Boletín n.º 220
Julio de 2025
Interdependencia
Lo que llamamos independencia es un parpadeo en la malla vital. Y es que toda forma de separación es momentánea. La afirmación individual descansa sobre cuerpos, recursos, saberes, redes.
El individualismo está en la superficie, debajo hay un entramado que lo alimenta y lo mantiene funcionando. La interdependencia siempre ha estado arrastrándose como las hormigas que siguen bordes cálidos, saturados de memorias y presencias. Esas trayectorias colectivas se contienen en experiencia, afectos y hábitos. Las hormigas siguen señales dejadas por otras. Así también los cuerpos y los pensamientos dependen de quienes estuvieron antes, sobre todo para impulsar cambios.
Una forma distinta de narrar la independencia parte del reconocimiento de las dimensiones afectivas y colectivas subterráneas. En la interdependencia, en vez de reemplazar un relato por otro, se construyen las relaciones entre memoria, cuerpo y lenguaje, como un archivo vivo que se activa en el gesto, el habla y la capacidad de transformar. Allí la expresión sensible y distribuida reconfigura lo común.
La fecha de la independencia organiza un recuerdo obligatorio. Se enseña en aulas, se repite en discursos y se imprime en libros con héroes, firmas y batallas. Esa escena excluye otras trayectorias. Quedan afuera los ciclos del maíz, las fugas, los trueques y las lenguas. La independencia consagra un modelo aprendido: una forma de mando que es la narrativa lineal de la historia.
La independencia siempre ha sido un olvido lento; desprenderse de la mirada impuesta para perseguir la intimidad y el viaje interior. La interdependencia expande ese movimiento, invita a vivir en las transiciones, desplaza el centro e instala el pensamiento en la relación constante, convive en los intersticios. El movimiento no pertenece a un solo cuerpo. El mito del autogobierno descansa sobre lo que nos hace posibles: el agua, el arroz, las bacterias, las rutas. Caminar es apoyarse en múltiples capas de la Tierra. Decidir es compartir un sistema nervioso con el tiempo, las venas abiertas que nos conectan como una casa con raíces y ventanas que miran al barrio y al universo.