Boletín n.º 74
Febrero 16 de 2009

Presente Invisible
Brujo de “Otraparte”

Margarita Restrepo y Fernando González (hijo) con mujer no identificada

Doña Margarita Restrepo, Fernando
González (hijo) y Alejandrina

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Hace 45 años, el domingo 16 de febrero de 1964, murió Fernando González Ochoa. Para conmemorar este aniversario la Corporación Otraparte comparte con sus amigos la siguiente carta, escrita por el poeta Gonzalo Arango a doña Margarita Restrepo Gaviria una semana después de la muerte del maestro.

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“El Monasterio”, Bogotá. F-64

Amada Doña Margarita:

Le mando cariñosos abrazos para usted y todos sus hijos y para el Presente Invisible Brujo de “Otraparte” que está en todo lo que amó y santificó con su espíritu, pero sobre todo en nosotros.

En estos días es extraño lo que vengo sintiendo. Yo he amado a muchos seres que ya están muertos, entre ellos mis padres, a los que profeso un afecto muy vivo y los recuerdo con una lealtad casi física, pero no puedo evitar la idea y la sensación de que se murieron definitivamente. Con el maestro no me pasa lo mismo. Sé que está vivo, que existe, aún contra la evidencia física. Su energía espiritual es tan indestructible que ni siquiera la muerte ha podido borrar su Ser físico en estos territorios contingentes del espacio y del tiempo. La muerte, esa realización del Destino, no ha hecho más que adjudicarle una existencia más alta y más sola en el suceder de la Vida Eterna.

Todos los que amé y murieron me han entristecido y desgarrado terriblemente, se han llevado un poco de mi vida, y han dividido mi ser. En cambio Fernando me ha dejado incorruptible, en la unidad total de mi ser, y ese dolor de espina en la carne del alma no me ha herido, ni mi espíritu se ha abatido por la angustia y la ausencia.

El sentimiento que tengo de la muerte del Maestro es de perfecta identidad entre mi amor a él, mi devoción por su obra, y la certeza de que sigue existiendo en “Todaspartes” de una manera bruja y por virtud de su energía inextinguible.

Yo creo, doña Margarita, que usted no se siente viuda como esposa, pues ahora lo posee ya sin límites, más allá de las palabras, en la plenitud del silencio, donde precisamente la existencia se depura del barro contingente y de las lágrimas. Yo tampoco me siento huérfano en mi calidad de hijo de su espíritu, pues su verdadero ser fue el que nos dio para siempre en la inteligencia y en el amor, y este regalo vive y vivirá en nosotros, inseparable de nosotros mismos, pues él ha dado una esencia a nuestra vida con sus dones divinos. Por eso, al estar orgulloso de él, lo estoy de mí mismo, y él seguirá existiendo en mí con presencia resplandeciente, afirmando su eternidad de vida en los herederos de su pensamiento. Por eso me siento salvado, pues de él derivo mi fuente de salvación, y en esa fuente calmo mi sed de belleza, de verdad y de amor.

Bendito sea él que ha vivido para no dejarnos morir, y bendito porque ha resucitado de mundos mortales y sufrientes para no dejarnos perecer, y bendito porque sigue vivo como una eterna promesa de redención.

Y por eso, doña Margarita, el ser que sea eso, que encarne eso, es imposible que muera. Lo que pasa es que ya no fuma cigarrillos “Victoria”, pues su energía no cabía en su cuerpo ni en la casita de “Otraparte”, y tenía que elevarse para irradiar sus pensamientos de vida y de divinidad en un Todaspartes espiritual, donde hay tanta perfección que ni siquiera necesita fumar, ni atormentarse con pensar a Dios en términos racionales. Es decir, Dios lo absorbió en el seno de su amoroso silencio.

¿No ve el problema de la Razón doña Margarita? Ni siquiera puedo explicarle claro mi amor por el Maestro, pero no lo expliquemos, yo se lo quiero explicar sin palabras para que usted lo entienda con su corazón.

Hoy domingo le rendimos un homenaje al Maestro por esos tubos y ojos horribles de la televisión. No pude avisarle con tiempo porque nadie sabe dónde vivo, y me notificaron a última hora que yo estaba invitado por la generación nadaísta. Mi primera reacción fue de espanto ante la perspectiva de ir a “conceptualizar” sobre la obra de Fernando que he vivido hasta el éxtasis, pero que soy incapaz de explicar en esquemas intelectuales y periodísticos. Al margen de que me siento muy tarado intelectualmente cuando estoy frente a esos endemoniados aparatos, sintiéndome fusilado o impotente como en una silla de ejecuciones. Pero hice el sacrificio y vencí todos mis temores para dar testimonio de la verdad de su vida y de su pensamiento que él tuvo la generosidad de comunicarme, y yo la gloria de recibir. Entonces fui y dije unas humildes y desordenadas cositas, pero con profunda emoción: que era la imagen misma de la santidad, que sí era un filósofo y el mejor escritor sudamericano, o sea, afirmé en borbotones de vida toda la verdad que le han negado los que usurpan “la verdad” con sus diabólicos monopolios de opinión pública, quienes se han interesado en silenciar la verdad viva del Maestro para poner a salvo su falsa grandeza.

Pero todos ellos están ya muertos antes de morir, y nosotros ya los hemos enterrado, para defender al único de los colombianos que está vivo en esta generación y en las que vendrán, pues son sus obras nuestra tradición, nuestro porvenir, y lo que hoy nos tiene reconciliados con la vida.

Cuando venga a Bogotá doña Margarita, no olvide que yo, por una vocación espiritual irresistible, me considero como un hijo suyo. Ser amigo, aunque es muy bello, es demasiado poco. Me gusta más sentirme como su hijo del alma, pues usted hasta ha tenido el valor y la ternura de regañarme, y yo le he tenido mucho respeto y miedo y un impresionante cariño porque sé que lo hace por mi bien, para salvarme de este asesino-suicida que soy yo mismo en mi alocado cerebro.

Entonces cuando venga, yo la invito al Monasterio donde vivo que es muy santo, porque aquí medito y amo y sufro como los profetas del desierto o de la Intimidad. Además le haré una comidita para Simón, usted y yo, pues creo que soy mejor culinario que escritor, de todo hay que hacer en esta vida para defenderme de las mujeres, que Dios las bendiga.

Bueno doña Berenguela, ya que no puedo ir a acompañarla, allá estoy con usted en la banquita fumando cigarrillos Victoria, comiendo naranjas y viendo volar los gallinazos, sin ninguna tristeza, sino muy contentos de vivir y llenos con la presencia y el amor del Maestro.

La abraza con mucho amor,

Gonzalo Arango

Fuente:

Archivo Corporación Fernando González – Otraparte. Ver también:

www.gonzaloarango.com