Presentación

Las raíces de la nada

—Septiembre 13 de 2018

“Las raíces de la nada” de Alex García Ahumada

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Alexis García Ahumada (Medellín, 1990) realizó estudios de Lenguajes Audiovisuales en la Universidad de Medellín, donde además participó en el taller Los Campos Magnéticos. Es fundador y coordinador de la revista “Rizomas”, ha colaborado en el periódico cultural “Mecánica Celeste” y en el libro “Telos: Poetas y Poéticas”, en proceso de edición. “Las raíces de la nada” es su primer libro, donde concurren poemas y reflexiones ensayísticas. Actualmente hace tarea académica en el Parque Biblioteca Fernando Botero del barrio San Cristóbal en Medellín.

Presentación del autor y su obra
por Óscar Jairo González Hernández.

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No quiero decir que nunca haya buscado la manera de vivir y sobrevivir en este medio, sin necesidad de hacer muchas inclinaciones y declinaciones, Alexis García Ahumada, pero ese miedo hay que acabarlo y se pueden hacer muchas cosas sin tenerlo. Eso es lo que busca ahora entre la inmensa e interminable tiniebla del que oscurece y obstaculiza, dice cuando hace sus trayectos interiores por su Ciudad Rizomática.

La necesita y por eso la ha construido, pero ahora la dominan los que odian. No lo tenía concebido ni considerado así, pero es la realidad. Y quiso decir: una de las realidades, para no sentirse del todo derrotado y derribado. Y todo porque sabe muy bien que busca sostenerse en lo insostenible de su visión estética y transparente. Desea no causar turbulencia en esa perspectiva, o duda, sino mover bien las fuerzas hidráulicas para ello. Eso es lo que quiere hacer, se dice de nuevo y nada libremente en su mar de la tranquilidad exacerbada.

Óscar Jairo González Hernández

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Alexis García Ahumada / Foto © Diego Arango

Alexis García Ahumada
Foto © Diego Arango

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Proyectiles

Por Alexis García Ahumada

El universo se revela para el hombre como el infinito, aquello inabarcable y de lo que se habla siempre de una forma contingente.

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La noche nos aterra porque es el recuerdo del vacío en el que vivimos. Con su velo cubre todas nuestras obras y así recordamos que ante la muerte aquello que hemos edificado es insuficiente.

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Mostrar la inutilidad de la moral no significa que el ser humano deba vivir inmoralmente, se trata de indicar en qué medida la conducta moral es trágica, o cómica. Todos somos payasos que hacen reír a los dioses.

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Es cierto, el deseo de conocimiento entraña peligros, el primer hombre que se atrevió tomar el fuego en sus manos bien se pudo haber quemado, y es de presumir que sintiese miedo ante algo tan desconocido y amenazante. Solo quien va más allá de sus miedos puede llegar a conocer.

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Venir al mundo, venir al desastre.

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Lo más normal en el ser humano es el deseo de conocimiento, pero la pereza y el miedo terminan por dormir ese deseo con su macana policial. Existen aquellos que se levantan en contra de la desidia y las cobardías propias de su ser y se lanza en los brazos de un conocimiento que les produce dolor. Los verdaderos faustos de la existencia.

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Si lo pensamos bien, el miedo al otro es el fundamento no solo de la sociedad sino además de sus avances científicos y tecnológicos.

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Somos parte del peor tipo de escritores, los románticos, unos que no pueden crear si no es en el delirio y la angustia, y el delirio y la angustia casi nunca permiten crear porque toman toda la capacidad intelectual del individuo y lo consumen. Es en escasos momentos de plenitud, cuando estos esbirros son un recuerdo, que el creador puede plasmar parte de su experiencia.

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¿Es posible que el ser se piense a sí mismo?

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Bataille no deja de ver en sí mismo a un payaso, a un loco.

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Shakespeare es el hombre que anudó lo siniestro con lo sublime.

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El símbolo es un intento de darle materialidad a los conceptos, una materia que sea una sustancia entre la realidad visible y la abstracta.

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No toda lectura se debe hacer siempre en el campo de lo conocido y amigable; el discurso que nos ataca y cuestiona nuestras más sólidas bases, es un discurso necesario y que refresca las llamas del león. El pensamiento muere si no halla con quién luchar.

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Caín debió sentir un hondo placer al asesinar al lacayo de ese cruel rey que se hacía pasar por un dios.

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Dejemos hablar a los locos geniales, porque locos son todos, pero geniales, solo unos pocos.

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Para ir limpiando la consciencia de términos cristianos, considero que se debe hablar de “falta”, “transgresión” o “crimen”, en lugar de pecado. El pecado es una noción que tergiversa la intención, las consecuencias y la acción misma cometida por el “pecador”.

El crimen da el sentido de lo que yo considero el mal en el seno de la sociedad humana, un transgredir la ley en pro del placer individual y negando el bien colectivo, o afirmando el bien colectivo y destruyendo a un individuo para tal caso. Pero siempre el mal es realizado por un individuo, ¿la sociedad misma cómo puede ser mala? Ella destruye lo que teme y adora lo que la destruye. Y no es pecado una mala acción, porque lo que es malo para mí, es bueno para otros.

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La escritura automática de los surrealistas no pasa de ser un mal chiste romántico.

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Los horizontes son todos misteriosos, no se ve nunca su final, no se llega a ellos, siempre existe un paso más para alcanzarlos. No sería de extrañar que Zenón planteara su paradoja pensado en el horizonte como tortura y en Aquiles como ese pobre que sueña con él.

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Estos días son como sueños que se van diluyendo poco a poco hasta que despertamos y descubrimos que la vida está por acabarse.

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La tarde, con su luz que se va apagando, es como un anuncio de nuestra propia muerte, de ese atardecer en que la luz ya no entrará más por nuestros ojos y todo se hará oscuridad.

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Entre el odio y el miedo vivo atrapado, agazapado como un cadáver viviente.

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La obra de Shakespeare es un cruce entre la sensibilidad y el crimen. En su teatro se anudan el pensamiento de Sade con la más bella poesía. ¿Por qué todos no podemos alcanzar ese estado de gracia entre el mal y la belleza?

Fuente:

García Ahumada, Alexis. Las raíces de la nada. Editorial Ojo Mágico, Medellín, 2018.