Presentación

Obra selecta

Poesía Prosa Traducciones
—Mayo 4 de 2017—

“Obra selecta” de José Manuel Arango / Ilustración © Lyda Estrada

Ilustración © Lyda Estrada

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José Manuel Arango Pérez fue poeta, traductor, filósofo y ensayista colombiano nacido en El Carmen de Viboral en 1937 y fallecido en Medellín en 2002. Profesor de Filosofía durante más de veinte años en la Universidad de Antioquia. En los años sesenta terminó su maestría en Artes en la Universidad de West Virginia. Tradujo poetas como Walt Whitman, Emily Dickinson, William Carlos Williams, Ezra Pound y Denise Levertov. Sus poemas han sido igualmente traducidos al inglés, alemán, italiano y portugués. Fundó revistas de gran prestigio como “Acuarimántima” (1973-1982), “Poesía” (1986-1989) y “DesHora” (1996-2002), de la cual fue su director hasta su muerte. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía por reconocimiento de la Universidad de Antioquia en 1988 y otras distinciones a su vida y obra. Es considerado uno de los poetas más importantes del siglo XX en Colombia.

Homenaje a 80 años de su
nacimiento y a 15 años de su muerte

Presentación del autor y su obra por
Gloria Arango y Guillermo Baena

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José Manuel Arango / Foto © César Augusto Montoya

José Manuel Arango
Foto © César A. Montoya

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Es inevitable para un poeta desconfiar de los nombres que la tradición dejó sobre las cosas. Y todo esfuerzo de poesía, siendo una búsqueda de la belleza, es también la búsqueda de una definición nueva de la belleza, donde se incorporen al lenguaje común las experiencias y las revelaciones de un alma singular y desconocida. Pocos poetas lo han logrado en Colombia tan intensamente como José Manuel Arango. La suya es una poesía que sin proclamas ni manifiestos, y a lo mejor sin un propósito consciente, decidió contrariar muchos de los hábitos de nuestra tradición literaria: la poesía ornamental, la oratoria vacua y solemne, el sentimentalismo, los ritmos meramente inerciales, la poesía entendida como juego de astucias y asombros, como un certamen de ingeniosidades o desplantes. […] José Manuel Arango es hoy uno de los más singulares poetas de la lengua castellana.

William Ospina

Hasta en la muerte fue parco, silencioso, discreto. Como Pessoa en su última tarde. Como Antonio Machado dejándose ir frente al mar. Sin quejas, sin grandes gestos, sin frases solemnes. Como vivió y creó. […] Si bien es cierto en nuestro medio se ha comparado su poesía con la de Aurelio Arturo, por su vocación de brevedad, concisión, precisión y transparencia de lenguaje, por la capacidad de sugerir y crear más con menos, se encuentra que igual tiene hondas afinidades en levedad y mesura con poetas como Rogelio Echavarría y Giovanni Quessep, o por espíritu y conciencia de vida, con el “Brujo de Otraparte”, el viejo e inolvidable Fernando González. Pero es sobre todo el fondo de verdad, la autenticidad de su escritura, el despojamiento de adornos, la nitidez de sus imágenes, lo que le da originalidad a su “estilo”, es decir, una inconfundible identidad. […] Su poesía parece venir de un desconocido hontanar, con la (a)morosa delectación de un río calmo, hondo y traslúcido de secreto rumor.

Pedro Arturo Estrada

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Ver documental La humildad del jardinero de César Augusto Montoya, y oír en la voz de José Manuel Arango un comentario sobre Fernando González y su poema “Pensamientos de un viejo”.

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Cinco poemas de
José Manuel Arango

Guayacán

El guayacán
de copa
ahusada
           vencido
de racimos de flores
amarillas
           qué llamarada

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Montañas

Montañas
y de trecho en trecho un relámpago
débil
que las muestra de golpe

el cielo retiembla
lejos

es el mar decía el anciano
hay tempestad en el mar

no se oye trueno
                         los picos
de la cordillera
se recortan un punto nítidos
oscuros
y otra vez el cielo se cierra

el anciano decía
es el parpadeo del jaguar

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Balanza

El hueso no la pulpa
la muerte no la vida

Así
en una palma un seno de muchacha
en la otra una calavera

Y el sí y el no
como contrarios
movimientos del corazón
—sístole y diástole—
que se abre aceptando
que se niega encogiéndose

¿Dónde está el fiel de la balanza
si no en el no
en el centro
justo del corazón?

¿No pesaría más
lo más liviano?

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El regalo

Cada mañana vuelves en ti
y de la tierra de nadie del sueño
regresas al mundo

La noche te devuelve las manos:
te palpas estás vivo

La noche te devuelve los pies
para andar por el mundo

Y la lengua para que agradezcas
Lázaro
el regalo del cuerpo
el regalo del mundo

Retoma tu nombre
y con él otra vez la grima
el desasosiego

Pecho al nuevo día

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El oro en los dientes

Lo que los distingue es sobre todo su apariencia anacrónica. El corte de cabello recto y como hierático, los rapados parietales. Alguno lleva todavía una trenza de brujo que le cuelga sobre la nuca. Frecuentan las calles aledañas al mercado donde venden sus mercaderías.

Aunque hablan aún la vieja lengua de la tierra, se los oye vocear en el idioma de todos: el de la ciudad, el de los vencedores. En él aprendieron a tasar. Sólo un deje, un modo excéntrico de decir traiciona en ellos al extranjero.

En otros tiempos traían al mercado hermosos utensilios: cestas primorosamente labradas, mantas, vasijas. Bajaban de sus montañas a la ciudad con pájaros en el hombro y ofrecían sombreros tejidos de plumas de guacamaya. Hoy sus mercancías son bastas, pobres trebejos que incluso llegan a comprar en las tiendas de baratijas para revenderlos.

Por la noche se emborrachan en alguna taberna de mala muerte. Beben en silencio y las caras sin edad, como de niños viejos, tienen un aspecto que es curioso e indiferente a un tiempo. De tanto en tanto recuentan las monedas del día.

Luego, ya bebidos, hablan en su lengua. Como a retazos, como si recordaran a ráfagas hechos muy antiguos. Es un canturreo gangoso que por momentos llega a parecerse a un canto.

Y esa extrema risa de oro: el oro en la risa, en los dientes.

Fuente:

Arango, José Manuel. Obra selecta – Poesía Prosa Traducciones. Ediciones DesHora, El Carmen de Viboral – Medellín, marzo de 2017, selección y notas por Guillermo E. Baena L.