Simón, el «egoente»

Por Ernesto Ochoa Moreno

Si en Simón González Restrepo «encontramos encarnada la obra de Fernando González», como acertadamente anota Juan José García en su columna del lunes pasado, retomando una entrevista que le hizo en 1984, me atrevería a decir que lo que más exactamente encarnó el hijo, recientemente fallecido, de Fernando González, fue su concepto de «egoencia».

El término, acuñado por el filósofo envigadeño y al que, por tanto, habría que quitarle las comillas porque ya es parte de su pensamiento y de su filosofía, no tiene en el escritor una definición como tal, sino que brota como contraposición al concepto de vanidad, antinomia que González trató expresamente en Los negroides, pero que permea toda su obra hasta El maestro de escuela.

Fernando González fue egoente desbordado en Viaje a pie; en Mi Simón Bolívar se sumergió, con su método emocional, en el Libertador, paradigma de egoencia; en Mi compadre hurgó en la egoencia del dictador venezolano, Juan Vicente Gómez; atisbó egoencias en Don Mirócletes, y en El Hermafrodita dormido rastreó el influjo del arte y la belleza en la egoencia. Por contraposición fustigó la vanidad en Los negroides y la señaló como el pecado original de Latinoamérica.

«Vanidad significa carencia de sustancia, apariencia vacía… Llamamos vanidoso a un acto, cuando no es centrífugo, es decir, cuando no es manifestación de la individualidad… Vanidoso es quien obra, no por íntima determinación, sino atendiendo a la consideración social… Vanidad es la ausencia de motivos íntimos, propios, y la hipertrofia de ser considerado». Todos estos son textos del primer capítulo de Los negroides. Más adelante advierte: «La vanidad está en razón inversa a la personalidad». Y en el capítulo quinto: «Egoencia y vanidad. Ésta es vacío; aquélla, realidad. El vanidoso simula y sus manifestaciones o formas carecen de la gracia vital. El egoente, haga lo que hiciere, tiene la gracia de la lógica; haga lo que hiciere, ya vaya roto o sucio, nos enamora, porque la vida es lo que nos subyuga».

Simón González fue un gran egoente. La luna verde y las barracudas de ojos verdes y lágrimas azules fueron su metáfora de la egoencia. «El egoente —dice Javier Henao Hidrón—, debido a su personalidad enérgica, nos enamora, haga lo que hiciere. Su secreto está en la fuerza interna que, sin saberlo, derrama al exterior. Expresa vitalidad y ésta nos subyuga, pues tiene la virtud de embellecerlo todo».

«¡Honro al hombre de acción, al joven cazador, honorable, duro, superhombre, de egoencia desarrollada, cruel!» (Viaje a pie). Egoencia en Fernando González es personalidad, autenticidad, compromiso con la verdad y con un destino. En 1960, en el escrito que envía al padre Jaime Vélez sobre su pensamiento y su filosofía, dice: «En Mi Simón Bolívar analicé eso que se llama egoencia, personalidad, sinceridad, aceptar humilde y orgullosamente lo que somos y buscar la universalidad por el camino que el Padre nos dio».

Y es que la egoencia no es meta en sí misma, sino acicate para progresar (el progrédere fernandogonzaliano), una etapa y una vivencia que tienen que ser trascendidas en un proceso de desnudamiento, en el viaje a la Intimidad. De hecho, Fernando González entierra la egoencia, se entierra él mismo, con Manjarrés, en El maestro de escuela. La egoencia sepultada resucitará como teoría de los viajes en el Libro de los viajes o de las presencias y se hará plenitud en la beatitud del padre Elías en La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera, en la vivencia mística de la Amencia y el Ojo Simple de esa obra última y de Las Cartas de Ripol.

Las cenizas de la egoencia acaban siendo arrojadas al mar de la Intimidad y del Silencio. Tal vez ese, más que el encuentro con barracudas amadas, sea el significado de la próxima ceremonia, el 11 de octubre, de esparcir las cenizas de Simón González en el mar de Providencia, en cumplimento de su voluntad.

No ha sido ésta una necrología para un egoente al que no le cuadran los ritos necrológicos. Es mi homenaje a Simón González, con quien estuve cerca en la creación de la Corporación Fernando González – Otraparte, su gran sueño final.

P.D. Para informarse sobre este proyecto, consultar en Otraparte.org.

Fuente:

El Colombiano, columna de opinión «Bajo las ceibas», 4 de octubre de 2003, página 4A.