Érase una vez… en Otraparte

Lecturas en voz
alta para niños de
todas las edades

—Junio 11 de 2017—

Ilustración de un niño lector

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Este será un espacio para leer juntos, para acercarnos a las palabras, al disfrute que ellas nos proporcionan desde siempre. Palabras que se trenzarán en poemas y cuentos para chicos y grandes, imágenes que saltarán por las ventanas hasta nuestros ojos, sensaciones de no tiempo y no lugar como en el paraíso de la infancia. Paladear los acentos, los ritmos y las desconocidas sonoridades que llevarán de la mano a nuestros niños (y a nosotros mismos) por paisajes e historias que de otro modo no habríamos soñado.

Se trata especialmente de abrir a los niños, en su experiencia cotidiana, un lugar para que no pierdan el asombro ni las preguntas, para cultivar su mirada y su sensibilidad, su percepción de la vida. Se trata de restituirles una región de la belleza y el sueño que en esta época de consumo y derroche tecnológico han empezado a perder.

La lectura y disfrutar el arte libremente será para ellos una experiencia enriquecedora que el tiempo, nuestra ciudad, nuestro país y la vida misma sabrán agradecer.

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El Principito

A León Werth

Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona mayor es capaz de comprenderlo todo, incluso los libros para niños. Tengo una tercera excusa todavía: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Tiene, por consiguiente, una gran necesidad de ser consolada.

Si no fueran suficientes todas esas razones, quiero entonces dedicar este libro al niño que fue hace tiempo esta persona mayor. Todas las personas mayores antes han sido niños. (Pero pocas de ellas lo recuerdan). Corrijo, por consiguiente, mi dedicatoria:

A León Werth cuando era niño

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Actividad en el marco del proyecto “Leer es mi cuento” de la Red Nacional de Talleres de Escritura Creativa —Relata— del Ministerio de Cultura.

redrelata@mincultura.gov.co

Ministerio de Cultura de Colombia / Leer es mi cuento

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Tatú y la capa de fiesta

(Cuento popular Mapuche)

Cada año, a orillas del lago Titicaca, se celebraba una gran fiesta que reunía a muchísimos animales de todo tipo y condición. Las encargadas de extender la noticia por cielo y tierra solían ser las gaviotas que, con sus agudos grititos, convocaban a todos a asistir en la fecha convenida. Esta vez, el guateque tendría lugar la siguiente noche en que hubiera luna llena.

A medida que pasaban los días, los invitados se mostraban más nerviosos que de costumbre ¡El tiempo apremiaba y debían prepararse a conciencia para lucir sus mejores galas!

El que más se inquietó fue Tatú, el armadillo. Su cuerpo estaba cubierto por una coraza gris que, la verdad, no le favorecía mucho. A menudo, cuando contemplaba los bellos colores de las aves o el largo y sedoso pelaje de las alpacas, pensaba que la madre naturaleza no había sido demasiado espléndida con él. La única oportunidad que tenía para deslumbrar a los demás en esa fiesta tan distinguida, era tejer una hermosa capa que tapara su caparazón. No disponía de muchos días, así que debía ponerse manos a la obra cuanto antes.

Coser se le daba muy bien ya que era muy habilidoso manejando los hilos de seda. Con paciencia y mucho tesón, se puso a trabajar durante horas para fabricar el tejido más delicado y llamativo que nadie hubiera visto antes. ¡Estaba seguro de que causaría sensación!

Una tarde, un zorro pasó por su lado y se le quedó mirando. Viéndole tan atareado, le preguntó:

—¡Hola! ¿Qué haces que no levantas la vista ni un segundo de esa tela?

—No me distraigas. ¿Acaso no ves que estoy muy ocupado?

—¡Bueno, bueno, no te enfades! Sólo tengo curiosidad. ¿No me lo vas a decir?

—¡Ay, qué pesado eres! Estoy tejiendo una capa para ponérmela el día de la fiesta del lago. ¡¿Satisfecho?!

El zorro sintió mucha envidia porque la capa era preciosa. Si el armadillo se la ponía en la fiesta nadie le haría sombra, y en cambio a él no le mirarían ni las moscas. No pudo evitar sentir el deseo de fastidiarle.

—¡Uy, Tatú, pues siento mucho decirte que no te va a dar tiempo de terminarla! ¡La fiesta es esta noche y mira cuánto te queda por hacer!

El pobre armadillo se quedó de piedra y su cara se puso blanca como el nácar.

—¡¿Esta noche…?! ¡¿Se celebra esta noche?!

—¡Pues claro! Yo que tú me daba prisa porque dentro de un ratito empezará a salir la luna. Me marcho a arreglarme yo también. ¡Luego nos vemos!

El zorro se alejó riéndose por lo bajo. ¡El inocente Tatú había picado el anzuelo! Ahora no le quedaría más remedio que acabar su trabajo a toda velocidad y el resultado sería un bodrio. ¡Ni en sueños conseguiría ser el galán de la fiesta!

Mientas el zorro bribón se alejaba, Tatú, desesperado y con el sudor cayéndole a chorros por el hocico, se puso a bordar como loco. Para ir más rápido, utilizó un ovillo de lana gruesa que nada tenía que ver con la primorosa y finísima seda. Sabía que el tejido quedaría mucho más burdo, pero era la única manera de terminar la capa antes del anochecer. Encima, como las desgracias nunca vienen solas, con las prisas las hebras de lana se enredaron y formaron algunos nudos grandes como garbanzos que se veían a un metro de distancia. ¡Qué desastre!

Tatú consiguió terminar a tiempo, justo cuando la luna aparecía en el firmamento, pero no estaba nada contento con el resultado. Había trabajado muy duro para confeccionar la capa más increíble y al final había tenido que terminarla apretando el acelerador y de forma chapucera. Los fallos, pensó Tatú, eran más que evidentes.

Se quedó mirando a la luna con carita de pena y…

—¡Oh, no! ¡Pero si hoy no es luna llena! ¡Ese zorro estúpido me engañó!

Tatú no se equivocaba. La luna estaba creciente, lo que significaba que aún faltaban unas cuantas noches para la gran fiesta.

Se enfadó muchísimo y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojillos. Lo que más rabia le daba era que ya no podría descoser la última parte del trabajo: deshacer los nudos era misión imposible porque estaban demasiado apretados y tampoco había tiempo de cambiar la tosca lana por la seda. Tuvo que aceptar que tendría que ponérsela tal cual, con todos esos defectos incluidos.

Unas cuantas noches después, la luna llena apareció inmensa sobre el lago. ¡El momento había llegado! Tatú se colocó la capa a regañadientes, pero cuando se vio al espejo cambió de opinión. No, no era la capa más perfecta del mundo, pero sí la más original. La mezcla de hilos finos y gruesos le daban un toque muy chic y curiosamente los nudos quedaban fenomenal. Sin quererlo había creado una prenda extravagante de esas que crean tendencia en la moda, que le daban un aire de tipo moderno y a la última.

Cuando apareció en la fiesta, se formó un revuelo de animales a su alrededor ¡Todos se quedaron fascinados de lo elegante que iba y de lo especial que era su capa! Tatú se dio cuenta de que la mala jugada del zorro al final le había beneficiado. Se convirtió en el centro de todas las miradas y fue la mejor fiesta de su vida.

Fuente:

Adaptación de un cuento popular Mapuche por Cristina Rodríguez Lomba, publicado en Mundoprimaria.com.

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Ilustración de una niña lectora