Noche de Campo Literaria

Homenaje en los
setenta años de
la aparición de El
Principito
de Antoine
de Saint-Exupéry

Mayo 19 de 2013

«El Principito» de Antoine de Saint-Exupéry

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Noche de Campo Literaria
en El Café de Otraparte:
Literatura a manteles:
«El Principito»

Un día, una noche, volveremos desde nuestra infancia para preguntarnos si la rosa sigue siendo única, si todavía nos alegramos bajo el cielo abierto y estrellado del amanecer, si la inocencia continúa resistiendo al fondo de la sangre pese a todo, si ha cambiado nuestra mirada, si el misterio aún se agita como un baobab imposible en el corazón… Y nos miraremos extrañados, alucinados, perplejos. Ya habíamos olvidado esas preguntas, ya el tiempo las había devorado. Y allí estarán de nuevo, firmes, insobornables, insoslayables… Dignas como el primer hombre cuando era niño… Mirándonos, descubriendo lo que significa la palabra futuro, lo que significa el presente, la memoria singular de cada existencia.

Un pequeño homenaje, discreto como un cordero dentro de una caja, al hombre que nos regaló la infancia, la honda respiración del cielo que no cuenta sus estrellas, al aviador que supo embriagarse de Sueño y escribió para nosotros, para recordarnos que hay una verdadera patria por recobrar, que sólo cuando miramos limpiamente aquello que miramos nos mira… Celebremos los 70 años que en El Principito cumplimos todos, y no esquivemos los ojos que muy serios y serenos nos inquieren desde el fondo de nosotros mismos…

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Antoine de Saint-Exupéry (1900 - 1944)

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No se sabe muy bien quién fue Saint-Exupéry: reunió varias existencias en una, intensa y deslumbrante, para cumplir sin saberlo con el ideal stendhaliano de hacer de la propia vida una obra maestra —como condición para escribirla—, y en varias de esas existencias fue falseado, y no siempre de forma desinteresada, hasta hoy. Incluso su muerte, a los 44 años, sigue siendo un misterio. También fue el casi involuntario autor de uno de los mayores fenómenos editoriales del siglo XX, El pequeño príncipe que, no sin enigma, con su éxito y la industria que se ha montado a su alrededor sigue postergando a su otra obra, de igual o mayor calidad, y al testimonio de su pensamiento de los últimos años, no sólo lúcido, sino también profético. (La propia traducción de sus títulos al español es un indicio de lo que digo: no es El principito, cursi título que se impuso desde Argentina con la boba creencia de que el de los niños es un mundo en diminutivo, sino El pequeño príncipe; no es Correo del sur, sino Correo sur, nombre que tomó de unas sacas de correo; no es Vuelo nocturno, sino Vuelo de noche (Vol de nuit), ¿no lo oyen?; no es Tierra de hombres, como en una canción de machos, sino el humanista Tierra de los hombres… Parece una conspiración).

Escritor y piloto, como es por lo general sabido, Antoine de Saint-Exupéry fue también un inventor que a su muerte dejó catorce patentes para mejorar el vuelo de los aviones, mago que se podía haber ganado la vida con juegos de cartas, dibujante de talento (¿es imaginable El pequeño príncipe sin los dibujos?), sutil ajedrecista, matemático, al parecer, de genio, conde no ejerciente de un linaje que se remonta al siglo XIII —y que le marcó a fuego en una infancia de aristócrata arruinado en los dos castillos de su familia—, leal en la amistad hasta el virtuosismo, amaestrador con un don para los animales, conversador brujo al punto de que más de un seducido negó que su mejor arte fuese el de escritor…

Pedro Sorela
Letras Libres

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Antoine de Saint-Exupéry (1900 - 1944)

Antoine de Saint-Exupéry

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Antoine de
Saint-Exupéry

(1900 – 1944)

Novelista y aviador francés, las experiencias que vivió como piloto fueron a menudo su fuente de inspiración. Fue el tercero de cinco hijos de una familia aristócrata, pues su padre tenía el título de vizconde. Vivió una infancia feliz en las propiedades familiares, aunque perdió a su progenitor a la edad de cuatro años. Estuvo muy ligado a su madre, cuya sensibilidad y cultura lo marcaron profundamente, y con quien mantuvo una voluminosa correspondencia durante toda su vida.

Su interés por la mecánica y la aviación se remonta a la infancia: recibió el bautismo del aire en 1912 y esta pasión no lo abandonó nunca. Después de seguir estudios clásicos en establecimientos católicos, preparó en París el concurso de entrada en la Escuela Naval, pero no logró su objetivo y se inscribió en Bellas Artes. Pudo aprender el oficio de piloto durante su servicio militar en la aviación, pero su novia y futura escritora, Louise de Vilmorin, se opuso a que se incorporara al ejército del aire, por lo que Antoine se resignó a ejercer diversos oficios al tiempo que frecuentaba los medios literarios.

El año 1926 marcó un giro decisivo en su vida con la publicación de la novela breve El aviador en Le Navire d’Argent de Jean Prévost, así como con el contrato de piloto de línea para una sociedad de aviación. A partir de entonces, a cada escala del piloto correspondió una etapa de su producción literaria. Su primera novela, Correo del Sur (1928), fue escrita mientras se desempeñaba como jefe de estación aérea en el Sahara español.

La siguiente escala fue Buenos Aires, cuando fue nombrado director de la Aeroposta Argentina, filial de la Aéropostale, donde tuvo la misión de organizar la red de América Latina. Tal es el marco de su segunda novela, Vuelo nocturno. En 1931, la bancarrota de la Aéropostale puso término a la era de los pioneros, pero Saint-Exupéry no dejó de volar como piloto de prueba y efectuó varios intentos de récords, algunos de los cuales se saldaron con graves accidentes en el desierto egipcio en 1935 y en Guatemala en 1938.

En los años treinta multiplicó sus actividades: cuadernos de invención, adaptaciones cinematográficas de Correo del Sur en 1937 y de Vuelo nocturno en 1939, numerosos viajes (a Moscú, a la España en guerra), reportajes y artículos para diversas revistas. Durante su convalecencia en Nueva York, después del accidente en Guatemala y por consejo de André Gide, reunió los textos, en su mayor parte artículos ya publicados, que se convirtieron en Tierra de hombres (1939).

Durante la Segunda Guerra Mundial participó con la fuerza aérea francesa en misiones peligrosas, en especial sobre Arras en mayo de 1940. Tras la caída de Francia marchó a Nueva York, donde contó esta experiencia en Piloto de guerra (1942). En Estados Unidos se mantuvo al margen de los compromisos partidistas, lo que le atrajo la hostilidad de los gaullistas. Su meditación se elevaba por encima de la historia inmediata, sin desconocer las amenazas que la época hacía pesar sobre el «respeto del hombre», como lo relata en Carta a un rehén (1943).

En el mismo año apareció El Principito, una alegoría de la propia vida de Saint-Exupéry, de sus incertidumbres y de su búsqueda de paz interior. Pero también es una alusión a su tormentosa relación con Consuelo, la salvadoreña con quien contrajo matrimonio en Argentina. El texto es considerado un triunfo de la melancolía que por algún misterio es descrito como un libro para niños. Según los expertos, la obra está lleno de referencias a su relación: la rosa es Consuelo, que sufre de asma, que es frágil y que por eso está protegida bajo una campana de cristal; los tres volcanes son los de El Salvador; los baobabs son las ceibas a la entrada del pueblo de Armenia en El Salvador. En 2000, al celebrarse el centenario de su nacimiento, fue publicada La memoria de la rosa, un manuscrito de Consuelo rescatado por José Martínez Fructuoso y que parece ser una respuesta a El Principito.

A partir de entonces pidió incorporarse a las fuerzas francesas en África del Norte y retomó las misiones desde Cerdeña y Córcega. En el transcurso de una de ellas, el 31 de julio de 1944, su avión desapareció en el Mediterráneo. Los cientos de páginas de La ciudadela, suma alegórica que permaneció inacabada, fueron publicadas póstumamente en 1948. La prosa de Saint-Exupéry impresiona por un rigor en el que la desnudez retórica asegura la eficacia del relato de acción. Cercano a André Malraux por su conciencia de la aventura humana, a Jean Giono por su lirismo cósmico, a Georges Bernanos por su búsqueda del absoluto, Saint-Exupéry mostró siempre que el hombre no es más que lo que hace.

Fuentes:

Biografiasyvidas.com, Letraslibres.com, Bbc.co.uk.

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Antoine de Saint-Exupéry (1900 - 1944)

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A León Werth

Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona mayor es capaz de comprenderlo todo, incluso los libros para niños. Tengo una tercera excusa todavía: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Tiene, por consiguiente, una gran necesidad de ser consolada.

Si no fueran suficientes todas esas razones, quiero entonces dedicar este libro al niño que fue hace tiempo esta persona mayor. Todas las personas mayores antes han sido niños. (Pero pocas de ellas lo recuerdan). Corrijo, por consiguiente, mi dedicatoria:

A León Werth cuando era niño

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«El Principito» de Antoine de Saint-Exupéry

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El Principito

Capítulo I

Cuando yo tenía seis años vi una magnífica lámina en un libro sobre la Selva Virgen que se titulaba Historias vividas. Representaba una serpiente boa que se tragaba a una fiera. Esta es la copia del dibujo:

El Principito - Antoine de Saint-Exupéry

En el libro se afirmaba: «La serpiente boa se traga su presa entera, sin masticarla. Luego ya no puede moverse y duerme durante los seis meses que dura su digestión».

Reflexioné mucho en ese momento sobre las aventuras de la jungla y a mi vez logré trazar con un lápiz de colores mi primer dibujo. Mi dibujo número 1 era de esta manera:

El Principito - Antoine de Saint-Exupéry

Enseñé mi obra de arte a las personas mayores y les pregunté si mi dibujo les daba miedo.

—¿Por qué habría de asustar un sombrero?—me respondieron.

Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba una serpiente boa que digiere un elefante. Dibujé entonces el interior de la serpiente boa a fin de que las personas mayores pudieran comprender. Siempre estas personas tienen necesidad de explicaciones. Mi dibujo número 2 era así:

El Principito - Antoine de Saint-Exupéry

Las personas mayores me aconsejaron abandonar el dibujo de serpientes boas, ya fueran abiertas o cerradas, y poner más interés en la geografía, la historia, el cálculo y la gramática. De esta manera a la edad de seis años abandoné una magnífica carrera de pintor. Había quedado desilusionado por el fracaso de mis dibujos número 1 y número 2. Las personas mayores nunca pueden comprender algo por sí solas y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones.

Tuve, pues, que elegir otro oficio y aprendí a pilotear aviones. He volado un poco por todo el mundo y la geografía, en efecto, me ha servido de mucho; al primer vistazo podía distinguir perfectamente la China de Arizona. Esto es muy útil, sobre todo si se pierde uno durante la noche.

A lo largo de mi vida he tenido multitud de contactos con multitud de gente seria. Viví mucho con personas mayores y las he conocido muy de cerca; pero esto no ha mejorado demasiado mi opinión sobre ellas.

Cuando me he encontrado con alguien que me parecía un poco lúcido, lo he sometido a la experiencia de mi dibujo número 1 que he conservado siempre. Quería saber si verdaderamente era un ser comprensivo. E invariablemente me contestaban siempre: «Es un sombrero». Me abstenía de hablarles de la serpiente boa, de la selva virgen y de las estrellas. Poniéndome a su altura, les hablaba del bridge, del golf, de política y de corbatas. Y mi interlocutor se quedaba muy contento de conocer a un hombre tan razonable.

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El Principito - Antoine de Saint-Exupéry