Presentación

El libro del silencio

Mayo 12 de 2011

“El libro del silencio” de Luz Stella Martínez

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Luz Stella Martínez (Medellín, 1967) es Licenciada en Español y Literatura de la Universidad de Antioquia. Se desempeña como docente de Humanidades del Municipio de Medellín y forma maestros y niños en procesos de creación literaria por medio del Festival Infantil de Poesía, proyecto del cual es jurado y promotora desde 2003. Dirigió el taller de escritores del municipio de Copacabana (1997 – 2000) y ha sido catedrática de Gestión Cultural – Artes de la Palabra y de Lengua Materna en las facultades de Artes y de Educación de la Universidad de Antioquia. Poemas suyos han sido publicados en Revista Otras Voces (2003), Los Papeles de Babel (2004), Susurros Colombo Francesa (2005), Mujeres poetas de Antioquia (2008), La Tagua (2009) y Revista Quitasol (2004 y 2009). Fue incluida en la Antología de la Literatura Antioqueña Clásica y Contemporánea IDEA (2005) y obtuvo el premio de poesía “Los sueños de Luciano pulgar” (Bello, 2005).

Presentación de la autora
por Hugo Díez

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Tu libro intenta señalar una nueva dimensión de la palabra para describir el ámbito del silencio; te aproximas a otra forma de versificar y de desarrollar los temas, donde se crean silencios, rupturas sintácticas definidas, para ayudarle al lector a comprender el ámbito interior de los sordos. En tu poesía hay que buscar y encontrar lo no dicho, todo aquello que el poeta prefiere callar. Poemas con espacios en blanco que son los que deben leerse para comprender tu experiencia. En ellos encuentro una delicada tristeza que desea ocultarse. Reflejan no sólo tus soledades sino aquellas otras en que pueden vivir los sordos antes de hallar y usar los códigos de comunicación.

Umberto Senegal

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El libro del silencio

Por Pedro Arturo Estrada

Pocas veces encontramos en la más reciente poesía colombiana un libro que nos conmueva tanto desde la raíz, desde la médula, la entraña emotiva de la experiencia directa tanto como desde la propuesta formal y expresiva que logra realizar. Luz Stella Martínez, mujer consagrada al ejercicio continuo del poema y a la enseñanza de una palabra amorosa y cargada de conocimiento a niños, jóvenes y adultos en diversas instancias, nos entregó al fin este volumen, parco y breve, pero profundamente significativo.

La sordera como limitación fisiológica pero también, y quizá más inquietante aún, como elección, como acto de no escucha, es decir, el silencio como voluntad, como “música propia” o incluso, como “grito callado” (oxímoron que define en sí este libro). “La poesía de quien y por quienes no pueden decirla”; “otra forma del silencio que habla”; “El fonema ahogado del sordo biológico” o del poeta por condición; dolor de quien no puede nombrar y de quien nombrando fracasa doblemente.

“El niño sordo / nos dibuja la canción”; “Danza en el fonema mudo”…

Asombra, en primer lugar, la fina urdimbre de silencio y palabra, como la amalgama del ser y la nada, que en estas páginas se despliega, resultado de una indudable conciencia del oficio, del lenguaje que no es gratuita en Luz Stella Martínez. Años de búsqueda, trabajo con la escritura, lectura crítica de los mejores poetas y deseo permanente de depurarse, están aquí reflejados. Es desde esa conciencia del valor que tiene cada palabra, del peso específico que la define, sobre todo cuando está contrastada con la experiencia única de la sordera de los niños con los que ha trabajado también por años, como mejor se revela su milagro, su pureza y su belleza.

“Sordo es / como la flor / habla sin hablar” (…) “Habla en la sombra a sordas miradas / y sus ojos engalana de risa / cuando la lluvia cae”.

El libro es una inmersión, un viaje a las antípodas del propio decir, de la expresión como posibilidad aparente y confiada. Libro del silencio que se erige desde el centro de un desconcierto íntimo y sin embargo, afirmativo. Como si al final encontrase la verdadera voz de su ser enterrada del otro lado de la página. Una voz que hay que merecer, que sólo las propias realidades en su esencia pueden concedernos:

“Creo en la melodía de mis ojos conjugados en mis manos / en la voz de la campana cuando baila / en la marcha de mi corazón”.

De cierta manera la poesía se construye aquí desde su misma imposibilidad, es imagen de sí misma en el espejo de una palabra que también se sostiene en la precariedad, sobre el borde de lo inefable, o mejor, lo incomunicable que vuelve a posarse en esa “lengua en sed de voz”.

Es acaso este libro una protesta contra el verbalismo, el retoricismo fácil que puebla nuestros libros, nuestro devenir cotidiano. Tal vez no se lo haya propuesto así Luz Stella, pero algo de ello percibimos al término de su lectura, cuando “la musa descansa al apagarse la luz”.

No obstante, tras esta atmósfera cerrada, El libro del silencio es una celebración de la vida que bulle tras los gestos mínimos de los seres que allí se nos revelan en su prístina verdad: el niño sordo, la lluvia, el perro, el árbol, el amigo, la profesora de lenguaje; hermosos habitantes que saben iluminarse e iluminarnos desde ese silencio con la claridad de sus miradas, sus sonrisas, sus ágiles movimientos en la luz.

Este libro ve y hace ver esa breve danza de la vida en su sencilla sacralidad, su pureza del instante; no en vano Luz Stella nos entrega estas fugaces y a la vez eternas visiones de su mundo en imágenes limpias, plenas, descubriéndonos cómo los giros de ese encuentro secreto de la existencia “trazan jeroglíficos sobre la baldosa / dibujan una danza cada vez nueva” (…) bajo una coreografía de misteriosas dimensiones que replican en la tierra el propio baile de los dioses más allá del tiempo y descifran en los ritmos de los cuerpos “vistos desde arriba”, el orden, la “armonía celeste”. Voz secreta de los poemas de Luz Stella que se aúna a la ya larga cadena de resonancias de voces como la de Alejandra Pizarnik y su lucha con el silencio; el mismo Rilke y sus tumultuosos coros angélicos tras la extensión opresiva de lo abierto y el horror de la nada; el desgarramiento de Celan frente al lenguaje; el enmudecimiento de Rimbaud y antes, el de San Juan de la Cruz…

La palabra de Luz Stella ensaya pues su vuelo, sobreviviente del silencio, para posarse en nuestro hombro: “Grulla que canta” más acá de su dolor inarticulado, porque además, como bellamente busca mostrarlo en los poemas finales del volumen, ese “zumba que zumba” no se detendrá siquiera ante la desarticulación sintáctica que reflejarán el estado larval de un lenguaje conquistado desde el vulnerado corazón del niño sordo:

“Tú yo mañana / ver tú yo porque / llevar dulce fruta / (…) encontrar… / sentir contento / reír tú yo…”, infinitivos que en lugar de desconectar acaban restableciendo una intensidad profunda, instantánea en el ánimo, como el acento minimalista de un canto adánico donde todo debe volver a nombrarse: “Gusta mucho / dulce palabra (…) Yo sordo / aprender / verbo rico es (…).

Tanto es así que uno termina por imaginar que ese niño sordo modula mejor una verdad, una realidad más cercana y novedosa que la que habitualmente manejamos diluida en el gris de los conceptos o desperdiciada en la sobreabundancia de nuestras frases huecas.

Algo de la experiencia vivida en su día por el poeta José Manuel Arango alrededor del silencio y de los niños sordos y ciegos vuelve a la mente del lector al final del libro. No en vano Luz Stella fue discípula suya. En ella su poética sigue latiendo.

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Luz Stella Martínez

Luz Stella Martínez

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Poemas de
Luz Stella Martínez

Canción

A Manos Blancas

Los dedos buscan
en el desorden
de palabras
voces
inconclusas

En el canto
inverosímil
danza
en el fonema
mudo
canta en la garganta
su propia música

el niño sordo
nos dibuja la canción

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Grulla

Llega
toca tu hombro

vuelve
a la ventana

En el recién empezado libro
en el que sólo vacío hay
posa su dolor

grulla no canta

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Cita

Tú yo mañana
ver tú yo parque
llevar dulce fruta
dulce encontrar
parque
caminar
sentir contento
reír tú yo

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Comprender
comprender
vida


dice

nosotros querer hacer
mañana tranquilo estar sí
cómo
no sé
sordo siempre
siempre comprender
otros no

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Gustar

gusta mucho
dulce palabra español
ejemplo:
verbo rico es
gusta saber yo
probar
beber
sentir
rico es

español difícil
yo sordo aprender
verbo rico es

Fuente:

Martínez, Luz Stella. El libro del silencio. Editorial Cuadernos Negros, Número 17, Fundación Pundarika, Armenia, Quindío, 2010.