¡Gracias por Simón, y gracias a él!

Por Fernando Uribe Restrepo

Le damos gracias a Dios, a Colombia y a Antioquia, por habernos dado a Simón González Restrepo. Le damos gracias a todos los que han escrito sobre él cosas hermosas a raíz de su muerte, acaecida en Medellín, en la Clínica Las Américas, el pasado 22 de septiembre.

He leído bellas páginas de muchos escritores y columnistas de Antioquia, y de unos pocos de la capital. Allá nunca han visto con buenos ojos al padre de Simón, Fernando González Ochoa, el Filósofo de Envigado, a pesar de haber sido uno de los grandes genios que ha producido nuestro país, y la América mulata.

Escribieron sobre Simón, entre muchos otros, Eduardo Escobar y Jotamario Arbeláez, quienes fueron nadaístas al lado de Gonzalo Arango, otro antioqueño inolvidable. Fueron entonces hermanos de Simón porque ellos eran hijos espirituales del Brujo de Otraparte, el padre biológico de Simón. Él murió soñando con la Corporación Otraparte, dedicada a la memoria de su padre.

Gracias a mi familia, por hacerme primo hermano de Simón. Era él hijo de Margarita Restrepo Gaviria, hija de Carlos E. Restrepo; ella, hermana de mi madre, Ana Restrepo de Uribe, quien se casó con mi padre, Félix Uribe Arango. Hermano de Simón, un poco mayor que él, fue Fernando González Restrepo, también escritor y filósofo, ya fallecido. Fernando fue para mi un hermano, más que un primo hermano.

Fernando hijo fue más allegado a mi que Simón, pero éste fue muy querido siempre conmigo. Pasábamos vacaciones del colegio juntos, en La Esmeralda, la finca de mi padre, en la vereda de El Tasajo, en Sonsón. Recuerdo que Simón, más niño que Fernando y que yo, se asustó mucho en una noche de tempestad, de truenos que hacían eco en los montes, y relámpagos que todo lo iluminaban.

También fue grande su susto cuando nos creíamos perdidos en un tupido monte, sin encontrar la salida. Lloró Simón, porque probablemente en ese momento, lo mismo que en las noches de tempestad, adivinaba la presencia de algún brujo, más poderoso que él.

Cuando mi tía Margarita se iba a casar con Fernando González Ochoa, el padre de Fernando y de Simón, nuestro abuelo Carlosé no pudo menos que llamar a su hija. Él no solía intervenir en los asuntos personales de sus hijos, amigo como era de la libertad, pero esa vez no pudo aguantarse.

Le dijo a Margarita: «Hija mía, ¿te vas a casar con ese loco?». A lo que ella contestó: «Papá, mis amigas se han casado con tipos cuerdos, y les ha ido muy mal». A Margarita le fue muy bien. Aclaro que entre Carlos E. Restrepo y Fernando González Ochoa hubo siempre buena amistad y admiración y respeto mutuos, como consta en su nutrida correspondencia, publicada.

Le doy gracias a Dios y gracias a la vida, porque me permitieron visitar al primo Simón en Cartagena en donde había construido «La Casa del Viento», en unos terrenos que le compró muy baratos al Club Cartagena en lo que antes era un botadero de basura. Mejor para el comprador: la tierra estaba bien abonada.

Allá tenía Simón una pareja de perros sharpei, chinos, los que el Emperador utilizaba como sus guardianes. No por grandes o fuertes, pero sí por valientes y leales. Simón me regaló un cachorro de la pareja, al que puse Mao, pero cuyo hígado no aguantó la comida que yo le daba, ansioso de que creciera ligero. Después lo reemplacé por otro de la misma raza que me regalaron mis hijos; ese se llamaba Kung-Fu.

Tenía también Simón, en «La Casa del Viento», unas guacamayas domesticadas que comían galletas en una mesa. Los perros esperaban que las guacamayas terminaran para abalanzarse sobre las galletas que dejaban. También tenía un caimán en el lago, al que solía hacerle visita, con los perros como sus guardaespaldas.

Dos veces intendente de las Islas de San Andrés y Providencia, nombrado por Belisario Betancur, y una vez gobernador de las Islas, elegido por votación popular, se hizo querer de los isleños y cultivó sus sueños sobre la mar Oceanía con su barracuda de ojos verdes. Belisario dio unas bonitas declaraciones cuando Simón murió.

Creo que todos los colombianos que ven la prensa, conocían la brillante y original figura de Simón, El Brujo, el organizador del Congreso Mundial de Brujos, y el exitoso intendente y gobernador de esas bellas islas a las que Colombia debería cuidar más. Los que no lo conocían, debieron hacerlo leyendo el original aviso que él redactó y dejó listo para su publicación cuando muriera.

Dejó Simón un bello Testamento, en el que dispone que sus cenizas sean arrojadas al mar, después de que las lleven a Cayo Cangrejo unos heraldos a caballo, anunciando el acontecimiento, en el que habrá bailes de isleñas de no más de 15 años de edad, y en el cual se servirá a los asistentes abundante comida y cantidades navegables de ron. La ceremonia debió tener lugar durante el pasado Puente de la Raza.

¡Gracias, Simón, por haber iluminado en el trayecto de tu vida el horizonte de la patria! ¡Gracias por haber sido auténtico, brujo, ingeniero, administrador, poeta! ¡Pocos como tú!

Fuente:

El Mundo, 15 de octubre de 2003.