Presentación

Mi Simón Bolívar

Febrero 19 de 2015

“Mi Simón Bolívar” de Fernando González

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Presentación de la obra por Gabriel Jaime Arango en el aniversario 51 de la muerte de Fernando González (16 de febrero de 1964).

Gabriel Jaime Arango Velásquez es educador y promotor cultural, licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana y comunicador social-periodista de la Universidad de Antioquia. Especialista en Planeación Educativa, Educación Infantil y Formación Docente. Durante más de 40 años ha estado vinculado a la formación y el desarrollo de políticas públicas en materia educativa y cultural. Ha sido Director de Currículo de la Secretaría de Educación y Cultura de Antioquia, Representante del Ministerio de Educación Nacional, Director de Educación, Cultura y Bibliotecas de la Caja de Compensación Familiar Comfenalco y Director de Cultura del Departamento de Antioquia. Actualmente es Director de Docentes de la Universidad Eafit y Presidente de la Junta Directiva de la Corporación Otraparte.

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Ediciones Otraparte

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Mi Simón Bolívar es un libro destinado a traspasar todas las fronteras y todos los océanos. Es un libro universal.

Jean Terfue
(Lieja-Bélgica)

Mi Simón Bolívar es un catecismo que los pueblos de América debieran poner en las manos de todos los niños para enseñarlos a ser hombres: y en las manos de todos los hombres para estimularlos en el culto del civismo y de la sinceridad.

El Paréntesis
(Maracay)

Mi Simón Bolívar es una obra curiosísima; pocos libros modernos tan vivos y palpitantes como éste. Obra rica, aun más, demasiado rica. Es un surgimiento continuo de ideas, una ola de ironías sobre las cuales flotan los elementos de una doctrina. González anima su Lucas Ochoa a la manera como lo hizo Voltaire con su Candide.

Revue de l’Amérique Latine
(París)

Lejos de ser una biografía, este libro presenta las reacciones que la figura de Bolívar produce en el investigador Lucas Ochoa, alter ego de Fernando González. Aquí asoma un rasgo fundamental de sus obras: a González no le interesa mostrar la verdad objetiva de las cosas en un estudio de carácter científico, sino aquello que las cosas son para él al revivirlas. Por eso explica su método así: “Emocional llamamos nuestro método. Comprender las cosas es conmoverse; hasta que uno logre la emoción intensa, no ha comprendido un objeto; mientras más unificados con él, más lo habremos comprendido”. Aquí se revela un rasgo hermenéutico del pensamiento de González: comprender es autocomprenderse (léase en sentido gadameriano). Ello sustenta, además, la relación intrínseca entre vida y filosofía en la obra gonzaliana.

Santiago Aristizábal Montoya

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Simón Bolívar - Ilustración por Daniel Gómez Henao

Ilustración por
Daniel Gómez Henao

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“¡Qué hermoso, por vivo y movido (movido con ritmo), mi libro acerca de Bolívar! No lo cambio por ninguno”.

“Así, pues, para hablarle de mi obra, desvergonzadamente, le diré que su valor consiste en haber dado en el clavo. En Mi Simón bolívar está la verdad de Suramérica: el sentimiento de pecado. En mis otros libros está el remedio: crear una juventud en la desfachatez, en la sobriedad de caminantes a pie. Esa es mi obra. Para entenderla, es preciso vivir en las colonias, en esos pueblos que no quieren ser lo que son, que simulan gustos, maneras, pasiones y sentimientos; gentes apachurradas por religiones, gustos y modos de conquistadores. De ahí, mi estilo: digo lo que pienso; digo que Dios está también en el excusado; digo las palabras que viven en el interior de mis compatriotas y que no pronuncian porque tienen vergüenza. Soy ¡un desvergonzado!”.

Mi Simón Bolívar es el método emotivo que siempre me guió, pero ya expresado, ya aplicado a mi tierra. Allí, creo yo, conviví, sentí la Gran Colombia. Jamás mi actividad fisiológica y mental culminó tanto como durante la gestación de este libro. Me parecía que me lo estuvieran dictando. ¿Que hay exageraciones, incomprensiones? Claro, porque todo lo que avanza va por la limitación, o sea, por el camino. Sólo el espíritu no tiene limitación. Yo camino hacia Dios tropezando, cayéndome; la gracia está en que me levanto. El mayor Santander me sirvió para una caída; hoy ya lo entiendo; conozco algo de los secretos de su determinación, y, por consiguiente, me estoy enamorando de él. Siempre que uno insulte, que uno diga ‘malo’, no entendió. Pero para la belleza humana, son necesarias las debilidades”.

Fernando González

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“Lucas Ochoa contempla cómo la sombra de Fernando González se convierte en la figura del Libertador” - Ilustración por Horacio Longas

“Lucas Ochoa contempla cómo la sombra de Fernando González se convierte en la figura del Libertador”. Caricatura de Horacio Longas, publicada en octubre de 1930 con motivo de la aparición de la primera edición de Mi Simón Bolívar.

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Un Bolívar
tibio y palpitante

(Presentación de la quinta edición de “Mi Simón Bolívar”, publicada por la
Universidad Pontificia Bolivariana en 1993).

Por Ernesto Ochoa Moreno

Cuando en 1588 Fray Luis de León editó por primera vez las obras de Santa Teresa de Jesús, escribió un prólogo que empieza así: “Yo no conocí ni vi a la madre Teresa de Jesús mientras estuvo en vida, mas ahora que está en el cielo la conozco y veo en sus hijas y en sus obras”.

Estas palabras, que pido prestadas al poeta que saboreó las amarguras de la Inquisición (mieles y hieles que también probó Fernando González), las traigo a colación para justificar mi presencia en este acto de presentación de la quinta edición de su libro Mi Simón Bolívar, que hoy nos entrega en buena hora la Universidad Pontificia Bolivariana. Porque yo debo decir lo mismo refiriéndome al maestro. No lo conocí ni vi mientras estuvo en vida (“en figuración”, como decía él), pero ahora que goza de lo que él también llama “la fiesta silenciosa, el Silencio”, lo conozco y veo en sus hijos y en sus obras.

Creo que estoy yo aquí, esta noche, por el hecho de representar en cierta forma la generación de quienes no tuvimos contacto personal y físico con el solitario de Otraparte, pero hemos llegado a él a través de sus escritos, en la silenciosa vivencia de su pensamiento, de sus enseñanzas. Es, pues, para nosotros, “lectores lejanos”, como él profetizó iban a ser los lectores de sus libros, esta quinta edición de Mi Simón Bolívar, que esperamos sea el arranque definitivo para la reedición de todas sus obras, de tan difícil acceso ahora, y para ulteriores sorpresas editoriales que nos podrían deparar sus escritos inéditos.

Que aparezca hoy, en 1993, Mi Simón Bolívar, editado por la Universidad Pontificia Bolivariana, tiene un significado que no se puede ocultar. ¿Por qué diablos (o no, diablos no, sino ángeles, súperos, “daimones”), qué ángeles, digo, han conducido los hilos del destino para que esta obra, capital en la bibliografía de Fernando González, nazca de nuevo hoy aquí, con la Universidad Pontificia Bolivariana haciendo de comadrona de este parto?

Creo que es el resultado de una mutua fidelidad. No la fidelidad de las componendas y acomodaciones, sino la fidelidad que brota de la autenticidad, por él predicada. No hay aquí reconciliaciones. ¿Reconciliarse de qué? Dijo Fernando González: “A mi me han llamado ateo los jerarcas, y fui beato”. Mucho menos se debe hablar de conversiones. También dijo: “Yo no soy converso: me repugnan los convertidos. ¿Para dónde se convierte uno? Uno, un hombre, es cagajón que flota en el océano de la vida. Por eso dijo Pablo, patrono de los viajeros: En la vida somos, nos movemos y vivimos”.

Digamos entonces que ha sido el viaje, que siempre depara inesperados caminos, el que nos trajo hoy aquí, el que nos pone hoy en las manos “tibio como el polluelo amarillo”, este libro Mi Simón Bolívar, que nos regala la U.P.B.

No pretendo alargarme en disquisiciones y análisis sobre el libro de Fernando González. Qué jartera analizar y razonar sobre una obra del maestro, que, como todas las suyas, es para leer en silencio, en lucha íntima, solitariamente. Pero citemos, para entonar el espíritu, este párrafo de González, ya casi al final de su libro:

Bolívar debe ser mi Bolívar, así como el mamón es de la mujer parida; tibio como polluelo amarillo.

Hoy agarré un polluelo, lo tuve en la cuenta de la mano y me dije: Así debe ser mi Simón, tibio y palpitante.

Importa la emoción que pueda darnos, el acrecentamiento que pueda suministrarnos.

Quienes lean por primera vez, o quienes lo relean (Fernando González es un autor que exige persistentes relecturas) a Mi Simón Bolívar, deben estar dispuestos a ese hallazgo: a descubrir “su” Simón Bolívar. El gran fracaso del Libertador fue que dejó de ser de alguien, perdió pertenencia. Quedó expósito. Nos lo volvieron inofensivo las historias oficiales. Lo que hace González, entonces, es darnos un Bolívar “vivo y palpitante”. Y como tal distinto. Y como tal inquietante. Y como tal perturbador.

El Bolívar que surge del libro de Fernando González no es el Bolívar domesticado y amansado con el que, so capa de admiración y culto, se han ido pervirtiendo los ideales bolivarianos. Por eso en 1930 el libro del escritor envigadeño produjo tanto escozor. También lo va a causar ahora.

El método emocional, que inventó Fernando González para escribir la biografía del Libertador, es el que hay que utilizar para leer el libro. Si no, uno se pierde. Método emocional que es conciencia, entendida como un “ascender en poderes vitales”, según su propia definición. De ahí también que haya que estudiar a fondo el concienciámetro, planteado por González, para poder llegar a Don Simón, pura conciencia continental.

Fernando González escribió Mi Simón Bolívar poseído por el personaje. La idea de hacer el libro se la lanza su hermano Alfonso en febrero de 1930, tras haber recibido una insinuación en este sentido por parte del escritor francés Romain Rolland. Para el 13 de marzo, un mes después, Fernando escribe a Alfonso: “Bolívar, el hombre de la hamaca, nacerá en estos días. Ya me siento preñado, pero no se puede apurar hasta que el espíritu lo desee”. En octubre de ese año de 1930 la editorial Cervantes de Manizales publicaba Mi Simón Bolívar, como el volumen primero de la biografía del Libertador. Se anunciaba en él un segundo volumen, que nunca se fraguó, simple y llanamente porque el primero, ese que tenemos hoy en su quinta edición, fue tan redondo, tan intenso, que el otro resultó sobrando. El método emocional no hubiera permitido extenderse en una biografía tradicional.

Fue, pues, Mi Simón Bolívar un libro escrito en apenas 6 o 7 meses, lo que aumenta el asombro por la cantidad de lecturas y consulta de fuentes que deja entrever, por la profundidad de los análisis, por lo certero de las interpretaciones sobre el pensamiento del Libertador.

Bolívar, pues, vivo y palpitante. Y Bolívar, conciencia continental, viva y palpitante también. Porque este libro no es un simple regodeo biográfico, sino que pone el dedo en la llaga de América. Una llaga que está viva. De ahí que otro gran acierto de esta quinta edición de Mi Simón Bolívar es su actualidad. Estoy convencido de que la obra es más actual hoy que hace 63 años, cuando fue escrita. Volver a leer los tres documentos bolivarianos que transcribe Fernando González (El Manifiesto de Cartagena, la Carta de Jamaica y el Discurso de Angostura) en el contexto del libro y con las observaciones e interpretaciones del autor es ya de por sí un descubrimiento. Un descubrimiento que desnuda muchas mentiras, muchas infidelidades y traiciones del ideal bolivariano. Leer hoy Mi Simón Bolívar ayuda a entender mejor a América, y en América a Colombia.

Pero Mi Simón Bolívar no es sólo biografía, sino también autobiografía del autor en la figura de Lucas Ochoa, su heterónimo. La primera parte fue pensada así. Fernando González se mete primero en sí mismo para poder después perderse en Bolívar. Y para entender el libro hay que dejarse interrogar y acicatear por ese Lucas Ochoa.

En este sentido la obra es fundamental para comprender el desarrollo ulterior de la creación fernandogonzaliana y para seguir la trayectoria de su pensamiento. Aquí están ya en crisálida sus obras posteriores: Mi Compadre, Santander, El remordimiento, Los negroides, muchos de los escritos de la Revista Antioquia, El maestro de la escuela, el Libro de los viajes o de las presencias y sobre todo La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera. Recordemos que para escribir Mi Simón Bolívar, González interrumpe el proyecto que traía entre manos de un libro que se llamaba El padre Elías, que retornó al final en la Tragicomedia, en esa etapa última de madurez espiritual y elación mística. La esencia de la espiritualidad de Fernando González, que tiene culminación en sus dos últimos libros y en Las cartas a Ripol, ya se encuentra, y no solamente en germen, en Mi Simón Bolívar.

Permítanme un solo texto:

Estar perdido dentro de la luz astral en noches silenciosas y tranquilas. ¡Es delicioso y se percibe la grandeza de los seres! Somos dioses, hijos del Eterno Ser. ¡Cuánto le debemos a Dios!: crearnos; ser. ¿Cómo es Dios? ¿Persona? Pronuncia palabras ante Él y blasfemarás. Nada sé; lo presiento y tiemblo de placer, mejor dicho, de una emoción que no sé nombrar, así como tiemblan las doradas espigas del yaraguá en la vertiente vecina, al soplo del vientecillo. ¡Oh! ¡Todos somos en Dios!

Pero no debo alargarme más. Quiero agradecer, en nombre de muchos, presentes y ausentes, en nombre de los innumerables solitarios, que no discípulos, de Fernando González, a la Universidad Pontificia Bolivariana y a su Editorial el gran esfuerzo, hecho con amor y fidelidad, que ha dado como fruto esta quinta edición de Mi Simón Bolívar, tan afín temáticamente a la raíz bolivariana de este claustro.

El 24 de julio del año que termina se cumplieron 210 años del nacimiento de Libertador. El año entrante será el trigésimo aniversario de la muerte del filósofo de Otraparte y en 1995 se conmemorará el centenario de su nacimiento. De Bolívar y Fernando González, juntos esta noche en este libro, sólo sabemos una cosa: que están por descubrir. Confío que esta quinta edición de Mi Simón Bolívar sea el comienzo de ese doble descubrimiento.

Fuente:

Viaje a la presencia de Fernando González (catálogo). José Gabriel Baena (compilador). Contiene textos de Gonzalo Cadavid Uribe, Leonel Estrada, Carlos Jiménez Gómez, Ernesto Ochoa Moreno, Alberto Restrepo González y Marco A. Mejía. Medellín, Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina. Tres ediciones: marzo de 1994, mayo de 1995 y junio de 1995.