Presentación

Revista Coroto

Número 1

Diciembre 20 de 2011

Revista Coroto N° 1

Fotografía de portada por
Erick Estrada Bellmann

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Coroto es un magazín en español editado por un grupo de estudiantes de la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad de Texas en El Paso (UTEP), Estados Unidos. La primera edición incluye textos de Alberto Salcedo Ramos, Ana María Shua, Andrés Burgos, Antonio Gamoneda, Daniel Riera, Dulce Chacón, Jonathan Coe, Juan Gelman, Juan Villoro, Justo Navarro y Ryunosuke Akutagawa, entre otros. Fue presentada oficialmente en la Feria del Libro de Guadalajara, México. El propósito es promover las mejores firmas del panorama iberoamericano y las traducciones al español de autores de otras lenguas. Los editores son Daniel Centeno (Venezuela), Daniel Ríos (Colombia) y Diego Bustos (Colombia).

Con la participación de Juan Álvarez (uno de los 25 secretos mejor guardados de América Latina según la FIL), Daniel Ríos Lopera (Beca de Creación en Cuento del Municipio de Medellín), Daniel Centeno y Diego J. Bustos.

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Declaración corotera

Una leyenda apócrifa sostiene que no hay algo más difícil que redactar la declaración de principios de una revista. En ésta se tienen que asentar la razón de ser, alma y filosofía. Debe ser clara con lo que refleje y cimentará las bases de la línea de pensamiento de la publicación. Y, tal como dicen en las bodas, esta carne y espíritu del magacín tendrán que perpetuarse hasta que la muerte los separe.

Otra leyenda apócrifa tiene que ver con el nombre que se eligió para esta publicación: Coroto. Es menos sentenciosa y de un carácter lúdico que combina con su cometido. Cuentan las malas lenguas, si es que las buenas existen, que el paisajista francés Camille Corot (1796-1875) fue el padre de tan singular palabra. Como muchos tantos otros patriarcas es seguro que éste murió sin conocer la existencia de su criatura. Su único e inocente acto fue el de procrear unas telas que terminaron en poder del presidente Antonio Guzmán Blanco. El mandatario venezolano, de gustos exquisitos y cosmopolitas, los guindó en su casa no sin antes alertar a la servidumbre, una y otra vez, de que tuvieran “cuidado con los Corots”.

Casi cortada con la misma tijera se ubica otra leyenda, pero que cambia de personajes dentro de un mismo país. En este caso los cuadros del mentado pintor estaban en posesión del presidente José Tadeo Monagas. Al momento de sufrir un derrocamiento, su casa fue saqueada y los lienzos arrastrados por la ciudad. La exclamación del momento: “¡Adiós, corotos!”.

Otros entendidos prefieren dejar en paz al artista francés, y sostienen que la palabra es tan vernácula como la empanada, aunque con un radio de acción que alcanza a Ecuador, Colombia, Panamá, República Dominicana y Puerto Rico. Su raíz es indígena y le da nombre a la escudilla realizada con la mitad de una totuma. Del mismo modo, en la etnia opone de la Amazonía el vocablo es dueño de un plumífero significado: perico. Y, para no enredar más la cosa, mejor no decir que en el ayuntamiento de Oleiros, ubicado en la gallega localidad de A Coruña, existe una zona llamada Coroto.

Lo cierto es que la palabra es inasible hasta en su nacimiento y acepción. Como pasa con todo lo que vale la pena en esta vida, algunos de sus usos son afortunados y otros no tanto. Sin embargo en ella caben todas las cosas, sentimientos y expresiones habidas y por haber del ser humano. Es democrática, el comodín por excelencia; y hasta sirve para designar lo que no se comprende, lo desconocido, lo que sólo los dedos pueden señalar. Lingüistas e historiadores no se ponen de acuerdo con el coroto. ¿Y acaso en el terreno del arte no pasa lo mismo?

Tal pregunta planeará sobre estas páginas en cada entrega. Como sucede con el vocablo, este territorio también será democrático, polisémico y fértil en discusiones. Se buscará emular la envidiable naturaleza de la palabra, la misma que va de lo regional a lo universal, de la erudición a la sencillez. Y la revista se transmutará en artefacto, expresiones, párrafos y creencias de los contertulios que transitarán entre sus líneas e imágenes. Cada uno tendrá su idea del coroto y la defenderá con el mayor de los celos, hasta que se demuestre lo contrario.

Sólo existirá un oportuno límite y no es nada complicado de entender. Los espacios fronterizos de la comarca se trazarán en torno a ciertos géneros literarios con todas sus variantes y aspiraciones. Con esta lección bien asimilada los expertos y entendidos, que tendrán cabida en las páginas de esta publicación, intentarán cristalizar con éxito la gran misión encomendada para con sus lectores: hacer de sus bibliotecas el único e indudable cuarto de los corotos posible.

Los Corotos firmantes:

Daniel Centeno Maldonado
Daniel Ríos Lopera
Diego J. Bustos Deaza

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Revista Coroto N° 1

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Mi padre

Por Bárbara Mingo Costales *

Mi padre era modelo de esas postales que de confuso emblema han pasado a ser admirada reliquia por lo kitsch: las que muestran en un patio andaluz a una pareja de bailaores, y sobre la foto de ella se ha bordado el corpiño con hilo de verdad, y la falda es un gurruño de tela de verdad. En esta que conservamos mi padre posa con donosura algo anticuada, me temo que la donosura no puede no ser anticuada. Adelanta un pie en extraño ángulo, con la mano izquierda parece acariciar el borde de la chaquetilla, y en la otra lleva un sombrero que supongo se acaba de quitar, arrebatado por la intensidad del baile flamenco, o quizá se dispone a lanzarlo al aire en vital volteo.

Que su rostro aparezca, lamentablemente, algo cerúleo en la foto no le resta fuerza a su expresión, sin la que toda la gallardía de su postura no sería nada. Mi padre mira al infinito y a saber qué profunda revelación atraviesa su ánimo en ese momento; quizá los geranios que en la foto no se ven le abismen en el recuerdo de la serranía de Ronda; quizá no piense en nada, porque ha dejado que el duende sustituya a su conciencia. Tiene una mata de pelo como sólo puede producir un cráneo español, pero lo lleva limpiamente organizado en una precisa raya al lado y una patilla hasta el lóbulo. En esta foto sólo se le ve una oreja. No mira a su compañera de baile, a la que describe todo lo dicho sobre él, pero en contundente femenino, y ella tampoco está mirando a mi padre.

Mi madre guarda esta imagen con el mismo celo que el recuerdo de mi padre. Verla pasar un dedo por la postal, y cómo a pesar de la diferencia de escala le acaricia los labios, le recompone el pelo irrecomponible, trata de desviar hacia ella su imponente concentración, le tienta con un dedo en la oreja o le invita a hacer manitas resulta tierno, aunque a mí me ha llegado a irritar una costumbre que considero maniática.

Muchas tardes las pasamos así, en su cuarto de estar mal iluminado. Mi madre encogida en su butaquita recuerda lo guapo que era aquel marinero irlandés, mientras yo escucho y asiento y por la ventana detrás de ella compruebo que sigue lloviendo sobre Bremen.

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* Bárbara Mingo Costales, española nacida en 1978. Traduce literatura anglosajona y vive seis meses al año en una cabaña lacustre en la Albufera de Valencia. Sus poemas adolescentes se pueden leer en la ‘plaquette’ De ansia de goznes mi alma está llena, publicada por la editorial riojana 4 de agosto. Ahora escribe cuentos y novelas.

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Revista Coroto N° 1

Foto por David Smith

Daniel Centeno, Diego Bustos y Daniel Ríos son los editores de la revista Coroto, un proyecto literario que nace en El Paso, Texas.

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