Boletín n.º 167
12 de septiembre de 2019

Otraparte en la
Fiesta del Libro 2019

Jardín Botánico de Medellín

Portadas de los libros «Una tesis» de Fernando González y «El oso y el colibrí» de Gonzalo Arango

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Domingo 15 de septiembre

Auditorio Aurita López
Hora: 3:30 p.m.

En el centenario del grado de Fernando González como doctor en Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia, la Corporación Otraparte se une a la Fiesta del Libro y la Cultura e invita a la presentación de «Una tesis – El derecho a no obedecer» de Fernando González y «El oso y el colibrí» de Gonzalo Arango, nuevas ediciones publicadas por la Corporación Otraparte en convenio con la Editorial Eafit. Contaremos con la participación especial del poeta nadaísta Jotamario Arbeláez en conversación con Carlos Arturo Barco Alzate, abogado y autor del prólogo de la tesis, y Felipe Restrepo David, editor y autor del segundo prólogo.

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Editorial Eafit

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Jotamario ArbeláezJotamario Arbeláez (Cali, 1940) es poeta, publicista, editor y periodista, cofundador del movimiento nadaísta. Su primer libro, El profeta en su casa (1966), confirmó el ingenio, el humor negro, el erotismo, el desenfado y el talante mordaz que ha distinguido a los nadaístas caleños. Reprobado en Santa Librada College, hoy es su Ilustre Egresado. Ha obtenido numerosos reconocimientos, entre ellos el Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora (Caracas, 2008). Es columnista de El Tiempo y El País. Otros libros suyos son El libro rojo de Rojas (1970), Mi reino por este mundo (1981), La casa de la memoria (1986), Doce poetas nadaístas de los últimos días (antología, 1986), El espíritu erótico (1990), El cuerpo de ella (1999, 2015), Paños menores (2001), Nada es para siempre (2002), Culito de rana (2010), La muerte de Jotamario (2013), Zona de tolerancia (2013) y X se escribe con J (2018). Este año publicará la antología 33 poetas nadaístas de los últimos días en convenio con la Biblioteca Nacional de Colombia.

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Carlos Arturo Barco AlzateCarlos Arturo Barco Alzate (Manizales) es abogado especialista en Derecho Administrativo y en Derecho Laboral, candidato a magíster en Literatura. Se ha desempeñado como secretario general y asesor jurídico en el sector público descentralizado del Departamento de Caldas, auxiliar judicial de la Sala Laboral del Tribunal Superior de Distrito Judicial de Bogotá y asesor independiente en materia laboral y comercial. Ha estado vinculado con entidades sin ánimo de lucro como voluntario, es conferencista acreditado de la Fundación Yo Creo en Colombia y ha representado a la Universidad de Caldas en eventos académicos de investigación nacionales e internacionales. Es miembro del Colegio de Abogados del Trabajo de Colombia, docente en la Pontificia Universidad Javeriana y articulista habitual del diario jurídico especializado Notinet. Actualmente se desempeña como magistrado auxiliar en la Corte Suprema de Justicia y escribió el prólogo para la edición centenaria de Una tesis de Fernando González.

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Felipe Restrepo DavidFelipe Restrepo David es filósofo de la Universidad de Antioquia, magíster en Letras de la Universidad de São Paulo (Brasil) y doctor en Humanidades de la Universidad Eafit. Colabora para la Revista Universidad de Antioquia desde 2005. Ha publicado Voces en escena: dramaturgia antioqueña (Fondo Editorial Ateatro Revista, 2008, Beca de Investigación Teatral del Ministerio de Cultura), Conversaciones desde el escritorio: siete ensayistas colombianos del siglo xx (Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2008, Beca de Creación Literaria en Ensayo, Alcaldía de Medellín), Michel de Montaigne: ensayos escogidos (Universidad de Antioquia, 2010), Dramaturgia antioqueña 1879-1963: antología (Editorial Eafit, 2014), El paisaje en la mirada, el valle de Aburrá en la literatura de viajeros y escritores (compilador, Editorial Eafit, 2018) y Alexander von Humboldt: homenaje (Editorial Eafit, 2019). Actualmente es editor de planta de la Editorial Eafit y escribió el prólogo para la edición de El oso y el colibrí de Gonzalo Arango.

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Aviso de abogado de Fernando González

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Biblioteca Fernando González - Editorial Eafit

Un siglo ha pasado desde el parto de aquel provocador compendio de reflexiones, inicialmente nombrado El derecho a no obedecer, que asombró a quienes se dieron a su juiciosa lectura y que ocasionó el deleite de unos y el desgreño de otros. Su título oficial finalmente fue Una tesis y constituyó el trabajo de grado con el que Fernando González optó al título de doctor en Derecho y Ciencias Políticas en 1919 en la Universidad de Antioquia, tras haber publicado con notable éxito la obra Pensamientos de un viejo tres años antes. Las ovaciones que con tino se escuchaban desde la academia y algunas tribunas de prensa contrarrestaron las enconadas críticas apocalípticas de la Iglesia y algunos de los sectores más conservadores de la sociedad antioqueña. El eco de la reyerta superó los límites del departamento y se instaló en las salas de redacción al otro lado de la cordillera para continuar un debate que ubicó a los administradores de la fe de una parte y a los defensores de un pensamiento auténticamente libre y desinhibido, de la otra.

Carlos Arturo Barco Alzate

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Una tesis

Capítulo i

De cómo en Colombia hay muchos doctores, muchos poetas, muchas escuelas y poca agricultura y pocos caminos.

Para las últimas tesis han servido asuntos prácticos y de interés cercano. Magnífico esto: induce a pensar que si en la juventud se arraiga la vida real, pronto desaparecerá del gobierno y de todas las manifestaciones colombianas el ensueño metafísico. Hasta hace poco todo entre nosotros era incomprensible dado el concepto positivista que hoy se tiene en el mundo acerca del valor de la vida: presidentes gramáticos, legisladores gramáticos y teólogos, y toda la juventud coronada de lírica. Era un espectáculo triste: a Colombia sólo se la nombraba en las antologías y en las academias. Todo esto sucedía mientras en el resto del mundo se hablaba de máquinas, de bancos de emisión y de leyes de bronce. Colombia estudiaba latín y hacía sonetos entretanto, y se quedó tan atrás, que los yankees creyeron poder velar el robo de Panamá diciendo que obraban en nombre de la civilización.

No niego yo que el Arte sea una gran necesidad para los pueblos: pero las industrias agrícola y extractivas y las manufactureras deben ser la base de su existencia, según la ley de la proporcionalidad de las actividades. Si hay muchas fábricas, necesario es que haya también mucha agricultura y muchas minas para poder alimentarlas. Debe ser muy rica una nación para entregarse a las fruiciones del Arte, pues es preciso vivir y el cuerpo en cierto modo dirige al espíritu: por eso Roma no se dejó conquistar por Grecia sino cuando culminó su poderío y llenas sus arcas, y Saúl llamaba a David para que le tocara arpa después de sus comidas.

En un estudio titulado «La vida colombiana a través de los mensajes presidenciales», llega el autor a esta conclusión: sólo los tres presidentes que no ciñeron su estilo a moldes clásicos, sirvieron verdaderamente.

Y no se diga que soy exagerado y unilateral: predico la armonía de la vida, y la ya mentada ley de la proporcionalidad de las actividades.

En Colombia se ha creído que las escuelas y universidades son la base del progreso: establecer una fábrica de doctores en cada ciudad y escuelas en todas partes, ha sido y es un ideal y una realidad en Colombia; todos los partidos han estado de acuerdo con esto. ¿Qué se ha conseguido? La empleomanía y un semillero de poetas, doctores y políticos; la intriga desmañada para alcanzar los puestos públicos, y la ineficacia en el gobierno. Hoy en día, dar el título de bachiller es inutilizar un ciudadano: ya no sirve para la recia faena del surco; irá a sufrir en la lucha por la representación del pueblo en congresos y asambleas, o a engrosar el número de abogados sin pleitos y de médicos sin enfermos. En Colombia no se siente la necesidad de aprender a leer: por eso es inútil tanta escuela. Cuando haya muchos ferrocarriles y mucha vida comercial, entonces sí se aprenderá, aunque no sea sino para conocer los reglamentos de los trenes. La escuela de los economistas tiene razón: las leyes naturales dirigen la vida y nadie puede reemplazarlas.

No quiero hacer reproches, sino decir lo que ha venido sucediendo en nuestra vida nacional. Las leyes de la naturaleza se cumplen irremediablemente y el hombre mismo está encerrado en la irremediabilidad universal, pese a su orgullosa pretensión de creer dirigir la vida.

Puede decirse que esta exaltación de ideas metafísicas que ha dominado a Colombia, es resultante de su aislamiento: Colombia nació y vivió hasta hoy en la Revolución Francesa y en el Romanticismo español, mientras que el resto del mundo mira ya esas ideas como algo revaluado y arcaico. Hoy está Colombia en el auge de la metafísica y de la exaltación romántica, pero sólo aparentemente: las raíces de la conciencia nacional ahondan en la vida real, racional y positiva: la llama antes de extinguirse da su gran resplandor…

Para verificar este despertar de la vida, basta el hecho de que los jóvenes adopten como temas de estudio, asuntos prácticos, tales como el cambio, los seguros, la cuenta corriente, el régimen librecambista y el proteccionismo.

Termino este capítulo diciendo que debemos alegrarnos porque en Colombia se observan signos inequívocos de que pronto será una realidad la ley de la proporcionalidad de las actividades.

Fernando González

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Facsímil de una columna de Gonzalo Arango en la revista «Cromos»

(Elprofetagonzaloarango.com)

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Biblioteca Gonzaloarango - Fondo Editorial Universidad Eafit

Esta selección de textos de Gonzalo Arango pretende armar la figura de un prosista que poco, o muy veladamente, existe dentro de su obra misma: la del escritor de ensayos, perfiles, notas y críticas. Creo que ahí está; a veces fluctúa enmascarada, o en otras es apenas evasiva, y, la mayoría, está tan mezclada en tantísimos otros registros que es una tímida resonancia; por ejemplo, en Gonzalo una carta es una carta pero también suele ser muchas cosas… Dicho de otra manera, en él puede rastrearse una literatura de ideas, una narración de pensamiento, que permite relacionarlo con el principal ejercicio de un ensayista y crítico, de un comentador y creador de perfiles: interpretar y reflexionar sobre lecturas y sobre otros, recrearlos y narrarlos, explorar el mundo ajeno, real e imaginado; de modo que en ese fluir también pueda verse una imagen de sí, hecha de metáforas y pensamientos que, reunidos con paciencia y atención, abren ante nosotros el diálogo interno de un escritor e intelectual que, como pocos en Colombia en el siglo xx, se permitió la irreverencia y la contradicción, pero, ante todo, la conquista, a toda costa, de su voz en la fuerza y poesía de su palabra.

Felipe Restrepo David

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El oso y el colibrí

El poeta y la libertad

Poeta Eugenio Evtushenko:

Le presento un saludo fraternal en nombre de los poetas y del pueblo de Colombia.

Me ha tocado el peligroso honor de presentarlo. Honor, porque es usted uno de los poetas más grandes de nuestro tiempo; y peligroso, porque mi admiración es tan ilimitada como la responsabilidad de ser fiel a la adhesión que su obra despierta en las rebeliones de la juventud.

Me acerco a usted sin temblor porque su gloria no eclipsa sino a los mediocres de corazón. Nosotros sabemos que un poeta no tiene de qué estar orgulloso, salvo de esa sencilla verdad por la cual ha pagado el más alto precio de ser hombre: hacer de su trabajo un acto de adoración y sacrificio por el triunfo de la dignidad, cuya causa es común a la de la belleza. La revista Time dice que hace poco lo vieron comprando vodka en un almacén de Moscú. Eso demuestra que usted es un poeta de buen gusto, que en alguna parte de su ser es vulnerable, que está vivo.

La desesperación no es un privilegio burgués.

¡Oh, Vladimir Mayakovski, todavía me duele tu disparo sobre mi sien!

Es que Time no puede entender a los poetas, pues como dijo uno de ellos, vale más estar sobre la hierba que en la portada de la revista Time. Pero yo sé que usted encarna la solidaridad entre los pueblos, y la amistad entre los hombres que han elegido para sí el terrible y honroso oficio de la poesía, en la que usted es, ciertamente, uno de nuestros símbolos de lucha.

No es usted un poeta para minorías, pues sé en qué yunque forja la ternura de su palabra. No es usted un poeta que se da el lujo de sueños idealistas ni solitarios éxtasis. Usted es la voz padecedora de sus silencios, la voz de protesta contra la injusticia y la opresión. Sé lo que debe sufrir para forjar su poesía en la llama más pura, la más ardiente, la más comunicante, y lograr el grado de belleza en que los hombres se reconozcan humanos, para que la humanidad sea al fin rescatada por una voluntad universal de paz con dignidad.

Somos solidarios con su mensaje, poeta Evtushenko. Usted ha combinado admirablemente la ira con la ternura, la belleza con la rebelión.

Nuestro pueblo —lo juro por Rusia que es diez más sagrado para usted— no es enemigo de su pueblo, de cuya alma es usted una verdad que canta; ni con las nobles aspiraciones de su tarea de artista que son irrenunciables al arte y a la humanidad.

Por eso su presencia en América es gloriosa para nosotros y su poesía. Usted va a destruir con el poder de la palabra el mito abyecto de la cortina de hierro. Ya no creemos más en la fábula de que la luz y la verdad están cautivas en Siberia.

De otro modo ustedes no estarían tan cerca de la luna y de una esperanza próxima a ser conquistada para la humanidad.

Sabemos también que en Rusia la libertad no es un mito platónico, ni un ideal suelto como el demonio para hacer estragos en el mundo de los hombres. La libertad no es una manzana paradisíaca para tentar al hombre a su perdición, ni condenarlo al exilio de la tierra.

No se es libre por fatalidad, ni por azar.

Se es libre por un derecho que el hombre adquiere por la cultura para honrar la vida y el universo.

No se es libre para oprimir a los hombres ni deshonrar el universo.

La libertad no es una virtud abstracta, sino un derecho social que impone deberes y sacrificios. En el proceso de perfeccionar el mundo, ella está en el deber moral de renunciar a ser un absoluto en beneficio de la felicidad de los hombres. Esa mínima renuncia, a la larga, los hará más libres.

Yo sé que usted bebe en un cáliz amargo pensando en estos temas en el momento de la creación, para dar a su mensaje un aliento terrestre, el coraje del guerrero que canta para darse fe entre las pausas del combate, y luchar con las armas más dignas, por las causas más dignas de la existencia.

Usted es la síntesis viviente de la historia de Rusia que, desde hace siglos, es cómplice en los grandes sucesos de la historia humana. Así el santo, el mártir, el bandido y el revolucionario de la vieja y la nueva literatura rusa. También aquí arden las hogueras del sacrificio para redimirnos de la miseria y una larga cadena de oprobios. También nosotros cavamos tumbas para enterrar los fantasmas de un pasado sangriento y propiciar las resurrecciones. Ahora mismo Sacha Yegulev anda por los caminos de América predicando la paz con una ametralladora, asaltando los últimos reductos de la esclavitud; a veces tomando las armas por el amor de Cristo, otras para restituimos el fuego de Prometeo, y siempre para que la justicia reine en el trono de la historia.

Pues la poesía no solo se hace de palabras, ni la revolución con armas. Pero todo lenguaje es legítimo si la revolución honra por igual la dignidad de los hombres y el silencio de las estrellas.

La voz del pueblo ya no es sofocada por los dioses ni por los tiranos. La voz del pueblo —en ausencia de dioses— es la voz del poeta.

Y es el pueblo el que elige por su voz, su historia y su destino.

Por eso el poeta nada tiene que envidiar a los dioses, ni siquiera su divinidad.

He ahí el drama y la grandeza de su oficio; sustituir en la tierra a Dios por la justicia.

A estos fines se dirige la poesía de Evtushenko que sabemos guerrera, porque el poeta debe ser combatiente cuando los cañones instalados en el despotismo del poder no tienen razón; cuando los hombres que los disparan están alienados; y cuando imperios que fundan su verdad en la violencia disfrazan de soldados a los hombres, y solo confían la defensa de sus razones en el poder de sus cañones.

Mientras el mundo se debata en la amenaza y el terror, la poesía asumirá para sí el honor de ser más peligrosa que la bomba. De ser, en ausencia de jueces justos, la mano que bendice la inocencia, y lucha activamente al lado de la víctima contra el verdugo.

Amigo: su palabra nos llega honda como la verdad o a la sed. Estrecho mi mano en la suya de hombre a hombre, de pueblo a pueblo, en la hermosa y peligrosa alianza de los poetas.

Gonzalo Arango

(Palabras de presentación al recital
del poeta soviético en Colombia).

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Fiesta del Libro y la Cultura 2019