Lectura y Conversación

Yirama Castaño Güiza

—21 de octubre de 2021—

Yirama Castaño Güiza

Yirama Castaño Güiza

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YouTube.com/CasaMuseoOtraparte

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Yirama Castaño Güiza (Socorro, Santander, Colombia) es poeta, periodista y editora. Participó en la creación de la Fundación Común Presencia y de su revista literaria, que lleva el mismo nombre. Ha publicado los libros «Naufragio de luna» (1990), «Jardín de sombras» (1994), «El sueño de la otra» (Colección de Poesía Prometeo, Serie Hipnos, 1997; Ediciones El Humo, México, 2019), «Memoria de aprendiz» (Común Presencia Editores, colección Los Conjurados, 2011), «Malabar en el abismo» (antología, Común Presencia Editores, colección Los Conjurados, 2012), «Cuerpos antes del olvido / Corps avant l’oubli» (en coautoría con Aleyda Quevedo y Stéphane Chaumet, Ediciones de la Línea Imaginaria, Ecuador, 2016) y «Poemas de amor» (en coautoría con Josefa Parra, Ediciones Corazón de Mango, 2016). Sus poemas han sido traducidos y publicados en medios de Colombia y el exterior, así como en las antologías «Vientre de luz / Ventre de lumière – 14 poetas colombianas + Jattin» (Uniediciones, colección Ladrones del Tiempo, 2017), «Queda la palabra Yo – Antología de poetas colombianas actuales» (Ediciones La Palma, colección eMe, España, 2018) y «Pájaros de sombra – 17 poetas colombianas» (Vaso Roto Ediciones, 2019), entre otras. Forma parte del comité asesor del Encuentro Internacional de Mujeres Poetas de Cereté, Córdoba, y ha participado en los más importantes festivales de poesía de su país y en encuentros de escritores a escala internacional.

Presentación de la autora
y su obra por Lucía Estrada.

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Si la palabra recordar significa «volver a pasar por el corazón», y la memoria reside en ese centro palpitante como lo pensaba con lucidez la imaginería latina, la aventura poética de Yirama Castaño fluye en esas rojizas y profundas aguas. El oleaje interior que transforma el verso en canto rodado, que enfrenta la turbulencia hasta alcanzar su forma más dúctil, ofrece en su laborioso y duro itinerario la secreta y luminosa existencia del poema.

Gonzalo Márquez Cristo

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Yirama Castaño elabora una poesía como si se tratara del velo al que siempre se vuelve para tejer y destejer hasta alcanzar la levedad y transparencia que pueden tener las palabras, esas mismas palabras que nos hunden, con su peso, en la reflexión sobre la vida y los días. En eso consiste su trabajo de poeta, alivianar la carga de las palabras, sacudir la paja del trigo, dejarlas tan honestas y potentes como llegaron al mundo para que digan lo que la poeta quiere decir.

Edwin Madrid

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Yirama Castaño, imprescindible, aúna el brillo de su dicción con una emoción destilada, comedida, tan lejos de la pretenciosidad como del artificio vano. Todo en la poesía de Yirama es necesario y preciso. No sobra nada y no hay carencias tampoco: cada símbolo, cada expresión son adecuadas y suficientes. Yirama busca y encuentra, y comparte sus hallazgos desde una suerte de modestia poética, que huye de la solemnidad y de las frases campanudas, porque no precisa de ello, porque se basta con su propia excelencia, con su propia y honesta personalidad.

Josefa Parra

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Portadas de algunos libros de Yirama Castaño Güiza

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Tres poemas de
Yirama Castaño

El país de las
maravillas

El rey rojo sueña Alicias,
mientras los espejos cuentan noches.

¿De qué juego vuelves?
¿Hacia qué cielo vas a dirigirte
          cuando te despiertes?

El rey no ha muerto.
sólo son sus ojos,
          Que te miran al revés.

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En los labios
de la noche

Hay algo ahí
          en los labios de la noche
en la estela de sus horas
en lo profundo de su cráter
                             que me llama

Hay algo que se acerca
          en la larga espera,
                    una luz a la deriva
aparece en la montaña

Hay algo ahí que yo no veo
                    un poema
                    un soplido
                    una hebra de vida
                    una pestaña

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Balada de una noche
que se acerca al día

He de morir de pie
          junto a mi tumba
Con la mirada hacia la tierra
          y el largo pelo
          jalando hacia arriba.
He de morir por ataque a mis extremos.
De muerte pronta,
          pero con tiempo suficiente
          para repasar el tono de mis días
He de morir alanzada por la noche.
          susurrada apenas,
                      abierta al bosque
y con esa única palabra
                             pendiente
          entre los labios.