Presentación

Sofronín Martínez

El ángel de Pasacaballos

Vida y obra de uno de los grandes
intérpretes del bolero filin
Marzo 26 de 2015

Presentación del libro “Sofronín Martínez, El ángel de Pasacaballos” de Juan Martín Fierro

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Juan Martín Fierro (Bogotá, 1972) es abogado y politólogo de la Universidad de los Andes. Desde joven ha ejercido el periodismo como redactor, editor e investigador en el campo político, jurídico y cultural. Fue asesor de los ministerios de Cultura y Educación, redactor corresponsal de la revista Semana, editor de Avianca en revista y colaborador de importantes medios impresos como El Tiempo, El Espectador, Arcadia, SoHo y Rolling Stone. Actualmente es director de Ámbito Jurídico, el periódico especializado más influyente entre los juristas colombianos. Su pasión por la música dio como resultado la publicación de la novela “La música en mis ojos” (Arango Editores, 1998) y de numerosos artículos, columnas y entrevistas dedicadas a artistas como Miles Davis, Caetano Veloso, Petrona Martínez, Gilberto Gil, Blas “El Michi” Sarmiento, Gal Costa, Catalino Parra, Adriana Varela, Jorge Drexler, Concha Buika, Djavanm, Chucho Valdés, Joe Arroyo, Antonio Carmona, Superlitio, Isaac Delgado, Miguel Bosé y Cheo Feliciano.

Presentación del autor por Mauricio Silva Guzmán. Con la participación musical de Claudia Gómez y Sonia Martínez, quienes interpretarán boleros del “filin” cubano.

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C&A Editorial

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Con pluma ágil y exhaustiva investigación, el libro de Juan Martín Fierro sobre Sofronín Martínez no solo nos pasea por la vida de este guitarrista ya casi mítico nacido en la aldea negra de Pasacaballos, sino que recuerda las famosas noches de bohemia de una Cartagena que ya no existe pero que estaba viva hasta hace poco. También repasa la historia misma del bolero y del filin, aquella modalidad melódica que tuvo en el entrañable e inolvidable Sofro a uno de sus mejores intérpretes.

Daniel Samper Pizano

El periodista jamás vio a Sofronín Martínez. No tuvo el privilegio de conocerlo personalmente, pero quedó seducido por el espíritu de su música. Esta breve semblanza biográfica de Juan Martín Fierro (Bogotá, 1972), tiene el mérito de reunir testimonios de amigos y conocedores de la obra musical de Sofronín Martínez, tanto en Colombia, Cuba y Puerto Rico, y de revisar el aporte interpretativo y la singularidad del bolerista. Más allá de parecerse en el estilo a José Antonio Méndez o asimilar lo mejor del filin, Sofronín fue el pionero de ese género en Cartagena y Colombia. Personalidades de la música cubana, Marta Valdés, Omara Portuondo, Elena Burke, Beatriz Márquez, César Portillo de la Luz, el compositor boricua Tite Curet Alonso, el investigador musical de Cuba residenciado en Puerto Rico, Cristóbal Díaz Ayala, el cantautor español Joan Manuel Serrat, los investigadores colombianos Enrique Luis Muñoz y César Pagano, al igual que el artista colombiano Alejandro Obregón y la gestora cultural Diana Burgos, celebraron las virtudes humanas y artísticas de Sofronín Martínez.

Gustavo Tatis Guerra

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Juan Martín Fierro

Juan Martín Fierro

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Primera parte

Del tambor a la guitarra

I. Los orígenes

“Yo poco jugué cuando niño porque
me dediqué prácticamente a oír música…
Fue mi
juguete permanente”.

Sofronín Martínez

Llegué a Pasacaballos un día de marzo, tras alguna pista, algún rastro de la cuna del maestro. No era una visita anunciada y tuve tiempo de recorrer las calles del pueblo buscando una señal, un punto de partida. Lo pregunté a los pescadores que echaban una mano de dominó a la sombra de un palo frondoso, y repetí varias veces el nombre de mi personaje, Sofronín Martínez Heredia, en medio de un amague de reyerta —que era más vacile que otra cosa— sin que nadie lo reconociera. Un policía negro de ojos saltones y tripa generosa que pasaba en una moto destartalada, también negó con la cabeza cuando mencioné al bolerista. La respuesta estaba en los labios de un mulato sucio y desdentado que me abordó, pidió lo suyo y pellizcó una frase incomprensible de la que sólo entendí lo necesario: “yo lo llevo”. A pocos pasos de allí, encontré la casa de Ligia Manrique Martínez, hija de Ana Esther Martínez, hermana de Sofronín, quien complacida con la visita y abanicándose el rostro y de paso la memoria, evocó desde su mecedora la vida de la familia Martínez en el pueblo.

Se criaron en una de las casas de la plaza. Antes tenía tablas y era muy bonita. La distracción de ellos era tocar y cantar en el patio donde hacían fiestas con los amigos y con otros músicos. En esa época había muchas personas iletradas, pero mi abuelo Luis se preocupó por adquirir conocimientos. Negociaba cosas en San Blas y exportaba artículos con su propia embarcación para hacer los trueques. También sacaba tiempo para labores que pueden llamarse comunitarias como enseñar a leer. A él y a mi abuela María les gustaba la música y sus hijas Emilia y Elodia eran cantantes y se presentaban en el Teatro Miramar de Cartagena. Yo alcancé a conocerlas. Recuerdo esas voces preciosas que cantaban mucho el bolero, no música plebeya, sino la música sofisticada de la época. Después vendría mi tío que sería el más talentoso de los músicos de esa familia (1).

Ese tío del que habla Ligia, Sofronín Martínez Heredia, más conocido como “Sofro”, el cuarto hijo de la unión entre Luis Martínez Atencio y María Heredia Rambay, nació en Pasacaballos, corregimiento de Cartagena de Indias, el 10 de febrero de 1925. A pesar de los embates de la pobreza, que golpean por partida doble a las familias numerosas de esta zona del Caribe colombiano, Sofro tuvo una infancia humilde pero tranquila. Hizo los primeros estudios en su pueblo natal y también pasó por el Colegio Fernández Baena de Cartagena. Aunque no terminó el bachillerato, conservó hasta el último de sus días un vocabulario pulcro y una hermosa caligrafía.

Sofronín hizo parte de una destacada generación de intérpretes caribes, encabezada por el gran bolerista cartagenero Bob Toledo (1917), quien realizó exitosas giras por Latinoamérica y Estados Unidos, y por la extraordinaria Sara Herrera Ripoll (1918), nacida en Barranquilla y considerada una de las primeras cantantes de boleros de talla internacional que tuvo el país. Vendrían después Joaquín “Joaco” Noguera (1922), y Las Hermanas Altamar (Carolina y Tina, 1924 y 1927, respectivamente), todos barranquilleros; el cantante lírico Gastón Vega (1924) y Carmencita Pernett (1925), ambos cartageneros; el samario Alberto Alzamora (1927) y el gran Nelson Pinedo (1928), orgullo de Barranquilla, quien además de integrar la nómina de estrellas de La Sonora Matancera a comienzos de los cincuenta, es considerado uno de los mejores cantantes de bolero de todos los tiempos.

Desde muy pequeño, Sofronín fue el consentido de su padre y de él heredó no solamente la vena musical sino esa personalidad serena y contemplativa, de generosa sonrisa, que lo caracterizó siempre. “De pelaíto era muy callado. Si no le hablabas, no abría la boca”, recuerda su hermano Miguel Martínez (2), el único hijo vivo de la unión Martínez-Heredia. Todos los demás —Elodia, Sofronín, María Luisa, Emilia, Ana Esther, Luis, Eva y María Ernestina— fallecieron (3).

María Heredia Rambay, la madre de Sofro, que al abandono de su esposo levantó a sus hijos cosiendo en un pueblo donde no había ni luz ni agua, era una mujer de carácter fuerte que se dulcificaba la existencia cantando y fumando tabaco. En su fogón no faltaba el pescado con bollo limpio de maíz blanco y arroz de coco. El cucayo adherido al fondo de la paila era la debilidad de sus hijos, que solían ayudarla con los quehaceres domésticos. “Lloraba la naturaleza y teníamos que usarla recogiendo el agua de lluvia para los oficios de la casa. Mientras las hembras cosían, los varones íbamos al Canal del Dique o al pozo El Diego y cargábamos los bidones, pero mi mamá no mandaba a Sofro, lo consentía mucho, igual que mi papá. Él era el chacho”, agrega Miguel al evocar la infancia junto a su hermano.

Mientras los niños de su edad estaban más pendientes de aprender los oficios de la pesca para asegurar la subsistencia, soñaban con un título mundial de boxeo, o simplemente pateaban una bola de caucho bajo el sol quemante, el pequeño Sofro escuchaba a los grandes músicos y a las orquestas de su época, alimentando una pasión compartida por sus padres y hermanos en casa, tal como él mismo lo recuerda en un corto documental titulado Sofronín Martínez: La seducción de la nostalgia:

Yo nací en un hogar donde se respiraba música. Tenía mis hermanas que cantaban, mi papá tocaba el tiple, mi mamá cantaba, en fin, ahí formábamos nuestras reuniones con amigos de mi papá (…) y yo pues, pequeño, muy pequeño, observando. A una de mis hermanas se le dio por aprender el tiple y no sabía afinarlo; yo me dispuse, aprendí a afinarlo, le dije ‘ya no lo mandes más a afinar que yo te lo afino’ (…) ahí me dio la inquietud por tocar el tiple (…) Yo poco jugué cuando niño porque me dediqué prácticamente a oír música, en fin, ahí fui dedicándome, fue mi juguete permanente (4).

Además de su madre, que sentía especial afecto por el tema Ansias locas, composición del inolvidable Eusebio Delfín (también autor de ese clásico del cancionero cubano titulado ¿Y tú qué has hecho?), su padre interpretaba boleros, pasillos y bambucos acompañándose con el tiple. De él escuchó Sofro su primer bolero, Deuda, de Luis Marquetti (5). “En la casa siempre había música, se formaba un merecumbé y el que no cantaba hacía coro”, recuerda Miguel Martínez.

Pasacaballos, homónimo de la localidad cubana ubicada a la salida de la Bahía de Cienfuegos, pueblo de indígenas y pescadores negros fundado en 1775 y paso obligado del cimarronaje, también ofreció al pequeño Sofronín un ambiente de musicalidad espontánea donde se escuchaban distintos géneros incluidos el bolero, el pasillo y el llamado “bambuco negro”, que como anota el investigador cartagenero Enrique Luis Muñoz, “se ejecutaba en la bahía en compás de 6/8 para diferenciarlo del bambuco andino” (6). El mismo autor, destaca cómo el padre de Sofronín, práctico de lanchas y comerciante, departía con músicos de la movida local, entre los que sobresalen los guitarristas Armando Domínguez, Víctor Gómez, Armando Ramos, Víctor Julio y Abigaíl Biaña. Mención aparte merece el artesano y guitarrista José Sobrino Caro, uno de los más representativos exponentes de la juglería de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX e intérprete de la vieja trova de Cartagena de Indias.

A muy corta edad, Sofronín mostró una inclinación natural por la música que fue creciendo gracias al entorno que lo rodeaba y a la influencia directa de sus padres y hermanos. Las mayores, Emilia y Elodia, integraron el dueto Las Martínez, de gran reconocimiento en el medio local, y grabaron por primera vez el pasillo Como las olas, de Daniel Lemaitre Tono. Con frecuencia, eran contratadas en Cartagena para eventos y serenatas, e invitadas a participar en programas radiales.

Además de cantar, Elodia tocaba tiple y guitarra y los vecinos le pedían afinar sus instrumentos de vez en cuando. En una de esas ocasiones, enviaron a casa de los Martínez una guitarra pero ella se encontraba dormida (enferma dice otra versión) y quien atendió la puerta fue el pequeño Sofronín, que no solamente disculpó a su hermana mayor sino que afinó correctamente el instrumento. Muy pronto, su oído prodigioso estuvo de voz en voz y ahí se empezó a hablar con nombre propio del hijo del lanchero Martínez. Con los años, esta se convertiría en una de las anécdotas más difundidas sobre los comienzos del gran bolerista, pero el mismo Sofro nos llama a confusión al ser entrevistado en La seducción de la nostalgia (ver página 18) donde recuerda que su hermana solía mandar a afinar el tiple y que un día él se ofreció a hacerlo.

Más allá de que la historia sea cierta total o parcialmente, lo que sí escapa a toda discusión es que de niño y sin tener formación musical alguna, Sofro afinaba al oído instrumentos de cuerdas, pues además de los primeros coqueteos con la tumbadora y de conocer el tiple y la guitarra, recibió de su padre un violín adquirido durante uno de sus viajes de comercio a San Blas, en Panamá. “El ángel de Pasacaballos”, como lo bautizara en su poema Alicia Haydar, comenzaba a labrar su leyenda.

Notas:

(1) Entrevista realizada el 3 de marzo de 2012 en Pasacaballos.
(2) Entrevista telefónica con Miguel Martínez, hermano de Sofronín Martínez (78 años de edad), realizada el sábado 2 de febrero de 2013.
(3) Se enuncian únicamente los hermanos de padre y madre de Sofronín, pues se sabe que Luis Martínez, mujeriego incorregible, tuvo cerca de 27 hijos.
(4) Sofronín Martínez: La seducción de la nostalgia, Todo el mundo es bueno, documental de Audiovisuales dirigido por Consuelo Cepeda, 1998.
(5) TAFUR, Pilar, y SAMPER PIZANO, Daniel, Alma de bolero, Sofronín Martínez, La guitarra, la voz y la vida del legendario Sofro, MTM, Bogotá, 2000, p. 5.
(6) MUÑOZ VÉLEZ, Enrique Luís, La guitarra en Cartagena de Indias, Sofronín Martínez, el Juglar de Pasacaballos, Ediciones Raúl Bustamante, Cartagena de Indias, 2012, págs. 52 y 53.

Fuente:

Fierro, Juan Martín. Sofronín Martínez – El ángel de Pasacaballos. C&A Editorial Ltda., Barranquilla, 2014.