Noche de Campo Literaria

Estanislao Zuleta

Junio 19 y 20 de 2010

Estanislao Zuleta (1935 - 1990)

Estanislao Zuleta
(1935 – 1990)

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Noche de Campo Literaria en El Café de Otraparte: Literatura a manteles: Homenaje a Estanislao Zuleta en conmemoración de los 75 años de su nacimiento y los 20 años de su muerte. Lectura de fragmentos de los ensayos “Colombia: violencia, democracia y derechos humanos” y “Educación y democracia”. Participarán en el evento miembros y amigos de la Corporación Cultural Estanislao Zuleta, entidad que “cobra lugar en la necesidad de promover y fortalecer los dominios de la cultura que conciernen con lo que genéricamente se puede llamar ‘El Pensar’, en el que se comprende el arte, las ciencias, la filosofía y los saberes humanos, pero no reducidos a las fronteras académicas sino puestos al servicio de la formación de ciudadanos solidarios y democráticos, pues vemos este como el camino para el logro de una sociedad más justa, equitativa y razonable y de una vida guiada por unos ideales renovados”.

Corporación Cultural Estanislao Zuleta

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De manera que digámoslo: con estos amigos de Fernando González, Estanislao Zuleta y Gonzalo Arango, la inteligencia le dio la espalda a la arrogancia de esos eruditos de corbatín que aquí siempre ejercieron el saber como una fusta para expulsar y descalificar de los otros. Estos hijos de filósofo silvestre aprendieron que la inteligencia no tiene por qué ser enemiga de la cordialidad, ni sintieron que para saber hubiera que dejar de querer. Nunca perdieron su acento paisa, tal vez porque apreciaban en su maestro lo que después advertiría José Manuel Arango, que Fernando González usó para pensarnos el dialecto que hablamos, o tal vez también por otra causa profunda: porque nunca llegaron a la sensación de que para ser culto hay que olvidar el propio origen e integrarse a alguna tradición ilustre, esa pose afrancesada o germánica que fue la ruina de casi todos nuestros candidatos a filósofos.

William Ospina

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Biografía de
Estanislao Zuleta

Estanislao Zuleta nació el 3 de febrero de 1935 en Medellín y murió en Cali el 17 de febrero de 1990. Sus abuelos habían sido abogados y su padre era un joven intelectual que murió en el mismo avión que dejó sin vida a Carlos Gardel. En su adolescencia tuvo como tutor y amigo a Fernando González, uno de los pensadores y filósofos más reconocidos del país.

Cuando cursaba cuarto de bachillerato abandonó los estudios y se dedicó a estudiar por su cuenta. A partir de ese momento incursionó en los campos de la literatura, historia, filosofía, teoría del arte, ciencias sociales; fue un estudioso del pensamiento de Sócrates y Platón, le apasionaba el teatro griego, la lírica de Homero y las tragedias de Sófocles y Eurípides; se interesó también por el estudio de los filósofos racionalistas de los siglos XVII, XVIII y XIX: Hegel, Kant, Descartes, Spinoza, Nietzsche, Heidegger, Foucault, Deleuze y otros. En el área de la literatura sus inclinaciones fueron hacia Cervantes, Marcel Proust, Kafka, Shakespeare, Dostoievski, Thomas Mann, Tolstoi, Edgar Alan Poe y Goethe.

En 1963 dictó las primeras conferencias sobre Economía Política Latinoamericana y en 1968 se vinculó como profesor a las universidades Nacional y Libre de Bogotá, donde dictó cursos de derecho y filosofía. Llegó a ser uno de los intelectuales más respetados de todo el país. Su trabajo como catedrático, filósofo y autodidacta, además de sus grandes cualidades para la palabra, mereció que propios y ajenos le dieran el título de “El maestro Zuleta”.

En 1969 ingresó a la Universidad Santiago de Cali, donde se desempeñó como profesor, investigador y Vicerrector Académico. Dos años más tarde regresó a Medellín para vincularse como profesor de tiempo completo en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Antioquia. En 1974 se trasladó de nuevo a Cali y durante tres años trabajó en el Instituto Psicoanalítico Sigmund Freud. A la Universidad del Valle se vinculó en 1977 como profesor e investigador, y en ese mismo año sale a la luz el texto Thomas Mann, la montaña mágica y la llanura prosaica, libro que se logró a partir de las notas de clase de sus estudiantes, pues uno de los aspectos más especiales de “El maestro Zuleta” es que su producción intelectual fue fundamentalmente oral. Sólo tres años después la Universidad del Valle le confirió el Doctorado Honoris Causa en Psicología, y durante la ceremonia leyó uno de sus ensayos más importantes y de mayor recordación: “Elogio de la dificultad”.

Aparte de su trabajo como docente e investigador en diferentes universidades del país, trabajó como asesor para las Naciones Unidas, el gobierno de Belisario Betancur, el Ministerio de Agricultura y el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (INCORA). Participó en la redacción del periódico Crisis y fundió los periódicos Agitación y Estrategia. La Revista Semana lo escogió como el pensador del siglo XX.

Quienes lo conocieron aseguran que no sólo era un gran intelectual sino una persona que tenía un gran sentido de la amistad. Las conferencias que daba en las universidades las realizaban en los auditorios más grandes, porque como dicen muchos de sus ex alumnos: “El maestro Zuleta no tenía alumnos sino seguidores”.

Luis Alfonso Gómez, médico psiquiatra, quien trabajó con Estanislao en el Instituto Psicoanalítico Sigmund Freud, afirmó:

“La conversación era su gran disfrute. Hacía mucha referencia a El arte de conversar, de Montaigne; era un defensor de ese arte como una forma de la amistad, pero también como forma de la elaboración del pensamiento y de goce”.

Después de su muerte en 1990 muchos de sus libros han sido traducidos a diferentes idiomas, y la Fundación Estanislao Zuleta ha publicado nuevamente la obra completa de este pensador colombiano.

En su tumba sin crucifijo quedó escrito un fragmento del famoso poema de Hölderlin: “La muerte de Empédocles”:

Y abiertamente consagré mi corazón
a la tierra grave y doliente
y con frecuencia en la noche le prometí
que la amaría fielmente, con pasión,
con toda su pesada carga de fatalidad,
que no despreciaría ninguno de sus enigmas,
y así me ligué a ella con un lazo mortal.

Fuente:

Centro Virtual Isaacs: el Portal Cultural del Pacífico Colombiano, editada por Otraparte.org.

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Estanislao Zuleta (1935 - 1990)

Caricatura por
Elkin Obregón (1991)

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Algunas citas de
Estanislao Zuleta

“La humanidad tuvo que inventar el lenguaje, las instituciones, la prohibición del incesto, el Estado, porque sólo en grupos se podía hacer frente a los desafíos de un medio hostil externo. Ahora, la humanidad tiene que inventar el diálogo para sobrevivir, porque ya no la amenaza un enemigo externo, sino ella misma con armas atómicas; además va a destruir la naturaleza, si no aprende a dialogar y a concertar”.

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“De poco sirve tener derechos si la sociedad en que uno vive no le da la posibilidad de ejercerlos”.

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“La democracia es la cátedra in vivo de la política para los pueblos porque significa la necesidad de aprender continuamente a luchar por sus intereses y a averiguar cuáles son”.

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“No hay que creer demasiado en las armas”.

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“El capitalismo es una época bastante bárbara de la historia humana, supremamente fecunda en cuanto al desarrollo de la tecnología, pero que pasará como pasó el feudalismo, aunque no sabemos cómo ni cuándo. Hay algo de bárbaro en que los recursos humanos, materiales y naturales de un país se dediquen a dar utilidades a un grupo de privilegiados, más bien que a satisfacer las necesidades del pueblo de ese país. El que niegue que hay una barbarie en el capitalismo creo que no lo ha examinado. Y es posible que una democracia radical sea el camino para superar esta formación histórica particular a partir de la capacidad de los trabajadores de tomar decisiones. Las medidas democráticas de una democracia muy avanzada ya son medidas anticapitalistas”.

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“Respetar al otro significa discutir su punto de vista con la premisa implícita de que puede tener su parte de razón, de que ninguna mirada ve la totalidad del inmenso paisaje humano, de que ningún proyecto es suficientemente vasto para reunir y satisfacer la variedad inabarcable de las aspiraciones y las necesidades”.

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“La democracia es una cátedra permanente de civilización política”.

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“Para que un pueblo sea creador de la cultura es necesario que tenga una vida en común”.

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“Definición negativa de la libertad: todo aquello que la ley no prohíbe. Definición positiva de la libertad: todo aquello que la vida nos permite hacer”.

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“Hoy se requiere de una ética efectivamente universal pero que se funde en el hecho antropológico de la vulnerabilidad humana, de la variabilidad de la identidad, de la precariedad de la integridad, de la comunidad fundada en sus razonamientos y en su lenguaje. En síntesis, se necesita hoy una ética universal para que aprendamos a vivir el enriquecimiento que generan las diferencias, y nos alejemos de la unanimidad, que ha producido siempre el terror”.

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“Para salir de la minoría de edad es necesario aprender a pensar por sí mismo; es más incómodo pensar por sí mismo que obedecer: es más fácil que nos cuenten la verdad y nos señalen lo que se debe hacer”.

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“La expansión victoriosa de la tontería está conduciendo a una degradación de lo humano, propicia para el nazismo o para el holocausto nuclear”.

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“El fanatismo es creer que una obra se puede calificar solamente por su signo, es decir, a favor de qué o contra qué está”.

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“El artista no tiene más camino que la exploración de sus conflictos”.

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Desde la niñez el individuo aprende a estudiar por miedo, a resolver problemas que a él no le interesan. El capital ha puesto bajo su servicio y control la iniciativa, la creatividad y la voluntad de los individuos.

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José (hijo), Estanislao Zuleta y su segunda esposa, Yolanda González (c. 1966).

José Zuleta, Estanislao y Yolanda
González, su segunda esposa
(c. 1966)

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Estanislao Zuleta y
la revolución necesaria

En los quince años de su muerte y los setenta de su nacimiento. No pensaba sólo en que florecieran las artes sino en que floreciera la vida como obra de arte.

Por William Ospina

No basta decir que Estanislao Zuleta dedicó su vida a la lectura, a la reflexión y a una apasionada labor pedagógica. Había en él un hombre amplia y profundamente informado, pero no tenía “la frialdad de un erudito”. Había en él un filósofo que no veneraba el pensamiento encerrado en sí mismo: palpitaba en el fondo de sus pensamientos una necesidad de acción y una invitación a la acción. Había en él un educador, pero al mismo tiempo alguien que desconfiaba de la educación tal como la hemos conocido.

Fue en primer lugar un gran lector. Pero nuestra cultura estuvo siempre llena de grandes lectores: José Eusebio Caro, su hijo Miguel Antonio, Guillermo Valencia, Vargas Vila, López de Mesa, Silvio Villegas, fueron grandes lectores. El escoliasta Nicolás Gómez Dávila fue un gran lector. Las bibliotecas de todos esos eruditos estaban llenas de la información y de la sabiduría de Occidente, y fueron sin duda más grandes y completas que la biblioteca de Estanislao Zuleta, pero yo dudo que ninguno de ellos haya leído mejor que él.

Estanislao rompió decididamente con la tendencia a la acumulación de un saber inerte, con la sumisión a unos prestigios. Aquí tuvimos muchos lectores de los clásicos que parecían usar para leerlos atril y reclinatorio eclesiásticos. Gente acostumbrada a estudiar para aceptar las verdades e incluso para venerarlas. Aquí los pensadores de Occidente siempre tuvieron admiradores pero muy pocas veces tuvieron interlocutores. Como decía Abel Naranjo Villegas de un amigo suyo, leían mucho y olvidaban mucho. Sabían citar a los autores pero no dialogar con ellos, porque les parecía que el lugar marginal que ocupábamos en el ámbito de la política y la geografía no nos autorizaba para opinar y menos aún para polemizar con las grandes figuras del pensamiento. Por eso aquí Tomás de Aquino y Marx fueron leídos con idéntica sumisión, con el mismo temor reverencial, y Zuleta es uno de los pocos que ha dialogado con los clásicos de la cultura y con el pensamiento de su época en condiciones de igualdad, sin temor, y al mismo tiempo, como diría Hölderlin, “sin despreciar ninguno de sus enigmas”.

El segundo elemento que he mencionado es que Zuleta era un pensador que anhelaba la acción. No pensaba sólo por el placer de pensar sino que pensaba para algo. Su relación con el conocimiento formaba parte de la búsqueda de otra realidad. Hay un fragmento de Hölderlin que le gustaba repetir:

“¿Sabes por qué lloras, a causa de qué languideces? ¿Sabes qué es aquello por lo cual has hecho duelo en el fondo de todos tus duelos? No es por algo que hayas perdido hace apenas algunos años. Nadie podría decir exactamente cuándo estuvo aquí ni cuándo se fue. Pero existió, existe todavía, está en ti. Tú marchas en busca de un mundo mejor y de un tiempo más bello”.

En pensadores y artistas, Estanislao buscaba aquello que pudiera ayudarlo y ayudarnos a marchar en busca de un mundo mejor y de un tiempo más bello. No bastaba el placer de pensar: el pensamiento tenía unos deberes con la realidad. Es necesario decir que Estanislao Zuleta no sólo era un pensador sino específicamente un pensador revolucionario. Y ese carácter revolucionario no se limita a una crítica del orden social, a una crítica del poder y de sus mecanismos de dominación, sino que vuela a leguas por encima de la política tal como la entendemos: pone en cuestión nuestra manera de pensar, nuestra manera de amar, nuestra relación con el trabajo, con la amistad, con la belleza, con el lenguaje.

Al comienzo de su obra El siglo de Luis XIV, Voltaire escribió:

“Todos los tiempos han producido héroes y políticas: todos los pueblos han experimentado revoluciones: todas las historias son casi iguales para quien no quiere guardar más que hechos en su memoria. Pero todo aquel que piense, y, lo que es aún más raro, todo aquel que tenga sensibilidad, no tiene en cuenta más que cuatro siglos en la historia del mundo. Esas cuatro edades felices son aquellas en que las artes han sido perfeccionadas, y que, sirviendo de pauta a la grandeza del espíritu humano, son ejemplo para la posteridad”.

Importa menos la lista de los siglos que Voltaire tenga para mostrarnos que el criterio de su valoración. Después añade:

“No hay que creer que esos siglos hayan estado exentos de desdichas y de crímenes. La perfección de las artes cultivadas por ciudadanos apacibles no impide a los príncipes ser ambiciosos, a los pueblos ser sediciosos, a los sacerdotes y monjes ser a veces revoltosos y pérfidos. Todos los siglos se parecen por la maldad de los hombres; sólo conozco estas edades que se hayan distinguido por sus talentos”.

Zuleta creyó siempre en la capacidad transformadora del arte y del pensamiento. Sabía que los seres humanos no sólo necesitamos pan y justicia, igualdad y dignidad, como piensan a menudo los políticos revolucionarios; sabía que necesitamos pensamiento y belleza, alegría y armonía, libertad, originalidad, salud afectiva, intentar hacer de nuestra vida una obra de arte. Su idea de la revolución era mucho más amplia, incluso, que la de Voltaire. No pensaba sólo en que florecieran las artes sino en que floreciera la vida como obra de arte.

La humanidad no podía resignarse a trabajar en el tedio y en la fealdad, lejos de la naturaleza y de la vida. Necesitábamos ciudades más bellas y más humanas, una economía hecha pensando en las personas y no en la mera rentabilidad, una educación para la responsabilidad social y para la libertad, pero también para la solidaridad y para la felicidad humana. Necesitábamos una ciencia responsable, un lenguaje rico, un medio afectivo respetuoso y estimulante; hacer de cada individuo el heredero lúcido de las conquistas de la civilización y el creador audaz de nuevos mundos y de nuevos sueños.

Y allí se inscribe el tercer elemento que he mencionado, el papel de Zuleta como educador, su compleja y renovadora idea de la educación. Su pasión por el conocimiento, aliada con su idea del pensamiento como algo que debe invitar a la acción, lo llevó a la certeza de que la educación no puede ser un instrumento para adaptarnos a un mundo injusto y mezquino sino el escenario mismo del enriquecimiento de la vida y un ejercicio de la libertad.

Qué tipo de vida queremos vivir es algo que no nos pueden decir ni los industriales ni los políticos, porque los unos sólo quieren trabajadores y consumidores y los otros sólo quieren electores y contribuyentes. Es algo que no nos pueden decir los sacerdotes ni los comerciantes, porque los unos sólo quieren fieles y los otros sólo quieren clientes. ¿Qué voces escuchar para decidir qué vida queremos? Estanislao sentía que nada es más desinteresado que la filosofía y que el arte. Una ciencia reveladora, no una ciencia manipuladora; una técnica que nos haga libres, no una que nos mecanice, nos encierre y nos vigile sin fin; un pensamiento que nos haga inconformes e imaginativos, no uno que nos haga dóciles y estériles; una relación con el arte que no sólo nos haga capaces de disfrutar y de interrogar las obras de arte sino que haga de todos nosotros creadores de belleza y de sentido.

Zuleta dijo alguna vez que no todas las revoluciones son insurrecciones armadas contra unos poderes opresivos o sanguinarios. Que incluso muchas veces esas insurrecciones solían dejar intacto el orden social y mental contra el que se habían alzado. A veces las revoluciones son tan industrialistas, tan militaristas, tan enemigas de la naturaleza, tan hipócritas en su relación con el cuerpo, tan limitadas en sus ambiciones humanas, tan pobres en su relación con la belleza y con el conocimiento como los poderes contra los cuales luchan. Había otra clase de revoluciones. El Renacimiento europeo, por ejemplo, aunque nadie suele llamarlo así, fue una enorme revolución. La gente cambió su manera de mirar, su relación con el espacio, con el paisaje, con el mundo, con Dios; apareció otra manera de pintar y de escribir, una nueva curiosidad ante la naturaleza, una nueva lectura de la antigüedad pagana, nuevos sueños y nuevos desafíos para la imaginación, una nueva idea del hombre y del pensamiento. Y el mundo cambió.

Así de vasto es el cambio que Estanislao anhela y propone, en un ejercicio continuo de asombrosa coherencia y de asombrosa persistencia. En esto le era fiel a los sueños de uno de sus maestros, Friedrich Hölderlin, quien, mientras en la vecina Francia se cumplía una parcial revolución política, escribió en su Hiperión: “¡Que cambie todo en todas partes! ¡Que un nuevo mundo brote de las raíces de lo humano! ¡Que una nueva divinidad reine sobre los hombres! ¡Que un nuevo porvenir se abra para ellos! En los talleres, en las casas, en las asambleas, en los templos, que se realice la metamorfosis. ¡Que cambie todo en todas partes!”.

Fuente:

Bellaciao.org