Presentación

Ojos de Ácrata

Septiembre 8 de 2011

“Ojos de Ácrata” de J. Arturo Sánchez

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J. Arturo Sánchez Trujillo (Medellín, 1954) es poeta, narrador, sociólogo. Cofundador (1977-1978) de las publicaciones “Poesía para la nueva vida” y “Echando a andar”, de las revistas literarias “Cantera de Ancón” y “Rana Verde”. Ha sido miembro del Consejo de Redacción de la revista de poesía “Prometeo”, y cofundador, desde una posición independiente, del Festival Internacional de Poesía en Medellín. Se ha desempeñado como director de la casa de la cultura en Caucasia, coordinador de la escuela y talleres literarios de la casa de cultura del municipio de Copacabana, coordinador del premio juvenil metropolitano de poesía en Medellín. Es columnista cultural y de opinión en Nicaragua. Ha publicado los poemarios “Ágata” (1994), “Baile en el bosque del extravío” (1996), “Makela Bantú” (1998), “Con las flores en el fogón” (2008) y “Ojos de Ácrata” (2010). Sus escritos han aparecido en antologías, revistas, suplementos literarios, y algunos de sus poemas han sido musicalizados por el pianista y compositor Sebastián Sánchez Giraldo. Recibió el Premio Radio Habana Cuba (1975) y Poesía Capital de la Casa de Poesía Silva (2005). Libros inéditos: “Cuentos por cobrar”, “Oscuros relatos de calles sombrías”, “Los tres cuchillos del tiempo”, “Pócimas en décimas, para niños y niñas” y “Haikus”.

Presentación del autor
por Pedro Arturo Estrada

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Beatriz Vélez - Foto por Edwin Bustamante (El Colombiano)

J. Arturo Sánchez Trujillo

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Insumiso, he escrito solo lo que siento y camino en carne viva, sin especulaciones, metiendo el dedo en la llaga, asumiendo los riesgos, a contracorriente de la hipocresía y estupidez humana; sin unirme a las infamias de quienes manejan los hilos soterrados o abiertos de cualquier mezquino poder. No escribo por contrato, ni por negocio, ni por banalidades, incursiono allí por respirar un aire fresco, por un deseo de búsqueda constante, y por necesidad vital. Y para poder hacer esto, tanto en la vida, como en mis escritos, he debido cruzar las líneas más allá de lo permitido, no siendo idiota útil para la maquinaria; insubordinándome en un mundo que exige —so pena del ostracismo y las discriminaciones— obedecer a esta barbarie, ser peón de alguien y producir dinero. Por ello para mí el poema ha sido grata y peligrosa verdad intimista, revelación y rebelión, hermanamiento con el cordón umbilical del mundo, escucha del eco del universo. Porque así la poesía todo lo vibra y descubre. Y también nos ilumina para siempre.

J. Arturo Sánchez

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Poemas de
J. Arturo Sánchez

El abrazo de los muertos

Casi todos mis amigos murieron.
Y muchos aún palpitan el dolor
en las tumbas sin nombre
que sacuden este croquis.

Olvidados
a orillas de algún camino
que cubrió la maleza.

O en remolinos
donde fueron arrojados
en pedazos al río.

Mis amigos…
Tengo pocos.
A veces nos juntamos
a beber y fumar dolores
recordando la sonrisa
y el abrazo de los muertos.

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Gota

Viví en los sótanos,
como un ángel distraído y colorado
ni pasado, ni presente, ni futuro.

Y más allá del verso,
(montado en una tormenta)
he caminado el despertar.

Soy la mano izquierda del arcano sin número
alzando en un ala la copa del viento sutil;
y a veces canto su música festiva y lúgubre…

Soy ahora después del pantano
la hoja que rueda sobre la ceniza.

Soy la montaña que anida fuego
y una gota del torrente que baja.
Apenas una gota interior…
Tan
solo
una.

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Olor a pino verde

Me levanté temprano y tranquilo
con un fresco olor a pino verde;
inaudito como un río intangible y vacío.

Miré toda esta selecta campiña de perlas;
doncellas inanes,
triunfadores rápidos
y ahorcando unas botellas de vidrio caliente,
recordé que los diamantes
no dan calor de piel a nadie.

Desde el aspa que atornilla mi vista,
me pregunté hasta dónde y hasta cuándo
girarían estos molinos tiznados de viento.

Luego arrastré mi sombra en el barbecho,
sin siquiera mirar de reojo a los vecinos:
Agrimensores,
que especulaban mapas de tuertos tesoros
por La Mancha.
Ilusionistas,
que cuando no pueden acabarte
fingen que perdonan,
y te ofrecen un cofre con llaves del olvido.

Arteros y certeros,
pues saben también que es excelente jugada
de ajedrez la muerte.

Ni siquiera miré de soslayo a los falderos
de la siempre ganancia,
me cuidé de saludar a esta rama torcida
del árbol podrido.
Sin miedo,
sin bronca,
sin nada.
Y con prudencia
porque de pronto me cortaban la mano.