Noche de Campo Literaria

Historias de mujeres
y las mujeres
en la historia

Lecturas y audiciones
en torno a diferentes
protagonistas del arte,
la música y la literatura

30 de junio de 2013

“El cumpleaños” por Marc Chagall

“El cumpleaños”
por Marc Chagall

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Noche de Campo Literaria
en El Café de Otraparte:
Literatura a manteles:
“Mujeres en la historia”

Una noche para invocar. Una noche para mirar con atención el movimiento de una sombra, de un rumor de aire entre los árboles, para advertir lo que bajo la luz del sol escapa a casi todos, pero no a ellas que adivinan en la alta luna el nombre antiguo de las cosas, el lugar de cada epifanía, el hermoso riesgo que encierra vivir, respirar simplemente… A ellas, a las que caminan lento porque no quieren pasar por alto nada que haya sido creado por el silencio, a las que supieron acompañar el gesto imprescindible de grandes hombres, a las que solas, sin que las acosara ninguna otra urgencia que decir lo que se gestaba impaciente bajo sus ojos, a quienes Michelet llamara en su momento ‘Belladonnas’, a las que guardan el misterio del mundo, nuestro mundo, a ellas, un pequeño homenaje a destiempo…

Lecturas de y sobre Camille Claudel, Djuna Barnes, Edith Piaf, Hildegard von Bingen, Isadora Duncan, Margarita Restrepo, María Zambrano, Natalia Goncharova, Sarah Bernhardt y Sylvia Plath, entre otras.

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El hombre caza y combate. La mujer piensa e imagina, engendra a los sueños y a los dioses; ciertos días se vuelve vidente, roza el infinito del deseo y del sueño… Cuando joven y hermosa contempla las flores amorosas y las conoce muy bien. Más tarde, ya mujer, las utiliza para curar a aquellos que ama… […] La naturaleza las ha hecho hechiceras. Es su propio genio, su temperamento femenino. La mujer nace ya hada. En los periodos de exaltación que se suceden regularmente, se convierte en Sibila. Por amor, en Maga. Por su agudeza, su astucia (a menudo fantástica y bienhechora) es una bruja-hechicera que trae la buena suerte, o por lo menos, alivia las desgracias…

Jules Michelet

¿Has pensado en todas las puertas que se han cerrado por la noche y que han vuelto a abrirse? ¿En todas las mujeres que han mirado aquí y allá con lámparas como tú deslizándose sobre pies ligeros, andando como mil ratones por aquí y por allá, ora de prisa, ora despacio, unas parándose detrás de las puertas, otras tratando de encontrar las escaleras, todas buscando o dejando su cebo, en una rendija, en un sofá, en el suelo, detrás de un armario; y en todas las ventanas grandes y pequeñas desde las que el amor y el miedo han atisbado relucientes y con lágrimas? Pon esas ventanas una al lado de la otra y la vidriera daría la vuelta al mundo. Reúne esos mil ojos en uno solo y taladrarías la noche con el gran foco ciego del corazón.

Djuna Barnes

Ortega dice que las mujeres de los grandes hombres son como el gálibo que nos permite conocerlos más íntimamente. Son ellas especie de plantilla que los señala en el detalle esencial, ése que no es aparente. Trazar la biografía del grande hombre por esa mujer, que no es sombra ni duplicado ni reflejo, sino quintaesencia, detalle purificado de esa grandeza. […] Doña Margarita era la pasión suave y contenida. Una presencia impalpable, que reforzaba la grandeza. No era imagen agachada o sumisa, sino la comprensión pura, limpia de toda vanidad y de toda escoria. De esa presencia arrancaban la fuerza y la pasión de Fernando González. Y allí volvían. […] Qué suavidad la suya allá en esa banca del corredor de Otraparte, cuando Lucas de Ochoa —burlón y alegre y sarcástico y triste y placentero— iba nombrando las cosas y la vida. Doña Berenguela era la firmeza impalpable: qué presencia tan aguda la suya. Nos envolvía, y parecía que no estaba con nosotros.

Alberto Aguirre

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Djuna Barnes

Djuna Barnes

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Hildegard von Bingen

Una mujer avanzada para su tiempo

Hildegard von Bingen, relevante mística, considerada la primera bióloga alemana, la primera médica y la primera feminista, es sin duda una de las mujeres más extraordinarias de la Edad Media europea. En pleno siglo XII, sólido paraíso de oscurantismo, esta abadesa dedicó sus más de ochenta años de vida a contrariar con astucia y sutileza los mandatos opresivos de su época.

Hildegard fue visionaria, escribió sobre teología, propuso un universo heliocéntrico 300 años antes que Copérnico, escribió sobre la gravitación universal 500 años antes que Newton, pregonó el herbalismo, se carteó y polemizó con papas, reyes, nobles, etc., que siempre tuvieron enorme respeto a sus opiniones (evidentemente no por su condición de mujer, sino de visionaria), compuso música avanzada y fundó en Rupertsberg su propia abadía, una suerte de comunidad femenina donde las monjas daban rienda suelta a sus talentos artísticos, aprendían a cantar, copiaban e ilustraban manuscritos, hacían gimnasia y bebían cerveza.

Su credo era pura dinamita: promovía la igualdad de géneros, negaba que el placer sexual fuera fruto del pecado y sostenía que la sangre que verdaderamente manchaba no era la de la menstruación sino la que derramaban las guerras.

Fuente:

Pagina12.com.ar

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Hildegard von Bingen

Hildegard von Bingen

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Los demonios de
Camille Claudel

Pasó los 30 últimos años de su vida en el manicomio de Montdevergues. Allí murió sola. Abandonada por todo el mundo, incluida su familia. Camille Claudel (1864-1943) cargaba a sus espaldas 79 años de una vida tan dramática como fascinante. Y aún tendría que transcurrir mucho tiempo para que se reconociera su talento como escultora. Sobre todo, para que su personalidad artística volara por encima de su relación con Auguste Rodin.

[…]

Hija de una familia pequeñoburguesa, desde muy joven mostró gran facilidad para crear formas con sus manos. Trabajar y moldear todo tipo de materiales. Pero el talento natural no fue suficiente y buscó la maestría de la técnica en un taller.

Pese a que la familia se opuso al sueño de la hija de convertirse en artista, su hermano menor, Paul, escritor y único amigo, consiguió que sus padres autorizasen la entrada de su hermana en un taller. Y que fuera nada menos que en el de Auguste Rodin.

En aquella época, Camille Claudel rondaba los 20 años y se encontraba en la plenitud de su belleza y de la fuerza creativa. Rodin y su alumna se hicieron amantes inmediatamente. Y los tormentos amorosos no tardaron en llegar. No es sólo que él fuese un hombre casado y promiscuo, sino que incluso tenía una "amante estable", Rose Beuret, que se convertiría en gran enemiga y pesadilla recurrente en la vida de Camille. La relación duró casi diez años. Y los ataques de celos y peleas fueron públicos y constantes.

Ella aprendió rápidamente y Rodin le permitió participar en muchas de sus grandes esculturas. Aunque, temeroso de su personalidad y talento arrasadores, intentaba rebajar su protagonismo en el estudio. Camille dejó escrita en su correspondencia de la época que él se aprovechaba de ella, que las obras que presentaba como propias eran producto de su talento menospreciado.

También hubo lugar para otros reproches. Por ejemplo, las vejaciones y humillaciones a las que le sometió Rodin, que solía exhibirse con otras mujeres delante de ella. Entre esta correspondencia hay una carta de Rodin […] en la que él deja por escrito la promesa, mil veces rota, de que ella sería la única mujer en su vida.

Obsesionada por el amor, Camille fue convencida por Rodin de abortar cuando quedó embarazada. De nuevo, le prometió que iba a abandonar a Rose Beuret. Todo fue mentira de nuevo y Camille, profundamente humillada, abandonó a Rodin. La artista, entonces, se encerró en su propio estudio y esculpió incansable cabezas de niños. La mayor parte de éstas fueron destrozadas inmediatamente. Los vecinos de su taller la oían aullar todo el día. Camille perdió su belleza y su única relación fueron las decenas de gatos que vagabundeaban por el estudio.

Una tarde, tres enfermeros echaron la puerta abajo y le colocaron una camisa de fuerza. Por orden de su familia, fue ingresada en un sanatorio psiquiátrico próximo a París. Nunca más volvió a esculpir nada. Se le diagnosticó«una sistemática manía persecutoria acompañada de delirios de grandeza". Al final de su vida recuperó la cordura. Nadie la reclamó.

Fuente:

Elpais.com

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Camille Claudel

Camille Claudel

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Isadora Duncan

Madre de la danza moderna

Isadora Duncan es considerada por muchos la madre de la danza moderna. Bailarina, coreógrafa, maestra de baile, pensadora y creadora de una de las primeras técnicas de la danza moderna, Isadora Duncan dejó un gran legado en el mundo de la danza.

Hoy en día su visión acerca de la danza como expresión de la condición humana sigue vigente en las diferentes vertientes de la danza contemporánea.

A principios del siglo XX, Duncan desarrolló una nueva forma de baile que rompió con todos los criterios del ballet clásico. Empezó a bailar descalza vestida en túnicas estilo griego. Bailaba libre de las estructuras, pasos y posiciones del ballet clásico.

Duncan se inspiró en el arte griego, danzas tradicionales, bailes sociales y en la naturaleza para crear una manera de bailar que se basa en movimientos naturales y libres.

La gran contribución de Duncan a la danza no se limita a su técnica de baile y coreografías. Duncan dedicó su vida a hacer visible la danza como un arte legítimo. Hizo numerosas conferencias acerca de la danza y escribió The Art of Dance (El arte de la Danza), un libro que se ha convertido en requisito de lectura para los que estudian danza.

Isadora Duncan nació en San Francisco en 1877, bajo el nombre de Angela Duncan. A la temprana edad de cinco años empezó a enseñar baile a las niñas de su vecindario.

Ya en ese tiempo Duncan mostraba su capacidad innovadora en la danza. Les decía a sus discípulas que movieran los brazos como si fueran las olas del océano.

[…]

Al principio, Duncan presenta sus coreografías en espacios privados. En poco tiempo empieza a hacer presentaciones públicas de su danza.

Su nueva forma de baile alcanza popularidad por toda Europa en los primeros años del siglo XX, y más adelante en Estados Unidos y otras partes del mundo.

En las primeras décadas del siglo XX Duncan desarrolla su nueva forma de baile en todos sus aspectos. Crea coreografías para la música de grandes compositores como Beethoven, Mozart y Chopin. Y desarrolla una técnica de baile completamente nueva.

Su técnica de baile se basa en movimientos que surgen de una manera natural, fluida y libre. En vez de ejecutar pasos estructurados, Duncan baila usando el plexo solar como punto de partida para generar movimientos orgánicos que expresan los sentimientos del creador.

Pero Duncan no sólo se enfoca en crear coreografías y desarrollar una nueva técnica de baile. Duncan comparte una visión de la danza como expresión vital de la vida misma. Promueve una filosofía donde la danza ocupa un lugar sagrado.

Fuente:

About.com

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Isadora Duncan

Isadora Duncan

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Tres mujeres

Fragmento
Sylvia Plath

Primera voz:

Soy lenta como la Tierra. Soy muy paciente,
cumplo mi ciclo, soles y estrellas
Me miran con atención.
El celo de la luna es más personal:
pasa y vuelve a pasar, luminosa como
una enfermera. ¿Lamenta ella lo que me va a suceder?
No lo sé. Está simplemente asombrada
ante la fecundidad.
Cuando salgo, soy un gran suceso. No tengo necesidad de pensar
o de prepararme. Lo que sucede en mí tendrá lugar
de todos modos.
El faisán se yergue sobre la colina:
Se alisa las plumas pardas.
Sonrío a mi pesar a todo lo que conozco.
Hojas y pétalos me acompañan.
Estoy lista.

Segunda voz:

Cuando la vi por vez primera,
esta pequeña hemorragia, no lo creí.
Veía a los hombres andar a mi alrededor,
en la oficina.
¡Estaban tan tranquilos!
Algo había de cartón en ellos,
después comprendí.
Esta banalidad tan vacía, la que engendra
las ideas, las destrucciones,
Los bulldozers, las guillotinas, las habitaciones
blancas llenas
de aullidos. Y las abstracciones. Estos
arcángeles fríos.
Yo estaba sentada ante mi máquina de escribir,
en sastre y tacones altos,
cuando el hombre para el que trabajo me dijo
sonriente:
“¿Vio un fantasma? De pronto está usted tan pálida”.
No dije nada.
No alcanzaba a creer. ¿Es que es tan
difícil
para el espíritu concebir una cara, una
boca?
Los pedidos salen de las teclas
negras y las teclas negras
salen
de mis dedos alfabéticos, ellas ordenan las piezas.
Y aún las piezas, los pabilos, los engranajes,
toda una multiplicidad brillante.
Muero sentada. Pierdo una dimensión.
En mis oídos hay trenes que rugen, salen, salen.
La huella plateada del tiempo se devana en la
distancia,
el cielo blanco se vacía de sus promesas
como un tazón.
Esta resonancia mecánica
producida por mis pies.
Tap, tap, tap, tobillos de acero. Siento
una insuficiencia.
Es una enfermedad que llevo conmigo,
es una muerte.
Una vez más, es una muerte.
¿Es el aire, Las partículas mortales que aspiro?
¿Soy un pulso
que se debilita cada vez más ante
el arcángel frío?
¿Es él mi amante?
¿Esta muerte, es ella
otra muerte?
Cuando fui niña, amé un nombre
corroído por el liquen.
¿Sería entonces el único pecado, este viejo amor
muerto de la muerte?

Tercera voz:

Recuerdo el instante en que
realmente lo supe.
Los sauces perdían su calor,
el rostro en el estanque era bello, pero
no era el mío, tenía un aire importante, como todo
el resto,
Y no veía más que peligros:
palomas, palabras,
estrellas y lluvias de oro
—¡concepciones, inseminaciones!—
Recuerdo un ala blanca y fría.
Y el gran cisne, con su mirada terrible,
viniendo a mí, como un castillo,
de río crecido.
Hay una serpiente en los cisnes.
Ella resbaló cerca de mí; su ojo contenía un
mensaje sombrío,
vi el mundo en ella —pequeño, mezquino y
sombrío.
Cada pequeña palabra enganchada a otra,
los actos a los actos.
Algo había brotado de ese día cálido
y azul.
No estaba lista. Las nubes blancas
se precipitaron.
A los cuatro sentidos.
Ellas me descuartizaron.
No estaba lista.
Carecía de respeto.
Creía poder negar las consecuencias.
Pero ya era demasiado tarde.
Era demasiado tarde,
y el rostro se tornó más nítido,
amoroso, como si yo estuviera lista.

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Sylvia Plath

Sylvia Plath

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Enlaces recomendados:

“Non, je ne regrette rien”
de Edith Piaf

Isadora Duncan
La musa de la danza libre

“Heaven and Earth”
de Hildegard von Bingen