Presentación

Inicio de obra

Cuentos y crónicas

—Julio 28 de 2016—

“Inicio de obra - Cuentos y crónicas” (antología) de Álvaro Tangarife, Ana Inés Valencia, Claudia Ivonne Giraldo, Juan Fernando Uribe, Juan Raúl Navarro, Luis Felipe Cano y Luis Fernando Correa

* * *

Antología de cuentos y crónicas de Álvaro Tangarife, Ana Inés Valencia, Claudia Ivonne Giraldo, Juan Fernando Uribe, Juan Raúl Navarro, Luis Felipe Cano y Luis Fernando Correa.

Editorial La Banda

* * *

Tiene algo la palabra cuando se despliega para conjurar al pájaro, al amor desolado, los tiempos idos. Y es sagrado el momento en que alguien, en medio de sus amigos, lee su texto con la esperanza de que les agrade, de que esta vez todo el cuidado que puso al escribir sea recibido como un regalo a esa amistad cómplice en las palabras. Nada mejor. Vuelve a arder el antiguo fuego de la comunidad humana, los más antiguos símbolos, los huesos de la humanidad. Somos, por un momento, un grupo en torno a una hoguera, un anciano que cuenta, niños que escuchan con los ojos bien abiertos.

No es otro el interés que alienta esta publicación: un juego, una prueba, una carta al viento. Lejanos de intereses comerciales, a estos amigos les gustan los cuentos, esos mecanismos perfectos o extraños que a veces producen tan honda significación.

Claudia Ivonne Giraldo

* * *

“Inicio de obra - Cuentos y crónicas” (antología) de Álvaro Tangarife, Ana Inés Valencia, Claudia Ivonne Giraldo, Juan Fernando Uribe, Juan Raúl Navarro, Luis Felipe Cano y Luis Fernando Correa / Ilustración de Álvaro Tangarife Ortiz

* * *

A trazos de mosca

Por Álvaro Tangarife Ortiz

Cierto día una mosca se convirtió en pincel. Desde tiempos remotos muchas de ellas lo habían intentado y lo habían logrado, pero lo que escribían no había sido entendido por ninguno de nosotros los humanos. No es extraño: hemos descubierto muchos otros secretos que durante siglos han estado guardados por la naturaleza y de repente “brotan” como un regalo para aquél que está dispuesto a traducirlos por el bien de la humanidad.

Me hallaba tumbado en mi cama, huyendo del ruido y el calor de la ciudad que, sin embargo, me perseguían hasta allí. De pronto una mosca revoloteó por el espacio del cuarto interrumpiendo mis pensamientos. Me dispuse a deshacerme de ella. Pero antes advertí que se había posado en una gota de jugo derramada en la mesa de noche y que luego se había levantado untada del almíbar. Parecía, me dije, el pincel de un pintor después de recoger tinte de la paleta de colores. Esta imagen fue la que me hizo ponerle cuidado a la mosca y atender las palabras invisibles que formaba en el aire.

Fue necesario que aplicara una observación minuciosa al derrotero de la mosca; descubrí, no sin asombro, que escribía mensajes concisos en letra pegada con una pésima caligrafía. Recorrí con mis ojos la línea de su recorrido. Debí emplearme a conciencia, muy atento. El animal confundía las palabras cuando se desplazaba y tachaba con su lengua fina, eso me pareció, cuando se equivocaba.

Pongo en conocimiento del público este descubrimiento, y hago constar que no lo hago con el fin de recibir una remuneración económica o ganar fama, como ya muchos descubridores lo han hecho; lo hago para beneficiar a toda la especie humana. Sé que descifrar la caligrafía y razonamiento de las moscas se convertirá en una ciencia y habrá eruditos especializados en su interpretación. Yo sé, por ejemplo, que algunas moscas se dedican a la predicción del futuro. Podrían ser nuestra salvación. Cuántas catástrofes se hubieran podido prevenir si no hubieran sido interrumpidas por el golpetazo de un periódico, el mismo diario que al día siguiente traería la noticia del desastre.

Algunas escriben obras maestras de literatura, quizás mejores que el mismo Don Quijote de la Mancha, o hermosos poemas que el mismo Rimbaud pudo copiar para sí, en vez de observarlas desinteresadamente “zumbando alrededor de atroces pestilencias”. Podemos leer recetas de cocina que desinteresadamente revelan a pesar de que en cuestión de gustos gastronómicos no son muy refinadas que digamos. Ellas, que resolvieron ecuaciones matemáticas en la era de las cavernas, estuvieron también sobre las viandas de las cenas que cambiaron la historia de la humanidad y revolotearon por las habitaciones en donde se desataron la más secretas pasiones del pasado. Ellas dejaron sus anales veritas sobre el mesón de una triste cocina o sobre paredes blancas, pero la mano diligente de una doña los borró con su trapo jabonoso.

Usted, amigo inexperto, antes de matarlas lea bien el vuelo de las moscas, lenguaje que nunca descifraremos del todo. Por ejemplo, estando yo de viaje en otro país, descubrí que las moscas de allá no escribían en el idioma de ese país sino en el mío propio, es decir que ellas simplemente revolotean, entonces el recado se forma aparentemente en la mente y en el dialecto de quien lo desentraña. Dicho esto se puede concluir que quién descifra un mensaje en chino, ve la mosca revolotear más rápido y de una manera más condensada, según este tipo de escritura tan difícil para nosotros.

Queda pues para el hombre, en el trayecto hacia el encuentro con Dios, un misterio más revelado.

Y hago constar que nada de lo escrito aquí ha sido divulgado por alguna mosca. Que surge de mi propia autoría; de hecho, mientras escribía, una de ellas revoloteaba sobre mi cabeza, lo que además de desconcentrarme acrecentó en mí el temor que se levanta en estos convulsionados días por los pleitos sobre los derechos de autor. Entonces irremediablemente tomé la decisión de aplastarla.

Fuente:

Inicio de obra. Antología de cuentos y crónicas de Álvaro Tangarife, Ana Inés Valencia, Claudia Ivonne Giraldo, Juan Fernando Uribe, Juan Raúl Navarro, Luis Felipe Cano y Luis Fernando Correa. Editorial La Banda, Medellín, 2016.