El hombre de las libretas

Por Ernesto Ochoa Moreno

El sábado pasado publiqué en esta columna algunos apuntes sobre cómo leer a Fernando González. Quisiera añadir algo más, casi como homenaje anticipado del nacimiento del filósofo de Envigado, el próximo 24 de abril. Cada loco con su tema.

En Fernando González es fundamental conocer cómo escribía los libros. Se ha dicho de él que es asistemático. Que no es riguroso porque ninguno de sus libros tiene notas a pie de página, no aduce bibliografías, no cita casi nunca un autor textualmente y en casi todas sus obras se mezclan los géneros literarios sin una aparente justificación.

En una libreta manuscrita de 1916, año de publicación de su primer libro, Pensamientos de un viejo, dice el escritor: “Es grande el odio que sentía Federico Nietzsche por los libros pensados con la pluma en la mano. Él gustaba mucho de pensar mientras caminaba. A mí me ocurre que se me olvidan pronto las meditaciones. A la hora ya no me acuerdo de ellas. Yo escribo de este modo. Los días en que estoy en disposición para el recogimiento, me doy a meditar. Y después, cuando tengo facilidad para escribir, me siento a la mesa y poco a poco voy recordando y perfeccionando mis meditaciones de los días anteriores”.

Esas meditaciones las escribía en libretas, “de las que usan los carniceros para apuntar los fiados”, según su propia expresión. Existen en los archivos de la Corporación Otraparte unas 74 libretas manuscritas entregadas por la familia, transcritas y digitalizadas por el experto en el escritor y sobrino suyo, padre Alberto Restrepo, que conservan tanto textos y apuntes desconocidos como otros que fueron base de algunas de sus publicaciones.

El método de González es muy simple. Como él mismo se autocalificaba, es un “atisbador” de la realidad, un “detective de las ideas madres”. Atisba, mira, reflexiona, se apasiona, viaja mentalmente. Anota en las libretas. Después “hilvana un libro”.

En una de sus últimas entrevistas afirmó: “Yo no he escrito ningún libro adrede. No soy literato. Es mucho mejor vivir la vida que escribirla. Lo más que hago es quedarme algunas noches desvelado para hilvanar un libro. ¿Me pregunta qué tengo preparado? Nada, absolutamente nada. Yo no tengo nunca nada preparado. ¿Usted piensa que yo soy como esos literatos profesionales de Europa que se sienten en la obligación de escribir un libro cada año y son como las mujeres de mi pueblo que se creen humilladas si no producen un hijo cada doce meses? No, no soy una máquina de parir. Además, esos escritores mecanizados se encierran a parir cada año y cada año no paren sino babas”. (Juan Salas, “Mensaje póstumo de F. G”. 1965, cfr. www.otraparte.org).

El solitario de Otraparte dijo en una entrevista el día antes de su muerte: “Cuando he escrito libros, estos han sido mi tiempo-espacio, así como la respiración es uno mismo”. (Jaime Mercado, “El reportaje que no se corrigió”, 1964, cfr. www.otraparte.org).

Fuente:

El Colombiano, sábado 14 de marzo de 2014, columna de opinión Bajo las ceibas.