Lectura y Conversación

Samuel Vásquez

Marzo 23 de 2006

Artezblai.com

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Samuel Vásquez (Medellín, 1949). Poeta, dramaturgo, músico, pintor, crítico de arte y profesor de diseño, pintura, estética e historia comparada del arte contemporáneo en varias universidades. Fue curador de la Bienal de Arte de Medellín, así como asesor y traductor del Festival Internacional de Poesía en Medellín. Es cofundador de la revista de poesía Prometeo, y fue colaborador del Magazín Dominical de El Espectador. Ensayos suyos han sido publicados en libros y revistas de Colombia y el exterior. En la actualidad es director del Taller de Artes de Medellín, que congrega actividades de teatro, música y artes plásticas. Como director del grupo de teatro de este taller, ha puesto en escena diecisiete obras. Sus puestas de “El Bar de la Calle Luna”, de su autoría, y “El arquitecto y el emperador de Asiria”, de Fernando Arrabal, fueron aclamadas como las más importantes obras del Festival de Teatro Hispano de Estados Unidos y del Festival Internacional de Teatro de Manizales. En 1992 le fue conferido el Premio Nacional de Dramaturgia, al igual que la Beca Nacional de Creación del Ministerio de Cultura, para su obra “El Plagio”. En 1999 le fue otorgada una Mención Honorífica en el Concurso Internacional de Dramaturgia Ciudad de Bogotá por su obra “Raquel, historia de un grito silencioso”. También es autor de “El sol negro”, “Técnica mixta” y “Haga usted mismo la Historia”. Algunas de las obras mencionadas han sido representadas por grupos de Cuba, España y Venezuela. Ha publicado además “El abrazo de la mirada”, “Erratas de fe” (ensayo), “Las palabras son puentes que nos separan” y “Gestos para habitar el silencio” (poesía).

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Algunas “Erratas de fe”

Por Samuel Vásquez

“El verdadero artista convierte los materiales que utiliza en materia prima en el sentido que lo era para los alquimistas: ingredientes imprescindibles para obtener el oro. Todo lo que hereda el hombre contemporáneo le llega cargado de un sentido que ya le han dado sus antepasados. El artista tiene que poseer el poder de descargar esa materia de los sentidos que le han sido asignados y devolver los materiales a materia prima original”.

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“El arte dona doblemente: da la escultura y el ojo, da la música y el oído. Es el secreto por el cual se mantiene el hilo, a veces débil, entre la obra y el espectador”.

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“La auténtica vanguardia arrastra el futuro hasta nuestro presente, nombrándolo. Su misión es profética. Participamos de ella cuando decidimos acercarnos a las cosas, no como son, sino como serán. Pero la vanguardia siempre determina a posteriori: En Cezanne vemos una anticipación del Cubismo, en Van Gogh una anticipación del Expresionismo. La profecía que no se continúa en el futuro no es vanguardia”.

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“Aquí, los días salvajes producen una alegre vitalidad y una violencia todavía primaria. El paisaje sin domesticar no ha perdido el sabor de sus frutos y el hombre colombiano está siendo expulsado cruelmente de su paraíso. De nuestro caos debiera emerger, esplendente, una gran creatividad. Seamos optimistas”.

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“El Barroco se expresa (se construye) en función del placer, la despreocupación, el juego, la inspiración, el erotismo, la prodigalidad, la apertura, el delirio, lo huidizo, lo inestable, lo móvil, en contraposición a la construcción (expresión) Clásica hecha en función de la eficacia, la continencia, el juicio, el equilibrio, la economía, la gravedad, la reflexión, la lógica, la clausura, lo estático”.

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“Con la muerte de las ideologías instituimos una sola ideología: la ideología del poder. Con la muerte de los estilos instituimos un único estilo: la mezcla de los estilos, el reciclaje estético. Con la muerte del arte instituimos un solo arte: el arte de las ideas: la filosofía por encima de la poesía, la crítica por encima de la pintura y la escultura”.

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“¿Qué puede ofrecernos hoy un teatro hundido en una realidad en donde las fronteras de lo falso y lo verdadero se han diluido, en medio de un acontecer en inminencia de representación permanente? No hay una sola representación realizada en el tiempo histórico o cotidiano que no quede inmersa en la realidad, que no termine haciendo parte de la realidad misma, de su economía y represión. Sólo el arte mantiene su virtualidad. Virtualidad que alimenta incesantemente la realidad sin fundirse con ella, sin con-fundirse”.

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“La música es el arte que menos elementos toma de la realidad, que menos imita la realidad, pero, a la vez, es la que más actúa sobre la realidad hasta hacer parte de ella”.

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“Ante el dogmatismo de la afirmación y de la negación, la duda se eleva como un torbellino de libertad. La duda, ese homenaje rendido a la esperanza”.

Fuente:

Vásquez, Samuel. “Erratas de fe” en El Colombiano.terra.com, suplemento Generación.

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Samuel Vásquez
y la ciudad herida

Por Octavio Arbeláez

La vigencia de la pregunta de Hëlderlin “¿para qué la poesía en un tiempo de penurias?”, es la base de la que parten buena parte de los creadores colombianos para los tiempos de conflicto que han sido los signos recurrentes de su vida cotidiana.

En este momento habría que cuestionarse qué literatura hay que escribir en estos tiempos O si alguna vez ha habido tiempos sin guerra con literatura. En plena guerra de Vietnam, Borges declaró recordar como última en su memoria la guerra de Troya. Lo que le valió la reprobación de sus detractores, que lo calificaron de reaccionario, inconsecuente con su tiempo. ¿Cuál es el tiempo de Borges? ¿Cuál nuestro tiempo?

Es en este contexto que pienso en Samuel Vásquez, el de la asombrosa visión y los múltiples talentos que construye desde su Medellín estigmatizada, un discurso lleno de honestidad intelectual y compromiso con su tiempo: “Herida / la noche en mi ciudad /está tirada en una acera / y el insomnio de la luna / no tiene remedio…”, dice el poeta Vásquez (“Medellín 2:30 a.m.”), aproximándose a una ciudad que sueña desde sus heridas. Pero es de la dramaturgia y la puesta en escena de sus obras que consigue esa vigencia temporal tan paradójica en los tiempos que corren, sumándose a esa curiosa clase de los dramaturgos y en general los escritores que todavía hacen uso de la razón en una contra-corriente que se mueve en un contexto en el que la industria de la cultura popular estadounidense como negocio del entretenimiento ya es parte del acontecer cotidiano.

Dice Brünner: “la filosofía se ve obligada a reflexionar sobre su desaparición”, pero esos seres extraños que hacen literatura tienen que luchar contra las preferencias trasplantadas del público y vivir con la terrible certeza de que sus obras no serán montadas por falta de interés, no se harán por falta de presupuesto y mucho menos serán publicadas por falta de lectores. No será necesario competir con las vacas sagradas ni con los best-sellers, al fin el teatro esta hecho para la representación y no para ser leído según la creencia dominante en lo editores latinoamericanos. Y si se cuenta con una publicación después de la puesta de la obra, habrá que apurarse a repartir el libro entre los amigos, antes de que se derrumben las estanterías convertidas en bodega de la edición.

Pero volvamos a Samuel Vásquez, músico, poeta, dramaturgo, director de teatro, profesor de pintura y un largo etcétera que lo acompaña aun en sus gestos de retornar a la vida pública después de algunos años de auto-aislamiento, y lo hace desde la conciencia de quien construye espacios vitales para la relación arte-política y ciudadanía, conciente de la necesidad de respuesta a los más elementales principios éticos de nuestros imaginarios culturales.

Su obra “Raquel, historia de un grito silencioso” propone una visión que recuerda a Jouvet cuando decía que “la dramaturgia es un alma inaugurando una forma”. El secuestro, una realidad de la Colombia de hoy, es atisbado por el espectador-voyeur, desde el monólogo interior y el silencio opresivo de una atmósfera en la que

El tiempo no pasa, somos nosotros los que pasamos.
Será preciso llenar de señales el tiempo.
Dibujar cicatrices a este espacio duro, hasta
reconocerme en él… Hacer del vacío un espejo.
Y claro, será necesaria mucha paciencia.
La paciencia es un pedazo de eternidad que
agregamos al infinito.
(La herida transparente de mi alma hace hueco
en mis sentidos).
Creer… Imperioso creer…
Combatir a muerte contra el olvido.
Dios es la manifestación de su ausencia…

Como espíritu terco que interroga al mundo, el artista comprometido con su tiempo consigue mostrarle al mundo que Medellín aun sigue ahí…

Fuente:

Artezblai.com