Érase una vez… en Otraparte

Lecturas en voz
alta para niños de
todas las edades

Coordina: Mauricio Quintero
—Marzo 18 de 2018—

“Pinocho” / Ilustración © Francesca Rossi

“Pinocho”
Ilustración © Francesca Rossi

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Este será un espacio para leer juntos, para acercarnos a las palabras, al disfrute que ellas nos proporcionan desde siempre. Palabras que se trenzarán en poemas y cuentos para chicos y grandes, imágenes que saltarán por las ventanas hasta nuestros ojos, sensaciones de no tiempo y no lugar como en el paraíso de la infancia. Paladear los acentos, los ritmos y las desconocidas sonoridades que llevarán de la mano a nuestros niños (y a nosotros mismos) por paisajes e historias que de otro modo no habríamos soñado.

Se trata especialmente de abrir a los niños, en su experiencia cotidiana, un lugar para que no pierdan el asombro ni las preguntas, para cultivar su mirada y su sensibilidad, su percepción de la vida. Se trata de restituirles una región de la belleza y el sueño que en esta época de consumo y derroche tecnológico han empezado a perder.

La lectura y disfrutar el arte libremente será para ellos una experiencia enriquecedora que el tiempo, nuestra ciudad, nuestro país y la vida misma sabrán agradecer.

En esta sesión proyectaremos el cortometraje “Boxeando” de Buster Keaton, realizaremos el taller de promoción lectora “Ojo Conejo” (ilusiones ópticas, elaboración de zootropo, juguete óptico), tendremos narración oral, lectura de cuentos infantiles y jugaremos al “Cine Dedo”.

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El Principito

A León Werth

Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona mayor es capaz de comprenderlo todo, incluso los libros para niños. Tengo una tercera excusa todavía: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Tiene, por consiguiente, una gran necesidad de ser consolada.

Si no fueran suficientes todas esas razones, quiero entonces dedicar este libro al niño que fue hace tiempo esta persona mayor. Todas las personas mayores antes han sido niños. (Pero pocas de ellas lo recuerdan). Corrijo, por consiguiente, mi dedicatoria:

A León Werth cuando era niño

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Actividad en el marco del proyecto “Leer es mi cuento” de la Red Nacional de Talleres de Escritura Creativa —Relata— del Ministerio de Cultura.

redrelata@mincultura.gov.co

Ministerio de Cultura de Colombia / Leer es mi cuento

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Librélula

Zumba el vientolo,
azotando aletéolos,

bailando en la hiérbala,
al vaivén del cuerpítulo alargadolo.

Brilla el rocíolo
y el conjunto de cololores
en sus alas aladalas.

Vuela libre la librélula,
juega entre pétalolos,
danza con pájarolos.

Vuela libre la librélula,
planea  sobre hilos de águala,
despliega  sus alas muy grándulas.

Mauricio Quintero

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La invitación a la
fiesta del Gran Gorila

Por Gloria Baena

En una gran selva vivían muchos animales, como las cebras, los elefantes y los leones. Un día el gran gorila invitó a su fiesta de cumpleaños a sus mejores amigos. Les envió invitaciones con la cigüeña, y ella las entregó una a una. El león dijo: “¡Qué bien! Voy a ponerme mi corbata rosada para que todas las tigresas me vean elegante”. El oso hormiguero dijo: “¡Estoy feliz de que me invitaran! Me estrenaré mis zapatos de charol”. La serpiente comentó: “¡Qué alegría, me iré superelegante con mi sombrero de brillantes!”. El elefante dijo: “Yo no iré, pues con estas inmensas orejas, nada me queda bien”.

La jirafa, el castor y el avestruz lo escuchaban llorar y le dijeron:

—Amigo elefante, no te sientas triste… ¿Sabes que nosotros tampoco iremos a la fiesta del gran gorila?

—Y ustedes, jirafa, castor y avestruz, ¿por qué no van allá y se divierten? Cantarán, bailarán y también mucho comerán —comentó el elefante.

—Tenemos nuestras razones —dijeron en voz baja y con la mirada triste.

El elefante muy sorprendido les dijo:

—Sentémonos y cuéntame qué les pasa, que yo los ayudaré.

—Tú no puedes hacer nada —dijo el castor.

—Sí, no puedes hacer nada —dijo la jirafa.

El avestruz le dijo:

—Tú, amigo elefante, dijiste que no irías a la fiesta del gran gorila porque te sentías mal por tus inmensas orejas.

El elefante le contestó:

—Pues… sí, es cierto. No quiero vestirme elegante con semejantes orejotas que tengo.

—Eso sentimos nosotros también.

—¿De qué estás hablando, querida avestruz? Ni tú ni la jirafa, ni el castor son como yo de orejones.

—No estoy hablando de orejas —dijo el avestruz sonriendo. Estoy hablando de que nosotros tres también nos sentimos apenados por alguna parte de nuestro cuerpo.

—Sí, sí, sí —dijeron el castor y la jirafa.

—Ah, ahora entiendo. ¿Y cuáles son sus complejos? —preguntó el elefante.

Todos se sentaron debajo del gran árbol. El avestruz comentó:

—Yo siento mucha pena por mis flacas y largas piernas. Mis amigos del colegio me decían “patiseca zancuda”.

El castor dijo:

—Yo no quiero ir porque soy muy muelón. La señora zorra cada vez se ríe de mí y me dice cuando voy a su casa: “Cuidado me rayas el piso”, y se ríe mucho: “ja ja ja”.

La jirafa dijo con voz triste:

—Yo no quiero ir porque va el cocodrilo, y cada vez que me ve dice: “Que cuello tan largo, parece que te lo hubieran estirado como un chicle”.

El elefante les dijo:

—Yo pensé que era el único que se sentía mal por una parte de su cuerpo, pero veo que no soy yo solo. En fin, mañana es la gran fiesta. Nos haremos en aquella montaña y los miraremos divertirse.

Al día siguiente fue la gran fiesta. Estaban todos elegantes, estrenando sus mejores vestimentas. Había mucha comida, música y la orquesta de los Monos B… Todo era de alegría. Mientras tanto, desde una montaña cercana el elefante, el castor, la jirafa y el avestruz miraban cómo se divertían sus amigos.

De pronto, el elefante con sus grandes orejas que escuchaban ruidos desde lejos, oyó un aullido de hienas y dijo:

—¡Amigos, viene una manada de hienas, las escucho desde lejos!

La jirafa estiró su largo cuello por encima de los árboles y las vio y dijo:

—Sí, es verdad, vienen más de cien hienas y van directo hacia la fiesta del gran gorila.

El avestruz con sus flacas y ágiles piernas corrió y corrió a avisar a todos los invitados de la fiesta el peligro que venía llegando. El castor igualmente corrió a morder muchos árboles y en pocos minutos hizo una gran cerca de palo para defenderlos del ataque de las hienas.

Al llegar, las hienas no pudieron entrar al jardín donde era la fiesta, y se tuvieron que devolver. Fue en ese momento que dijo el gran gorila:

—Queridos amigos, estamos aquí vivos y a salvo gracias a nuestros cuatro compañeros. Vengan acá ustedes, suban a la tarima. Gracias al señor elefante por sus grandes orejas, que escucharon que venían las hienas a atacarnos. (“¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo!”, se escuchaban los aplausos y gritos de felicidad). Gracias a la señora jirafa que, por su largo cuello, pudo ver sobre los árboles a las hienas. (“¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo!”, aplaudían y gritaban todos los animales). Gracias también a la señora avestruz que, con sus largas y delgadas piernas, corrió tan rápido que les ganó a las hienas y nos pudo comunicar el peligro. (“¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo!”, seguían gritando los animales con ruidosos aplausos). Y gracias también al señor castor que, con sus grandes dientes, logró hacer un cerco de palo para defendernos. (“¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo!”, se escuchaba por todos los rincones de aquellas tierras).

Los cuatro animales se sintieron orgullosísimos de lo que algún día se habían sentido mal y apenados. Pues, gracias a esto, pudieron salvar la vida a todos sus amigos.

Fuente:

Slideshare.net

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“Campanita” / Ilustración © Francesca Rossi

“Campanita”
Ilustración © Francesca Rossi