“Un salón para venir a beber
café, a conversar y a leer”

Por César Augusto Cano Corrales

Conversar es una entrega de uno mismo o del otro, un compartir la desnudez del espíritu, y, al mismo tiempo, un diálogo profundo con nosotros mismos. Fernando González gustaba de las conversaciones en torno a un café o a una cerveza, y en cada sorbo se acompañaba de múltiples “presencias”. Como ejemplo de ello, este fragmento del libro Retrato vivo de Fernando González de Félix Ángel Vallejo:

“El Mago y yo continuamos rumbo hacia Otraparte. Pero de pronto se detuvo y me dijo, festivo: ‘No hemos celebrado el regalo de la lupa. Lo invito a que regresemos al café de don Jorge para que bebamos, paladeándolas, dos cervecitas’”.

Como en el ágora antigua, y sobreviviendo a los tiempos, los puntos de encuentro establecidos por el interés colectivo continúan mezclando elementos del diálogo determinados por la presencia, o elementos que configuran los lugares con detalles que se vuelven referentes sociales y que también están al alcance de las personas como motivación del ánimo, la compañía, la conversación.

Además de los cafés o los lugares donde podemos tomar algo para motivar el diálogo, están las librerías, espacios donde se comparten los secretos contados por las letras, ocultas bajo las cubiertas de los libros, sus títulos y su aroma siempre cambiante cuando son descubiertos por primera vez. Entonces, si estamos en constante búsqueda de un lugar que nos apropie, un lugar que nos mueva el alma, un lugar donde la cotidianidad se mezcle con los grandes temas y la cultura, el cine, la lectura, la filosofía, el camino, la espiritualidad…, una excelente opción siempre será ir a Otraparte.

“Sin darnos cuenta nos habíamos salido de Georgia e íbamos por unas calles, hacia oriente, las que al final desembocan en unas mangas que bordean un riachuelo. Es paraje solitario y silencioso, muy agradable. Y de pronto se detuvo y me dijo: ‘Qué bueno que hubiéramos comprado aquí cuando la tierra estaba barata, un solar, y ahora podríamos construir un salón para venir a beber café, a conversar y a leer. Tendríamos una biblioteca con sólo los libros que nos agradan’” (obra citada).

Un Café con Librería es el sueño que estuvo habitando el aire desde los días en que las sombras de las ceibas cobijaron al maestro, y que ahora se hace realidad en un lugar muy propio al pensamiento, al alma, a la desnudez. Ubicada en lo que alguna vez fue su casita de los libros y en el interior de El Café de Otraparte, está La Librería de Otraparte abierta al contacto entre mortales y seres de la imaginación. Un espacio para el encuentro, el diálogo, la lectura y la simpatía de recomendar un libro y crear lazos por medio de fragmentos y poemas sueltos que incitan a la búsqueda literaria.

El pasado 16 de febrero, en el cuadragésimo sexto aniversario de la muerte del maestro, la casita de los libros recibió la visita de más de trescientas personas que festejaron la inauguración de este nuevo espacio creado para ellos y para todos. Las palabras que salieron de la voz de los autores invitados (Cristóbal Peláez González, Juan Manuel Roca, Pedro Arturo Estrada y Carlos Vásquez) brindaron con cada uno de los contertulios la alegría de tener una nueva librería en este sector del sur del Valle de Aburrá.

La Librería de Otraparte cuenta con gran variedad de títulos, autores y temas, entre los cuales se destacan las artes, el diseño gráfico, la arquitectura, la fotografía, el cine, la gastronomía, las ciencias, la literatura clásica, contemporánea, latinoamericana y del mundo; también filosofía, sociología, política, libros infantiles y novedades editoriales. Además, pronto ofrecerá servicios como “horas del cuento” para niños, lecturas itinerantes por las mesas del Café, lecturas inéditas de autores locales y el “Club Epistolar de Otraparte”, el cual tendrá como objetivo rescatar este género literario.

“Nos instalamos en una casita encalada de barandas en el corredor, detrás de su residencia para evitar las visitas. Moviendo arrumes de libros (de sus propios libros que no había vendido) hicimos espacio” (León Posada Saldarriaga).

Fernando González tenía arrumados por montones, contra las paredes de su casita-biblioteca, sus propios libros, los que no se vendieron. Ahora vuelven a ser parte de las paredes libros de todo el mundo, de editoriales y autores. Los libros del maestro también son Presencia, y, en contraste con el pasado, sus libros se venden diariamente, su obra es leída, y su filosofía de la autenticidad un camino que nos invita a recorrer.

Fuente:

Periódico Órbita, Edición Número 113, marzo de 2010, páginas 10 y 11.