Presentación

Sol de estremadelio

Octubre 12 de 2006

Sol de Estremadelio - Lucía Donadío

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Lucía Donadío Copello, antropóloga de la Universidad de Los Andes, estudió un diplomado en Literatura del Siglo XX en la Universidad Eafit y participó en el Taller de Escritores que dirige Mario Escobar Velásquez en la Universidad de Antioquia. Se ha desempeñado como docente e investigadora etnohistórica y social. Dirige el Grupo Literario Letras de la Universidad Eafit y el Taller Literario para Adultos Mayores de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín. Sus cuentos y poemas han aparecido en diversas publicaciones, entre las que se destacan los libros “ArcaVoces” y “Ojo de Agua” (Grupo Literario Letras), y la revista “Odradek, el cuento”. Actualmente es la editora de Hombre Nuevo Editores. “Sol de estremadelio” es su primer libro de poesía.

Presentación del libro y su autora por Elkin Restrepo (Medellín, 1942). Abogado, poeta, narrador, dibujante y grabador. Ha sido fundador y codirector de las revistas literarias Acuarimántima, Poesía y Deshora. Colaborador de las revistas La Pluma, Eco y Mundo Nuevo. Actualmente dirige la revista de la Universidad de Antioquia.

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“Desde niña he sumergido mis ojos en el mar de la lectura y celebrado las voces, los rostros y los infinitos mundos encarnados en el vasto horizonte de los libros. La escritura ha ido llegando lentamente, como una enredadera que va creciendo y aferrándose a mi cuerpo, hasta atraparme con fuerza. Y me gusta estar atrapada entre las ramas de la historia y las sombras de un poema. Muchas veces las palabras y las frases a punto de luz me levantan de madrugada y me llevan como olas hacia la orilla del papel”.

Lucía Donadío Copello

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Poemas de
Lucía Donadío Copello

La Noche

En el vientre de la Noche
hilvano la canción del afuera,
terraza del crepúsculo
sobre la ciudad que duerme,
numen del sueño hundido,
tropel de luces aquietadas,
vértigo del recuerdo de lo que
aún no ha sucedido,
corolario del día,
cáliz del amanecer,
canto de luciérnagas extraviadas
en la catenaria
del reloj de arena,
trazo desbocado de las horas
en el vórtice de su danza
milenaria.

Callada y quieta
haces tu labor de pájaro,
tejiendo el nido de otro día.

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Del Mar

Del mar he bebido los manuscritos del ayer,
las salpicantes olas de tus huellas,
desembocaduras del alma en sus meandros,
horizonte de arena en el castillo mudo.

Del mar he aprendido su murmullo constante y corajudo,
su desparpajo y su dulzura en medio de la sal,
su luna que me arrastra como marea antigua,
buscando la orilla fértil.

Del mar he trazado los surcos de su manto,
la curvatura de su entraña,
la hondura de sus aguas al borde de la isla,
en este continente de voces que escalan las
olas de los días al roce de tu aurora.

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Tiempo

Voy a merced del tiempo
y su implacable señuelo
sobre el patio,
hojas desbandadas
de sus tallos,
pétalos hiriendo
con su humilde destierro
las voces de la tarde,
los últimos latidos de luz
golpeando como un látigo
mis pupilas hundidas,
mientras el velo
de la noche va
deslizándose
hasta abarcarlo
todo.

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Oficios Útiles

Remendar las tardes con pétalos de flores,
agujerear el tablero de los maestros,
beber amaneceres al borde de la noche,
hacer un puente de hojas secas,
hilar las nubes y prenderles fuego,
besar el mediodía en su espesura mansa,
guardar una moneda antigua debajo de una piedra,
buscar la claridad de la noche,
arrullar la tarde entre mis brazos,
hurgar entre sombras y recodos hasta encontrar
tus ojos anclados en los míos.

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Ausencia

¿De que está hecha la Ausencia?

De buscarte en la extensa
cumbre de las noches e
inventarte en los
aleros del día,
alquimia de infancia
arrollada al
borde de la
Espera.

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Sol de estremadelio
de Lucía Donadío

Por Eugenia Toledo-Keyser

Si se lee el libro Sol de estremadelio de la poeta nacida en Colombia, Lucía Donadío Copello, se podría concluir que no toda esperanza está clausurada. El título optimista y visual nos trae a colación la metáfora de la flor blanca del árbol de especie nativa, el estremadelio, que crece copiosamente alrededor de Medellín donde reside la poeta.

Sus poemas, henchidos de ternura, recogen la vida cotidiana y los momentos compartidos, convirtiéndolos en imágenes de contraste entre la memoria y el olvido: “Un día descubres una astromelia, / exploras sus desorbitados pétalos, / indagas el tallo de su olor; / sabes que como toda flor se agota / en su agonía quieta de florero, / lloras el lento esfumarse / del rosado de su entraña, / convocas un concierto de manos / para atajar los pétalos que caen, / … / siembras astromelias al borde / de la noche para acallar / el sépalo de una ausencia…”(p.22).

La idea es rescatar los recuerdos, porque hay necesidad de ello; que el olvidar es morir:

y en el tembloroso
estigma del recuerdo,
cantas himnos rosados
que derrotan el olvido. (p.22)

Lucía Donadío Copello dividió su libro en tres etapas. La primera llamada HUERTO es una revisión de sus inspiraciones. Aquí están la muerte y la pérdida de seres queridos (“Mi Padre”, “Madre”, “Infancia”, “Barrio”, “Patios”, “Mis Muertos”, “Patria”, etc.). Es el mito del regreso a un mundo que fue y ya no es el mismo, pero del cual se rescata lo positivo y lo que fue verdadero. Por ello en este grupo de poemas sobresale un “Canto de Gratitud”, valor y sentimiento poco estilado a viva voz en nuestros tiempos. Nos trae este poema el recuerdo del canto “Gracias a la Vida” de la cantautora chilena Violeta Parra: “Gracias doy al azar, a la vida y al destino…”(p.26).

La segunda etapa se titula MANTO y como se puede deducir se habla de protección, amparo y aliento. El mismo tiempo indicado, la memoria, la noche, el mar y el estremadelio, entre otros elementos, son los que insertan en su hacer energía y voluntad de hacer. Vivir es una acrobacia, es labor de pájaro, es sentirse náufrago, es oír las voces del pasado que “siembra astromelias” para sobrevivir (p. 68, “Memoria”). Y así puede encontrar la fuerza y continuar la vida.

En esta labor de aprendizaje está la poeta cuando entra a su tercera etapa CANTO. Es una etapa de belleza pura, compuesta de trece poemas alegres y positivos.

El mito del comienzo y del origen se trabaja en esta sección como una celebración ritual y sacramental. Es la culminación exquisita que cierra el libro después de la búsqueda y el reencuentro. La poeta cosecha y celebra la “Liturgia del cimiento” en una mesa donde ofrece los “Oficios útiles”, el trabajo manual (“Carpintería”), su territorio o espacio (“País Blanco”), las mujeres (“Abuelas”), el alimento (“Tomates”, “Lasagna”, “Sopa de flores”) y sus propios versos. El cimiento es la fundación, el principio o la raíz:

En torno de una mesa
colmada de frutos y palabras
cada año el mismo día
se reúnen los cuerpos a celebrar
la liturgia del cimiento (“Celebración”, p.83).

Julia Cameron, poeta, escritora y profesora de escritura en USA, ha dicho que escribir es una actividad sensual. Leer también lo es, sobre todo cuando nos acercamos a poemas como los de Lucía Donadío llenos de sensaciones y colores. Se recibe de ellos un fuerte impacto físico, la sensación de ver por primera vez. Se ve la luz más allá de la niebla y de las sombras; se ve el amanecer que sigue a la noche; se ven nuevos objetos y nuevos colores, ¿o son los mismos que se ven con nuevos ojos a través de sus poemas? El uso repetido de colores en este libro amplifica, sin duda, estas sensaciones; encontramos el rojo, el verde, el azul, el blanco y sus matices, acentuando los valores cualitativos de los objetos y de los sentimientos, adquiriendo de esta manera las palabras un significado más profundo que, eventualmente, terminan por comunicar pura armonía espiritual.

El uso de colores y de términos que reflejan medidas, olores, formas o arquitecturas, provoca en el lector que lee esta poesía un efecto síquico muy especial. El concepto es coherente con la proposición de un nuevo empezar que propone el libro. Las sombras, las lluvias, el viento, el trueno y el gris de las tardes de domingo a que alude la poeta representan la opresión y lo oposición a las palabras que intensifican el valor positivo, esperanzador y transformador de las mismas. El objeto definido por su color pierde materialidad y la palabra en sí adquiere nuevas propiedades que van más allá de su significado original externo:

Gracias por el oro de la aurora,
por el verde de la albahaca,
por el rojo del tomate,
por el canto de las voces (“Canto de Gratitud”).

Cada rosa rosada regresa tus cenizas
a esa tierra roja, donde guardaste
las hadas de la infancia,
la paila de la melcocha,
el hilo de la sangre… (“Muerte”).

Más acá del tomate
están tus manos,
derritiendo la pulpa
jugosa de su entraña,
descubriendo América
en un rojo plato
dibujando las olas
de un océano
que se baña en albahaca,
abrazando el olivo
del recuerdo (“Tomates”).

Sol de estremadelio es, como expresa la misma poeta, una “trilogía de arcanos y aleluyas” (en su poema “Trompo”.) Lucía Donadío hila las constelaciones, las cábalas, los presagios y, con ellos, hace un volumen de poemas felices, precisos y tan exquisitos como el poema aquel que titula “Sopa de Flores”. Sus poemas sin duda inician un nuevo día, de esperanza y geografía, sembrado por su propia mano:

Mi territorio es el país del Blanco,
mi llanura el cuaderno,
mis ríos las vocales,
las consonantes mis montañas,
las palabras mi mar,
la arena los renglones,
el sueño mi bandera
y el himno de mi patria
son tus ojos (“País del Blanco”, p.86).

Fuente:

Periódico Nexos, Eafit, Mayo de 2006.