Lectura y Conversación

Tallulah Flores

Gabriel Jaime Franco

—Septiembre 8 de 2016—

Tallulah Flores y Gabriel Jaime Franco - Fotos © Milcíades Arévalo / © Sara Marín

Tallulah Flores / Gabriel Jaime Franco
Fotos © Milcíades Arévalo / Sara Marín

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Tallulah Flores (Barranquilla, 1957) adelantó estudios de Lingüística en la Universidad Popular de Bucarest, Rumania. Es licenciada en Educación de la Universidad Javeriana, especialista en Pedagogía de la Lengua de la Universidad El Bosque de Bogotá y tiene una maestría en Estudios Multidisciplinarios de Buffalo, New York State University. Ha publicado “Poesía para armar” (Plaza & Janés, 1986), “Voces del tiempo” (Ediciones Luna Hiena, 1993), “Cinematográfica” (Biblioteca Miguel Rasch Isla, Instituto Distrital de Cultura, 1997) y “Voces del tiempo y otros poemas” (Universidad Externado de Colombia, 2009). Sus poemas han sido traducidos al rumano y al húngaro y ha participado en festivales nacionales e internacionales. Obtuvo el Gran Premio Internacional de Poesía del Festival de Curtea de Arges de Rumania en 2003. Sus poemas aparecen en diversas antologías y es cofundadora del Festival Internacional de Poesía Afrocaribe, PoemaRio, inaugurado en Barranquilla en 2008.

Gabriel Jaime Franco (Medellín, 1956) es poeta, miembro del Consejo Editorial de la Revista Prometeo y cofundador del Festival Internacional de Poesía de Medellín, del cual es el Coordinador General. Ha publicado los libros de poemas: “En la ruta del día” (1989), “La tierra de la sal” (1993), “Reaprendizaje del alfabeto” (Premio nacional de poesía Fuego en las Palabras, 1997), “Las voces escindidas” (Beca de creación del Ministerio de Cultura, 1998), “La tierra memorable” (2006, 2010) y “Diario del incierto” (Beca de creación Alcaldía de Medellín, 2008). Selecciones poéticas suyas han sido incluidas en diversas antologías, entre ellas: “Disidencia del limbo” (1981), “Cinco poetas jóvenes” (1985), “Poetas en abril” (1985, 1987), “Conozcámonos mejor” (Brasil / Colombia, 1995), “Postal de fin de siglo” (1996), “Quién es quién en la poesía colombiana” (1998) y “Antología de la nueva poesía colombiana” (Venezuela, 2008). Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Fuego en las Palabras (1996) y la Beca Nacional de Colcultura (1998). En 2006 recibió por la Corporación de Arte y Poesía Prometeo, junto a Fernando Rendón, el Premio Nobel Alternativo de la Paz. Sus textos han sido traducidos al inglés, alemán, francés y sueco.

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En cada una de [las frases de Tallulah Flores] está presente la dulce sugerencia y el recato en el decir. A veces se confunde y se detiene a pensar por qué escribe. Su voz, entonces, se entreteje en la pausa, y la palabra adquiere condición de silencio, para hablarle a Pamela, su hermana, con temor de mencionar detalles acerca de un secreto impreciso y a la vez cierto.

En otros poemas el razonar de la poetisa emerge de la luz para tomar de la mano los caprichos en un intento de precisar la tarde. Entonces descubre que el secreto no avanza —¡siempre el secreto!— porque la tierra habla sola y la palabra se esconde en los colores del pueblo. Y la nostalgia, compañera invisible, camina de un otoño lejano en un “lugar establecido desde siempre”.

Avanzo en la lectura y me siento obligado, también, a cambiar de sitio: recuesto el taburete enfrente del crepúsculo, para gozar del sosiego que obliga el suceso imaginario. Pienso, en ese instante, en la nostalgia ennoblecida de quien descubre en el rumor de las hojas el sonido de sus propias huellas.

En las descripciones, el canto toma forma real y objetiva, pero no por mucho tiempo. Cuenta la historia del niño que contaba cuentos y hasta intenta obtener, en tiempos de la siesta, otros resultados. Elabora un retrato muy suyo del paisaje. Una manera distinta de mirar lo repetido y de sacarle ventaja a la confusión en el aire, sin llegar saber lo que, para la melancolía, dibujan y ocultan los troncos de los árboles.

José Consuegra Higgins

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Toda esperanza es trágica, testimonia un hueco, una ausencia, una fatalidad. La existencia de la esperanza es como la prueba “física” más clara de alguna desolación. Prefiero la palabra confianza, o la palabra certeza, que muestran con mayor claridad la ambición de justicia y, sin duda, la seguridad de que ésta se realizará algún día en la Tierra. Mi poesía, si alguna tengo, es la hija de una insatisfacción. Básicamente he querido ser un “buen hombre”, o un “hombre bueno”, expresiones muy equívocas si se miran en el actual contexto nacional y mundial, en el que los malos somos aquellos que no nos conformamos con el actual estado de cosas. Ya se verá. No sé si “mi poesía” exista alguna vez. Yo ambiciono dejar algunos poemas, pero no me hago muchas ilusiones. Y me impresiona que para alguien “mi poesía” es desolada. Yo pensaba lo contrario: he querido señalar, o por lo menos no escamotear, una realidad que es claramente oprobiosa, e incluso teratológica. El día que hagamos ese escamoteo, la realidad pasará sobre nosotros como un tsunami: sin importarle qué arrasa. Cuando el tsunami pase (si pasara) con su fuerza arrasadora, yo espero tener el valor de que mi mano se alce sobre su furia con el dedo pulgar asomando entre el índice y el anular. “Mi poesía”, si es que tal cosa existe, es incluso esperanzada, palabra a la que, como notarán, no le tengo mucha confianza.

Gabriel Jaime Franco

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Un poema de
Tallulah Flores

William Blake

Estoy bajo tu árbol pero no soy inocente.

Soy la mujer de las mujeres que levantó sospechas
sin venerar a Dios y supo de sus trampas
robando tus palabras por tu llama muerte
salí cada mañana para ser la de siempre
envuelta en una nube.

Si tú me reconoces te entregaré las mías
serás el mensajero de los hombres sin ojos
tan mudos e infelices que aprovechan la noche
segados por los bordes como si fueran Tiriel.

El hombre de la espada como guardián prudente
que reinventó los mitos llorando el dulce sueño.

Para poder vivir en el lugar de siempre
para poder morir estoy bajo tu árbol
sin pronunciar sentencias que yo sé de las guerras
de tanto contemplar la afrenta y la prudencia
las horas que nos miden el énfasis del gesto
la angustia de los hombres que es la misma de Dios
el júbilo que engendra toda clase de injurias
los ángeles que arrojan señales del imperio
con sus curiosas manos como si fueran ciertas.

Si tú me reconoces me buscarás a tientas
que estoy bajo tu árbol para saber morir.

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Un poema de
Gabriel Jaime Franco

¿Leyendo a
Fernando Pessoa?

1

Puesto que se es un hombre
no se es grande.

Mas es haber venido aquí tan grande
que haber creído ser un día
es haber sido.

2

Ahora hago en verdad esto o aquello,
mas no entiendo muy bien
por qué no soy un hombre que embetuna o hace fila,
quien ofrece cursos de ingles o enciclopedias,
algo así,
porqué no soy quien ora,
quien ahora muere,
quien intenta ser en esto
o en esto
o en aquello,

Porqué sólo soy quien se pregunta,
quien se deshalla y se descentra,
sólo quien intenta no sabe muy bien qué.

Por qué soy al fin quien soy, si fuera.

Mas fue creer haber sido tan grande,
que sólo haberlo creído es haber sido.

3

Haber sido un hombre,
haber creído serlo un día
es tan grande y triste y bello y solo,
que toda verdad por mí intentada
es tonta y grande,

pues ser es quien embetuna y quien ora y hace fila.
quien mastica esparto
quien se acoda en un balcón en Porto o Pernambuco.

Uno es en verdad un ser allí o aquí,
pobre y rica y maravillosa cosa siendo en el tiempo,
pobre y rica e innombrable cosa que se piensa.

Alguien muere, todo el tiempo, de verdad,
alguien está muriendo,
todo el tiempo, todo el tiempo, todo el tiempo,
todo el tiempo alguien está muriendo
en gerundio, ahora y todo el tiempo,

en gerundio, en gerundio ahora,

y soy siempre yo,
siempre yo,
de todas formas.

Es una cosa triste y maravillosa.

¡Es tan bello! Es casi insoportable.

Es tan bello.

¡Oh Dios, es tan bello y triste!