Conferencia

Bicentenario de
la Independencia

Noviembre 24 de 2005

"1810 - 2010 Bicentenario de la Independencia de Colombia y de Latinoamérica" - Por Luis Javier Caicedo

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Con la participación de Luis Javier Caicedo (1957), quien ha adelantado estudios de Derecho en la Universidad de Antioquia y la Universidad de los Andes (pendiente de grado). Ha sido asesor de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) y de la Organización Indígena de Antioquia (OIA), así como asistente editorial de la Editorial Temis y de la Fundación para la Conmemoración del Bicentenario de Francisco de Paula Santander. Ha publicado: “Derechos y deberes de los pueblos indígenas” (Ed. San Pablo, 1995), “Santander La República” (Compilador, Ed. Disloque, 1994), “Constituyente Embera” (Coautor, OIA y Swissais, 2000) y “1810 – 2010: Bicentenario de la Independencia de Colombia y de Latinoamérica” (Fondo Ed. Biogénesis de la U. de A., 2005). Recibió Mención de Honor en el Premio Memoria 2005 de la Universidad de Antioquia sobre los 20 años del Holocausto del Palacio de Justicia.

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Capítulo V

Propuestas dirigidas a
las conmemoraciones

Por Luis Javier Caicedo

“El Bicentenario es una tarea nacional, que incumbe al Estado, al sector privado y a las múltiples comunidades en las que se desarrolla nuestra vida. Esta tarea sólo podrá realizarse con la participación activa de la ciudadanía: de trabajadores y empresarios, profesionales y técnicos, civiles y militares, intelectuales y artistas, profesores y estudiantes, conservadores e innovadores, creyentes y agnósticos, habitantes de las ciudades y del campo, de todas nuestras etnias y religiones, incluyendo la región internacional de Chile”.

Ricardo Lagos, Presidente de Chile,
Convocatoria de 2000 para el Bicentenario en 2010

Como su propio nombre lo indica, se trata de simples propuestas, por lo que ni su concepción ni sus contenidos concretos son inalterables, y por el contrario sirven solo de insumo para que la ciudadanía y las propias autoridades definan el sentido que dos siglos después se le debe dar a la conmemoración de nuestra Independencia.

Sección I

Propuesta general de conmemoración del Bicentenario de la Independencia de Colombia y de Latinoamérica

Faltan sólo cinco años para el Bicentenario de la Independencia de Colombia y de Latinoamérica, proclamada por los distintos países entre 1809 y 1811. Un tiempo muy corto para los estándares de efemérides similares. Baste pensar en la anticipación de más de quince años con que América y España asumieron el Quinto Centenario del Descubrimiento en 1992, o la antelación con que se organizaron el Bicentenario de la Independencia de los Estados Unidos en 1976, el Bicentenario del Natalicio de Bolívar en 1983 y el Bicentenario de la Revolución Francesa en 1989. En nuestro medio, el primer Centenario de la Independencia fue convocado con tres años de antelación. En el ámbito latinoamericano, Chile inició los preparativos en 2000, y actualmente avanzan programas similares en Ecuador, Bolivia, México y Argentina.

Colombia no puede ser inferior a la magnitud del acontecimiento que se avecina. Es preciso superar la tendencia a dejar las cosas para última hora, máxime cuando ya en 2003 el Senado de la República archivó un proyecto dirigido a organizar las conmemoraciones.

Elementos para trascender las celebraciones tradicionales

Abocados con el nuevo siglo a la inminencia de estos Bicentenarios, surge la pregunta de cuáles van a ser los horizontes conceptuales, territoriales y temporales con los que se han de abordar las conmemoraciones. Las leyes colombianas referentes a lo que siempre hemos llamado los Festejos Patrios han enfocado las efemérides, conceptualmente, a la formación de un imaginario de la Independencia plagado de proclamas, guerras, héroes y villanos; territorialmente, lo han circunscrito a las actuales fronteras de Colombia, a Bogotá, un tanto a Cartagena y a los campos de batalla de Casanare y Boyacá, y temporalmente lo han limitado a las fechas aisladas de 1810 y 1819.

Pese a la solemnidad de las celebraciones, y a diferencia de lo que sucede en otros países de la región, esa manera de asumir las fechas patrias no ha contribuido mucho a crear un imaginario nacional ni a fortalecer un sentido de pertenencia de los colombianos, lo que se expresa por lo menos en dos fenómenos: uno de ellos, que el estudio de la historia nacional se trata como un asunto de niñez y escuela primaria, negándose a los jóvenes y adultos universitarios el espacio para integrarla a su formación, y, segundo, que no hay nada más desolador que los 20 de Julio y los 7 de agosto en nuestras ciudades y campos (salvo San Andrés, Leticia y Tumaco), fechas que sin saberse cómo dejaron de ser expresiones civiles de celebración y renovación de los votos independentistas y republicanos, para convertirse en ostentación de la fuerza militar del Estado.

Muchos factores inciden hoy para replantearse la forma de abordar las próximas conmemoraciones: el propio peso de dos siglos, el agotamiento de la historia tradicional, el desasosiego de un país sin pasado, la consolidación del país urbano, la expansión de la población universitaria, la diáspora de colombianos hacia el exterior, la necesidad de superar el conflicto armado interno, la regionalización de la vida económica y social, la internacionalización de todas las esferas, un latinoamericanismo creciente, etc.

Para 2010 habrán transcurrido cuarenta y un años desde la última efeméride (el Sesquicentenario de la Batalla de Boyacá en 1969). Tiempo suficiente para reconocer que cada generación tiene derecho a darle sentido propio al pasado y por tanto a replantearse las conmemoraciones que le correspondan.

Sugerencia de un planteamiento general para el Bicentenario 2010

De ahí que los festejos patrios que se avecinan requieren que se adopten desde ahora todas las previsiones necesarias para que el Bicentenario esté a la altura del país de hoy y al alcance de todos.

Un horizonte temporal de cinco años (2005-2010) puede ser suficientemente aprovechado por todos, para volver la mirada a lo que ha sido la trayectoria histórica como Nación. ¿Cuáles son las reservas éticas que nos impone el futuro de las generaciones que nos sucedan? Ese es el reto del presente con proyección de futuro. Y de practicar un análisis de cuáles son los avances, los logros y las frustraciones en nuestra trayectoria bicentenaria.

El Sesquicentenario de la Independencia en 1960 concibió la efeméride como la ocasión para que la República “rinda homenaje de admiración y gratitud a los próceres de la Independencia Nacional, que con sacrificio de su vida, de su hacienda y de su bienestar lograron la independencia política de la Patria; promovieron sus instituciones democráticas, y sentaron las bases de su honrosa posición internacional” (artículo 1° de la ley 95 de 1960). Hoy día, con los avances de la historiografía, no puede concebirse una visión tan personalizada de la gesta colectiva de la Independencia, como tampoco desconocer que la dinámica de ese proceso también dejó damnificados (el despojo territorial de los indígenas, el aplazamiento de la libertad de los esclavos), secuelas caudillistas y guerreras en la sociedad, aislamiento de los países libertados, el germen de nuevas hegemonías sobre la región, etc., por lo que se impone para el Bicentenario, más que una celebración de los próceres, una exaltación de los sueños que a ellos alentaron y una conmemoración de la época en su conjunto.

Aquí cabe entrar a considerar a 2010 en relación con 2019. Asumiendo que la empresa colombiana de emancipación comienza y culmina entre 1810 y 1819 (aunque la época de Independencia como tal se extiende hasta 1830), podría plantearse una caracterización diferente para las dos fechas, de modo que en 2010 y 2019 se celebren aspectos distintos de la Independencia. Mientras la conmemoración de 2019 puede llegar a tener un énfasis definidamente militar (la Batalla de Boyacá, la Campaña Libertadora, el 7 de agosto como día clásico del Ejército Nacional), las efemérides de 2010 pueden centrarse en la faceta civil y social de la gesta emancipadora, el levantamiento de los pueblos contra el colonialismo, la proclamación de la Independencia desde las provincias, el desmantelamiento del Estado español; además de permitir la reconstrucción mental del país de comienzos del siglo XIX, heredado de 20.000 años de hábitat aborigen y 300 de dominación española, y por contera facilitar una conveniente catarsis de los últimos dos siglos.

Otro aspecto que debe tenerse en cuenta es que la Independencia no fue un hecho aislado de cada país latinoamericano, sino un proceso desarrollado entre 1809-1811 (gritos de Independencia, antecedidos por Haití en 1804) y 1824 (Batalla de Ayacucho), que involucró a todo el continente, hasta desterrar de él a las autoridades y tropas españolas, por lo que las efemérides de 2010 llaman a ser asumidas continentalmente y a plantearse un horizonte conmemorativo hasta 2024; proceso del que no pueden estar ausentes España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos, coprotagonistas de las convulsiones orbitales de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX.

Para responder a un Bicentenario asumido con esta perspectiva, el país debe organizar una infraestructura de dimensiones adecuadas al tamaño de la empresa. No es suficiente, como sí bastó en 1910 e incluso en 1969, una comisión nacional de personalidades eminentes que organice los festejos patrios. Lo que se requiere es que las cercanas conmemoraciones sean asumidas por la propia ciudadanía desde distintos niveles: territoriales (municipios, departamentos y resguardos indígenas, aunque estos últimos fueron los más perjudicados con la Independencia); académicos (universidades y establecimientos de la educación básica); sectoriales (económicos, sociales, jurídicos, culturales, eclesiásticos, militares); continentales (un espacio latinoamericano común); de relaciones exteriores (gobiernos extra regionales y colombianos en el exterior), y obviamente el nivel nacional, aunque teniendo éste por tarea fundamental apoyar el trabajo de los niveles territoriales, académicos y sectoriales. Básicamente, donde pueden concentrarse las labores para un Bicentenario bien hecho es en las universidades, en los departamentos y municipios, en las antiguas Ciudades de la Independencia, y en una Comisión Nacional para el Bicentenario.

El papel de las Universidades

Si algún bien perdurable resultó de la guerra emancipadora, por su impacto a lo largo de todas las regiones y en todas las clases sociales, fue el de la educación pública. No se olvide que en la amplia extensión del Nuevo Reino de Granada tan solo existía para 1810 la Universidad de Santo Tomás, a la que estaban adscritos los colegios mayores de San Bartolomé y del Rosario y el colegio de San Buenaventura, todos radicados en Santafé, dependientes de la Iglesia y accesibles solo a los miembros de las familias pudientes. Fuera de la capital apenas existía el seminario-colegio de Popayán, y con desigual funcionamiento un colegio en Buga, otro en Santa Cruz de Mompox y otro en Medellín. Pero pese a ello, los colegios de esa época fueron fundamentales para la emancipación.

De la misma manera, doscientos años después, las universidades siguen siendo el espacio privilegiado de transmisión y renovación de la cultura, por lo que el Estado bien puede válidamente llamarlas a jugar un papel destacado en la preparación del Bicentenario (aunque esencialmente las universidades no requieren del impulso paternalista del Estado para estos efectos).

Por ejemplo, pueden plantearse dos medidas dirigidas a todo el sector de la educación superior, sencillas de implementar con los recursos propios de cada establecimiento educativo. De una parte, que cada una de las instituciones lleve a cabo, entre 2007 y 2010, un Programa para los 200 años de la Independencia, es decir, un espacio de actividades y proyectos enmarcados en toda la amplitud de lo que pueda ser el “espíritu del Bicentenario”, que permita a la comunidad universitaria pensar la efeméride y proyectarla en su entorno. Para las instituciones de nivel propiamente universitario este programa se acompañaría del requerimiento de un centro de investigaciones.

En segundo lugar, convendría introducir los estudios de Historia de la Independencia en la cátedra universitaria, entre 2008 y 2010, para imprimir en ellas el sello honorífico de ser las promociones del Bicentenario, para que las nuevas generaciones saquen algún provecho del conocimiento y crítica de los hechos de sus antepasados, y también para que la sociedad pueda aprovechar el valioso acumulado de investigaciones en el campo de la historia que ha venido produciéndose desde los años 70 del siglo pasado, haciendo que hoy conozcamos la época de la Independencia con más detalle e integralidad que en cualquier otro momento, y que el Bicentenario permite irrigar en el sistema educativo universitario.

La conmemoración en escuelas y colegios puede ser coordinada por los niveles territoriales y las universidades.

El papel de los Departamentos y Municipios

La Independencia, soberanía o autodeterminación no es una entelequia ubicable entre la columnata del Capitolio Nacional, sino un atributo de la Nación y un derecho que se radica en cada colombiano y colombiana, por lo que en la celebración del Segundo Centenario deben involucrarse desde ahora, o por lo menos desde el 20 de julio de 2006, todos los departamentos y municipios del país, conformando sus propias comisiones territoriales del Bicentenario, creando un programa para tal fin y destinando para ello recursos de sus presupuestos, cada uno dentro de sus posibilidades y según impulso que los propios habitantes le impriman a la conmemoración. En todo caso, las iniciativas seccionales y locales deben contar con el apoyo de la Nación, en los términos que definan el Gobierno y la Comisión Nacional del Bicentenario.

Es de esperar que con un claro mandato legal como éste, el apoyo de la Nación y de la Comisión Nacional, y la cercanía del Bicentenario, los entes territoriales se comprometan con la efeméride, y no pase lo que con una ley del año 2000 que nunca se ha cumplido y que ordena a los municipios celebrar el “Mes de la Patria” entre el 15 de julio y el 15 de agosto de cada año.

Homenaje a las antiguas Ciudades y Villas de la Independencia

El Bicentenario es el momento oportuno para rendir un homenaje nacional a aquellas ciudades y villas que existían al momento de la Independencia y fueron el escenario de la gesta emancipadora, en vez de los consabidos honores a personas y batallones. En una clasificación arbitraria pueden reconocerse varios grupos de estas ciudades:

1) Las seis por donde comenzó la Independencia en 1810, a saber: Cartagena, Mompox, Cali, Pamplona, El Socorro y Bogotá;

2) Las que entre 1811 y 1816 proclamaron y lucharon por la Independencia, por ejemplo: Las llamadas desde la misma época “Villas Republicanas” en Cundinamarca y Boyacá (Chiquinquirá, Sogamoso, Tenza, Turmequé, Zipaquirá, Ubaté, Chocontá, La Mesa, Guaduas y Cáqueza), las autonombradas “Ciudades Libres Confederadas del Valle del Cauca” (Buga, Caloto, Toro, Cartago y Anserma, junto con Cali), y otras como Tunja, Medellín, Neiva, Mariquita, Nóvita, etc.;

3) Las que en un principio tomaron partido por la causa del Rey (Santa Marta, Popayán, Pasto, Tuluá);

4) Aquellas donde se desarrollaron hechos importantes de la Gran Colombia, 1821-1830: San Andrés Islas, Villa del Rosario, Riohacha, Ocaña, etc.

No se trataría de un mero enunciado retórico, y menos de establecer un privilegio, sino de un justo reconocimiento con motivo del Bicentenario y de una metodología pedagógica dirigida a facilitar la visualización colectiva del país de comienzos del siglo XIX; así como una medida para estimular el flujo turístico a estas antiguas ciudades, valorar su patrimonio histórico y contribuir a su mejoramiento urbanístico.

De otra parte, dichas ciudades podrían conformar un espacio organizativo propio. A manera de ejemplo, para 1810 en la provincia de Antioquia solo había cinco ciudades (Santafé de Antioquia, Rionegro, Zaragoza, Remedios y Cáceres) y tres villas (Medellín, Marinilla y Santa Rosa de Osos). Ellas pueden asumir el Bicentenario aisladamente o de manera asociada, que les permita acumular impacto social y capacidad de interlocución.

La Comisión Nacional del Bicentenario

Para el diseño de la infraestructura nacional del Bicentenario se puede tomar como modelo el proyecto de ley que se discute en México, similar al contemplado en el proyecto de ley del senador Ciro Ramírez de 2003, consistente en: l) Una Comisión Nacional Preparatoria de los Actos Conmemorativos del Bicentenario de la Independencia Nacional. Su creación se dejaría en manos del Gobierno Nacional, y se haría mérito a las leyes vigentes que radican en la Academia Colombiana de Historia el encargo de preparar la conmemoración de los festejos patrios; 2) Una entidad o dependencia de carácter ejecutivo; 3) Una comisión asesora interna, y 4) Una comisión asesora internacional.

Vinculación de Colombia a la conmemoración continental del Bicentenario Latinoamericano

La Independencia fue un hecho continental. Ecuador y Bolivia la proclamaron en 1809. México, Colombia, Venezuela, Chile y Argentina en 1810. Paraguay y El Salvador en 1811. De ahí que el último aspecto que contempla el proyecto de ley se refiere a autorizar al Gobierno Nacional a propiciar, mediante un Congreso de Plenipotenciarios, el acercamiento con los países hermanos de América Latina, con el fin de acometer conjuntamente algunos actos de la conmemoración del Bicentenario común, y de fomentar la creación de un centro de estudios latinoamericanos, proyectada para funcionar entre 2010 y 2024. Un paso más en la ponderada y siempre postergada integración de América Latina y el Caribe. Aunque las leyes de conmemoraciones anteriores, señalan para estas fechas una tradición colombiana de acercamiento especial a los países que conformaron la Gran Colombia o a los que integran el grupo de Países Bolivarianos, el referente para 2010 puede ser más amplio, Latinoamérica, pues la emancipación fue la misma y en los mismos años desde México hasta la Argentina.

Nota:

Los antecedentes legislativos pueden consultarse en el Capítulo VI del libro, y una mirada a las conmemoraciones anteriores, a través de los sellos postales, se encuentra en LUIS HORACIO LÓPEZ DOMÍNGUEZ, “Reflexiones en torno a 100 años de historiografía en la filatelia colombiana”, Boletín de Historia y Antigüedades, órgano de la Academia Colombiana de Historia, vol. XC, núm. 821, año 2003, págs. 263-306.

Fuente:

Caicedo, Luis Javier. 1810 – 2010: Bicentenario de la Independencia de Colombia y de Latinoamérica. Fondo Editorial Biogénesis, Universidad de Antioquia, 2005.