Presentación

Oráculos de Jezabel

—8 de febrero de 2022—

Portada del libro «Oráculos de Jezabel» de Juan Esteban Londoño

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Ver grabación del evento:

YouTube.com/CasaMuseoOtraparte

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Juan Esteban Londoño (Medellín, 1982) es escritor y docente universitario, doctor en Teología de la Universidad de Hamburgo (Alemania), magíster en Filosofía de la Universidad de Antioquia y magíster en Ciencias Bíblicas de la Universidad Bíblica Latinoamericana (Costa Rica). Es autor de la novela «Evangelio de arena» (Colombia, 2018), del libro de ensayos «Hugo Mujica: el pensamiento de un poeta en la poesía de un pensador» (Argentina, 2018) y del poemario «El país de las palabras rotas» (Nueva York, 2019). Ha escrito diversos artículos y libros científicos sobre filosofía, literatura y religiones, como «La crucifixión en la literatura latinoamericana contemporánea: Hugo Mujica, Raúl Zurita y Pablo Montoya» (Alemania, 2020). En 2021 ganó la beca para la publicación de obras inéditas del Programa Nacional de Estímulos del Ministerio de Cultura de Colombia por su obra «Oráculos de Jezabel».

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Presentación del autor y su
obra por Ana María Bustamante.

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Oráculos de Jezabel estaba en el corazón de su autor desde mucho antes de ser escritor. Y, como en caminos paralelos, mientras el poeta se levantaba cada día a su labor, Jezabel fue configurando su rostro, su voz, la gruta que habitaría cuando llegara el despojo. El profeta de Patmos no pudo salvarla, porque ella era una y todas: «la extraña», «la pitonisa», «la que no le pertenecía a ningún dios», solo a sí misma y a su risa. Dicen que de Jezabel solo quedaron sus pies y sus manos; con los pies desanduvo la ruta de las aguas y con sus manos transcribió las visiones que más tarde serían estos oráculos.

Viviana Restrepo Osorio

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En la palabra acusadora de los dueños, todas alguna vez hemos sido Jezabel. Pero este libro de oráculos es un camino de retorno a la gruta del Edén. Unos son textos escritos por una mujer que fue despojada e injuriada. Son oráculos frágiles, acortados, jirones desgastados por la inclemencia del tiempo y del tirano, su fuerza y extraordinaria mirada de la vida los han hecho sobrevivir y los han conservado. Los otros los completan, a través de la mirada de Londoño, como se completa el ala rota de una mariposa, con devoción y ternura. En estos oráculos comprendemos a una Jezabel sobreviviente y errante, de aquí a Tiatira, del mercado al puerto, de la ventana al mar, del lupanar al templo, del alba al vientre. Leerlos advierte, al menos, una noche de insomnio y un reguero de lágrimas. No se puede estar ante un texto de tal belleza sin querer sacarse los ojos y lanzarlos al papel para que floten.

Gabriela Miranda

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Juan Esteban Londoño - Foto © Juliana Marín

Juan Esteban Londoño
Foto © Juliana Marín

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Oráculos de Jezabel

~ Fragmento ~

Prólogo

Estos son oráculos de una sibila misteriosa, la voz de un grupo de maestras que circulaban por el imperio romano ofreciendo medicinas naturales y anunciando predicciones a través de la poesía.

Caía el otoño de 2017. Yo realizaba una investigación de manuscritos antiguos en la Universidad de Leipzig cuando tuve acceso al inquietante texto.

El profesor Ulrich Röser, del Departamento de Literatura Grecorromana, lo traducía del griego al alemán y me explicó que el pergamino había sido hallado recientemente por arqueólogos en Turquía.

Según el erudito, la autora es Jezabel de Tiatira, una mujer a la cual acusa con severidad Juan de Patmos, autor del libro del Apocalipsis, como embustera, insaciable en los deseos carnales y transgresora de la doctrina de la Iglesia:

[…] tengo contra ti que toleras a Jezabel, que se declara profetisa y engaña a mis siervos conduciéndolos a la inmoralidad sexual y a comer carne de ídolos. Le he dado tiempo para que se arrepienta, y no quiere arrepentirse de su prostitución. Mira, a ella la postraré en cama y a los que cometieron adulterio con ella les enviaré fuegos terribles […] (Ap 2,19-24).

De la acusada sabemos poco, ni siquiera tenemos acceso a su verdadero nombre. Algunos testimonios externos, como Suetonio y Celso, afirman que esta mujer pudo ser una esclava que hablaba el latín y el griego, y tenía una relación cercana con los Misterios de Eleusis.

En Asia Menor proliferaron los cultos a las deidades femeninas, tales como el sacrificio a la Madre de los dioses, el templo a Artemisa, considerado el punto más alto de la arquitectura de Éfeso, y el altar a Hestia, diosa relacionada con el fuego. Los oráculos nos permiten interpretar que Jezabel atravesó experiencias iniciáticas relacionadas con estos grupos o con ritos semejantes.

Con el permiso del profesor Röser, abiertas las páginas sobre una mesa, decidí fotografiar el manuscrito y traducirlo del griego al castellano. De este modo podemos acceder a uno de los escasos documentos antiguos escritos por mujeres, a excepción de algunas cartas de aristócratas romanas y de los poemas de Safo. Casi todo lo referente a ellas ha sido registrado por hombres en lápidas o inscripciones oficiales. De allí la importancia histórica y literaria que tiene esta obra.

El libro consiste en una serie de sentencias poéticas sin título, que podrían comprenderse como augurios y eran leídos en sociedades de mujeres, a las que los varones no tenían acceso. Elegí titularlo, acudiendo al misterio de sus palabras, Oráculos de Jezabel.

Los poemas están enumerados en romanos. He decidido agruparlos por orden temático y estilístico. En la primera sección he reunido las perícopas que pueden significar los orígenes de la autora y su relación con la luz. Estos parecen ser los más antiguos, tal vez de su juventud. En la segunda parte he ubicado los pasajes que evidencian una etapa posterior y están vinculados al agua. Estas dos secciones son más amplias y legibles. En el tercer grupo hallamos fragmentos de textos deteriorados por el tiempo. Estos sobrevivieron, junto a los demás, en tres jarrones, escapando de la quema por parte de sus detractores, los cristianos, en el siglo v. De allí elegí los que todavía pueden tener algún sentido para el lector y la lectora.

Es de anotar que se trata de fragmentos y que, por lo tanto, no tenemos acceso a un pensamiento sistemático que abarque la totalidad de las imágenes de esta poeta. Se hace imposible una acertada interpretación de cualquier doctrina de ella y de su comunidad. Por lo tanto, evitamos riesgos hermenéuticos y presentamos la desnudez de los oráculos.

Valeria Mantis
Traductora y editora
Universität Leipzig, Alemania
6 de noviembre de 2021

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Las entrañas de la luz

I

Yo, Jezabel, convoco a la celebración y las mujeres hacen sonar el metal de las pulseras. Tú, Juan de Patmos, el vidente, ordenas que me ofrezca en el altar quebrado, amenazas con tus profecías y el rebaño tiembla. ¿Puedes oír la revelación de la música y su materia de viento? No hay tablas ni barbas penetrantes, sólo libaciones y bailes de saltatrix. No lo olvides: soy mantis religiosa ante el cortejo, húmeda de revelación, cercana al grito.

II

Miro mis ojos en el reflejo del agua. Tres surcos brotan y me recuerdan los rumbos de mi vida: la infancia en la que fui una esclava, la sumisión abyecta al lupanar de Esmirna cuando florecieron los jardines, y la conversión al fuego de los nazarenos.

Pero mis ojos son líquidos y en ellos fluye el río. Todo lo que flota no se hunde de la misma forma en otras vidas. En el anfiteatro de mi visión nunca se representa la obra que otros ven; en el drama de cada esclavo y de cada ramera jamás se repite el acto y las palabras insinúan experiencias sacras.

Hundo mi cabeza en el río, expulso el aire de mis pulmones, abro los ojos y contemplo las piedras.

III

No tengo más religión que la de sentarme a ver anémonas. Ellas hablan y el silencio me acaricia. Mi alma no busca la revelación de la aurora. Estoy cansada de escuchar a sacerdotes babeantes maldiciendo mis caderas.

Mi espiritualidad es una planta venenosa.

IV

¿Escuchas mi voz cuando me lees? ¿Sientes mi cuerpo envuelto en lienzos?

Oye el crujir de la carne, percibe el olor de la luz que se filtra por las hendijas de mi piel.

Escribo para no morir ahogada en la sangre de los pueblos invadidos.

No hay cielo, me repito, sólo el mar.

La poesía es mi barcaza, la claridad navega en ella.

V

Huyo de la catacumba y me adentro en el valle de las mariposas. Extiendo los brazos y me invitan a la fiesta. Se posan en mis manos, en mis hombros, mi cabeza, ninguna se parece a otra. Son ojos, antenas, espirales, alas, colores difuminados y alterados por la reflexión de la luz. Como si las partes fueran formas de vida diferentes, deidades de corto aliento, inmanencia.

Soy hija de la danza, caigo en tierra de orugas, bailo para tocar mi sombra.

Fuente:

Londoño, Juan Esteban. Oráculos de Jezabel. Sílaba Editores, Medellín, enero de 2022, pp. 11-21.