Presentación

Karaktere Aguirre

Junio 10 de 2010

Documental "Karaktere Aguirre" de César Montoya |

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César Augusto Montoya es periodista, cineclubista, crítico de cine, realizador audiovisual y profesor en la Universidad de Medellín. Cofundador con Paul Bardwell de la revista de cine Kinetoscopio, donde escribe desde el primer número, publicado en 1990. Autor del documental “José Manuel Arango: la humildad del jardinero”, y de “Karaktere Aguirre”, la serie de televisión sobre Alberto Aguirre que se encuentra en la etapa de post-producción.

Presentación de los dos primeros
capítulos y diálogo con el director

Ver en Youtube presentación
de Karaktere Aguirre

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Alberto Aguirre Ceballos

Abogado, periodista, editor, librero, fotógrafo, traductor, crítico de cine y ensayista colombiano nacido en Girardota, Antioquia, en 1926. Abogado de la Universidad de Antioquia del año 1957. Juez del trabajo a los 23 años y magistrado del Tribunal Superior de la Sala Laboral a los 30 años. Docente durante siete años de derecho en la Universidad de Medellín. Durante su ejercicio como abogado introdujo doctrinas y tesis novedosas a la jurisprudencia nacional. Se entregó con pasión a la investigación del genocidio de Santa Bárbara, donde 28 trabajadores del cemento fueron muertos a manos del ejército.

Posteriormente se dedicó al periodismo, poniendo al servicio de este oficio el conocimiento de su formación jurídica. Fundó y dirigió en Medellín la Agencia France Presse (AFP). Fotógrafo, editor, columnista en los periódicos El Mundo, El Espectador, El Colombiano y El Diario, en las revistas Universidad de Antioquia, Ideas y Valores, Eco, Cromos y Soho, entre otras publicaciones. Exiliado en Madrid en la década de los ochenta por amenazas de muerte.

Conocido no sólo por ser un cinéfilo y lector apasionado, sino por sus esfuerzos para avivar el interés en otros hacia el cine y la literatura. Aguirre Editor, su sello editorial, publicó obras tan importantes como la primera edición de El coronel no tiene quien le escriba (1961) de Gabriel García Márquez, el Libro de los viajes o de las presencias (1959) de Fernando González, las Obras Completas (1960) de León de Greiff y Marea de ratas (1960) de Arturo Echeverri Mejía. Alrededor de la Librería Aguirre (1959-1997) se formó toda una generación de escritores e intelectuales antioqueños como Manuel Mejía Vallejo, Carlos Castro Saavedra, Mario Rivero y Fernando Vallejo. Gonzalo Arango y el grupo de los nadaístas también se reunían allí.

Fundó el Cine Club de Medellín y creó “Cuadro”, la primera revista especializada en cine en Colombia.

La gran formación intelectual de Aguirre, su inmensa cultura literaria, unidas a su calidad humana y a su conciencia moral, han sido un apoyo discreto pero indispensable para numerosos escritores colombianos.

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Alberto Aguirre, Fernando González, Manuel Mejía Vallejo y Carlos Castro Saavedra

1959. Librería Aguirre, en Maracaibo con Palacé. El maestro Carlos Castro Saavedra firma ejemplares de su nuevo libro. Le acompañan, de derecha a izquierda, Manuel Mejía Vallejo, Fernando González, Alberto Aguirre y Olga Elena Mattei.

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Serie de Televisión

Karaktere Aguirre

Serie de televisión de 13 capítulos de 25 minutos sobre la vida y obra de Alberto Aguirre por medio de una gran entrevista o reportaje en profundidad realizado por el escritor Héctor Abad Faciolince.

Complementada con una serie de quince entrevistas con diferentes personajes de la vida cultural nacional que amplían, contextualizan y hacen un contrapunto de opinión en todos los temas tratados por Alberto Aguirre y Héctor Abad.

Dichos personajes son Víctor Gaviria, Eduardo Escobar, Orlando Mora, Juan José Hoyos, Carlos Gaviria, Ernesto Ochoa, Aura López, Mario Gutiérrez, Gustavo Restrepo, Sonia Martínez, Pablo Aguirre, Oscar Hernández, Luis Fernando Botero Aguirre, Juan Gossaín, Darío Arizmendi, Marianne Ponsford, Luz María Sierra, Guillermo Angulo, Juan Diego mejía, Plinio Apuleyo Mendoza y Enrique Santos Calderón.

Toda la serie de televisión está respaldada con el material fotográfico y audiovisual de archivo que permite ubicar y precisar al espectador en los temas tratados por todos los personajes. Serie de televisión con una identidad musical y una presentación gráfica ágil y moderna.

Capítulo 1. Alberto Aguirre y Fernando González. Capítulo 2. Alberto Aguirre y Fernando González (segunda parte). Capítulo 3. Alberto Aguirre, Gabriel García Márquez y León de Greiff. Capítulo 4. Alberto Aguirre, Gonzalo Arango y el Nadaísmo. Capítulo 5. La Librería Aguirre y el Cine Club de Medellín. Capítulo 6. Alberto Aguirre y el cine. Capítulo 7. Alberto Aguirre: cine y periodismo. Capítulo 8. Alberto Aguirre: infancia y familia. Capítulo 9. Alberto Aguirre: el exilio y su relación con los escritores Manuel Mejía Vallejo, Carlos Castro Saavedra y Héctor Abad Faciolince. Capítulo 10. Alberto Aguirre: poesía y poetas. Capítulo 11. Alberto Aguirre y el 9 de abril de 1948. Capítulo 12. Alberto Aguirre y su relación con Camilo Torres, Jorge Eliécer Gaitán y la muerte de Carlos Gardel en Medellín. Capítulo 13. Opiniones sobre Alberto Aguirre.

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Documental "Karaktere Aguirre" de César Montoya | Alberto Aguirre Ceballos y Héctor Abad Faciolince

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Uno de los visitantes del silencio —un sol silencioso— es Alberto Aguirre. Estar en su corazón es como estar en un trono.

Fernando González

Ya no recuerdo cómo conocí a Alberto Aguirre. El vive en mí como una historia sin pasado. Podría decir, sin exagerar, que lo conocí justo en ese momento terrible de soledad en que un amigo nos salva de la catástrofe. La catástrofe era… yo mismo. Sólo recuerdo que los años más negros, más pútridos de mi juventud, están bellamente, dramáticamente ligados a su amistad. Sin él, es muy posible que otro Gonzalo escribiera estas letras. No yo, que hoy sería un espectro. Pues antes de conocer a Alberto Aguirre, mi porvenir era el suicidio. Alguna vez, en los albores del nadaísmo, un periodista me preguntó qué se necesitaba para ser nadaísta. Yo le dije que tener un hermano que trabajara por uno, y para uno. Era una broma. Pero en cierto sentido, si tomamos el rábano por las hojas, era verdad. Para mí ese hermano era mi amigo Alberto Aguirre. El me pagaba el bus y me rescataba de la cárcel cuando me metían por turbar el orden moral y laborioso de la Villa de la Candelaria.

Gonzalo Arango

Basta ojear hoy una de las columnas permanentes de Alberto Aguirre en un periódico regional o en una revista nacional y hacer lo mismo con periódicos de hace diez, veinte o cuarenta años para hallar, sin sorpresa en él, una misma actitud ante el periodismo, ante la vida, ante la sociedad; actitud que, diríamos, resume una inquebrantable postura ética: espíritu crítico y hombre fiel a sus principios. ¿Y cuáles son que no sorprenden en él por su fidelidad a ellos durante toda una vida, pero sí a los lectores que se ven sacudidos cada vez que leen sus crónicas, ayer como hoy? Esos principios son heredad del pensamiento ilustrado del que hace gala: una fe sin límites en la libertad en su sentido más amplio y en todas las facetas de la vida, el ejercicio de la razón y de la crítica razonada y la solidaridad con aquellos que, sometidos a todo tipo de alienación, han perdido o nunca han tenido voz.

 Augusto Escobar Mesa

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“Cuadro” – Muerte de
Héctor Abad Gómez

Por Alberto Aguirre

Se acabaron los sueños. Ese plomo que rompió el corazón de Héctor Abad Gómez me rompió, del mismo golpe, la patria. Es una sensación amarga, que sobrepasa el dolor. Por ese plomo ya no tengo patria. Porque la patria es algo más que un territorio y es algo más que un pasaporte: la patria es un sueño. Ese que se empezó a edificar allá en la adolescencia junto a compañeros como Héctor Abad Gómez. Nunca el afán de sumar cosas o bolsas, sino el afán de la justicia: ese dolor de los pobres y de los humildes y de los desheredados y de los desposeídos y de los maltratados y de los vejados y de los relegados y de los marginados del gran banquete de la vida, era el impulso de ese sueño. Que para ellos, y para todos por igual, se diera algo tan simple como la justicia. Era lo que sustentaba el sueño de la patria. Nuestro clamor, desde esas ilusiones y luchas de la juventud (cuando el sueño es tan entero), era algo que ni siquiera requería de una etiqueta o de un cartel: el pan para todos. Y así era la patria ensoñada: un espacio y un cielo donde el pan fuera universal y el techo cubriera todos los fríos. Por eso digo que la patria es un sueño. Ese del pan igual. Ese de la justicia. Porque sin la justicia la patria se esfuma y se desgarra. Y nosotros la soñábamos entera. Y ese sueño, ese único sueño, fue siempre nuestro impulso. Nunca el odio: siempre e1 amor. Por ellos, por los humildes, para que accedieran al pan y a la esperanza.

Puedo jurar (lo sé en el corazón) que nunca nos ocupó el odio. Que a Héctor Abad Gómez nunca lo movió ni la hiel ni el odio. Bien sabía que el reparto desigual de los bienes del hombre no es obra de un destino ineluctable, sino producto de una apropiación o de un despojo: desigualdad impuesta por los hombres. Y había que corregirla para así realizar aquel sueño de la patria. Pero nunca, hacia los detentadores de la riqueza de los hombres, el dardo del odio. Teníamos confianza en la palabra que dice la justicia. Una fe ciega (que ahora se ve ingenua) en el poder de la razón, vehículo de la palabra. Nunca el odio. Porque sabíamos que el odio es la antesala de la muerte, y nuestro clamor fue siempre por la vida. Quizás haya sido un clamor en el desierto. Pero se mantenía la convicción intima de que el clamor de la palabra por la justicia algún día sería escuchado, ablandando el corazón de los poderosos. Para que el reparto del pan en el banquete fuese de nuevo una fiesta y no un arrebato. No queríamos ni sabíamos arrancar el pan a punta de pistola. Nunca supimos de armas.

Creíamos que la palabra que dice la justicia sería un día, por sí sola, refulgente. A veces, o siempre, ante el dolor del desposeído, ante la injusticia lacerante, se arrugaba el corazón y se desenvolvía en un gesto de ira: la ira santa contra los mercaderes del templo. Pero nunca el plomo. Nunca el odio. Nunca la muerte. Siempre la patria, el sueño y la justicia. Porque la palabra que dice razón de justicia era el soporte de nuestro sueño. Y siempre la incitación al amor. Soñando, siempre soñando, que al fin los corazones endurecidos serían dulcificados por el amor.

No servimos para otro combate que este del clamor por la justicia. Ni conocemos otra arma que la palabra que la dice y la reclama. Héctor Abad Gómez era el más soñador entre los nuestros. Porque su fe seguía siendo ciega, aunque ya de cerca aullaban los lobos. Y a veces nos asombraba la fortaleza de su ilusión. Ahora sé, de algún modo secreto, que esa ilusión suya era la que mantenía el sueño de la patria.

Ahora, roto el sueño, se esfuma la patria. Porque con el viejo compañero se ha ido el soporte del sueño. Y queda uno, no ya sin caminos, sino sin rumbo. Más esta desazón por la inutilidad de la palabra, que era nuestro único recurso. Ni siquiera eso nos queda. Porque la palabra ha sido aniquilada por el plomo.

Hay un exilio peor que el de las fronteras: es el exilio del corazón.

Fuente:

Periódico El Mundo, columna de opinión Cuadro, septiembre 4 de 1987 (no hay certeza en la fecha).

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Documental "Karaktere Aguirre" de César Montoya | Alberto Aguirre Ceballos y Héctor Abad Faciolince

Alberto Aguirre y
Héctor Abad Faciolince

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Alberto Aguirre y el cine

Este fragmento es una primicia de la entrevista de Héctor Abad Faciolince a Alberto Aguirre que aparece en “Karaktere Aguirre”, la serie de televisión testimonial sobre Alberto Aguirre dirigida por César Augusto Montoya. En el momento el proyecto está en etapa de post-producción de los dos primeros capítulos en la Universidad de Medellín y busca financiación para su culminación.

Agenda Cultural Alma Máter

Héctor Abad Faciolince:

Hablemos más de cine, ¿cómo lo descubriste y por qué te apasionaste por el cine?

Alberto Aguirre: El cine es la única diversión para un niño en el 30, 31, 32 aquí en Medellín, y yo ya vivía en Medellín.

HAF: ¿Te llevaban a cine o ibas a cine?

AA: Iba a cine, me acuerdo mucho que iba al teatro Junín, al gallinero del Junín; era una cosa prodigiosa porque eran unas bancas que daban la vuelta a todo el gallinero, y cabían 2.500 personas, no había sillas, y abajo otras tantas. Entonces los sábados daban esas series en continuo, daban cinco episodios y daban dos y después los otros tres o daban cinco de una, películas de vaqueros; era la única entretención en Medellín en esa época y yo tenía un primo con el que iba y nos dejaban entrar, dos por cinco. Y después, ya por otras, me vuelvo crítico de cine y fundo el cineclub y sigo haciéndolo. Pero fue una diversión, yo nunca pensé hacer cine, nunca. Recordando el nacimiento del cine, los intelectuales y la gente decía, cuando nace el cine en 1895 (empieza a comienzos del siglo XX), en Francia decían que era un entretenimiento indefenso, que el cine no serviría sino para eso y yo creo que sigue siendo eso, el cine no es un modo de expresión.

HAF: Pero el entretenimiento es una cosa importante.

AA: Sí, es muy delicioso, qué tal que todo fuera deliberación y razón.

HAF: Hablemos también de la fundación del Cine Club de Medellín o, más que de su fundación, de cómo floreció. ¿Cuánto tiempo funcionó?

AA: O cómo desapareció. Primero, aquí hubo un cineclub que se llamaba Cine Club de Medellín dirigido por Camilo Correa. Camilo Correa fue el primer crítico de cine que hubo en Colombia. Él firmaba Olimac, Camilo al revés. Entonces Olimac había estado en los Estados Unidos y le cogió amor al cine, empezó una columna en El Colombiano y era muy ignorante, le gustaba el cine pero de resto no pasaba y fundó un cineclub, el del teatro María Victoria y yo fui. Eso fue en 1953. Yo estaba recién salido, en fin, me gustaba mucho el cine desde niño y me afilié al Cine Club. La primera película que dio fue El incendio de San Francisco, me acuerdo, en el teatro María Victoria.

HAF: ¿Para inaugurar el Cine Club?

AA: Para inaugurar el Cine Club. Y después dio otra que no me acuerdo y empezó una campaña de la Iglesia católica del padre Fernando Gómez Agudelo (1) que todavía existe, es el de La Hora Católica, está vivo. Es increíble que esté vivo y echando veneno. Empezó a decir que el Cine Club era dañino porque siempre se asociaba cineclub con cine rojo para ver cine prohibido. Entonces vinieron los artículos en El Colombiano. Entonces Camilo, que tenía también una empresa de publicidad y de cine, hizo una película que se llama Colombia linda, de la cual espero que hablemos algún día porque es el fenómeno del cine colombiano, esa la hizo Camilo y trajo máquinas.

HAF: ¿Pero ése fue el que intentó hacer un Hollywood por Copacabana?

AA: Si, allá lo hizo en Copacabana y por allá entró el que hizo la película sobre Marco Fidel Suárez, Enoc Roldán. Camilo tuvo que cerrar el Cine Club por la presión de la Iglesia, eso fue en 1954. Entonces en 1956 estábamos, y me acuerdo, en la Alianza Colombo Francesa en la celebración del 14 de julio. El director de la Alianza era un francés muy querido, autor de una novela en francés, muy mala, que me prestó, se llama René Clement. Y estábamos ahí charlando Eddy Torres, Rafael Vega, René Uribe Ferrer; el día de Francia nos juntábamos los intelectuales de peso a celebrar la revolución, la toma de la Bastilla. Entonces dijimos, hombre, fundemos un cineclub, por hacer algo. Hay que pensar que Medellín era un erial, no había nada. Entonces tal vez nosotros pensábamos abrir un espacio cultural. Ahí mismo fíjate que lo cerraron: la Iglesia. Entonces como soy abogado, tengo tácticas; primero hicimos una reunión y yo me tomé el puesto principal, es que si no, no funciona, de Secretario General, ese es el que manda, según la organización comunista. El Presidente es un figurón. Nombraron Presidente a René Uribe Ferrer y a mí Secretario. Entonces se nombró una comisión para ir a hablar con el arzobispo de Medellín, explicar y pedir permiso, prácticamente pedirle permiso. O explicarle qué es un Cine Club.

HAF: ¿Era Tío Joaquín?

AA: Era tu tío Joaquín García Benítez. Tío aquí del doctor, tío abuelo ¿no cierto? Pero monseñor García Benítez ya estaba perdido, él perdió la memoria y el arzobispo, coadjutor se llama, era el que estaba ejerciendo.

HAF: El secretario general.

AA: No, el arzobispo coadjutor era monseñor Buenaventura Jaureck (2), que era un hombre joven, abierto; entonces le pedimos cita en el Palacio Arzobispal, René (pues yo llevé a la pesada goda) y Rafael Vega y yo, y nos recibió y le dijimos que pensábamos montar un cineclub. Le contamos lo que había ocurrido y le aclaramos que un cineclub no tenía que ver con películas pornográficas, que esa era una idea falaz que se había formado en Medellín o en todo el país, o en toda América, que el cineclub, y el lema ese lo inventé yo: “El cineclub no es para ver cine, es para aprender a ver cine”, hay una sutileza y le dijimos quién era la junta directiva, que teníamos ya estatutos y declaración de principios. Entonces dijo: “No hay ningún problema” (él después fue obispo de Zipaquirá), o sea que obtuvimos el permiso de la Iglesia. Y lo otro que caracteriza al cineclub es no estar sometido a la censura, porque el cineclub, aunque se dé en un teatro es una entidad privada, es como dar cine en mi casa y yo invito a mis amigos. Y fui a la Secretaría de Gobierno para que no nos sometieran.

HAF: Porque en esa época se pasaban todas las películas por un comité de censura y quitaban episodios.

AA: Y entonces dije, bajo censura no funcionamos, entonces al Secretario de Gobierno, no recuerdo quién era, le dije que no podían entrar sino los socios, nadie puede comprar boletas, y él aceptó y así se dio y así pudimos dar una película que estuvo prohibida muchos años en Colombia: Senso de Luchino Visconti con Alida Valli y Farley Granger, muy linda.

HAF: ¿Y cuántos años funcionó el cineclub?

AA: Esperate te cuento esto que es muy importante. Lo de Senso, porque es sobre la ocupación del norte de Italia por las tropas austríacas y, ¿dónde fue que estuve con vos?

HAF: En Verona, en Turín.

AA: En Turín Alida Vali era una dama casada que se enamora del invasor Farley Granger y tienen relaciones, pero no se ven, en esa época no se mostraban, pero sí se sabe que tienen relaciones y se va con él, y aquí en Colombia estaba prohibida por la censura y yo la presenté en el cineclub porque yo no tenía censura, y el padre Gómez convocó a las milicias católicas a que ese lunes en el Teatro Avenida se presentaran a sabotear la película, lo dijo así abiertamente.

HAF: ¡Uff!

AA: La pesada no iba, yo hacía todo. Entonces yo llamé a René, un tipo muy noble, y le dije: “Mire, el padre nos lanza a la jauría de los católicos”, y llamé a Rafael y a Rodríguez, a todos: “Deben estar presentes”. Ellos pidieron ver la película a ver si era escandalosa y les hice una función ese mismo día y dijeron que no tenía nada de escandalosa ni contra la moral cristiana. Entonces fueron a la presentación y la función transcurrió tranquilamente. Yo después me calmé porque me tocaba repicar y andar en la procesión, me tocaba escoger la película.

HAF: ¿Se le pagaba algo al distribuidor?

AA: Sí, pero era don Fabio Díaz de Cine Colombia, y nos cobraba doscientos pesos.

HAF: ¿Era muy poquito?

AA: Sí, y después cuando estuvimos en el Teatro Colombia nos cobraba trescientos pesos. Es que el padre putativo del cineclub es don Fabio Díaz; todavía vive.

HAF: ¿Y estuvo por cuánto tiempo y con funciones cada cuánto?

AA: Eran dos funciones mensuales. Yo lo tuve por ocho años, con oficina y todo y teníamos una biblioteca.

HAF: ¿De cine?

AA: Si, la mejor de Medellín, y teníamos suscripción a las mejores revistas: Sight and Sound, Cahiers du Cinema, Positif. Entonces yo me cansé.

HAF: ¿Y vos organizabas el foro después de la película?

AA: Sí, y una cosa que era revisar la película por la mañana. Me acuerdo una vez que llegó a las 8 a. m. desde Bucaramanga El tesoro de la Sierra Madre, que es una bella película, y fuimos a verla, y el operador de Cine Colombia y yo solos y estaba toda trastrocada y nos demoramos como tres horas para ponerla en orden. Si hubiera llegado así a la función se paraliza; eso todo lo hacía yo.

Notas de Otraparte.org:

(1) Es Fernando Gómez Mejía.
(2) Es Buenaventura Jáuregui.

Fuente:

Revista Agenda Cultural Alma Máter, Universidad de Antioquia, N° 163, marzo de 2010.

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Créditos
Karaktere Aguirre

Producción:
Universidad de Medellín

Dirección:
César Augusto Montoya

Productora:
Ligia Escobar

Dirección de Fotografía:
Mauricio Vélez

Producción de Campo:
César Cardona

Asistencia de Dirección:
Natalia Gaviria

Camarógrafos:
Camilo Vasseur
Juan Sebastián López
Mario Barrios

Foto Fija:
Nini Villegas
Natalia Gaviria

Entrevistador y Asesoría Temática:
Héctor Abad Faciolince

Guiones e Investigación:
César Augusto Montoya

Edición y Montaje:
Gabriel Serna

Graficación:
Juan Fernando Palacios Montoya
INVITRO

Asistencia de Post-Producción:
Karen Johana Crespo
Natalia Carrillo

Centro de Producción de Televisión
de la Universidad de Medellín

Felipe Jaramillo & Carlos Garcés

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LEÓN DE GREIFF - OBRAS COMPLETAS - “Para Fernando González, único hombre y único escritor sin vanidad en esta tierra mestiza”. —Alberto Aguirre

“Para Fernando González, único hombre y único escritor sin vanidad en esta tierra mestiza”.

Alberto Aguirre