad inglesa, bajo la ideología burguesa del self-made man capitalista, lo interpretan como la práctica cultural de desfogue propia a un hombre de instintos reprimidos e inclinado, por esa represión, a establecer adhesiones elementales al juego susceptibles de desembocar en fanatismos ciegos.

La perspectiva de análisis asumida en este libro pretende valorizar la intersección de esas dos interpretaciones, dado que el fútbol abarca el sentido tanto de juego como de deporte. Por lo primero, se impone su significación telúrica y sus resonancias simbólicas de cara al cuerpo y a nuestra condición en el cosmos; como deporte, enseña su carácter de bien cultural en la era del ateísmo moderno, que da lugar al negocio para algunos, a la catarsis para otros y aun al enojo para unos cuantos. El sentido del fútbol en cuanto deporte es revisado en el capítulo, titulado “Fútbol, un insondable universo”; la lectura de los dos últimos apartados que lo componen permite aprehender la dimensión sociológica del fútbol.

Su sentido como juego es tratado a lo largo del capítulo “Marte y Eros en el juego”; la lectura de los apartados que lo componen da cuenta de la dimensión antropológica del fútbol y de la importancia de la corporalidad en tanto vector que une la realidad del juego y la realidad del inconsciente y de las pulsiones. Este capítulo se fundamenta en el reconocimiento del valor simbólico de ese juego, que suscita movimientos inusitados del cuerpo y en cuyos límites se actualiza la dinámica de progresiones y regresiones de nuestros instintos, se diluyen las fronteras del tiempo convencional y se consigue la hermandad de todos los seguidores en una gama común de expresiones de las emociones, que van desde las más extrovertidas hasta las más discretas.

Escudriñando en el fondo de eso que los aficionados identifican como “emociones sin parangón”, pueden entreverse en el juego del fútbol el oculto trabajo de transferencia de las pulsiones que nombran a Eros y a Marte, el papel de la imaginación, la inestabilidad emocional y la desmesura de la cual es capaz nuestra especie. Las cuestiones abordadas en los diferentes apartados, relativas a la correlación de fuerzas asociadas a la técnica y a la creación que laboran juntas para encarar, a través de la hazaña corporal y el bello gesto, la falta de cooperación entre manos y pies en el objetivo de controlar un balón, dan cuenta del enraizamiento del fútbol en el orden más determinante de la condición humana. Y es que el propósito de refinar las competencias del pie para emular la mano en la conducción del balón concuerda con nuestra vocación de seres dispuestos a rebelarse contra la naturaleza para ampliar su espacio vital en el universo y enseña que la imagen del ser humano, históricamente modificada hasta la llegada al prototipo del hombre blanco, pacífico y urbano que encarna en el noble jugador, extendido como modelo al mundo entero, no está liberada de los apetitos irracionales.

El último capítulo, “Virilidad”, considera el fútbol como un deporte urbano tallado a la medida de la condición social del hombre; en él se revisita el tema de las relaciones de género porque muchos seguidores le reclaman al juego el cumplimiento de un imperativo: representar un modelo de hombría y cumplir el papel de agenciar la identidad masculina. Los apartados de este capítulo muestran esta paradoja: el fútbol resulta atractivo porque, en nombre de ese juego considerado viril, los hombres pueden olvidar el mandato cultural que les exige ser adultos, heterosexuales y capaces de manejar sus emociones. Y es que en el estadio impera el principio de desmadrarse en el reencuentro de la infancia perdida y en la progresión de los instintos y los fantasmas eróticos primarios cuyo corolario es la regresión de límites del yo en favor de una fusión imaginaria con el todo que fascina.

La autora
Montreal, marzo de 2011

Nota:

(1) En esta obra utilizaré el vocablo arquero, para nombrar al portero. En América Latina es muy corriente este uso de lenguaje quizá porque se concibe que el gol, se marca en el arco de la puerta.

Fuente:

Vélez, Beatriz. Fútbol desde la tribuna: pasiones y fantasías. Sílaba Editores, Medellín, 2011, p.p.: 13 – 20.