Presentación

Juan Felipe Robledo

Poemas Ilustrados

Octubre 4 de 2012

Presentación del libro “Poemas Ilustrados” de Juan Felipe Robledo

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Juan Felipe Robledo (Medellín, 1968) ha sido profesor de Literatura de la Universidad Javeriana y ha publicado antologías de la obra poética de Francisco de Quevedo, Luis de Góngora, San Juan de la Cruz y del Romancero español. Con el libro “De mañana” obtuvo el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines en 1999 y con “La música de las horas” el Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura en 2001. Es reconocido como una de las voces poéticas más maduras y prometedoras en Iberoamérica.

Presentación del autor
por Pablo Montoya

Tragaluz Editores

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“Sólo la belleza nos redime” es la premisa de estos poemas que soplan con una tibieza inolvidable en el ámbito de la poesía actual. La belleza no sólo como estado de quietud contemplativa, sino también como una celebración activa del todo.

Los Editores

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Juan Felipe Robledo (Medellín, 1968) - Ilustración por Daniel Gómez Henao

Juan Felipe Robledo
Ilustraciones por
Daniel Gómez Henao

Daniel Gómez Henao es maestro en Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Colombia y ha sido docente universitario en el área de la ilustración. En 2011 trabajó con el Ministerio de Cultura en el Seminario de Ilustración Infantil que se realizó en la ciudad de Medellín e ilustró el libro Leer es mi cuento. Trabajó el mismo año como asistente del artista alemán Thomas Kilpper en la Bienal de Arte de la ciudad de Medellín, y en mayo de 2012 asistió como ilustrador representante de Colombia al Berliner Bücher Inseln en Alemania, importante evento de literatura infantil donde se expuso y reconoció su obra.

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Juan Felipe Robledo (Medellín, 1968) - Ilustración por Daniel Gómez Henao

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Poemas de
Juan Felipe Robledo

Como a Chatterton

Que, como a Chatterton, nos sea dado desaparecer
sin haber esquivado un solo grito
ni ante un elogio
haber inclinado la testuz.
Alegría del que no ha sido
y todo lo ha soñado.

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Nos debemos al alba

Traicionar las palabras,
canjear su peso, su color,
en el sucio mercado de los días
es acto que nos llena de muerte
y ceniza y vago afán.
Ha de ser castigado
con el hierro, la soledad,
el tedio y la miseria.
Nos debemos al alba,
plateros, a la dicha,
y al canto y al remo
y al ensueño trazado en la garganta
y a mañanas sin prisa
en las orillas de un mar que ya no es.

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No escribiré un testamento

No habrá cajas funerales que entorpezcan la tarde,
cardúmenes de ballenas no despedirán el túmulo de mi olvido.
Hace tiempo pensaba que las cosas habrían de ser luminoso encanto,
pero la hierba y el jardín de los domingos están revueltos.
En los pies adoloridos se hospeda la cansada vida
y el acero puede atravesar la dermis sin hacerla sangrar.
Los lentos e imprecisos momentos que fui malgastando
no van a cambiar a nadie. Abrazamos el día
y en él nos refugiamos, condenando el tedio que se nos cuela.
¡Qué bueno será dejarse ver cerca del río,
en la corriente descubrir el sitio de lo imprevisto,
el apalancado dominio de la muerte en la brisa,
y que el oso parco nos pesque como a salmones torpes!

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Poema para no
olvidar el árbol de caucho

Las hormigas que conocen bien la sombra
no tienen ningún motivo de vergüenza,
no hay sitio que no conozcan
ni dicha que no las llene en las mañanas frescas de la costa.

Los mangos que reposan en los senderos recorridos por su impudicia
son hoy ruinas de castillos, lejanos bastiones para dejar de lado y no lanzarse a conquistar.
Los cruzados jamás vendrían a esta tierra,
los corceles no piafaron en ella bajo largos mediodías.
Son sus rutas poblados conciertos que cantan la espesura,
/
tiempo callado que no dice vaguedades o intensifica los acentos que viven sobre sus cabezas.

Dioses que atravesaron el océano viven en esta tierra desde hace varios siglos
y los que habitan bajo el árbol no se han enterado
o si lo supieron un día no les importó.

No hay bajo el árbol de caucho plegarias, no hay consuelo,
todo es vida de esplendor para el olvido.

Y las hojas se mueven, el tiempo es eterno en los bordes,
los perros se persiguen desde siempre entre la arena,
festejan los loros y las guacamayas en el cielo delgado que abraza al árbol,
el día pasa con fuegos lejanos y la piedra canta para sí.

Fuente:

Robledo, Juan Felipe. Juan Felipe Robledo – Poemas Ilustrados. Tragaluz Editores, Medellín, 2012. Ilustraciones de Daniel Gómez Henao.

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Juan Felipe Robledo (Medellín, 1968) - Ilustración por Daniel Gómez Henao